08 agosto 2020

The Covenant

- Te... tú... ¡lo has asesinado!
- ¡Pu-ri-fi-ca-do! -recalcó Srynna con retintín.

Discutir no parecía oportuno pero es que tenía tal tormenta de emociones que no podía controlarse. Quería besarla, abofetearla, morir para sentirse puro y no tener sobre su espalda el peso de haber tocado esa cosa espantosa, preguntarle a Wherynn qué carajo con sus poderes, reír, llorar, y por qué no, tenía un poco de hambre a pesar de las arcadas... ¡Qué caos!

- ¿Y ya está, se acabó? -preguntó Srynna, curiosa. La atmósfera era más ligera y se sentía extrañamente alegre... Tampoco iba a negar que le gustaba la sangre y eso...
- ¿Qué te crees? ¿No sientes aún el vacío?
- No me hagas darte de nuevo el sermón de los elementales, el bien y el mal...

Sintió un escalofrío y un pequeño dolor punzante en la muñeca. Quizá había heridas que nunca sanaban del todo...

- ¡Me dan igual tus sermones! ¡A que te escupo!

La ermitaña se ofendió. Él nunca le hablaba así. El guerrero se dio cuenta y se disculpó inmediatamente.

- ¡Serás borde! Yo solo quiero decir que tenemos que restaurar el equilibrio de todo, y que los elementales... Fíjate bien -apuntó Srynna.

Jeanpo miró alrededor. No veía nada, pero sentía una extraña sensación... Los elementales no podían abandonar la estancia y sin embargo sus espíritus parecían danzar al ritmo eufónico del corazón de la sacerdotisa...

- Les atrae el bien y el mal... Y ahora el bien suena más atractivo...
- ¿Qué quisiste decir con que Twilith había vuelto al otro mundo?
- ¡El rey escocés del otro mundo!

El guerrero la miró sin saber qué responder.

- ¡Si, hombre! ¡Ah, olvídalo! ¿Qué es..?

Las palabras murieron en sus labios cuando vio los hilos de plata. Los cogió con suavidad y los dejó caer con lentitud aterrorizada sin atreverse a mirar hacia arriba. El atroz grito de su amigo confirmó sus peores temores, y más cuando esté cayó desmayado del horror. Srynna se quedó en profundo silencio luchando contra sus instintos.

- No, no, no... Recuerda a Orfeo y Eurídice, no mires hacia atrás... Bueno, hacia arriba...

La curiosidad le podía pero temía que ocurriera algo horrible. Se agachó junto al guerrero yaciente, cuya mueca de terror era indescriptible y se había desvanecido con los ojos abiertos de espanto y pensó en cómo cargarlo. Antes de que pudiera conjurar ningún hechizo, Minethlos lo cogió en brazos.

- Gracias, Min, eres un encanto -Ese caramelo se estaba convirtiendo en su mejor amigo- Vamos a por Wherynn.

No pudo evitar un pequeño escalofrío cuando vio unas telas negras pendiendo del techo y algo que no llegó a vislumbrar... ¡Pero no! ¡Era como un eclipse de sol, no podía mirarlo directamente o quedaría ciega! ¿Tal vez con un espejo..? ¡No!

La ermitaña salió de la estancia seguida del caramelo y se quedó contemplando a su amiga, que estaba en trance. Su luz les protegía y se sentía segura custodiada por ella y Minethlos. La daga brilló en su túnica y se asustó al oír el fuerte chasquido de la puerta de la sala del trono cerrándose de un fuerte portazo, con el que levantó una polvareda.

- Y... ¿Ahora?

Wherynn seguía en su trance de luz y naturaleza y notó que su fulgor alejaba todo mal de ellos, pero a su vez no podía hablar con ella o pedirle consejo sobre qué hacer por las cavernas de Twilith Teg.

- ¿A tí se te ocurre cómo hacerla volver? -preguntó a Minethlos, a sabiendas de que no le respondería. Un copo de nieve creado por la sacerdotisa volvió a reflejar un ojito y Srynna sonrió. ¡Viggo! 
- Hola, ermitaña. Habéis purificado a mi amo.
- ¡Exacto! -exclamó ufana mirando a Jeanpo y lamentando que estuviera desmayado y no pudiera oirle.
- Pero aún queda mucho por hacer. Las cuevas están infectas como habéis podido observar...

Srynna miró a lo lejos y vio unos fanales oscilando peligrosamente, como si la oscuridad se los quisiera tragar. Retrocedió instintivamente.

- ¿Y qué debo... debemos hacer?
- Purificarla.

La ermitaña guardó silencio.

- ¿Cómo?
- La daga es más poderosa ahora que encierra las fuerzas de la naturaleza. Y es la naturaleza la que necesita ser restaurada en estas cuevas...
- ¿Tú sabes... lo... lo que hay en..?

Viggo encogió en su pequeño copo de nieve.

- No oséis mencionar esa fuerza oscura maldita.
- Tenemos que conocerla para combatirla...
- ¡No puedo decir nada! 

El elemental comenzaba a ponerse agresivo y Srynna recordó lo volubles que podían llegar a ser.

- Mi amo está corrupto. Todo en esta cueva lo está...
- Pero los hilos...

Estaba segura de que si Wherynn o Jeanpo estuvieran conscientes le rogarían que se callara para no meter la pata, ¡pero por una vez podía hacer lo que quisiera sin ese par de tiranos! Rió ante su propio pensamiento, aunque su risa acabó al punto cuando vio la mueca de terror del elemental de agua.

- No... podemos traicionar...
- ¿Al mal? ¡Claro que sí! La alianza...
- ¡SHHH!

Srynna chilló levemente del susto. ¡Así que Wherynn era parcialmente consciente! 

- Haced caso a la sacerdotisa -musitó el elemental con apenas un hilo de voz mientras Srynna ponía morros- no es un lugar seguro...
- ¡Pero necesito una pista!

El silencio se hizo tan profundo que la ermitaña creyó que nunca más volvería a escuchar ningún sonido.

- Queen Mab... -susurró el elemental antes de desaparecer.

Todo cobró sentido.


Dedicado a Saryna, ¡feliz cumpleaños!