27 julio 2019

Supernova

El pueblo parecía muy alegre y bien iluminado, y Wherynn se dio cuenta de que nunca habían estado en él de noche. La inscripción conmemorativa de la fundación del pueblo por Hengist de Woodcroft relucía en la oscuridad.

- Hengist... ¡y Horsa! -rió la chica para sí.
- ¿"Horsa"?
- Nada, nada... -respondió ella, divertida.
- ¡Nunca entiendo cuando dices eso! -se desesperó Ädri.

Su amiga le dio un pequeño empujón y señaló a los Slytherin, que recorrían las calles ágiles y elegantes como si fuesen espíritus. Se dirigieron a la calle principal, pasaron de largo la tienda de Zonko y la Oficina de Correos y penetraron en un lugar con un descuidado letrero con el dibujo de la cabeza de un puerco cortada y sangrando.

- Cabeza de Puerco, cómo no... -siseó Ädri.
- Vamos... -susurró Wherynn entrando con discreción.

Nunca habían estado en aquel lugar. La única habitación que poseía era pequeña, lúgubre, sucia y cubierta de serrín y desprendía un curioso e intenso olor a cabras. Los cristales mugrientos no dejaban pasar la luz y estaba iluminado tenuemente con velas.

- Qué asco de sitio... yo no me tomo algo aquí ni muerto -comentó Ädri mirando críticamente la taberna.
- ¡Oish, finolis! ¡No hemos venido a cenar!
- Pues es una pena, tengo muchísima hambre... Pero aquí fijo que cojo la peste -se lamentó.
- ¡Mira!

Los Slytherin se reunieron en una de las mesas más apartadas y esperaron a que el mesonero les sirviera unas cervezas de mantequilla. 

- Ahí -señaló Wherynn a una esquina polvorienta muy cerca de la mesa.

Cuando se ubicaron, trataron de escuchar de qué hablaban.

- Bien... Cuando el anciano se distraiga subiremos al piso de arriba... Y ya sabéis qué hacer... -dijo el que parecía ser el líder.
- Siempre. 
- ¿Tenéis las pociones?

Dos de los vampiros asintieron.

- Bien, pues en el momento preciso os vais a Dervish y Banges, cogéis "eso" y lo traéis para acá... -Ädri y Wherynn se miraron- sed discretos, no queremos intrusos...
- Lo que ocurrió antes en La Casa de los Gritos es imperdonable... -murmuró una de las chicas.
- Filch y la bibliotecaria son inofensivos... 
- ¡Pero qué asco!

Ädri se rió. Por una vez estaba de acuerdo con ellos.


Esperaron un rato escuchando conversaciones insulsas de los Slytherin y observaron cómo volvían a tomarse poción multijugos. El estómago de Ädri rugía y Wherynn empezaba a ponerse de mal humor. Al fin, dos de los vampiros se levantaron y salieron de la estancia sigilosamente.

- Pero a ver, ¿nadie se cuestiona que hacen siete... ¡siete! tíos iguales tomando cerveza de mantequilla? ¡Si se les ve a la legua que son vampiros! -exclamó el chico.
- Quizá nadie quiere cuestionárselo porque se alegran de que sus cuellos estén a salvo... -dedujo Wherynn.
- Tú si que quieres que te muerdan el pescuezo...
- ¿Esos?
- No... "esos" no...
- ¿A qué viene esa insinuación? -se mosqueó Wherynn.
- Susurras en sueños...
- ¿QUÉ?

Maldita sea. ¿Se habría ido de la lengua aquella noche en la Sala de los Menesteres? Ädri reía y Wherynn trató de controlarse. Podía ser muy cruel cuando tenía hambre...

- ¡Han vuelto!
- ¿¿Por qué no los hemos seguido?? -se dio cuenta la Gryffindor.
- ¡Oh!

Sí, el ayuno les distraía demasiado.

Los dos vampiros sonrieron y trataron de escabullirse al piso de arriba. Un mago tenebroso -o al menos tenía muy mala pinta- se levantó al punto y alzó su varita.

- ¿Dónde creen que van?

Los dos alumnos le miraron con la misma expresión anonadada.

- ¿Quién se cree que es? -preguntaron mientras los otros vampiros se levantaban a su vez.
- ¡Está bien, está bien! ¡No quiero duelos en mi taberna! -dijo molesto el dueño.

