26 mayo 2019

Ullorissat

Epílogo

El reino en el bosque de los centauros era un lugar de indescriptible belleza y misterio. Aunque no podía abandonarse a sus lujos de sabiduría debido a su preocupación por Lemuel, Bêah se sentía como si estuviera en su propio hogar. Las centáurides eran enigmáticas y portaban una erudición que escapaba a sus conocimientos mortales, incluso aunque hubiese vivido mil vidas. La admiración y reverencia que sentía por ellas no tenía límites.

- Mi señora... 

La suma sacerdotisa se giró rápidamente y una sonrisa escapó de sus labios. Lemuel estaba mucho más recuperado aquellos días y un peso se había aliviado en su corazón al saber que ya no guardaba aquellas horribles pesadillas en su interior. Se sonrojó involuntariamente. ¿La magia del lugar comenzaba a mermar su sentido común?

- ¡Lemuel! Veo que cada día estáis más fuerte... Pronto podremos regresar a nuestro... al pueblo... -un halo de tristeza cruzó en su rostro.
- Yo... Suma Sacerdotisa... 

Vega apareció en el umbral de la puerta pero al verles solos sonrió levemente y se retiró. Bêah juraría que oyó una risita de ruiseñor cercana.

- … No quiero alejarme de vos. Ambos sabemos que la guerra... Solo soy el hijo del sabio de mi aldea pero...


El joven, rojo hasta la raíz del cabello, le tendió un hermoso brazalete de hojas y flores silvestres. La matriarca no cabía en sí de felicidad. Tras varias lunas en aquel mágico enclave sus conocimientos habían descubierto nuevas sendas y su relación se había ido forjando poco a poco sin que se dieran cuenta. Se amaban. 


- Buenos tiempos nos esperan y lograremos alcanzar la gloria... Juntos -respondió simplemente aceptándolo con una alegría desbordante. Si Bjäro la viera... ¡Chiflaría! Y la mataría por perderse su boda... pero acabaría entendiéndola.



Fue el momento más romántico de su vida. Ella, en sus nupcias otorgadas por una Veela que aquel día no podía hacerle sombra y con centauros y centáurides de testigos... ¡Menuda historia que contar a Libethaze Arec y Mârtha Mäthîu… ¡Incluso a Mayk! Qué banquete les hubiera preparado...

- ¿Querida? 
- ¡Oh, si! Perdona, estaba pensando en el pueblo... 
- La guerra nos espera. Tardaremos en verlo...
- Contáis con grandes aliados -dijo Antares acercándose a ellos para darles la enhorabuena- y las estrellas están de vuestro lado. Serán largos años, pero la victoria... 
- … Queda en las umbrías orillas del futuro... -suspiró Bêah, dando la mano a su esposo.


Fueron largos años, efectivamente. Inviernos eternos, aldeas arrasadas, osos polares en peligro de extinción y varios eclipses que actuaron sobre la nieve... Fue una guerra mágica como nadie esperaba entre fuerzas malignas que desconocían que habitasen aquellas tierras. Sin embargo, jamás perdieron la esperanza, pues como las centáurides caídas en batalla habían dicho, las estrellas estaban de su parte. Y al fin, tras arduas batallas, un sinfín de pérdidas y desolación, se alzaron con la victoria un frío día de febrero que pasó a la historia de aquellos lares. 


Bêah asió su bastón y se miró al espejo. Era una anciana muy hermosa en su vejez -¡pero qué creída la vieja!- le decía su gran amigo Bjäro, para espanto de su esposo y cuántos lo rodeaban haciendo reír a carcajadas a la sacerdotisa. Los días de la guerra quedaban ya muy lejos y ahora podía disfrutar con sus nietos de las nevadas y enseñarles todo el saber de la naturaleza que había ido atesorando, aunque aquella nube oscura pesaría siempre en su espíritu...

- Yo sigo diciendo que los osos polares se comían la nieve, no hagáis caso a vuestra abuela, que ya está chocha... -contó su amigo, rodeado de niños del pueblo y sus propios nietos.
- ¡¡Bjäro!! Ni caso... -dijo Bêah riendo a los infantes.
- ¡Qué si! Y la guerra fue horrible, los osos morían y ya no había nieve que los salvara... Claro, como se la comían... Y todo era verde, ¡Qué trauma! 
- ¡No los asustes! -rio Bêah. 
- ¿Volverá a haber guerra, abu?

