19 julio 2019

Hogwart's Mysteries

Los crujidos del bosque era lo único que rompía el profundo silencio. Wherynn suspiró. ¡No podía ser tan difícil! Con su rápida inteligencia y uniendo sus fuerzas podrían...

- Uy... -se le escapó.
- ¿Qué? -preguntó el Ravenclaw.
- Nada... -se apartó sonrojándose ante sus pensamientos intrusivos. ¿Qué demonios le pasaba?

Sÿl se movió de forma convulsa y el prefecto asió con más fuerza su varita.

- En serio, chicos... Me está costando mucho... -dijo apretando los dedos.
- Maldita Sÿl...
- ¡Maldita!

Wherynn miró a su amigo, que parecía haberse iluminado repentinamente.

- ¡Tenemos que ir a la Sección Prohibida!

El silencio se hizo aún más profundo.

- No creo que sea buena idea... -dijo entre dientes el otro Ravenclaw.
- En la Sección Prohibida no va a aparecer nada sobre la varita... Es como los Horrocruxes u otros temas oscuros...
- ¿Horrocruxes?

Los tres se miraron unos a otros y Sÿl aulló con todas sus fuerzas rompiendo el hechizo. Antes de que les diera tiempo a reaccionar, Wherynn lanzó un Petrificus Totalus y los Ravenclaw un Incarcerous y un Desmaius. Sÿl cayó nuevamente en el suelo, totalmente groggi y encadenada. 

- Va a quedarse tonta con tantas caídas... -suspiró el Ravenclaw, aproximándose a ella con precaución.
- Aún está bajo la maldición de la varita, pero ha perdido mucha fuerza...
- ¿Habéis pensado lo mismo que yo? -preguntó el Ravenclaw sexy. Su amigo afirmó con la cabeza y Wherynn volvió a sonrojarse, agradecida de que nadie pudiera leer sus pensamientos y lamentando internamente que Sÿl no estuviera cuerda para burlarse de ella. La echaba de menos. Los prefectos notaron su sonrojo y la joven se movió hacia las sombras, cerca de la varita yaciente en la maleza.
- ¿Creéis... que la varita es un Horrocrux? 
- Bueno, el libro que la menciona, y deduzco que los tres lo hemos leído... No dice nada al respecto... pero podría ser...

Wherynn le miró largamente. Sus ojos brillaban con la tenue luz de las estrellas y un rayo de luna iluminaba su cabello ondulado. En serio, maldita varita no, malditas hormonas... 

- Tiene mucha historia. Para empezar ni siquiera sabemos cómo ha llegado al castillo... 

El otro prefecto era incluso más atractivo con su perfecta sonrisa y sus ojos oscuros. ¿Y si se lanzaba un hechizo para concentrarse?

- ¿No llevaréis encima alguna Poción Agudizadora de Ingenio por casualidad? -preguntó desde las sombras.
- ¿Para pensar con más claridad?
- Si... Para eso... -disimuló mirando la varita.
- Como haga el mismo efecto que el Felix... -musitó el Ravenclaw, mirándola con culpabilidad.
- No pasa nada... -dijo ella tocándose las costillas. No podía estar enfadada mucho rato con él. 
- Bueno, si tu dices que vayamos a la biblioteca... Allá iremos. 

Los chicos lo miraron.

- ¿Tú crees?
- Eres el que se ha tomado el Felix Felicis. Confiamos en ti -terció su amigo.
- ¿Y Sÿl? No podemos dejarla aquí... 
- ¿Hay algún sitio del castillo lo suficientemente seguro como para dejarla sola?

Wherynn sonrió. Por supuesto que lo había.


La Sala de los Menesteres resultaba muy útil cuando necesitabas un sitio hecho a la perfección para ti. Dejaron a Sÿl acomodada en un sillón de terciopelo después de hacerle tragar una buena cantidad de poción adormecedora y se fueron directos a la biblioteca con la mayor discreción posible.

- ¡Oh! ¡Esperad! ¡Tengo que ir a la Torre de Griffindor un momento!
- ¿Ahora? 
- ¡Esperadme aquí! -se despidió rápidamente Wherynn


Al poco tiempo regresó ufana con unas botellitas que les tendió al punto. 

