Los vientos de cristal le guiaron hacia una hermosa isla rodeada de niebla. Las brumas eran muy densas y no podía vislumbrar en su interior.
No podía vislumbrar en su interior.
No
¿Qué ocurría? El veía lo mismo que ella, siempre. Desde otra perspectiva, pero siempre lo mismo. ¿Por qué solo veía el océano rompiendo suavemente contra la orilla y no el interior de aquel lugar? ¿El viaje solo había reflejado sus sentidos más profundos?
Cerró los ojos tratando de percibir con el corazón y mágicamente se hizo la visión. Los trinos de los pájaros, el susurro del viento en los árboles y las olas... Se guiaría por sus sentidos en su busca.
Paseaba por la playa disfrutando de un paisaje que él no podía ver. En algún momento sus pasos dejaron de oírse en la arena y los sintió orientándose hacia la espesura del bosque, que parecía llevar al interior de la isla a juzgar por el ramaje y la espesa vegetación. Podía tocar flores y bayas, y la naturaleza era tan salvaje y gloriosa que apenas podía avanzar, pero sentía las runas de su mano brillando y abriendo el camino. Las mismas runas adornaban los árboles y sus símbolos le aportaban calidez a la niebla.
Sentía que aquella joven perdería algo esencial si proseguía. Aquel pensamiento le detuvo por un instante, pero ella seguía hacia el interior de la bruma y no podía dejarla sola. No podía abandonarla a su suerte. Era su guía. Las runas se iluminaban ante su incertidumbre. ¿También tendría aquella rara sensación de irrealidad?
Las hojas resplandecían mientras sus pensamientos se oscurecían sin motivo... Temía que la belleza vacía del lugar la engañase para querer descubrir sus más profundos secretos y su terrible verdad... No podía controlar su recién descubierta pesadumbre, la maldición se la llevaría consigo y ni siquiera parecía presagiarla... pero él sí. No quería eso para ella.
Däyn llegó cerca del último árbol que tenía tallado una runa y sin que lo esperara ella se giró. Le miró a los ojos y su corazón se paró un instante, pero descubrió que ella solo veía la niebla. Había perdido la visión. Miro hacía el árbol y volvió a caminar hacia la profunda Nada. ¿Qué hacía?
Entonces lo sintió. Una fuerza oscura que atraía negatividad como un agujero negro. La niebla parecía aún más densa y las runas de los árboles se habían apagado. ¿Qué significaba? ¿Qué veía ella, que parecía encantada? Entendía que su personalidad atraía a la oscuridad en busca de iluminación, pero aquello era un craso error... Quiso gritarle, quiso apartarla, guiarla hacia la verdadera luz y la interpretación de sus runas... Oía el mar rompiendo contra el acantilado. No creía que la joven entendiera qué era aquella isla y por qué estaba allí. Ni que su viaje no acababa en aquel lugar maldito a donde no pertenecía y que él conocía muy bien. La bruma cubría cada vez más el paisaje y vio como la joven miraba el acantilado. ¿No veía lo que ocurría? ¿Qué aquel palacio que contemplaba no era el castillo digno de una princesa, sino una prisión? El ente oscuro no dejaba de mirarla y ella sonreía. No entendía por qué no leía las runas de su mano y veía que no era su ser o que ilusión obnubilaba su juicio para no huir. La horrísona cadencia de su alrededor dolía al oído, ¿y no era ella una amante de la música? No era su sino, nunca habría soñado eso ni debía olvidar la auténtica magia. La miró, a punto de errar en la isla que la maldeciría un tiempo, sin poder volver atrás.
Entonces lo sintió. Una fuerza oscura que atraía negatividad como un agujero negro. La niebla parecía aún más densa y las runas de los árboles se habían apagado. ¿Qué significaba? ¿Qué veía ella, que parecía encantada? Entendía que su personalidad atraía a la oscuridad en busca de iluminación, pero aquello era un craso error... Quiso gritarle, quiso apartarla, guiarla hacia la verdadera luz y la interpretación de sus runas... Oía el mar rompiendo contra el acantilado. No creía que la joven entendiera qué era aquella isla y por qué estaba allí. Ni que su viaje no acababa en aquel lugar maldito a donde no pertenecía y que él conocía muy bien. La bruma cubría cada vez más el paisaje y vio como la joven miraba el acantilado. ¿No veía lo que ocurría? ¿Qué aquel palacio que contemplaba no era el castillo digno de una princesa, sino una prisión? El ente oscuro no dejaba de mirarla y ella sonreía. No entendía por qué no leía las runas de su mano y veía que no era su ser o que ilusión obnubilaba su juicio para no huir. La horrísona cadencia de su alrededor dolía al oído, ¿y no era ella una amante de la música? No era su sino, nunca habría soñado eso ni debía olvidar la auténtica magia. La miró, a punto de errar en la isla que la maldeciría un tiempo, sin poder volver atrás.
Tenía que guiarla a la luz y a su verdadero destino.
Dedicado a Dani, ¡feliz cumpleaños escritor!