La Suma Sacerdotisa miró a su nieta y después a su marido, cuyos ojos brillaban a la lumbre del fuego que aportaba calidez a la sala.

- No en nuestra era... Mucho se perdió, pero las tribus se aliaron y acabaron con todo el mal hasta recuperar el equilibrio de la tierra...
- ¿Y vuestras amigas las Veelas? ¿Algún día veremos alguna?
- ¡Cuéntanos más de la guerra!
- ¿De dónde vienen los niños?
- ¡Tengo hambre!

Bjäro, como buen tío y siendo la hora de comer, corrió a la despensa a llevar algo a los niños y apareció con un rico faisán en especias, esquivando de paso la comprometida pregunta.

- Mira, como aquel pincho de pollo que hicimos... -recordó Bêah.
- ¡¡¡Que yo no me he comido un pincho de pollo!!! -gritó su amigo.

Fin.


Dedicado a Beatriz, ¡feliz cumpleaños cuca!

13 mayo 2019

The Truth Beneath the Lie

Por fin. Escapar de las mazmorras de Vlädés había sido una aventura inenarrable. Los horrores que allí habían vivido quedarían grabados a fuego para siempre en su memoria. Ojalá pudieran olvidar...

- ¿Mi señora?

Mordred contemplaba a la sacerdotisa turbado. Parecía lejos, como si su mente tratara de asimilar todo lo ocurrido pero fuese incapaz de ello, porque había sido demasiado horroroso incluso como para ponerle nombre... 

- ¿Por qué mi tío hace esto?

La voz de la sacerdotisa sonó etérea, como si parte de su alma se hubiese perdido en aquella prisión demoníaca. 

- No creo que lo haga por propia voluntad...
- Claro que no. Teme a su maestro. Y se deja manipular... 
- Ahora pertenecéis a bandos contrarios. Él ha elegido su camino -terció Mordred.
- No. No ha escogido... -Ërov miró a través de uno de los huecos en la piedra. ¿Cuántas familias se habrían separado en aquella guerra?
- Mi señora, pienso que...
- Tenemos que irnos. Nuestro destino siempre fue Yn. Su monasterio. Vamos.

Ërov apretaba inconscientemente la daga que le había dado la Suma Sacerdotisa y que volvía a obrar en su poder gracias a sus dones. Tras arrebatársela a los demonios, se sentía más poderosa, más salvaje... Nunca volvería a ser la misma.


El castillo de Vlädés era una fortaleza inexpugnable pero ya había huido una vez y conocía sus secretos. Le resultaba curioso que la hubieran intentando encerrar y borrar sus recuerdos allí dentro... ¿No temían que algo saliera mal? ¿Qué pudiera volver a..?

- Espera.

La joven se detuvo en seco y Mordred la miró. 

- ¿Y bien?
- Mi tío... Él quería que el hechizo errase y yo pudiera...
- Ërov…

La sacerdotisa miró a Mordred, que negaba con la cabeza.

- No. El maestro habla a través de él, es su voluntad y el miedo el que le hacen seguirlo, como tantos de sus súbditos. No creáis que es más poderoso que él... Jamás se atrevería a desobedecerle…

Mordred hablaba del "maestro" con... ¿Reverencia? No le gustó nada.

- Creo que se nos escapa algo. 
- Como que pueda haber espías por doquier... -sugirió Mordred, extrañado de que no se hubieran cruzado con nadie aún.
- Estamos en las entrañas del castillo, nadie en su sano juicio se acercaría con esa jauría de ahí abajo... -dijo Ërov adivinando sus pensamientos. El joven tuvo que darle la razón. 
- Salgamos de aquí, necesito aire -respondió simplemente.


Como habían previsto, según avanzaban por la fortaleza se encontraron con sirvientes y algunas criaturas sorprendentes que no deberían estar ahí... Las alianzas entre los reinos empezaban a ser peligrosas, tenían que llegar a Yn lo antes posible.