- Bebeos esto -ordenó.
- ¿Qué es?
- ¡Poción Multijugos! Así calcularemos mejor que no dejamos a Sÿl sola más de una hora ni la varita tirada en el bosque...
- Me parece una imprudencia haberla dejado allí, a pesar de los hechizos...
- Solo será un rato, y de todos modos desprende tal oscuridad que nadie se acercaría... Salvo Mr. Felix, claro -dijo mirando a su amigo, que sonrió divertido.
- Me sentía poderoso... No era desagradable, podría haber alcanzado todos mis sueños... -contestó con voz soñadora.


La biblioteca estaba en completo silencio. Wherynn recordaba su última aventura allí con Sÿl con añoranza. Le daba la impresión de que hubiera sido diez años atrás...

- ¿Por dónde empezamos?
- ¡Oh!

El Ravenclaw se tapó la boca y pareció consternado.

- Se me ha pasado el efecto del Felix Felicis...
- Bueno, hombre, no pasa nada... -le consoló la chica.
- ¿Y ahora cómo vamos a saber..?
- Lo sabremos -afirmó el otro. Wherynn sonrió.
- Sed discretos, no toméis nada raro y nos vemos aquí en media hora... Si alguien encuentra algo interesante que lance chispas rojas, salvo que vea a Filch...
- Ehm... Filch no será un problema hoy... -dijo el prefecto sexy mirando a su amigo pícaramente.
- ¿Por? -preguntó ella, perdida.
- Bueno... Pasó cerca cuando fuiste a la Torre Gryffindor junto a la Señora Norris... Y si soy capaz de lanzar un Imperius, ¿Cómo no lanzar un sencillo hechizo que les deje fuera de juego?

Wherynn admiró su osadía. ¡Qué pillo!


El tiempo pasaba y no encontraba nada. La biblioteca estaba de lo más tranquila y saber que la presencia de Filch no les iba a importunar la dejaba pensar con más claridad. Miró por uno de los grandes ventanales y contempló la luna creciente. ¿Cuánto tiempo podrían contener la varita?

Unas chispas rojas la distrajeron. Venían de algún lugar al norte de la biblioteca y se dirigió hacia allí con premura. ¿Qué habrían encontrado? 


Cuando llegó al lugar no había nadie.

- ¿Chicos..? -preguntó quedamente. Vio un bulto extraño en el suelo y se acercó. Mr. Felix estaba tendido en el suelo, con los ojos en blanco. ¿Qué demonios..?

Un golpe por detrás de algún hechizo la derribó. Lo último que vio fue la figura del prefecto acercándose a su cara mientras caía a su lado. 


Sÿl caminaba sigilosa y todo lo sexy que podía. Se sentía dueña de sí misma, confiada, invulnerable y en la biblioteca no había salientes contra los que dejarse la frente, así que también poderosa. Le faltaba su varita maldita, pero se conformaría de momento con la suya propia, que molaba menos pero le valía. 

- Polvo peruano de oscuridad y el otro Ravenclaw no se entera de mis chispas rojas... ¿Qué habrá pasado en el bosque? Recuerdo que me estaba a punto de batir en duelo con él... Y luego me sentí muy bien... Y me desperté en la Sala de los Menesteres encerrada. ¿Nos habremos acostado y se avergüenza de mi? -pensó para sí.

Se paró en seco. ¿Qué pensamiento tonto e indigno era ese? Sus ojos brillaron verdes y volvió a su plan orginal. O-ri-ginal. ¿Uhm? No sabía dónde se encontraba, pero le encontraría. Miró rápidamente hacia atrás. Notaba una presencia... ¿Filch? ¿Uno de los fantasmas? 

- ¡Imperio!

Volvía a sentirse tan bien...


El Ravenclaw la miró anonadado mientras los efectos de la poción multijugos se pasaban. ¿Cómo habría logrado escapar de la Sala de los Menesteres? Menos mal que estaban en terrenos de Hogwarts y nadie cuestionaría el lanzamiento de dos Imperius la misma noche, los profesores tienen sus razones... Un escalofrío le recorrió la espalda. 