Wherynn miró al mago tenebroso. Su expresión le resultaba familiar, así como su extraño tono de voz.

- Esos dos trataban de subir a sus aposentos... -respondió el mago sentándose lentamente -supongo que le interesa... 
- ¿Arriba? -se extrañó el dueño.

Todo ocurrió muy deprisa. Los hechizos comenzaron a volar y el dueño de Cabeza de Puerco cayó al suelo víctima de un Desmaius. Otros dos magos y brujas que se encontraban en el lugar también acabaron por los suelos tras dañar a tres de los vampiros y el mago tenebroso logró derrotar a dos de ellos antes de caer fulminado presa de un Impedimenta lanzado por los cuatro vampiros que quedaban en pie a la vez.

- ¡Menudo tipo duro! -exclamó el líder.
- ¡Vamos, rápido!

Los vampiro se lanzaron detrás de la barra y Wherynn y Ädri, que se habían escondido, les siguieron. Pasaron por otra puerta que conducía a una desvencijada escalera de madera y subieron hasta una salita provista de una alfombra raída y una pequeña chimenea sobre la que colgaba un enorme retrato al óleo de una niña rubia de expresión dulce y ausente.

- Vamos, abre -dijo una de las chicas, borde.

La niña pareció triste por un momento, se dio la vuelta y se alejó por un largo túnel pintado tras ella. Desapareció unos instantes en los que Ädri y Wherynn contuvieron el aliento y de repente, al fondo del lienzo, apareció un puntito blanco. La figura de la niña regresó, el retrato osciló como una puerta y reveló la entrada a un túnel. Dos de los Sly se colaron en él y cuando se hubieron alejado lo suficiente, Ädri hizo un gesto a su amiga. Casi al mismo tiempo desmayaron a los dos vampiros que se habían quedado atrás vigilando y subieron a la repisa de la chimenea para entrar por el pasaje. Se encontraron unos desgastados escalones de piedra que mostraban que el pasadizo era muy antiguo. Casi en plena oscuridad caminaron por un suelo de tierra erosionado cuya pendiente se hacía más pronunciada mientras avanzaban. Wherynn escuchaba los pasos de los vampiros en la lejanía y los gruñidos del estómago de su amigo tras ella. Lástima no estar en el pasadizo que llevaba a Honeyduckes... Tras doblar una esquina llegaron al final del túnel. Unos escalones conducían hasta una puerta igual a la que ocultaba detrás el retrato de la niña y al atravesarla Wherynn contuvo un grito.

- ¡La Sala de los Menesteres! -exclamó atónita.


Dedicado a Adrián, ¡feliz cumpleaños!

19 julio 2019

Hogwart's Mysteries

Los crujidos del bosque era lo único que rompía el profundo silencio. Wherynn suspiró. ¡No podía ser tan difícil! Con su rápida inteligencia y uniendo sus fuerzas podrían...

- Uy... -se le escapó.
- ¿Qué? -preguntó el Ravenclaw.
- Nada... -se apartó sonrojándose ante sus pensamientos intrusivos. ¿Qué demonios le pasaba?

Sÿl se movió de forma convulsa y el prefecto asió con más fuerza su varita.

- En serio, chicos... Me está costando mucho... -dijo apretando los dedos.
- Maldita Sÿl...
- ¡Maldita!

Wherynn miró a su amigo, que parecía haberse iluminado repentinamente.

- ¡Tenemos que ir a la Sección Prohibida!

El silencio se hizo aún más profundo.

- No creo que sea buena idea... -dijo entre dientes el otro Ravenclaw.
- En la Sección Prohibida no va a aparecer nada sobre la varita... Es como los Horrocruxes u otros temas oscuros...
- ¿Horrocruxes?

Los tres se miraron unos a otros y Sÿl aulló con todas sus fuerzas rompiendo el hechizo. Antes de que les diera tiempo a reaccionar, Wherynn lanzó un Petrificus Totalus y los Ravenclaw un Incarcerous y un Desmaius. Sÿl cayó nuevamente en el suelo, totalmente groggi y encadenada. 