- Bien, ahí está la puerta de entrada -señaló Ërov. En cuanto se abra, saldremos.
- ¿No sería mejor un lugar más discreto? -propuso Mordred.
- No. Todas las demás salidas estarán vigiladas. A nadie se le ocurriría escapar por la puerta principal. 

Mordred asintió. Se preguntaba si la sacerdotisa ya habría recuperado todos sus dones... Aquella malignidad había dejado una impronta terrible en su espíritu y una huella imborrable.

- Estaba más a gusto en el desfiladero... -murmuró Ërov sin darse cuenta. El joven la escuchó pero fingió lo contrario.
- ¡Hoolaaaa!

Ambos dieron un respingo. Vlädés había saludado tímidamente a un extranjero de porte adusto que se encontraba en las escaleras esperando. Vestía completamente de negro y la capa que le cubría le hacía parecer aún más severo. Ërov se agazapó tras un cortinaje aunque era consciente de que no podían verles. Sentía un odio incomprensible hacia su tío por retener a su abuelo... ¿Cómo podía traicionar a su linaje de aquella manera?

- Vlädés. Llévame con él -exhortó el hombre.
- ¿No querría antes..?
- Llévame con él -repitió.
- ¿Un té, unas pastas..?

El hombre le miró hoscamente.

- ¿Viandas, licor..? -trató de parecer más masculino Vlädés.
- ¿No queréis llevarme ante él? ¿Le tenéis miedo? -preguntó el hombre con sorna.
- ¡Adelante pues!

Vlädés trató de parecer confiado pero un deje de terror se dejó oír en su voz. 

- Vamos -dijo Ërov cogiendo de la mano a Mordred.
- ¿Qué..?
- Vamos a ver al maestro.
- ¡Mi señora!

Ërov parecía completamente determinada a llevar a cabo aquella locura y Mordred no entendía nada.

- Debemos ir a Yn, ¿De qué serviría ver al maestro?
- Se encuentra en este mismo castillo. No dejaré pasar esta oportunidad de oro.
- ¿Oportunidad para qué?

Un brillo sádico relució en los ojos de Ërov.

- Sacerdotisa... Estáis siendo imprudente. Os... dejáis llevar por... vuestros sentimientos...
- Si no queréis venir, iré sola.

Ërov soltó su mano y comenzó a seguir a Vlädés. Mordred suspiró y volvió a tomarle la mano.

- Os protegeré hasta la muerte.


Volvían a las mazmorras, pero aquel era un sitio diferente. A pesar de su innegable oscuridad, parecía un lugar... ¿Acogedor? Al menos en comparación con la auténtica prisión de los calabozos endemoniados. Vlädés picó a una portezuela y un profundo "adelante" se oyó en su interior. Ërov miró a Mordred, que asintió muy a su pesar. Le parecía que se estaban metiendo en la boca del lobo, aunque la sacerdotisa brillaba de nuevo. Aquel halo de esperanza la hacía terrible y hermosa.

La estancia era muy fría a pesar del fuego que ardía en la chimenea y no aportaba ninguna calidez. Quizá la magia oscura pervivía mejor a bajas temperaturas... Ërov sacudió la cabeza, ¿Qué distracciones absurdas eran aquellas?

- Vlädés.

La sacerdotisa miró en el interior de la mazmorra. Su instinto le decía que no debían proseguir, el peligro acechaba. Si daban un paso más, dejarían de estar a salvo y no podrían regresar. 

- Bienvenido al reino del norte -se escuchó la voz del maestro.
- Un momento... -murmuró Ërov. Centró la mirada y dejó que sus ojos viajaran a través de la sala hasta mirar de frente al maestro. Un escalofrío se apoderó de ella y tiró de Mordred, haciéndole retroceder. Juntos corrieron hacia la puerta que Vlädés había dejado entornada y se deslizaron rápidamente por el castillo hasta el portón de entrada. Mordred no entendía nada, solo seguía a su señora, que se aferraba con más fuerza a su mano por momentos.


