El pueblo de Möryew siempre habia sido el enclave magico mas poderoso de la region. Su destino se regia por profecias que la Gran Diosa escribia en su templo, cuyas sacerdotisas descifraban, y los sabios las escribian en manuscritos para que permanecieran como legado a las futuras generaciones.
- La ultima profecia describe el inicio de una era de paz, que sera posible cuando el Elegido cumpla su mision -relato una de las sacerdotisas a la Suma Sacerdotisa del templo.
- La Diosa revelara al escogido otorgandole su señal, como ya ocurriera en la antigüedad.
- Mi señora... me temo que esta vez...
- ¿Si?
- Hay dos Elegidos.
- Eso solo puede significar... -comenzo la Suma Sacerdotisa quedandose livida.
El destino juega con el azar, y entre ambos escriben la historia. Dos jovenes cabalgaban hacia el mismo lugar, cada uno convencido de ser el heroe que las leyendas y la Diosa habian nombrado. Ambos habian recibido un simbolo de la Gran Señora, que habia dejado varios objetos en la tierra de los hombres para que sus Elegidos se distinguiesen con facilidad: Un amuleto de rubi, un libro de nacar, una flor de cristal indigo, un anillo de opalos y una brujula de cuarzo. Las diferentes generaciones de Elegidos portaban los objetos hasta que su mision tocaba a su fin, momento en el cual los abandonaban en un enclave que se les aparecia en sueños. Los dos jovenes se encontraron de frente, cuando estaban a punto de cruzar un riachuelo.
- ¡Aparta, voy en mision de la Diosa! -exclamo Prôed.
- ¿Tu? ¡yo voy en mision para la Gran Señora! -contesto a su vez Lêandrö.
- ¿Quien te crees que eres?
- ¡Yo soy el Elegido, principe Lêandrö, futuro rey de los Leonîdas! ¡HU, HA, HU, HA! -grito el apuesto joven.
- ¿Que "hu-ha" ni que ocho cuartos? ¡yo soy el Elegido! ¡Prôed, señor de las tierras de Kyrien, heredero al trono de Nrym!
- ¡Yo tengo el amuleto! -exclamo Lêandrö señalando un rubi que pendia de su cuello.
- ¡Y yo... yo... yo estoy buenisimo!
Lêandrö le miro alucinado y se echo a reir a carcajadas. La verdad era que ese Prôed parecia un tipo simpatico con mucho caracter.
- ¡No! ¡tengo el anillo! ¡aja! perdona, es que crei que lo habia perdido... -confeso Prôed mostrandole el anillo de opalos que guardaba en uno de sus bolsillos.
- De modo que... ¿quien es el autentico Elegido?
- Pues no te sabria decir...
- La Diosa... nos habra designado a ambos...
- ¿Tu crees? tal vez...
Los dos jovenes se miraron tratando de descubrir que era lo que podia haber provocado que ambos fueses Elegidos. Hasta donde ellos sabian nunca habia ocurrido nada igual.
- Tiene que haber un vinculo especial entre nosotros....
- Si te vas a poner romantico yo me largo... -respondio Lêandrö alejandose sutilmente de su compañero.
- ¡No, hombre! algo que nos una... ¡¡no me mires asi!! -se enfado Prôed ante los gestos del otro -un eclipse, un simbolo de nacimiento, algo por el estilo...
Tras mucho cavilar se dieron cuenta de que ambos habian nacido el mismo dia, lo que supusieron era el signo definitivo de que ambos habian sido escogidos. Decidieron unirse y luchar juntos, buscar aquello que la Diosa habia revelado en su profecia y combatir el mal que asolaba sus tierras. Para ello tomaron sus monturas y se dirigieron a las tierras del oeste, donde comenzaria su verdadera andadura.
- Estoy montando en Colera... -comento Prôed tras un largo silencio.
- ¿Y ahora que te pasa? -pregunto Lêandrö ligeramente exasperado. Aquel tipo era de lo mas impredecible.
- No, mi caballo, que se llama Colera...
- Jajajaja, ¡que bueno! ¡mira, ahi!
El principe de los Leonîdas señalo un claro en el bosque que estaban atravesando, donde los arboles parecian mas antiguos y cada uno tenia grabado una runa diferente.
- En el roble grande hay una puerta que nos guiara a las tierras del mago -dijo Lêandrö.
- Pero... ¡eso lo has sacado de una cancion!
- ¡Muy cierto! pero es verdad... jijijiji.
- Menuda risita de heroe... -murmuro Prôed.
- ¿Que? -pregunto Lêandrö, que no le habia escuchado.
- Nada, nada, ¡vamos!
El joven palpo el tronco hasta encontrar una muesca en la madera e introdujo un dedo. No ocurrio nada.
- ¿Como se abre, Lêan?
- ¿Que son esas confianzas? jijijiji, hay una llave.
- ¿Que esta en..?
- Mi bolsillo -Lêandrö extrajo una pinza que sujetaba un pedazo de pergamino de su bolsillo, se la tendio a su compañero y leyo el papel para despues estallar en carcajadas. Prôed le miro con curiosidad, por lo que el principe le mostro la nota.
- "¡Hola! Lêandrö soy tu pinza, lo siento pero te abandono chao Menelao" -leyo en voz alta Prôed- a ti se te va mucho...
- ¡Siii!
Prôed tomo la pinza y la encajo en la muesca, con lo que la puerta se abrio. Ambos traspasaron el umbral junto a sus cabalgaduras y tras un fuerte soplo de viento se encontraron a orillas del mar en una playa escondida parcialmente por un acantilado.
- Buen atajo, si señor...
- "Dio un paso a traves del portal, cerro la puerta y se comio la llave... con su vida tomaron el camino hacia la libertad y se convirtio en el ultimo guardian de la llave..." ¡mira, una piedra grabada! -exclamo Lêandrö echando a correr hacia un monolito que se alzaba en medio de la arena mientras Prôed se preguntaba por que no paraba de citar viejas canciones."Hay un lugar en lo mas profundo del interior... -leyo el principe.
- "Un lugar donde escondes tus pecados mas oscuros", ¡yo tambien puedo jugar a eso! -comenzo a enfadarse de nuevo Prôed.
- ¡No, en serio! ¡lee, es lo que pone! " Hay un lugar en lo mas profundo del interior de la cueva que... regira los deseos de sus poseedores".
- Eso no tiene sentido.
- No se leer runas del todo bien... ¿que pone?
- Yo... no se leerlo... -se sonrojo Prôed. En sus tierras no se apreciaba el estudio runico, sino que se dedicaban a la interpretacion de los caracteres Äen, los mas antiguos de la civilizacion.
- ¿De veras? que salvajes sois en Kyrien.
Prôed se cuestiono seriamente darle un sopapo, pero temia que se lo devolviera... ademas aquel tipo parecia autentico, no le daba la impresion de que tratara de presumir.
- Ahi parece que hay una caverna... -dijo Lêandrö señalando una oquedad en el acantilado- segun el monolito se abre uniendo las piezas de ese puzzle -apunto a la arena, donde unas estatuillas reposaban cerca de un tablero.
- Me suena de haberlo visto antes... pues nada, ¡abramos la roca!
Dedicado a Leandro y Pedro, ¡feliz cumpleaños bollus!