22 febrero 2017

Daemonia Nymphe


El antiguo cementerio aún adornado de rosas y heliotropos yacía en silencio en aquel lugar. El monasterio de piedra se erigía tan silencioso como él en la oscuridad de la noche. Los cantos de la hermandad velando su espíritu y su cuerpo en el más allá le conmovían. Aunque nunca habían creído en su inmortalidad pagana, se lo agradecía como gesto de bondad. 

Se había convertido en un arquetipo del mundo celta cuyo nombre recordarían las leyendas. Druida, bardo, hombre salvaje, chamán y profeta, el mago con mayor poder de la historia. Engendrado por la fuerza mágica de la antigüedad, el ciclo artúrico narró su vida. Siempre fue un misterio, un guía espiritual de su época y consejero de los grandes reyes del medievo... 

Siempre hubo un lado oscuro de su historia que no quiso compartir con ningún ser... Él dejó la espada mágica en la piedra para que Arturo de Bretaña la encontrara y fuera rey... Cambió el curso de la historia junto a las sacerdotisas de Ávalon por designio de los dioses... Pero la naturaleza estaba cambiando en los seres humanos y este mundo ya no les pertenecía... 

Conocía la esencia del todo, el Sol y la Luna, las nubes, el aire y el mar. Los demonios que envían sueños en la noche y la resurrección del fénix de sus cenizas. Por ello acabó sus días en Brocelianda, recluido en un árbol por Nimue, la Dama del Lago. El símbolo de la unión cósmica entre el hombre y la naturaleza en un mundo salvaje... Y desde allí todos le veneran, hasta el fin de los tiempos...



Dedicado a Marga, por la felicidad. 

14 febrero 2017

Zafiro

El día siguiente amaneció con la misteriosa espiral de nubes alrededor, que parecía aumentar por momentos. Las chicas no habían descansado demasiado teniendo que hacer turnos para dormir pero al menos la noche había sido tranquila.

- Y bien, ¿ahora qué hacemos? -preguntó Wherynn mientras desayunaban.
- Yo propongo quedarnos aquí y no movernos hasta que no sepamos lo que pasa... -dijo Päu mientras mojaba un bollito en leche dulce, cosa que odiaba.
- ¿Y cómo vamos a averiguar qué les pasa si no hacemos nada? -cuestionó la vampiresa.
- Lo mejor será cambiarnos de ropa, como poco las despistaremos si nos encuentran -trató de bromear la vagabunda.

Tras una ducha y ponerse ropa cómoda de batalla, como la llamaba Wherynn, las chicas se sentaron en el sofá a meditar.

- Todo empezó con la odalisca y su obsesión con la paja... ¿Alguien sabe si tomó algo extraño en el pueblo? -preguntó Päu.
- Ni idea -contestaron las otras al unísono.
- Lo más extraño de todo es esa espiral, no lo entiendo, me inquieta...
- No sé, Whers... creo que lo más importante es recuperar a nuestras amigas.
- Pero si no averiguamos qué es esa espiral quizá nunca las recuperemos...
- ¡No habléis así! Todo saldrá bien -trató de animarlas Päu, aunque era la que más miedo tenía.

Wherynn se levantó del sofá y comenzó a dar vueltas por la sala, observando. Tenía que haber alguna pista, alguna razón lógica por la que todas se estuvieran volviendo unas locas peligrosas... Drogas, algo que hubieran encontrado, alguna...

- ¿Qué es esto? -preguntó tomando entre sus manos el dije que Päu había usado para intentar autohipnotizarse.
- No lo sé, estaba ahí en la repisa, lo usé para... No sé de quién es.
- Es de la odalisca.

La chica lo soltó inmediatamente y el colgante cayó en el suelo de forma pesada.

- ¿Qué haces? -dijo Päu- ¡A ver si lo rompes!
- No sé, añadirle dramatismo a la situación... Es lo... ¡Lo típico! ¡Qué fallo! -rió.
- El dije perteneció a su bisabuela, es un zafiro engarzado en plata de gran valor... -continuó explicando la vampiresa.
- No es un dije. Es un guardapelo.

