Realmente no le hacía demasiada gracia, pero el plan de Kârmne era sencillamente magistral. Tenían poco tiempo, así que debían aprovecharlo al máximo. Los siguientes días Akinom, en contra de su voluntad, complació a su prometido y logró convencerle de que sus encantos comenzaban a hacer mella en ella y se estaba enamorando perdidamente de él. Por fortuna, o por desgracia, Ark-los había partido hacia el sur y no tenía que contemplar aquel humillante espectáculo. Le echaba de menos, contar con su presencia hubiera hecho que su misión fuese mucho más llevadera... En fin, merecía la pena si así se libraba del arrogante de su prometido.
- ¿De verdad esto es imprescindible? -preguntó Akinom mientras sus criadas más fieles la ataviaban con una hermosísima túnica rojo carmesí- He sido amable con él, hemos paseado, observado las estrellas... He sonreído y le he mirado como si fuera... -su voz se rompió.
- Si, mi señora. Se que es duro, pero acabará pronto. No veáis lo que me cuesta tratar cordialmente con Berthal, es un joven absolutamente insoportable. No me arrepiento del golpe que le propiné la semana pasada... -rió su sacerdotisa haciendo sonreír a Akinom. Sus criadas estaban al tanto de su plan y tampoco apreciaban a aquellos extranjeros, por lo que rieron discretamente a su vez. Todas menos una, cuya sonrisa de desprecio pasó desapercibida.
- Ya estais preparada, mi señora -comentó una sirvienta dándole los últimos retoques a su maquillaje. Akinom se miró en el estanque y sonrió con tristeza. Estaba realmente preciosa, su belleza quedaba realzada con todo lo que llevaba puesto y parecía una auténtica reina. Lástima que la única persona que deseaba que la viera así no estaba a su lado...
La joven se dirigió al jardín interior, donde su prometido la esperaba ansioso y satisfecho de ver que por fin estaba conquistando a la reina de Imlan. Pronto toda su fortuna le pertenecería.
Paso II: Deshacerse de Berthal.
El hermano de Hahsuc era el joven más impertinente, malcriado, inmaduro e irritante que había conocido jamás, y su soberbia solo era superada por la de su hermano. Paseaba por Imlan como si aquello le perteneciera, coqueteaba con las sirvientas... Realmente no le apetecía pensar en él más de lo debido, su misión era entretenerlo y eso era justamente lo que iba a hacer, aunque para ello tuviera que presentarle a todas las jóvenes del reino. ¿Su hermano quería una prometida para él? ¡Pues ella se la encontraría!
- ¿Dónde se habrá metido ese imbécil? Tengo a una señorita de gran belleza esperándole... En serio, con lo presuntuoso que es no debería hacer esperar a nadie, solo alguien que realmente codicie una fortuna se casaría con él... -murmuraba Kârmne para sí. Mientras meditaba, notó algo en uno de los pliegues de su túnica; la tablilla de Fe-âh-do. Se había olvidado completamente de ella. La sacerdotisa volvió a leer el mensaje y reparó en las palabras con mayúscula una vez más. ¿Qué querrían decir? Estaba claro que era un mensaje encriptado, tal vez sería buena idea pararse a tratar de adivinarlo, pero no tenía tiempo. La posible nueva conquista de Berthal esperaba.
Paso III: Demostración de amor.
- Estás... preciosa -suspiró Hahsuc viendo aparecer a Akinom. La joven se movía con una elegancia digna de la futura reina en la que iba a convertirse, y Hahsuc no podía dejar de admirarla. Quería sus posesiones, su reino... y estaba empezando a desear realmente a aquella hermosa joven. No tenía nada de malo, haría el matrimonio mucho más sencillo y estaba claro que ella comenzaba a sentir lo mismo por el... Por fin se estaba olvidando de aquel consejero, y eso conllevaría tantos momentos a su lado... Hahsuc sonrió de forma arrogante y Akinom le sonrió a su vez ocultando con maestría sus sentimientos. El reino jamás sería suyo.
- Tu también estás muy elegante -comentó de forma coqueta. Trataba de imaginar que estaba con Ark-los, de esa forma los cumplidos eran mucho más naturales.
- Y bien... -comenzó él tomando su mano- ¿cuando me concederás el honor de ser tu esposo?
- Pronto. Los preparativos ya están siendo dispuestos y...
Akinom se detuvo ante la cercanía del joven. ¿No querría..?
- Mi señora, las frutas con miel -interrumpió una sirvienta.
La joven suspiró aliviada y por fortuna su prometido interpretó aquel sonido como una queja, por lo que sonrió.
- Tenéis visita -dijo la criada cuando acabó de preparar el aperitivo.
- No quiero recibir a nadie, estoy ocupada. Díselo a quien sea -ordenó Akinom.
La sirvienta se fue sacudiendo su larga melena caoba y Hahsuc volvió a tomar la mano de su prometida.
- ¿Dónde estábamos? Creo que me hablabas de los detalles de nuestro casamiento -susurró dulcemente.
- Si... -dudó Akinom. No quería que el joven volviera a...