- ¿Dónde se habrán metido los otros dos? Sÿl venía de allí... -dijo para sí mientras llevaba a Sÿl a su lado, dócil y feliz. Pronto encontró a sus amigos desmayados juntos tendidos entre un montón de libros. Una punzada de celos le invadió, pero no dejó que le dominara. Uno de los dos al menos había peleado contra Sÿl y claramente perdido... No podía despertarlos sin liberar a Sÿl, así que hizo lo único que se le ocurrió. Cogió la varita de Wherynn y encerró a Sÿl en una jaula por si trataba de volver a resistirse a la maldición, aunque parecía más sencillo controlarla esta vez. Miró la varita. Se sentía ligera y cómoda entre sus dedos, a pesar de ser muy pequeña para su mano. Como si conectaran de alguna forma... Despejó la mente y despertó a sus amigos, que se miraron confundidos por su proximidad y al tratar de levantarse rápidamente chocaron sus frentes.

- ¡Ay!
- ¡Auch! ¿Estás bien? -le tendió una mano el Ravenclaw, más rápido y caballeroso.
- Si... -Wherynn se levantó y miró alrededor. ¿Qué leches hace Sÿl en una jaula..? -Vio que el Ravenclaw tenía su varita y se la ofrecía.
- Tenía que despertaros y temía que se liberara del Imperius...
- ¿Otro Imperius? -le censuró con la mirada su amigo.
- Sí... Está muy tranquila ahora, no me está costando tanto...
- ¿Las chispas rojas eran tuyas? -cuestionó Wherynn mirando a su amigo.
- Pues si, Whers, las lancé porque había encontrado una cosa, pero la loca me atacó...
- ¿Y qué es? -le interrumpió.

El Raven cogió uno de los volúmenes, negro y polvoriento, y lo abrió. Sus páginas parecían manchadas de sangre y otros fluidos irreconocibles y las páginas estaban tan muy gastadas, tanto que casi resultaba ilegible.

- Pues algo sobre una runa...

La joven se quedó lívida y le arrancó el libro de las manos para leerlo ella misma. Cuanto más leía más aumentaba su palidez.

- Tenemos que volver al bosque pero ya.
- ¿Qué..? -preguntó el joven.
- Os lo contaré de camino. ¿Crees que podrás contenerla hasta entonces?
- Pues...

El otro Ravenclaw hizo un gesto y no pudieron evitar reírse. A Sÿl le iba a tocar volver a desmayarse.

- En serio, se va a quedar tonta pero...

De repente la chica se liberó del conjuro y sus ojos brillaron furiosos.

- ¡¡Todos caeréis!! ¿Dónde está mi varita? -vociferó.
- ¡Expelliarmus! Pues estaba en tu túnica... -dijo Wherynn mientras el prefecto sexy le modulaba la voz a Sÿl para que no chillara histérica.
- ¡Esa no! ¡La varita de mis ancestros! -trató de gritar con voz ronca.
- Te me vas a quedar afónica, no grites que ya ves que tu voz ha sido encantada... -respondió Wherynn preocupada para ganar tiempo.
- ¡Está en el bosque, y me vais a llevar hasta ella!
- ¿Y tú nos vas a obligar? -preguntó con voz inconscientemente seductora el Raven que la había portado en su momento.
- ¡La quieres para ti pero no la tendrás! ¡Es mía! -trató de zafarse ella de su encierro.
- No la quiero... -se defendió él.
- ¡Aún la amas!

Eso no tenía ningún sentido y Sÿl parecía fuera de sí.

- ¿Tú... te has enamorado de la varita? -susurró Wherynn aún tratando de ganar tiempo para trazar un plan.
- ¡O del esqueleto que se la dio! -añadió el Ravencaw riendo dándose cuenta de su estrategia.
- ¡Slytherin dominará! ¡Hogwarts será mi reino de...!

La chica cayó desmayada y se dio de bruces contra el suelo.

- ¡Pobre, está sangrando! -exclamó Wherynn curándola con cariño. Está como una cabra y maldita, pero aún es mi amiga...
- ¿Qué está sucediento aquí?

La voz de Snape les heló la sangre en las venas.



Dedicado a Sylvia, ¡feliz cumpleaños pipipotter!

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