https://www.youtube.com/watch?v=dZWGH0ougJI
El cielo nocturno rige el tiempo de los firmamentos. Las constelaciones contemplan solas el silencio. La oscuridad custodia los eónes de la eternidad.
La primavera relucía en la oscuridad con su belleza silenciosa. Los pétalos de las flores se marchitaban en las plantas y fluían con la helada brisa estival que anunciaba la vuelta del invierno ígneo. La naturaleza permanecía estática pero las estaciones aún se sucedían como antaño. La diferencia radicaba en que aquel instante, cristalizado en el espacio, no quedaba nadie para contemplarlo... La Madre Tierra se hallaba en una encrucijada, sola y abandonada a su suerte. Con sus hijos marchitos en la oscuridad dando la bienvenida al regreso del otoño mientras el manto de niebla cubría su visión de los bosques que renacían entre los pétalos florecientes de los finos copos de nieve que se arremolinaban entre las flores y la hojarasca crujiente en su verdor de tonalidades cálidas. La naturaleza reclamaba su poder ancestral en la quietud de aquel instante fijado en el tiempo cuando Las Moiras decidieron seccionar todos los hilos al mismo tiempo e inmortalizar la propia muerte en una era de luz. Y mientras las propias Moiras se desvanecían y con ellas todo lo que alguna vez había sido, la niebla cubrió totalmente el paisaje con sus hebras de plata y aquella época llegó a su fin en silencio...
La primavera relucía en la oscuridad con su belleza silenciosa. Los pétalos de las flores se marchitaban en las plantas y fluían con la helada brisa estival que anunciaba la vuelta del invierno ígneo. La naturaleza permanecía estática pero las estaciones aún se sucedían como antaño. La diferencia radicaba en que aquel instante, cristalizado en el espacio, no quedaba nadie para contemplarlo... La Madre Tierra se hallaba en una encrucijada, sola y abandonada a su suerte. Con sus hijos marchitos en la oscuridad dando la bienvenida al regreso del otoño mientras el manto de niebla cubría su visión de los bosques que renacían entre los pétalos florecientes de los finos copos de nieve que se arremolinaban entre las flores y la hojarasca crujiente en su verdor de tonalidades cálidas. La naturaleza reclamaba su poder ancestral en la quietud de aquel instante fijado en el tiempo cuando Las Moiras decidieron seccionar todos los hilos al mismo tiempo e inmortalizar la propia muerte en una era de luz. Y mientras las propias Moiras se desvanecían y con ellas todo lo que alguna vez había sido, la niebla cubrió totalmente el paisaje con sus hebras de plata y aquella época llegó a su fin en silencio...
La lluvia caía en el silencio resucitando todo el verdor. El agua se acumulaba en los ríos que reflejaban el mundo exterior. Y así ella renació...
Toda luz proyecta una sombra.
Toda luz proyecta una sombra.
La luna iluminaba el mundo que renacía bajo el firmamento. Las constelaciones otorgaban sus dones a la naturaleza vestal. El ciclo eterno. La historia de la naturaleza volvía a escribirse en el lienzo en blanco del pentagrama de las emociones que envolvían el reino terrenal que volvería a ser un paraíso prístino...
Los brotes crecían a una velocidad vertiginosa en aquel Edén primaveral donde todo había surgido y todo volvería a surgir. Flores, árboles y ríos comenzaban su andadura por aquel mundo primigenio donde antes solo había niebla. La Madre Tierra se regocijaba ante la visión de la naturaleza recobrando sus rituales atávicos en aquel renacimiento tras la tormenta que la había destruido...
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Los brotes crecían a una velocidad vertiginosa en aquel Edén primaveral donde todo había surgido y todo volvería a surgir. Flores, árboles y ríos comenzaban su andadura por aquel mundo primigenio donde antes solo había niebla. La Madre Tierra se regocijaba ante la visión de la naturaleza recobrando sus rituales atávicos en aquel renacimiento tras la tormenta que la había destruido...
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El silencio era precioso de contemplar desde su trono de marfil mientras la tierra fértil daba sus frutos en medio de la bellísima ventisca de nieve que cubría los pétalos de las rosas que flotaban en medio de la tempestad estival junto a los pétalos de sus hermanas y la hojarasca marchita de los árboles que se negaban a desaparecer en el olvido como la última vez cuando Las Moiras lo destruyeron todo. Las ancianas hermanas del Destino, rejuvenecidas con el elixir de la muerte sonrieron a la Madre Tierra y tejieron sus hilos con una sonrisa siniestra y sus tijeras afiladas...
La quietud de los ojos de la Madre Tierra pareció conmoverlas hasta lo más profundo. Quizá aquella vez sería diferente y la naturaleza podría seguir su curso en armonía sin que el equilibrio fuese roto de nuevo. Las Moiras miraron con sus ojos ciegos alrededor, al caos de eufonía de las estaciones y entonces regresaron a sus ruecas y comenzaron a tejer las historias de la naturaleza, un mundo que sería eterno en el imaginario de las crónicas del universo que ellas mismas crearían en aquel perfecto microcosmos. La Madre Tierra reconoció en aquella primavera los dones de las constelaciones y los deseos de las flores y la fortuna de los árboles que volvían a nacer para ella sin verano, sin otoño y sin invierno profanando su preciosa primavera para que al fin pudiera florecer en paz y armonía...
El cielo nocturno rige el tiempo de los firmamentos. Las constelaciones contemplan solas el silencio. La oscuridad custodia los eónes de la eternidad. Toda luz proyecta una sombra...
El cielo nocturno rige el tiempo de los firmamentos. Las constelaciones contemplan solas el silencio. La oscuridad custodia los eónes de la eternidad. Toda luz proyecta una sombra...
Dedicado a los seres de luz en la oscuridad.