Las chicas se acercaron y vieron que la piedra se había abierto dejando ver un pequeño mechón de pelo rubio platinado que parecía muy antiguo.

- ¡Pelo humano! ¡Qué asco! -exclamó Päu.
- ¡No lo toquéis! Esperad...

Wherynn se fue rápidamente y volvió con unos guantes.

- Veamos...

Mientras Päu ponía muecas de asco, la chica cogió el mechón de pelo y se dio cuenta de que enrollado en él había una diminuta nota escrita con una letra muy floreada.

- "Maldito aquel que ose tocar las reliquias familiares, malditos sus seres queridos" -leyó con dificultad.
- ¿Por qué me miráis a mi? ¡Yo no lo he robado! Solo lo cogí y lo volví a dejar ahí... -se defendió Päu.
- ¿Hiciste algo raro con él? -preguntó la vampiresa.
- Solo... intentar usarlo para una de mis sesiones de hipnosis...
- Esta gente era muy supersticiosa, quizá realmente lleva consigo una maldición...
- ¿Pero cómo va a ser? No me lo creo...

Justo en ese momento oyeron un golpe fortísimo que las hizo saltar del susto.

- ¿Qué ha sido eso? -chilló Päu.
- ¡Alguien intenta entrar!
- ¡Las piradas! -señaló Wherynn.

La pirata, la momia, la gimnasta rítmica y el hada trataban por todos los medios de entrar en la casa por las malas. Oyeron ruido de cristales y supieron que alguna de las ventanas se había roto porque las persianas se agitaban violentamente.

- ¡La puerta de atrás! -gritó Päu, y salió corriendo a cerrarla.
- ¿Qué hacemos? -se desesperó la vampiresa.
- Coge cualquier cosa, y si hay que pegarles, se les pega.
- ¡Dadme la paja! -oyeron gritar a la odalisca.
- ¡Queremos paja! -corearon el resto.
- Algún día entenderé que tiene que ver la paja de las narices con el dije y todo lo demás... -suspiró enfadada Päu, que traía consigo al hada.
- ¿¿Estás loca?? -se escandalizó la vampiresa. Wherynn empuñó amenazadoramente su cuchillo y las apuntó.
- ¡Tranquilas! Sus pupilas están normales.
- ¡Si! Me hice la loca para que no me atacaran, sabía que veníamos hacia aquí y quería ver si estabais bien.

Las chicas la observaron y la creyeron. La vampiresa le dio un abrazo y sin querer pisó el dije.

- ¿Qué es eso? -preguntó el hada.
- El dije de la odalisca. Creemos que tiene que ver con toda esta locura...
- ¡Oh, no! ¡Pues claro que tiene que ver! ¡Menos mal que lo habéis encontrado!
- ¡¡Qué nos deis la paja!! -gritaron desde fuera moviendo las persianas con más fuerza.
- ¡No os contesto una burrada porque..! -gritó Wherynn a su vez.
- Esto no os va a gustar... si queremos acabar con la locura tendremos que ir a la cueva donde acaban las vías del tren... -dijo el hada.

Las chicas se miraron entre sí.


Dedicado a Paula, ¡feliz cumpleaños loca!

06 febrero 2017

Dunwich Macabre

El agua del mar entraba a raudales en la cueva y se deslizaba por sus muros de piedra oscureciéndolos mientras la tormenta creaba una atmósfera tenebrosa en aquel día grisáceo en el cual la ermitaña contemplaba el océano... Deseaba que sus aguas plomizas se llevasen la oscuridad que portaba su corazón, que la hundía en lo más tenebroso de su ser... Se sentía como una suerte de criatura maldita por la soledad y el miedo, que no querían apartarla de su lado... Ambos la requerían para sus diabólicos rituales, en los que su espíritu se perdía en la oscuridad de lo incognoscible... No recordaba la luz del sol ni las melodías de la naturaleza... Solo la tormenta, los rayos y el agua que se deslizaba sempiterna por los muros de piedra obnubilando sus sentidos abandonándola en las tinieblas... La lluvia se unía a las aguas del mar con su dulce caricia mientras éstas, saladas, acababan con su pureza en el ciclo eterno... A veces se sentía como el agua, movida por fuerzas omnipotentes en un inmenso oleaje interno... Y sin embargo permanecía allí, estancada, contemplando el océano sin moverse...

