La primera puerta la llevaba a un mundo de plagio (porque le sonaba de haberlo visto en alguna peli y en sus sueños) en medio de un bosque tenebroso. Avanzó con cautela con El Palomitero a su lado sin saber qué se encontraría o qué peligros enfrentaría. Lo de ser inmortal la tranquilizaba, pero ya no estaba segura de encontrarse realmente a salvo... ¿Y si le daba un chungo mientras dormía? ¿Podía ocurrir? No recordaba casos en la literatura, pero eso no significaba que no hubiera. Su rostro se nubló y varios interrogantes, uno en especial, empezaron a rondar por su mente como la neblina que se formaba lentamente a su alrededor.
- ¿En qué piensas? Creo... que hay algo que necesitas compartir... ¿No es cierto? -preguntó el chico.
- Yo... Me da vergüenza decírtelo... -susurró Ëve, repentinamente tímida. El Palomitero hinchó el pecho y el corazón le comenzó a latir desbocado.
- Ëve -dijo deteniéndola y sujetándola suavemente por los hombros- tu siempre puedes hablar conmigo. De lo que sea.
- Pues... Es que...
- Vamos, no te preocupes. Cualquier cosa -la animó con una sonrisa que mostraba pura felicidad y serenó a la muchacha.
- Bueno... ¿Qué es un adalid?
La sonrisa se borró del rostro del joven, que esperaba una romántica declaración onírica, pero enseguida volvió a iluminarle.
- Pues un adalid es un caudillo militar, aunque también se usa la palabra para designar a un guía o cabecilla de alguna corporación, escuela, etc... Vamos, que soy tu guía y protector en este sueño.
- ¡Aaaah! -suspiró Ëve más tranquila. Entonces había elegido bien.
- ¿Eso era todo? -preguntó el chico, un poco dolido.
- Sí, ¿por?
- No, por nada...
No, no era todo. ¿Pero cómo iba a decirle que se había enamorado de él en sueños y que seguramente saldría con él si existiera en la vida real porque estaba buenísimo y encima era un encanto? Ni loca.
- ¿Dónde estamos?
- Pues la verdad, me recuerda al sueño del bosque y la piña...
- ¿Cómo..?
- ¡Oh! Nada, no me hagas caso -sonrió la chica.
Ëve siguió caminando tratando de no pensar en nada más que en llegar a la siguiente puerta y miró hacía arriba. Se notaban las aristas neón del cubo y el bosque, a pesar de estar encerrado en él, parecía enorme. Pero aquel cubículo era muy pequeño. Suponía que las dimensiones reales no regían en aquel mundo de fantasía...
- ¿¿Qué demonios es esto??
La chica miró a donde apuntaba su amigo. En medio de un claro, en una mesa de área recreativa había... ¿Un juego de Línea Directa?
- ¿En serio?
- Parece que tienes que jugar.
Ëve le miró y luego miró al tablero, formado por caras y cubos y puertas. Menudo lío.
- Creo que tienes que marcar... Y ligarte al tío más bueno... -soltó un bufido imperceptible- y así abrirás esa puerta.
Una puerta semi-transparente surgió de la nada al ser mencionada y la muchacha la miró, dubitativa.
- Pero también hay una puerta allí -señaló a su izquierda- y en el techo...
- Sí, e incluso en ese lago -apuntó su amigo- ah, vale, según las instrucciones una de las puertas se abrirá dependiendo de tus elecciones y será la que debas traspasar para pasar a la siguiente sala -explicó mientras leía una de las tarjetas.
- Vale...
La chica cogió el teléfono y se dispuso a marcar, observando las fichas. ¿Cuál de todos era el más guapo? ¿Y por qué no podía fijarse en la personalidad? Ah, claro, que era un juego... ¿Pero no se supone que ellos ligaban contigo y te daban pistas? ¿Y era necesario que estuvieran semi-desnudos? ¡Malditos sueños medio porno!
- Pues venga, este -dijo cogiendo al que le parecía más buenorro.
- Se parece a mí...
- ¿En serio?
Mierda, era casi idéntico.
- Bueno, que... que voy a llamar y eso.
- Sí, si...
Tras un largo rato de llamadas absurdas, voces electrónicas y varias puñaladas traperas a sus amigas -¡el juego lo tenía todo!- acabó ligándose a Ohm Pal-ro-miet (le sonaba como árabe) y la puerta de madera tallada con hojarasca que se encontraba más a la izquierda se abrió. Menos mal que no se había liado con el que se parecía al taxista de joven...
- En serio, me van a denunciar por plagio...
- ¿Por qué?
- ¡La Historia Interminable!
- No, mujer, eso es un homenaje...
- Bueeeno...
Traspasaron el umbral y se encontraron en una galaxia muy, muy lejana... Vamos, por la pinta ella suponía que estaba lejos, no se solían ver nebulosas en el cielo terrestre. Y al parecer la originalidad no iba con ella en esos momentos, así que esperaba robots y espadas láser en cualquier instante, o alguna chorrada sacada de alguna peli... ¿de terror?
- Ahí están tus puertas.
La chica no quería ser borde -con gracia- pero la verdad que su amigo dejaba un poco que desear como guía. Que las puertas estaban allí ya lo veía ella. Bueno, pero le había explicado como jugar al Línea Directa, punto para él. Ay, ¿por qué sus pensamientos parecían tan inconexos otra vez?
- Mira, esa es la forma de abrir puertas.
En un tablero que por un segundo le pareció una Ouija -pero no, por Dios, solo era un tablero con símbolos extraños y un dado plano- comenzaron a aparecer unas cartas hermosísimas confeccionadas de estrellas -no tenía otra forma de describirlo- en cuyo reverso ponía "Yo nunca".
- ¿"Yo nunca"? -repitió ella, desconfiada.
- Parece que es el próximo juego... -dijo El Palomitero observando cómo varios fuegos se encendían alrededor de la mesa de meteroritos.
- ¿Y el alcohol y las desinhibiciones?
- ¿Disculpa? -rió él.
- ¡Oh! Nada, la costumbre terrenal-se avergonzó ella.
El comienzo del juego no fue nada del otro mundo, las preguntas eran bastante inocentes y pronto descubrieron que según sus respuestas los fuegos crecían o disminuían formando puertas... Y un misterioso agujero negro que le daba un mal rollo impresionante... ¿Sería un agujero de gusano y al final acabarían en algún sitio aún más extraño?
- Oye, las preguntas van subiendo de tono... -comentó El Palomitero, que empezaba a sonrojarse con algunas de las cuestiones.
- Ya... Pero mira, esas tres puertas están casi completas... Alguna hemos de atravesar -oy, oy, ¡pero qué bien hablar! pensó.
- En fin... -se resignó el chico, comenzando a contestar profundas intimidades. Ëve lo estaba pasando casi peor que él pero se estaba enterando de cosas jugosas... De un pegaso maligno tenebroso. Y sexy ¿No les tocaría nunca más ser corceles? Bien, tenía que frenar esos pensamientos pervertidos fruto del juego y concentrarse.
- Hala, ya está... -suspiró El Palomitero, exhausto. Esa puerta reluce y se ha abierto.
Una preciosa puerta estelar brillaba entre las demás con el fuego aún adornando su marco. Ëve se levantó y en un acto de pura osadía tomó la mano del Palomitero.
- Vamos allá -sonrió, confiada.
Dedicado a Eva, ¡feliz cumpleaños, guapísima!