- Va a quedarse tonta con tantas caídas... -suspiró el Ravenclaw, aproximándose a ella con precaución.
- Aún está bajo la maldición de la varita, pero ha perdido mucha fuerza...
- ¿Habéis pensado lo mismo que yo? -preguntó el Ravenclaw sexy. Su amigo afirmó con la cabeza y Wherynn volvió a sonrojarse, agradecida de que nadie pudiera leer sus pensamientos y lamentando internamente que Sÿl no estuviera cuerda para burlarse de ella. La echaba de menos. Los prefectos notaron su sonrojo y la joven se movió hacia las sombras, cerca de la varita yaciente en la maleza.
- ¿Creéis... que la varita es un Horrocrux? 
- Bueno, el libro que la menciona, y deduzco que los tres lo hemos leído... No dice nada al respecto... pero podría ser...

Wherynn le miró largamente. Sus ojos brillaban con la tenue luz de las estrellas y un rayo de luna iluminaba su cabello ondulado. En serio, maldita varita no, malditas hormonas... 

- Tiene mucha historia. Para empezar ni siquiera sabemos cómo ha llegado al castillo... 

El otro prefecto era incluso más atractivo con su perfecta sonrisa y sus ojos oscuros. ¿Y si se lanzaba un hechizo para concentrarse?

- ¿No llevaréis encima alguna Poción Agudizadora de Ingenio por casualidad? -preguntó desde las sombras.
- ¿Para pensar con más claridad?
- Si... Para eso... -disimuló mirando la varita.
- Como haga el mismo efecto que el Felix... -musitó el Ravenclaw, mirándola con culpabilidad.
- No pasa nada... -dijo ella tocándose las costillas. No podía estar enfadada mucho rato con él. 
- Bueno, si tu dices que vayamos a la biblioteca... Allá iremos. 

Los chicos lo miraron.

- ¿Tú crees?
- Eres el que se ha tomado el Felix Felicis. Confiamos en ti -terció su amigo.
- ¿Y Sÿl? No podemos dejarla aquí... 
- ¿Hay algún sitio del castillo lo suficientemente seguro como para dejarla sola?

Wherynn sonrió. Por supuesto que lo había.


La Sala de los Menesteres resultaba muy útil cuando necesitabas un sitio hecho a la perfección para ti. Dejaron a Sÿl acomodada en un sillón de terciopelo después de hacerle tragar una buena cantidad de poción adormecedora y se fueron directos a la biblioteca con la mayor discreción posible.

- ¡Oh! ¡Esperad! ¡Tengo que ir a la Torre de Griffindor un momento!
- ¿Ahora? 
- ¡Esperadme aquí! -se despidió rápidamente Wherynn


Al poco tiempo regresó ufana con unas botellitas que les tendió al punto. 

- Bebeos esto -ordenó.
- ¿Qué es?
- ¡Poción Multijugos! Así calcularemos mejor que no dejamos a Sÿl sola más de una hora ni la varita tirada en el bosque...
- Me parece una imprudencia haberla dejado allí, a pesar de los hechizos...
- Solo será un rato, y de todos modos desprende tal oscuridad que nadie se acercaría... Salvo Mr. Felix, claro -dijo mirando a su amigo, que sonrió divertido.
- Me sentía poderoso... No era desagradable, podría haber alcanzado todos mis sueños... -contestó con voz soñadora.


La biblioteca estaba en completo silencio. Wherynn recordaba su última aventura allí con Sÿl con añoranza. Le daba la impresión de que hubiera sido diez años atrás...

- ¿Por dónde empezamos?
- ¡Oh!

El Ravenclaw se tapó la boca y pareció consternado.

- Se me ha pasado el efecto del Felix Felicis...
- Bueno, hombre, no pasa nada... -le consoló la chica.
- ¿Y ahora cómo vamos a saber..?
- Lo sabremos -afirmó el otro. Wherynn sonrió.
- Sed discretos, no toméis nada raro y nos vemos aquí en media hora... Si alguien encuentra algo interesante que lance chispas rojas, salvo que vea a Filch...
- Ehm... Filch no será un problema hoy... -dijo el prefecto sexy mirando a su amigo pícaramente.
- ¿Por? -preguntó ella, perdida.
- Bueno... Pasó cerca cuando fuiste a la Torre Gryffindor junto a la Señora Norris... Y si soy capaz de lanzar un Imperius, ¿Cómo no lanzar un sencillo hechizo que les deje fuera de juego?

