09 abril 2017

The Pyramid

Las constelaciones se alinearon en el firmamento ante el silencio de la noche, en un tiempo donde descubrirían lo sagrado... La pirámide era tan hermosa que su belleza deslumbraba y la tumba del faraón se encontraba en su interior, perdida en un laberinto de misterio más allá de lo terrenal guardada por los dioses... Decían que estaba maldita, que quienes osaran penetrar en su interior nunca regresarían al mundo mortal. Pero ella no la temía, pues portaba consigo su propia maldición, aquella que nunca podría nombrar y que jamás sería conocida ni justificada... Penetró en la oscuridad de la estancia sin miedo, esperando hallar el enigma que tanto deseaba encontrar. En lugar de ello solo vio sombras, tinieblas, su propio espíritu condenado a la eternidad. La pirámide y su laberinto eran mágicas, divinas, más allá del bien y del mal, de la luz y la oscuridad. Donde los mortales se perdían y los eternos se encontraban con su destino en el lugar donde nada era y todo ocurría. Caminó solo con su visión interior sin que sus ojos pudieran admirar las maravillas que la rodeaban en el silencio de la pirámide. Y entonces algo cambió en el ambiente, sutil, dulce como una fragancia del desierto, como el océano de la eternidad perdido en la inmensidad de lo incognoscible dentro de un sueño... Una imagen comenzó a hacerse corpórea y cuando su silueta acabó de dibujarse el aire se le escapó.

Su corazón comenzó a latir con fuerza al ritmo de sus pensamientos y recuerdos ocultos. Aquella imagen no era la de un desconocido aunque jamás le hubiese visto en esta vida y nunca hubiera oído su voz en el aire del desierto. Sus ojos almendra con visos verdes despertaban instintos profundos y olvidados, de los que no podría ni querría escapar si permanecía en la estancia a su lado. El desconocido le tendió la mano seductoramente y cuando se tocaron sintió que todo a su alrededor cambiaba y era su reina, como siempre debió haber sido...

El mundo cambió dentro de la pirámide... El Egipto de los faraones se abría ante sus ojos, era su reina y él su consorte, el mundo su imperio eterno... Su pasión no conocía límites y su lujuria desterraba todo cuanto hubiera existido antes, el fuego les dominaba... Y aún así, el silencio fluía entre ambos, porque sus miradas bastaban para saber lo que pensaba el otro... La tormenta y el volcán se habían vuelto a encontrar tras siglos y su belleza conjunta era inconmensurable... Pestañeó y se vio envuelta por la oscuridad dentro de la pirámide, perdida en su laberinto sin ninguna visión interior... Juntos...


Dedicado a Cristian, una alineación planetaria.

3 comentarios:

Licaón dijo...

A ver si quizás a lo mejor pudiera ser que acaso está sí es interpretable... Me alegro mucho por ambos =)

Wherynn dijo...

^^ <3 <3

Wherynn dijo...

Millon de gracias a ti por ponerme en su vida :) espero poder hacer algo asi por ti!