Si, ahí estaba. Acercándose de nuevo. ¿Pretendía besarla? Su rostro estaba cada vez más cerca, y Akinom cerró los ojos. Su imaginación tenía que volar lejos, muy lejos... Tan lejos que pudiera alcanzar sus labios...
- ¡Akinom!
La joven abrió los ojos y su mirada se encontró con la de Ark-los. La sangre se le heló en las venas.
- ¡Lo siento, mi señora! ¡No he podido detenerlo! -se disculpó con tono falso la sirvienta.
- ¡Am-näir..! Hablaremos más tarde.
La joven hizo una reverencia y mientras se retiraba miró lascivamente a Ark-los, gesto que no pasó inadvertido a Akinom, que se sintió arder de furia.
- ¡Am-näir! -la joven la miró inocentemente- Quiero que te ocupes de embellecer todos los estanques de palacio. Tu sola, tengo plena confianza en tus capacidades.
La criada la miró sorprendida. Era una tarea muy dura para una sola persona.
- No deberías tratar así a tus sirvientes -comentó Ark-los cuando la joven desapareció. Akinom le miró con dureza.
- Mis criadas deberían saber cuál es su lugar.
- Tal vez te molesta que te hayamos... distraído -dijo mirando fijamente a Hahsuc, que le dedicó una sonrisa soberbia.
- Tal vez... -Akinom no podía arriesgarse a echar a perder su plan, aunque le doliera en lo más profundo tratar así al amor de su vida, que la miraba como si no la conociera.
- Hahsuc... ¿podrías dejarnos a solas? -pidió amablemente Ark-los con la mirada más fría que le había visto jamás.
- Por supuesto que no.
- Lo que tengas que decirme puedes decírmelo delante de mi futuro consorte.
Ark-los le dirigió una mirada que le partió el corazón e instantáneamente se arrepintió de sus palabras. Por otra parte, comenzaba a indignarse ¿Cómo era posible que Ark-los creyera realmente que se estaba enamorando de Hahsuc? ¿Es que no la conocía en absoluto? Si, definitivamente su tristeza estaba convirtiéndose en furia.
- No voy a hablar delante de ese.
- Más respeto, Ark-los -susurró con voz amenazante Hahsuc.
- Olvídalo, amor. Déjame un instante a solas con el, no regresará a importunarnos -murmuró la joven seductoramente en su oído de forma que Ark-los no pudiera escucharles.
- Increíble... -musitó el consejero. No podía dejar que Akinom fuera engañada por ese farsante, pero parecía que la había perdido... Sentía que estaba inmerso en una pesadilla de la que no podía despertar, y, sin embargo, aún estaba convencido de que tenía que haber otra explicación...
Paso IV: Cerciorarse de que las lealtades son sinceras.
Nunca hay que confiar en nadie. Nunca hasta que te demuestra su auténtica lealtad. Suerte que a ella no se le escapaba nada. Kârmne había logrado encontrar a Berthal y le había llevado por fin hasta la joven que le esperaba impaciente. Pobrecilla... Al menos el muy estúpido creía que tenía miedo a su hermano o algo y por eso le trataba con tanta amabilidad... En cuanto pudiera... ¡oh, la venganza sería terrible!
- ¡Disculpa!
La sacerdotisa esquivó a Am-näir librándose de que la rociase con el agua que portaba.
- ¡Am-näir! ¿qué ocurre?
- Akinom me ha ordenado embellecer los estanques de palacio -comentó la joven con un tono de voz que a Kârmne no le gustó.
- ¿A ti sola?
- Si.
La criada se dirigió al estanque y Kârmne la miró fijamente. La joven se encontraba entre el círculo más cercano de Akinom, y conocía sus secretos... Conocía...
La sacerdotisa abrió los ojos desmesuradamente. La reina estaba en peligro.
Paso V: Mantener alejado a Ark-los.
- Estás preciosa.
Akinom dejó momentáneamente de respirar. No supo qué decir.
- Dime que todo esto es parte de alguna trama urdida entre tu sacerdotisa y tu. Dime que no te he perdido... -continuó el consejero tomándole la mano. Jamás le había hablando así.
- Ark-los...
Paso III: Demostración de amor.
- Estás... preciosa -suspiró Hahsuc viendo aparecer a Akinom. La joven se movía con una elegancia digna de la futura reina en la que iba a convertirse, y Hahsuc no podía dejar de admirarla. Quería sus posesiones, su reino... y estaba empezando a desear realmente a aquella hermosa joven. No tenía nada de malo, haría el matrimonio mucho más sencillo y estaba claro que ella comenzaba a sentir lo mismo por el... Por fin se estaba olvidando de aquel consejero, y eso conllevaría tantos momentos a su lado... Hahsuc sonrió de forma arrogante y Akinom le sonrió a su vez ocultando con maestría sus sentimientos. El reino jamás sería suyo.
- Tu también estás muy elegante -comentó de forma coqueta. Trataba de imaginar que estaba con Ark-los, de esa forma los cumplidos eran mucho más naturales.