Wherynn admiró su osadía. ¡Qué pillo!


El tiempo pasaba y no encontraba nada. La biblioteca estaba de lo más tranquila y saber que la presencia de Filch no les iba a importunar la dejaba pensar con más claridad. Miró por uno de los grandes ventanales y contempló la luna creciente. ¿Cuánto tiempo podrían contener la varita?

Unas chispas rojas la distrajeron. Venían de algún lugar al norte de la biblioteca y se dirigió hacia allí con premura. ¿Qué habrían encontrado? 


Cuando llegó al lugar no había nadie.

- ¿Chicos..? -preguntó quedamente. Vio un bulto extraño en el suelo y se acercó. Mr. Felix estaba tendido en el suelo, con los ojos en blanco. ¿Qué demonios..?

Un golpe por detrás de algún hechizo la derribó. Lo último que vio fue la figura del prefecto acercándose a su cara mientras caía a su lado. 


Sÿl caminaba sigilosa y todo lo sexy que podía. Se sentía dueña de sí misma, confiada, invulnerable y en la biblioteca no había salientes contra los que dejarse la frente, así que también poderosa. Le faltaba su varita maldita, pero se conformaría de momento con la suya propia, que molaba menos pero le valía. 

- Polvo peruano de oscuridad y el otro Ravenclaw no se entera de mis chispas rojas... ¿Qué habrá pasado en el bosque? Recuerdo que me estaba a punto de batir en duelo con él... Y luego me sentí muy bien... Y me desperté en la Sala de los Menesteres encerrada. ¿Nos habremos acostado y se avergüenza de mi? -pensó para sí.

Se paró en seco. ¿Qué pensamiento tonto e indigno era ese? Sus ojos brillaron verdes y volvió a su plan orginal. O-ri-ginal. ¿Uhm? No sabía dónde se encontraba, pero le encontraría. Miró rápidamente hacia atrás. Notaba una presencia... ¿Filch? ¿Uno de los fantasmas? 

- ¡Imperio!

Volvía a sentirse tan bien...


El Ravenclaw la miró anonadado mientras los efectos de la poción multijugos se pasaban. ¿Cómo habría logrado escapar de la Sala de los Menesteres? Menos mal que estaban en terrenos de Hogwarts y nadie cuestionaría el lanzamiento de dos Imperius la misma noche, los profesores tienen sus razones... Un escalofrío le recorrió la espalda. 

- ¿Dónde se habrán metido los otros dos? Sÿl venía de allí... -dijo para sí mientras llevaba a Sÿl a su lado, dócil y feliz. Pronto encontró a sus amigos desmayados juntos tendidos entre un montón de libros. Una punzada de celos le invadió, pero no dejó que le dominara. Uno de los dos al menos había peleado contra Sÿl y claramente perdido... No podía despertarlos sin liberar a Sÿl, así que hizo lo único que se le ocurrió. Cogió la varita de Wherynn y encerró a Sÿl en una jaula por si trataba de volver a resistirse a la maldición, aunque parecía más sencillo controlarla esta vez. Miró la varita. Se sentía ligera y cómoda entre sus dedos, a pesar de ser muy pequeña para su mano. Como si conectaran de alguna forma... Despejó la mente y despertó a sus amigos, que se miraron confundidos por su proximidad y al tratar de levantarse rápidamente chocaron sus frentes.

- ¡Ay!
- ¡Auch! ¿Estás bien? -le tendió una mano el Ravenclaw, más rápido y caballeroso.
- Si... -Wherynn se levantó y miró alrededor. ¿Qué leches hace Sÿl en una jaula..? -Vio que el Ravenclaw tenía su varita y se la ofrecía.
- Tenía que despertaros y temía que se liberara del Imperius...
- ¿Otro Imperius? -le censuró con la mirada su amigo.
- Sí... Está muy tranquila ahora, no me está costando tanto...
- ¿Las chispas rojas eran tuyas? -cuestionó Wherynn mirando a su amigo.
- Pues si, Whers, las lancé porque había encontrado una cosa, pero la loca me atacó...
- ¿Y qué es? -le interrumpió.

El Raven cogió uno de los volúmenes, negro y polvoriento, y lo abrió. Sus páginas parecían manchadas de sangre y otros fluidos irreconocibles y las páginas estaban tan muy gastadas, tanto que casi resultaba ilegible.