La tenue y cálida luz del sol iluminaba por fin sus rostros. La piedra gris que rodeaba el castillo de Vlädés contrastaba con el cielo azul que se entreveía entre las nubes. Mordred observó a la sacerdotisa, que pareció imbuirse de fuerzas renovadas al contacto con la naturaleza.

- ¿Me vais a explicar..?
- Monasterio de Yn, próxima parada -dijo simplemente Ërov. Mordred asintió. Cuando estuviera lista, se lo diría.


Dedicado a Verónica, ¡feliz cumpleaños maja!

06 mayo 2019

Kingdom Reigns


Y esa era la otra realidad, en los confines de la imaginación y el tiempo, donde solo existíamos para un sueño... 

Un reino místico oculto más allá de las montañas nevadas donde la voluntad de los sueños se hace realidad en lo etéreo. Los cerezos en flor llenaban el aire con sus pétalos rosas en una eterna primavera tan idílica y hermosa como el origen de las estrellas. La armonía se notaba en su ambiente de aromas dulces y en su cielo azul, por el que se movía la isla ingrávida. 

Y la quietud era tan silenciosa que los sueños se perdían, encerrados en la belleza de su serenidad sin un camino traslúcido que los llevara más allá... ... …

¿Qué ocurre sin sueños? … … … Se pierde la esencia … … … Siempre … … ¿Dónde queda la divinidad? … … Muere… … Desaparece... … Se cierran sus portales... …  Astralia… … Sovngarde… … 

Y resurge como las cenizas de un ave fénix que resucita donde ambos mundos se encuentran y su unión crea una aurora rodeada de pétalos y dones que crean ilusiones y los sueños vuelven a conquistar el mundo con su verdad. La iluminación y las sombras siempre han convivido en perfecto equilibrio, pero a veces el equilibrio se rompe... y se desvanece... en un eclipse.

La oscuridad cubrió ambos mundos desdibujando los límites de la realidad... Y la diosa descendió del firmamento... 

Tal vez el Edén era demasiado perfecto para ser un solo mundo... Tal vez el paraíso era la eufonía de dos mundos de contraste donde luz y oscuridad serían reinas del lugar... Aquella noche los elementos de ambas realidades tomaron caminos divergentes jurándose amor eterno en la sensualidad de la imaginación... Astralia y Sovngarde, los mundos de creatividad desde el origen del más allá, donde las quimeras y entelequias del mundo místico primigenio resucitaban a voluntad para regresar a la tierra de los mortales a través del camino traslúcido de la imaginación... 


Dedicado a Tarquin, por su dulzura.

01 mayo 2019

The Mysts of Sovngarde VI


La lluvia y las ráfagas de viento traían consigo una nueva tormenta a Sovngarde provocada por la rosa mística que yacía incólume en mi mano con su magia apoderándose de mi ser a través de mi sangre. Los pensamientos se arremolinaban en mi mente y mi espíritu... 

El camino de plata brillaba en la oscuridad y reflejaba las nebulosas del firmamento en silencio como un enigma inmemorial sellado. Mi linaje y los vientos antiguos se unían a mi travesía cruzando Sovngarde. La luz elísea de las constelaciones me guiaba a través de la tormenta interior. La lluvia sumergía la rosa bajo su agua pura cambiando sus tonalidades. Sus pigmentos rojizos se convertían en el elixir de la vida y la muerte. Y nuestra descendencia mortal la requería para purificar sus pecados. La estirpe antigua de los malditos se uniría a la noche eterna de Sovngarde. Y tu corazón sería libre al fin y ningún veneno lo volvería a emponzoñar.

La rosa se había fundido con mi ser, pero caminaba con el cristal que me liberaría. ¿Qué ocurriría si nunca pudiera liberarte a ti? ¿Estarías para siempre envenenado por mi?

Tal vez la rosa pertenecía tanto a la tormenta como yo. Tal vez la rosa no quería existir sin nuestro deseo maldito. La dualidad nublaba mi juicio y la fantasía me embriagaba. El veneno de la rosa mística corría por mis venas inexorable. Proseguí mi camino bajo la lluvia y la tormenta con miles de pensamientos en mi mente mientras el auténtico diluvio aguardaba...


Continuará...