Abrí los ojos en un mundo de oscuridad grisácea en un bosque de piedra cuya atmósfera se sentía pesada, enrarecida, viciada por la malignidad que desprendía su naturaleza sombría e insondable en el silencio. Era un mundo quimérico hermoso dentro de una pesadilla sin fin en la que la inspiración creaba tinieblas, abstracciones de un universo desfigurado por ominosos presagios de un siniestro destino que no era el de mi musa que vagaba en la niebla...
En uno de los manantiales vi a una joven que trenzaba sus cabellos de agua plateada que me miró con sus ojos vacíos y negros. Ella no era mi musa perdida, por lo que me alejé sin mirar atrás al vacío y busqué la luz mística que me llevaría a otro mundo donde quizá si hallase la inspiración eterna que buscaba...
Continuará...
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