La tormenta arreciaba por momentos, así como por instantes el viento quería llevarla al interior de la cueva y descubrir los horrores que en ella se ocultaban... Temía encontrarse a sí misma y no poder volver jamás, perdida en la oscuridad de sus pensamientos en el océano de su existencia, en la maldición que todos portamos en nuestro interior y de la que no podemos ocultarnos sin acabar olvidando nuestros recuerdos...

Y entonces algo cambió en el ambiente... El viento procedía del interior de la cueva y quería arrastrarla en su terrorífico abrazo... Miró al océano por última vez... y sin pensarlo se dejó llevar por la cueva, por el agua que se deslizaba sin cesar por sus muros de piedra, que desprendían un misterioso atractivo ahora que sus ojos se habían acostumbrado a la penumbra de su interior...
Hacía frío y el aire se helaba... El viento la arrastraba por los laberínticos corredores y las galerías de roca gris oscuro... Su espíritu se perdía en las tinieblas y la lluvia, cuya tormenta reflejaba su propia tormenta interior, que nunca olvidaba que el silencio de la soledad y el miedo la querían para sí, para no volver a sentirse solos jamás. Y junto a ellos proseguía el camino hacia la profundidad de la cueva, en la que el agua no dejaba de fluir, hasta que vio cómo los muros se iluminaban en la oscuridad brillando con una luz angelical e indescriptible que jamás había visto en su mundo de tinieblas en el que solo reinaba aquella tormenta. Las voces de las sacerdotisas, que hacían eco en los muros de piedra olvidados, eran tan antiguas como el espíritu que en ella habitaba desde hacía una eternidad... Un espíritu fuerte y hermoso, capaz de iluminar la oscuridad más profunda y brillar en la tormenta más tenebrosa, como un rayo de esperanza en un mundo único y cruel destinado a la muerte, donde la lluvia y las aguas nos transportan al subconsciente, al corazón de la cueva que se encuentra en nuestro interior... Las voces de las sacerdotisas le recordaron su propia fortaleza espiritual, que nunca debía rendirse por fuerte que la tormenta se presentase, pues formaba parte de ella y su existencia y nunca podría escapar de su abrazo de oscuridad... Las sacerdotisas prosiguieron entonando sus dulces cánticos y aunque no podía verlas sentía su caricia, que se unía a la de la tormenta y las aguas en aquel lugar de luz que tanto había temido encontrar y que no estaba maldito como todo aquello que conocía en el exterior de la cueva, corrompido por la malignidad del océano de mentiras y las tinieblas de la esencia... Ya apenas podía sentir el agua y el eco de la tormenta, que la había olvidado liberándola de su encierro maldito mientras las voces de las sacerdotisas se convertían en lo único que podía oír en el lugar... Sus espíritus la reclamaron a su lado para no volver a la tormenta, para que la soledad y el miedo no volvieran a ser parte de su existencia, para que el océano y sus aguas no la encontrasen nunca más... Y se rindió a su frío abrazo dejando que sus enemigos y demonios interiores acabasen con su esencia...


Dedicado a los que sienten su oscuridad. 

01 febrero 2017

The Lost Tales IV


Tale IV: The Wanderer of Love

Mi cuarta vida fue silenciosa. Nací en la campiña francesa en el seno de una familia acomodada. No acudí a la escuela y aprendí a leer y escribir gracias a los muchachos del pueblo, que parecían sentir cierta reverencia hacia mí que no entendía. Decían que estaba maldita porque mi espíritu se había reencarnado tras muertes horribles, lo que siempre me hizo reír por lo inusual que aquello sonaba en la tranquila villa en la que vivíamos y donde nunca ocurría nada extraordinario.

