Me rodeaba una selva tropical de llamativas tonalidades. Un eterno atardecer iluminaba la espesura con su tenue luz. Un río de aguas puras y cristalinas cruzaba aquel laberinto de vegetación. Los espíritus lo atravesaban para alcanzar el paraíso inmortal que traía consigo la armonía con la naturaleza. En sus orillas esperaban las almas de aquel pueblo que había perdido su camino...
Un murciélago revoloteó y se posó en una rama cercana. "Tiembla, humano, porque esto es Xibalba, la tierra de los muertos". Era el único lugar en el que podían estar aquellas almas en su perdición. Le conté la misión que me había llevado a aquella tierra de inmortalidad. El murciélago sólo permaneció en silencio dándome la bienvenida. Lo que ocurrió después no puede narrarse en ninguna crónica, pues los designios de los dioses no pueden conocerlos los seres de la tierra. Solo puedo decir que sus almas fueron liberadas. El murciélago se alejó revoloteando en el cielo azul. Me dejó sola en medio de aquella silvestre espesura. Había cumplido mi cometido y podía regresar a mi hogar. Tenía tiempo para pensar en lo que había ocurrido antes de venir a la selva. Las tres hermanas habían sido claras y los hilos del destino ya estaban tejidos...
Apareció ante mi envuelto entre la niebla, al parecer él también podía viajar entre los mundos... Cuando nuestras miradas se cruzaron entendí que era diferente... Tenía el poder del escorpión en su corazón... Emanaba una pasión increíble... Sus ojos oscuros reflejaban la pureza de sus sentimientos... Había escogido vivir en la tierra a la sombra... pero no había podido evitar brillar en mi presencia. Me propuso ir con él a un mundo alejado de todo lo conocido que solo fuera nuestro... Tomé su mano y nos fuimos juntos hacia la eternidad...
Fin.
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