- Pues algo sobre una runa...

La joven se quedó lívida y le arrancó el libro de las manos para leerlo ella misma. Cuanto más leía más aumentaba su palidez.

- Tenemos que volver al bosque pero ya.
- ¿Qué..? -preguntó el joven.
- Os lo contaré de camino. ¿Crees que podrás contenerla hasta entonces?
- Pues...

El otro Ravenclaw hizo un gesto y no pudieron evitar reírse. A Sÿl le iba a tocar volver a desmayarse.

- En serio, se va a quedar tonta pero...

De repente la chica se liberó del conjuro y sus ojos brillaron furiosos.

- ¡¡Todos caeréis!! ¿Dónde está mi varita? -vociferó.
- ¡Expelliarmus! Pues estaba en tu túnica... -dijo Wherynn mientras el prefecto sexy le modulaba la voz a Sÿl para que no chillara histérica.
- ¡Esa no! ¡La varita de mis ancestros! -trató de gritar con voz ronca.
- Te me vas a quedar afónica, no grites que ya ves que tu voz ha sido encantada... -respondió Wherynn preocupada para ganar tiempo.
- ¡Está en el bosque, y me vais a llevar hasta ella!
- ¿Y tú nos vas a obligar? -preguntó con voz inconscientemente seductora el Raven que la había portado en su momento.
- ¡La quieres para ti pero no la tendrás! ¡Es mía! -trató de zafarse ella de su encierro.
- No la quiero... -se defendió él.
- ¡Aún la amas!

Eso no tenía ningún sentido y Sÿl parecía fuera de sí.

- ¿Tú... te has enamorado de la varita? -susurró Wherynn aún tratando de ganar tiempo para trazar un plan.
- ¡O del esqueleto que se la dio! -añadió el Ravencaw riendo dándose cuenta de su estrategia.
- ¡Slytherin dominará! ¡Hogwarts será mi reino de...!

La chica cayó desmayada y se dio de bruces contra el suelo.

- ¡Pobre, está sangrando! -exclamó Wherynn curándola con cariño. Está como una cabra y maldita, pero aún es mi amiga...
- ¿Qué está sucediento aquí?

La voz de Snape les heló la sangre en las venas.



Dedicado a Sylvia, ¡feliz cumpleaños pipipotter!

Evil Deeds

Los chicos no sabían qué hacer. Aquel espíritu buscaba venganza y ellos solo querían recuperar a su amiga y volver a casa.

- ¡Es todo por tu culpa! -chilló la chica de melena castaña viniéndose abajo. Las lágrimas comenzaron a cubrir su rostro.
- ¿Yo? 
- ¡Claro, tú! ¡Con tus estupideces... con tu inmadurez!
- Oooh... Vaaale, ¡Aprovechemos para echar mierda! -dijo el aludido de nuevo con prepotencia.
- Tío... Yo aún creo que esto es un truco, pero por si acaso...
- ¿Tú también? ¿Todos en mi contra?

Drama adolescente a la vista otra vez. Vênräedna se lo estaba pasando pipa y le costaba horrores no estallar en carcajadas. Creó un poco más de bruma y esperó impaciente a ver qué pasaba.

- Mira, una tía pálida que se deja impresionar porque voy a darle con un palo a una simple rata... Que transmiten enfermedades, ¿Vale? Qué voy a hacer, ¿Dejar que me muerda de noche?
- ¡Podías haberla asustado sin más! -sollozó la chica de melena.
- Os podíais ocupar de algo vosotras, siempre tenemos que sacaros las castañas del fuego...
- ¿Qué demonios insinúas? -preguntó la chica valiente empezando a perder la paciencia mientras su amiga sollozaba con más fuerza.
- Phobos...

Vênräedna no pudo evitar malmeter un poco susurrando su nombre de forma espeluznante. ¡Qué gran día!

- Ni Phobos ni ostias. Mirad, yo voy a buscar por el páramo a ver si la encuentro... ¿Venís o qué? 
- Vaya, veo que no eres tan gallito como para ir solo... -puntualizó la chica valiente.

El chico la miró y se fue sin más.

