El rumor del río me embelesaba. Inspiré aire con fuerza para sentir la naturaleza. El inicio de la primavera en la atmósfera hacía que las flores comenzasen a brotar por doquier en aquel hermoso bosque. Los pájaros entonaban sus armoniosas melodías dando la bienvenida a la resurrección de la naturaleza con alegría. Los árboles susurraban con sus ramas y sus hojas al ritmo de aquel renacimiento que traía consigo una época de gran belleza. Todo era eufonía y equilibrio, el bosque era el origen de la magia ancestral y de todo lo que hacía que la existencia tuviera sentido. Y todo aquello me embelesaba porque era lo que siempre había anhelado en mi corazón...
Comencé a bailar sin control celebrando toda aquella libertad, la armonía de mi alma, la pasión de mi interior, nunca me había sentido tan viva y quería disfrutarlo. Estaba unida a mis raíces celtas, la magia fluía por mis venas, una dríada del bosque, una ninfa hechicera, solo deseaba venerar mis orígenes y a mi estirpe. Mis ancestros druidas traían la sabiduría, los antiguos bardos me legaron la música, todo el amor que sentía, todo el tiempo que soñaba, no eran más que los recuerdos de una vida pasada. Mi destino eran los bosques y su libertad, mi voluntad ser feliz y olvidar, solo perderme en la danza, fundirme en la naturaleza, volver a ser la esencia que vive de sol y aire sin buscar más allá de lo esencial, la sinfonía de la tormenta más sublime, una lluvia de pureza, un arcoiris en el cielo, la belleza de todo se reflejaba en mis ojos y mi voz. Cantaba su melodía con todas mis fuerzas, la música fusionaba mi cuerpo y mi alma, había alcanzado la armonía del poder celta que se ocultaba en la naturaleza porque era la elegida... El fuego vivía en mi interior para desvelar el secreto más profundo de lo incognoscible... El rumor del río y el canto de los pájaros me embelesaba...