El frío aire de la noche les despejaba mientras abandonaban el lugar volando. Era muy cansado, pero no podían arriesgarse a continuar a pie hasta que hubieran salido de los confines del bosque.
- A ver, deja que adivine... Si estamos en Gülynes significa que nos hemos desviado bastante de nuestra ruta... Y si mi geografía no me falla, al norte está Nôr, al sur Ôklam, al este Nÿruve y al oeste... ¿Dônydam? -razonó Srynna.
- Pero... hay que ver... ¡no has dado ni una! -se asombró Jeanpo.
- ¿Cómo que no? -se ofendió la otra mientras Wherynn contenía la risa una vez mas.
- Veamos... ¿sabes que el sol sale por el eeeste, no? -se burló su amigo.
- Si...
- ¿Según tu en qué dirección volamos ahora?
Srynna se quedó en silencio y miró con poco disimulo a su alrededor. Era noche cerrada y ni siquiera veía la luna. Observó las estrellas y tras un largo rato probó suerte contestando "hacia el oeste".
- ¡Muy bien! -alabó Jeanpo- pues al oeste de Gülynes... está Êmydio.
- ¡NO!
Wherynn y Jeanpo suspiraron al mismo tiempo. Se lo iba a poner difícil...
- ¡¡Yo ahí no voy!! -gritó la ermitaña.
- ¡¡Sssh!! te recuerdo que aún sobrevolamos el bosque... -susurró Wherynn.
- ¡Tenemos hechizos silenciadores! ¡no me engañéis! ¡yo a Êmydio no voy!
- Sólo fue un cinturón...
- ¡Me da igual! ¡tiene que haber otro camino hacia Kôyn!
- Es el atajo más... vamos, es por dónde más se ataja -explicó Jeanpo.
- ¡Y tienen posadas muy acogedoras! -trató de convencerla Wherynn.
- ¡No puede ser! ¡exijo una votación..! Oh, olvidadlo... -dijo tras darse cuenta de que sólo eran tres.
- Se buena y te compraremos alguna poción gore de esas que tanto te gustan...
La joven miró a su amigo y una sonrisa escapó de sus labios en contra de su voluntad.
- Está bien... pero ahora tengo curiosidad, ¿qué hay en los otros puntos cardinales?
Varias horas más tarde por fin llegaron a Êmydio. Era un pueblecito antiguo y modesto donde los viajeros solían ser tratados con suspicacia debido a la posibilidad de que se trataran de habitantes de Gülynes. Sin embargo, una vez comprobado que eran viajeros de paso hacia otras tierras, la gente era muy amable.
- ¡Estoy a-go-ta-da! -recalcó Srynna cuando volvieron a tocar suelo.
- Al menos no te duelen los pies... -apuntó Wherynn.
- Si, menuda suerte... -contestó la otra con sarcasmo.
- No me parece prudente buscar alojamiento tan cerca del amanecer, la gente sospechará de que hayamos viajado durante la noche -dijo Jeanpo.
- ¿Qué mas da? somos unos pobres aventureros que han escapado de Gülynes con vida, deberían tratarnos con respeto y amabilidad...
- Ya, Sry, pero no siempre es así...
- A lo mejor podemos preguntar a aquel joven...
- ¡Whers! ¡no empieces!
La sacerdotisa rió ante la mirada furiosa de Srynna.
- Venga, dejadlo. Podemos echar un sueñecito ahí, cerca de esa granja.
Jeanpo señaló una granja que parecía abandonada y tenía unos amplios establos.
- Pensarán que somos unos vándalos...
- Yo necesito descasar, no me importa. Mañana daremos explicaciones -terció Srynna mientras entraba en el lugar.
Era casi mediodía cuando Wherynn abrió los ojos. Los rayos del sol le daban en pleno rostro y la habían despertado, aparte del rumor de los moradores del pueblo, que realizaban sus tareas cotidianas ajenos a su presencia.
- Despertad... tenemos que movernos -susurró a sus compañeros.
- No... estoy muy cansada... -se quejó Srynna medio dormida.
- Whers tiene razón... hay que... levantarse ya... -se desperezó el guerrero.
Tras un rato mientras sus amigos se espabilaban, Wherynn espió a los habitantes del pueblo oculta entre los tablones de una de las paredes del establo. Todo el mundo parecía tranquilo, muy diferentes de los magos y hechiceros de Gülynes. Debían vivir con cierto temor, pero no lo mostraban, o quizá ya se habían acostumbrado.
- ¿Vamos? -preguntó Jeanpo apareciendo a su espalda.
Los tres amigos caminaron por el pueblo en busca del templo que les permitiría trasladarse a Kôyn. Se encontraba a las afuera y un anciano enjuto les señaló el camino. Tras atravesar una pequeña arboleda, llegaron al sitio indicado.
- Espero que esta vez viajemos sin contratiempos... -suspiró Srynna, que tenía ganas de regresar a Yamedoria.
- Pues me da a mi que no... -dijo Jeanpo señalando a unos hombres que se acercaban por otro camino con aspecto de pocos amigos -poneos en guardia.
Dedicado a Saryna, ¡feliz cumpleaños!