- Y bien... -comenzó él tomando su mano- ¿cuando me concederás el honor de ser tu esposo?
- Pronto. Los preparativos ya están siendo dispuestos y...
Akinom se detuvo ante la cercanía del joven. ¿No querría..?
- Mi señora, las frutas con miel -interrumpió una sirvienta.
La joven suspiró aliviada y por fortuna su prometido interpretó aquel sonido como una queja, por lo que sonrió.
- Tenéis visita -dijo la criada cuando acabó de preparar el aperitivo.
- No quiero recibir a nadie, estoy ocupada. Díselo a quien sea -ordenó Akinom.
La sirvienta se fue sacudiendo su larga melena caoba y Hahsuc volvió a tomar la mano de su prometida.
- ¿Dónde estábamos? Creo que me hablabas de los detalles de nuestro casamiento -susurró dulcemente.
- Si... -dudó Akinom. No quería que el joven volviera a...
Si, ahí estaba. Acercándose de nuevo. ¿Pretendía besarla? Su rostro estaba cada vez más cerca, y Akinom cerró los ojos. Su imaginación tenía que volar lejos, muy lejos... Tan lejos que pudiera alcanzar sus labios...
- ¡Akinom!
La joven abrió los ojos y su mirada se encontró con la de Ark-los. La sangre se le heló en las venas.
- ¡Lo siento, mi señora! ¡No he podido detenerlo! -se disculpó con tono falso la sirvienta.
- ¡Am-näir..! Hablaremos más tarde.
La joven hizo una reverencia y mientras se retiraba miró lascivamente a Ark-los, gesto que no pasó inadvertido a Akinom, que se sintió arder de furia.
- ¡Am-näir! -la joven la miró inocentemente- Quiero que te ocupes de embellecer todos los estanques de palacio. Tu sola, tengo plena confianza en tus capacidades.
La criada la miró sorprendida. Era una tarea muy dura para una sola persona.
- No deberías tratar así a tus sirvientes -comentó Ark-los cuando la joven desapareció. Akinom le miró con dureza.
- Mis criadas deberían saber cuál es su lugar.
- Tal vez te molesta que te hayamos... distraído -dijo mirando fijamente a Hahsuc, que le dedicó una sonrisa soberbia.
- Tal vez... -Akinom no podía arriesgarse a echar a perder su plan, aunque le doliera en lo más profundo tratar así al amor de su vida, que la miraba como si no la conociera.
- Hahsuc... ¿podrías dejarnos a solas? -pidió amablemente Ark-los con la mirada más fría que le había visto jamás.
- Por supuesto que no.
- Lo que tengas que decirme puedes decírmelo delante de mi futuro consorte.
Ark-los le dirigió una mirada que le partió el corazón e instantáneamente se arrepintió de sus palabras. Por otra parte, comenzaba a indignarse ¿Cómo era posible que Ark-los creyera realmente que se estaba enamorando de Hahsuc? ¿Es que no la conocía en absoluto? Si, definitivamente su tristeza estaba convirtiéndose en furia.
- No voy a hablar delante de ese.
- Más respeto, Ark-los -susurró con voz amenazante Hahsuc.
- Olvídalo, amor. Déjame un instante a solas con el, no regresará a importunarnos -murmuró la joven seductoramente en su oído de forma que Ark-los no pudiera escucharles.
- Increíble... -musitó el consejero. No podía dejar que Akinom fuera engañada por ese farsante, pero parecía que la había perdido... Sentía que estaba inmerso en una pesadilla de la que no podía despertar, y, sin embargo, aún estaba convencido de que tenía que haber otra explicación...
Paso IV: Cerciorarse de que las lealtades son sinceras.
Nunca hay que confiar en nadie. Nunca hasta que te demuestra su auténtica lealtad. Suerte que a ella no se le escapaba nada. Kârmne había logrado encontrar a Berthal y le había llevado por fin hasta la joven que le esperaba impaciente. Pobrecilla... Al menos el muy estúpido creía que tenía miedo a su hermano o algo y por eso le trataba con tanta amabilidad... En cuanto pudiera... ¡oh, la venganza sería terrible!
- ¡Disculpa!
La sacerdotisa esquivó a Am-näir librándose de que la rociase con el agua que portaba.
- ¡Am-näir! ¿qué ocurre?
- Akinom me ha ordenado embellecer los estanques de palacio -comentó la joven con un tono de voz que a Kârmne no le gustó.
- ¿A ti sola?
- Si.
La criada se dirigió al estanque y Kârmne la miró fijamente. La joven se encontraba entre el círculo más cercano de Akinom, y conocía sus secretos... Conocía...
La sacerdotisa abrió los ojos desmesuradamente. La reina estaba en peligro.
Paso V: Mantener alejado a Ark-los.
- Estás preciosa.
Akinom dejó momentáneamente de respirar. No supo qué decir.
- Dime que todo esto es parte de alguna trama urdida entre tu sacerdotisa y tu. Dime que no te he perdido... -continuó el consejero tomándole la mano. Jamás le había hablando así.
- Ark-los...
Dedicado a Mónica, ¡feliz cumpleaños cuca!