La mansión estaba derruida por dentro, donde solo quedaban miles de recuerdos muertos. Solo los fantasmas del pasado quedaban como testigos de la destrucción que se había producido hacía ya siglos. Pasear por sus estancias era una condena que nunca olvidaría, atada a sus muros oscuros y vacíos de por vida. No tenía sentido luchar contra lo que era inevitable, solo abrazarlo y dejar que la niebla con su beso lo borrase.
¿Pero por qué si era feliz seguía sintiendo la oscuridad? ¿Nunca se libraría de su maldición en su interior?
Luchaba siempre contra una marea inexorable que la arrastraba. Los muros de la mansión sangraban oscuridad que la rodeaba. Su eterna presencia no conocía lo efímero y se arraigaba. Solo había una sentencia justa dentro de su albedrío, bailar junto a ella por siempre sin caer en el abismo.
Nunca caería en el abismo de la oscuridad, había aprendido a bailar y dejarlo pasar.
Las puertas de la mansión se cerraron y la poca luz que había se extinguió. ¿Y a ella qué le importaba si brillaba con luz propia? No temía aquella sensación tan opresiva que la ahogaba. Había aprendido que la mansión era una parte de su realidad.
La locura se cernía sobre ella constantemente como un animal salvaje que controlaba sus impulsos.
Caminar en el abismo de aquella mansión era algo natural para ella, que no temía su oscuridad tan conocida y a la vez desesperante. El océano vesánico y el rumor de sus olas eran su melodía particular en la subjetividad del sufrimiento que cada uno esconde. Pero aquello ya no la atormentaba porque conocía la mansión a la perfección y sus escondrijos. Su interior se convertía en un inmenso espacio de creatividad. La oscuridad se convertía en exquisitas composiciones. No había motivo para temer lo que era parte de su genio creador aunque fuese algo que podría destruirla con el tiempo en su mansión de tortura.
Las pesadillas son parte de los sueños que moran en nuestro interior. Los artistas viven atormentados en su océano de oscuridad. Y aquella mansión representaba todo lo que odiaba de si misma y le permitía ser un ser creativo con un don para la escritura.
Destruir aquella mansión sería destruir su esencia y liberarse para siempre del dolor, pero no podía acabar con lo que amaba solo para no volver a ser torturada por su propia mente. Vivía la maldición de los genios condenados a existir en la oscuridad sacrificados a su mácula que los convertía en dioses...
¿Pero por qué si era feliz seguía sintiendo la oscuridad? ¿Nunca se libraría de su maldición en su interior?
Luchaba siempre contra una marea inexorable que la arrastraba. Los muros de la mansión sangraban oscuridad que la rodeaba. Su eterna presencia no conocía lo efímero y se arraigaba. Solo había una sentencia justa dentro de su albedrío, bailar junto a ella por siempre sin caer en el abismo.
Nunca caería en el abismo de la oscuridad, había aprendido a bailar y dejarlo pasar.
Las puertas de la mansión se cerraron y la poca luz que había se extinguió. ¿Y a ella qué le importaba si brillaba con luz propia? No temía aquella sensación tan opresiva que la ahogaba. Había aprendido que la mansión era una parte de su realidad.
La locura se cernía sobre ella constantemente como un animal salvaje que controlaba sus impulsos.
Caminar en el abismo de aquella mansión era algo natural para ella, que no temía su oscuridad tan conocida y a la vez desesperante. El océano vesánico y el rumor de sus olas eran su melodía particular en la subjetividad del sufrimiento que cada uno esconde. Pero aquello ya no la atormentaba porque conocía la mansión a la perfección y sus escondrijos. Su interior se convertía en un inmenso espacio de creatividad. La oscuridad se convertía en exquisitas composiciones. No había motivo para temer lo que era parte de su genio creador aunque fuese algo que podría destruirla con el tiempo en su mansión de tortura.
Las pesadillas son parte de los sueños que moran en nuestro interior. Los artistas viven atormentados en su océano de oscuridad. Y aquella mansión representaba todo lo que odiaba de si misma y le permitía ser un ser creativo con un don para la escritura.
Destruir aquella mansión sería destruir su esencia y liberarse para siempre del dolor, pero no podía acabar con lo que amaba solo para no volver a ser torturada por su propia mente. Vivía la maldición de los genios condenados a existir en la oscuridad sacrificados a su mácula que los convertía en dioses...
Dedicado a los seres de Astralia.
2 comentarios:
¡Que bueno Wher! Esta vez si que sí la música me ha llevado exactamente al texto, parece que están hechos la una para el otro. Cuando empecé a leer había parte de la melodía que me traía nociones como de una batalla que no veía en el texto, era más bien descriptivo. Pero la batalla está dentro del personaje y aparece más adelante en el texto, luego la música no hace más que adelantársela al subconsciente ;)
De las mejores que te he leído, me ha encantado!
La mansión me la conozco muy bien y esa lucha, como bien dices, se ve más adelante aunque siempre está ahí. Si no hubiera lucha no habría historias, si algún día consigo exiliar esa oscuridad dejaré de escribir... pero siempre tendré malos recuerdos que me permitan seguir adelante, jjajaja. Así que como dice el texto: "Vivía la maldición de los genios condenados a existir en la oscuridad sacrificados a su mácula que los convertía en dioses..." (sí, el propio talento hay que reconocerle, que coñe! XD)
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