19 junio 2015

Sucker punch


La lluvia se deslizaba por el cristal... La melancolía llenaba todos sus recuerdos... Aquella imagen oscilaba delante de sus ojos una y otra vez sin cesar... 

Se levantó con decisión y la mente fría. La venganza era la única vía de escape a su ira. La oscuridad de la noche sería perfecta para perpetrar su crimen. Nunca más volverían a oír su nombre ni a pensar en ella... 
El corazón le latía con fuerza, era ahora o nunca. No podía dejar escapar la oportunidad que tenía. Si no encontraba el valor para hacerlo no lo haría jamás. Y si no lo hacía se arrepentiría durante toda su vida...
Vienes hacia mi con la mirada congelada, ya no te conozco. El odio que se refleja en tus pupilas es el mismo que yo siento en mi interior. Y aún así no me parezco en nada a ti, tu poder no significa nada para mi. Eres el odio que ciega a las Furias en el infierno de la locura...

Los pedazos del espejo se oscurecían teñidos por la sangre. La violencia y el caos se profundizaban en sus ojos vacíos. El sacrificio del miedo era la pérdida de su raciocinio. Las Erinias no tenían piedad en su venganza de muerte.

Presente, pasado y futuro se entremezclaban a su paso. Una villa ruinosa de Atenas con columnas derruidas hace tiempo abandonada. Una calle en medio de un bulevar rodeado de árboles y un parque. Un planeta recóndito en el que la naturaleza se reproduce como en la tierra. Tres épocas diferentes y siempre la misma mujer. Tres jóvenes iguales y nunca la misma venganza. Un futuro siempre presente que recuerda el mismo pasado. Un pasado sin futuro si no se conquista el presente...

Los pedazos de cristal roto adornaban la estancia teñida de sangre. Los impulsos violentos latían en lo más profundo de su ser con fuerza. El sacrificio de la locura era la pérdida de su razón. Las Erinias no tenían compasión en su maleficio de muerte.

Tantas mentiras y verdades veladas para ocultar nuestros sentimientos. La hipocresía se hace eco de nuestros errores fatales en un mundo sin conciencia. No existe el bien ni el mal, solo los impulsos primigenios. Solo aquello que nos convierte en bestias salvajes presas de la crueldad. La furia te domina con vehemencia más allá de lo impensable. Nunca creíste que pudieras ser tan frío como para traicionarte con tu instinto. La tortura de tu mente se extiende a tu cuerpo y te envenena. Las mentiras se convierten en tu refugio y las verdades se olvidan en el espectro de tus pesadillas. Yo no olvido el dolor de tu corazón ni tus ojos suplicantes. La ponzoña de tus caricias ni las palabras que ocultan tus significados. Nunca olvidaré aquel día que te tuve a mi merced y no supiste conquistarme. Nunca olvides que el miedo que nos hace fuertes no se extingue con la muerte.

Los pedazos del espejo se volvían oscuros teñidos por la sangre. La violencia de sus impulsos surgía de lo más profundo de su ser. El sacrificio del caos era la pérdida de su razón. Las Erinias no tenían misericordia en su sortilegio de muerte. Encerrada en sí misma, muerta en su interior. La Atenas destruida reflejaba su esencia más profunda. El bulevar vacío solo le recordaba la soledad. El planeta recóndito mostraba su belleza espiritual perdida. Siempre condenada a perder, a no cumplir sus sueños. Una existencia vacía con fugaces instantes de lucidez. Como único deseo, poder cambiar su rumbo aquella vez. La última oportunidad de lograr su gloria y sentirse fuerte sin ellas en sus pesadillas...



Dedicado a Pedro Soares, un gran descubrimiento.

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