- ¡Eh, espera! -gritó el escéptico.
- ¿Qué? ¿No es tan valiente? ¡Que se enfrente a Phobos el solito! -dijo la chica consolando a su amiga.
- No seas así... -respondió uno de los chicos, de ojos verdes. La primera norma de supervivencia contra espíritus malignos es no separarse del grupo... ¡Vamos!

Phobos sonrió cuando los vio partir juntos en busca de la aventura... Ella misma se encargaría de que fueran por el buen camino.


No les costó mucho encontrar el viejo sanatorio. A pesar de ser mediodía, la luz era siniestra, opaca, como si al mundo le costase respirar...

- ¡Qué sitio más horrible! -exclamó la chica de melena, ya más calmada.
- Parece el típico manicomio, u orfanato...
- Ahora que lo decís, hubo un manicomio en esta zona hace muchos años... -recordó uno de los chicos.
- ¿Cómo no? ¿Y a que ocurrían cosas horribles en él? -preguntó el inconsciente paseando entre los muros como si fuera el rey del lugar.
- Pues... si. Torturas... 
- Bah, lo de siempre... ¡AH!

Los chicos se quedaron helados cuando un enorme y afilado trozo de cristal cayó a los pies del joven.

- No la cabrees... Se más respetuoso... -dijo el escéptico.
- ¿Y tú me lo pides? -bufó sin admitir que se había asustado.
- Por si acaso...

Mientras les conducía al lugar y no, Vênräedna había llevado a la chica rubia a un sitio privilegiado dentro del sanatorio desde el que podía escuchar todo lo que ocurría con sus amigos. Juró no hacerles daño pero si hacerles pasar un miedo atroz, y la chica casi rió en contra de su voluntad. Le pidió que no fuese muy dura con sus amigas y el espíritu prometió ser justo. 

Comenzaba la diversión.


Los chicos caminaban con cautela por el manicomio. Llegaron a una sala terrible con camillas medio rotas y focos desparramados por el suelo, trozos de dibujos que parecían de niños y representaban escenas espeluznantes y varios objetos que les pusieron los pelos de punta.

- Espero que se encuentre bien... -musitó la chica valiente pensando en su amiga.
- No debemos impregnarnos de la historia de este sitio... Ahora ya no sirve a su propósito original... 
- "No debemos impregnarnos de la historia..." -hizo burla de su compañero en voz baja el inconsciente. El chico lo oyó y se contuvo para no darle un puñetazo.
- Se cree muy hombre... Ojalá venga el espíritu ese y...
- ¡No digas esas cosas tan horribles! -rogó la chica atemorizada sin dejarle acabar la frase.

Vênräedna aprovechó el momento y se dejó ver como a flashes en el reflejo de uno de los espejos rotos, cada vez más cerca del grupo. Sus aullidos de terror eran música para sus oídos.

- ¡Devuélvenos a nuestra amiga, monstruo del engendro!
- ¿Qué? -dijo uno de los chicos a la vez que lo pensó Vênräedna.
- ¡Lo que sea! ¡Dánosla o...!
- ¿O qué?

El silencio se hizo en el lugar. La voz de Phobos había sonado claramente muy cerca.

- O... -dudó el chico.

Todo ocurrió muy rápido. Vênräedna se apareció al fondo del pasillo sentada en una silla que usaba como atrezzo sin dejar ver su rostro para dar más efecto. Cuando la hubieron admirado por unos segundos, desapareció no sin antes ver algo que la dejó helada.

Desapareció.

- La... ¿has... asustado? -susurró incrédula la chica de melena azabache rompiendo el silencio.
- Esto... ha sido raro... -dijo con un hilo de voz el chico inconsciente.


No se lo podía creer. Él. Era Él. ¿Él, de verdad? ¿Un descendiente? ¿Cuánto tiempo había pasado?

Vênräedna volvió con la chica rubia y una expresión que hizo que la joven se preocupara.

- ¿Qué... ha ocurrido? -se atrevió a preguntar. Phobos parecía en trance. El gatito saltaba juguetón a su lado y requería mimos pero el espirítu no reaccionaba, estaba ausente. La chica pensó en huir, pero algo le decía que debía quedarse.

- Háblame... Más de tu amigo... -pidió Vênraëdna con un hilo de voz.



Dedicado a Veneranda, ¡feliz cumpleaños luchadora!