19 julio 2019

Evil Deeds

Los chicos no sabían qué hacer. Aquel espíritu buscaba venganza y ellos solo querían recuperar a su amiga y volver a casa.

- ¡Es todo por tu culpa! -chilló la chica de melena castaña viniéndose abajo. Las lágrimas comenzaron a cubrir su rostro.
- ¿Yo? 
- ¡Claro, tú! ¡Con tus estupideces... con tu inmadurez!
- Oooh... Vaaale, ¡Aprovechemos para echar mierda! -dijo el aludido de nuevo con prepotencia.
- Tío... Yo aún creo que esto es un truco, pero por si acaso...
- ¿Tú también? ¿Todos en mi contra?

Drama adolescente a la vista otra vez. Vênräedna se lo estaba pasando pipa y le costaba horrores no estallar en carcajadas. Creó un poco más de bruma y esperó impaciente a ver qué pasaba.

- Mira, una tía pálida que se deja impresionar porque voy a darle con un palo a una simple rata... Que transmiten enfermedades, ¿Vale? Qué voy a hacer, ¿Dejar que me muerda de noche?
- ¡Podías haberla asustado sin más! -sollozó la chica de melena.
- Os podíais ocupar de algo vosotras, siempre tenemos que sacaros las castañas del fuego...
- ¿Qué demonios insinúas? -preguntó la chica valiente empezando a perder la paciencia mientras su amiga sollozaba con más fuerza.
- Phobos...

Vênräedna no pudo evitar malmeter un poco susurrando su nombre de forma espeluznante. ¡Qué gran día!

- Ni Phobos ni ostias. Mirad, yo voy a buscar por el páramo a ver si la encuentro... ¿Venís o qué? 
- Vaya, veo que no eres tan gallito como para ir solo... -puntualizó la chica valiente.

El chico la miró y se fue sin más.

- ¡Eh, espera! -gritó el escéptico.
- ¿Qué? ¿No es tan valiente? ¡Que se enfrente a Phobos el solito! -dijo la chica consolando a su amiga.
- No seas así... -respondió uno de los chicos, de ojos verdes. La primera norma de supervivencia contra espíritus malignos es no separarse del grupo... ¡Vamos!

Phobos sonrió cuando los vio partir juntos en busca de la aventura... Ella misma se encargaría de que fueran por el buen camino.


No les costó mucho encontrar el viejo sanatorio. A pesar de ser mediodía, la luz era siniestra, opaca, como si al mundo le costase respirar...

- ¡Qué sitio más horrible! -exclamó la chica de melena, ya más calmada.
- Parece el típico manicomio, u orfanato...
- Ahora que lo decís, hubo un manicomio en esta zona hace muchos años... -recordó uno de los chicos.
- ¿Cómo no? ¿Y a que ocurrían cosas horribles en él? -preguntó el inconsciente paseando entre los muros como si fuera el rey del lugar.
- Pues... si. Torturas... 
- Bah, lo de siempre... ¡AH!

Los chicos se quedaron helados cuando un enorme y afilado trozo de cristal cayó a los pies del joven.

- No la cabrees... Se más respetuoso... -dijo el escéptico.
- ¿Y tú me lo pides? -bufó sin admitir que se había asustado.
- Por si acaso...

Mientras les conducía al lugar y no, Vênräedna había llevado a la chica rubia a un sitio privilegiado dentro del sanatorio desde el que podía escuchar todo lo que ocurría con sus amigos. Juró no hacerles daño pero si hacerles pasar un miedo atroz, y la chica casi rió en contra de su voluntad. Le pidió que no fuese muy dura con sus amigas y el espíritu prometió ser justo. 

Comenzaba la diversión.


Los chicos caminaban con cautela por el manicomio. Llegaron a una sala terrible con camillas medio rotas y focos desparramados por el suelo, trozos de dibujos que parecían de niños y representaban escenas espeluznantes y varios objetos que les pusieron los pelos de punta.

- Espero que se encuentre bien... -musitó la chica valiente pensando en su amiga.
- No debemos impregnarnos de la historia de este sitio... Ahora ya no sirve a su propósito original... 
- "No debemos impregnarnos de la historia..." -hizo burla de su compañero en voz baja el inconsciente. El chico lo oyó y se contuvo para no darle un puñetazo.
- Se cree muy hombre... Ojalá venga el espíritu ese y...
- ¡No digas esas cosas tan horribles! -rogó la chica atemorizada sin dejarle acabar la frase.

Vênräedna aprovechó el momento y se dejó ver como a flashes en el reflejo de uno de los espejos rotos, cada vez más cerca del grupo. Sus aullidos de terror eran música para sus oídos.

- ¡Devuélvenos a nuestra amiga, monstruo del engendro!
- ¿Qué? -dijo uno de los chicos a la vez que lo pensó Vênräedna.
- ¡Lo que sea! ¡Dánosla o...!
- ¿O qué?

El silencio se hizo en el lugar. La voz de Phobos había sonado claramente muy cerca.

- O... -dudó el chico.

Todo ocurrió muy rápido. Vênräedna se apareció al fondo del pasillo sentada en una silla que usaba como atrezzo sin dejar ver su rostro para dar más efecto. Cuando la hubieron admirado por unos segundos, desapareció no sin antes ver algo que la dejó helada.

Desapareció.

- La... ¿has... asustado? -susurró incrédula la chica de melena azabache rompiendo el silencio.
- Esto... ha sido raro... -dijo con un hilo de voz el chico inconsciente.


No se lo podía creer. Él. Era Él. ¿Él, de verdad? ¿Un descendiente? ¿Cuánto tiempo había pasado?

Vênräedna volvió con la chica rubia y una expresión que hizo que la joven se preocupara.

- ¿Qué... ha ocurrido? -se atrevió a preguntar. Phobos parecía en trance. El gatito saltaba juguetón a su lado y requería mimos pero el espirítu no reaccionaba, estaba ausente. La chica pensó en huir, pero algo le decía que debía quedarse.

- Háblame... Más de tu amigo... -pidió Vênraëdna con un hilo de voz.



Dedicado a Veneranda, ¡feliz cumpleaños luchadora!

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