Cuando cumplí dieciséis comencé a tener aquellos extraños sueños... En ellos me veía en la antigua Grecia como una sacerdotisa vestal al servicio de la diosa guardando el fuego sagrado... Luego soñaba con Egipto, donde era una reina de enorme cultura y gracia que paseaba junto a los grandes volúmenes de la biblioteca perdida de Alejandría... Pero los sueños más extraños eran aquellos en los que era una sacerdotisa de Ávalon, la isla oculta tras las brumas, donde poseía el conocimiento y la magia de los druidas de Bretaña, y donde mi espíritu vagaba libre por toda la eternidad tras la muerte escogida... Y en todos mis sueños aparecía él, el mismo rostro en diferentes épocas, el hombre de mis sueños al que se ligaba mi destino y todas mis muertes, la persona con la que compartiría toda la eternidad y en cuyas vidas siempre nos encontraríamos hasta poder alcanzar la felicidad juntos sin acabar en un destino fatal...

Me enamoré de él en mis sueños aunque no le conociera y quizá jamás lo hiciera, pero no podía escapar a su mirada y su sonrisa, que me cautivaban desde épocas antiguas que solo lograba recordar a través de mis sueños y que ni siquiera sabía si eran reales o tan solo estaban en mi mente y estaba realmente maldita... Cuando mis padres quisieron desposarme me negué alegando que esperaba a aquel hombre, al que ya estaba prometida desde la eternidad, y todos se rieron de mí renegando de mi locura por lo que decidí huir en su busca... Durante dos largos años vagué por los prados y los montes de la campiña en su búsqueda, viviendo como una ermitaña y amándole desde la oscuridad y el silencio... Todos me temían, pensaban que había perdido el juicio y allá donde fuera me acusaban de herejía, queriendo que muriera en la hoguera.

Tal vez esta vida también iba a sacrificarla por él sin ni siquiera llegar a encontrarle ni poder volver a oír su voz, que en realidad jamás había escuchado más allá de mis sueños... Estos se fundían con la realidad y me confundían hasta el punto de pensar que realmente las quimeras habían tomado posesión de mis sentidos y la locura se había adueñado de mi mente y mi interior en el delirio de la maldición que siempre había portado conmigo desde mi nacimiento y mis otras vidas... Y entonces, un día tormentoso cuando estaba a punto de perder la esperanza, apareció ante mí como si siempre hubiera estado esperándome, buscándome desde los albores del tiempo para poder consumar nuestro amor como nunca habíamos podido hacerlo en nuestras otras vidas...

Él también recordaba a la perfección sus otras vidas a mi lado a través de sus sueños y quizá ese era nuestro castigo, el castigo que merecíamos por amarnos tanto y que nuestro amor fuera siempre imposible en todas y cada una de las realidades que habíamos compartido, que no se acabarían hasta que por fin fuésemos libres... Mirarle a los ojos fue una bendición después de tanto tiempo y perderme en su sonrisa lo mejor que me había ocurrido en esta existencia. En esta vida también era un campesino y decían de él que llevaba la muerte consigo, que algún día acabaría con la vida de una doncella pura que le entregaría todo su amor a cambio de nada... Aquella misma noche nos unimos en la danza que solo nosotros conocíamos, y el pasado quedó totalmente olvidado para entregarnos a un presente que desconocíamos, tan solo sabiendo que viajaríamos juntos por el resto de la eternidad. Pero como siempre, nuestra felicidad no duraría. En los pueblos cercanos se decía de profecías que anunciaban la llegada de unos seres maldecidos que acabarían con las cosechas si no se les daba muerte. Y esos seres éramos nosotros. Los amantes eternamente condenados. Nunca entendimos a qué se debía que jamás pudiéramos estar juntos, si en todas las vidas nos encontrábamos y nos amábamos hasta la locura. Nos encontraron. Quisieron acabar con nosotros. Huimos. Y como siempre, sabíamos cual era nuestro destino. Nos dimos la mano y saltamos por el abismo de una de las montañas, jurándonos amor eterno y que volveríamos a vernos en la próxima vida, donde confiábamos en correr una suerte distinta. Aunque no lo creíamos... Nuestros huesos se rompieron poco a poco y nuestras miradas se apagaron al mismo tiempo...



Continuará...