Dedicado a Mónica, ¡feliz cumpleaños reina!
24 enero 2021
Amber Enigma
01 enero 2021
Dunwich Macabre
- Incluso si fuera...
Sus pensamientos vagaban inconexos y plagados de déjà vu. Los árboles se le hacían familiares y sus espíritus acariciaban su alma. Apretó la gema verde contra su pecho y suspiró profundamente. Tenía que ser valiente y asumir la verdad, aunque doliera. El error de abrir el velo solo lo había cometido ella y ningún razonamiento al respecto aliviaría el mal. Jamás.
- Ödyhn...
No sabía cuántas lunas habían pasado. Cuando llegó a la linde del bosque se sintió reconfortada, como si hubiera dejado atrás todos los enigmas y secretos... Que en realidad portaba consigo. Suspiró nuevamente. Si el sino de Lady Blue era rescatar a las gentes de Ämsyar... consagraría su vida a ello.
- ¡Sêdnä!
La dulce voz de Ödyhn fue como música para sus oídos. Su mirada lo decía todo, su aspecto había cambiado. Sus ojos nacarados relucían inexpugnables. Quiso abrazarla, consciente de que no era posible. Y quiso atravesar el velo...
- Volvamos.
Ödyhn la llevó sana y salva hasta Ämsyar, que seguía siendo el lugar encantador de antaño. Los niños que una vez le habían dado la bienvenida acudieron a su encuentro, alegres y joviales... Y mayores. Sintió una punzada de aprensión hasta que vio a la señora de canoso cabello, envejecida pero aún llena de energía.
- Al fin regresáis, pequeña Diosa... -dijo acariciando maternalmente su larga melena- no esperaba menos de vos.
A Lady Blue se le llenaron los ojos de lágrimas en agradecimiento por la cálida bienvenida y el secreto que pesaba en su corazón, que no pasaron inadvertidos para la mujer.
- Yo...
- Ven, necesitas ropajes nuevos, ¡debes haber pasado mucho frío!
No sabía cuánto.
Ataviada con un vestido de terciopelo rojo oscuro y una túnica a conjunto, se sentía como una reina. Su rostro pálido le devolvía la mirada hundida y su nuevo corte de cabello le sentaba muy bien... Y se sentía culpable por verse hermosa. ¿Cómo podía pensar en tales detalles superfluos cuando el destino de aquellas gentes estaba en juego? Quizá era un escape mental al terrible mundo que la rodeaba...
- ¡Tan preciosa como siempre! -exclamó uno de los jóvenes- ¡y aún llevas el amuleto!
Lady Blue acarició el árbol de la vida con cariño y sonrió con sinceridad por primera vez en mucho tiempo.
- Me ha hecho mucho bien...
El muchacho se sonrojó y ella rió ante su timidez.
- ¡Cada día estáis más hermosa! La vida florece en vos -respondió la niña de bucles dorados, que ahora era una vivaracha y bella muchacha. El rostro de Sêdnä se oscureció. ¿He dicho algo malo? -se percató la muchacha.
- No, cielo... El viaje ha sido largo, estoy extenuada eso es todo -sonrió amable.
- ¿Cómo es Orión?
- ¡Basta de preguntas! -regañó con dulzura la mujer de cabello cano- nuestra bruja de Yör debe descansar. Toma -dijo tendiéndole una infusión con un aroma agradable y depositando un beso tierno en su cabeza -duerme, pequeña Diosa.
Lady Blue despertó al día siguiente con la mente despejada y el corazón oprimido. No sabía cómo enfrentarse a los habitantes de Ämsyar, que tantas esperanzas tenían depositadas en ella.
- ¿Qué ocurrió en la cueva?
La voz de Ödyhn era dulce, pero sonaba... ¿lejana? Sus ojos permanecían opacos, como si la conexión entre ambas se hubiera roto. O como si...
- Bien sabes que no puedo contártelo... -respondió cuidando de no parecer desconfiada.
- Me preocupo por tí. No pude acompañarte... y has estado ausente muchas, demasiadas lunas...
Ella era la que parecía en otro mundo, y no solo por el velo desgarrado. Algo en su espíritu había cambiado... ¿Habría sucedido algo en el pueblo que ella no sabía?
- Era mi destino, encontrar aquel lugar y...
El espíritu brilló con fuerza para apagarse de nuevo.
- ¿Y? -apremió la joven.
Parecía poseída. ¿Cómo era posible?
- ¿Ödyhn..?
- ¡Vamos, habla Sêdnä! ¿Qué es lo que temes? -su voz sonaba ahora grave y desconocida.
- ¿Quién demonios eres?
- Tu peor pesadilla -respondió la voz.
Dedicado a Sedna, ¡feliz cumpleaños reina!
24 enero 2020
The Vestiges of the Pyramid
- Vos... No oséis pronunciar ni una palabra más en presencia de vuestra reina. No sois digno del oasis, de su magia ni de mi corazón -terció.
Hahsuc la miró anonadado. ¿Por qué rehusaba su ardiente amor? ¿Prefería a ese consejero sin linaje antes que a su apolíneo prometido?
- Sois cruel, mi señora. Pero vuestra crueldad solo me hace anhelar más fervientemente vuestro amor.
Akinom bufó con desprecio y desesperación.
Kârmne inspiró profundamente para poder entrar en trance. Con suavidad y lentitud, sopló las velas que iluminaban tenuemente la pirámide hasta que solo quedaron vivas las que rodeaban la figura de Berthal. El joven no se movía y parecía sumido en un sueño inquieto provocado por las fragancias. Por un momento pensó que sería ilustrativo poder contemplar sus pensamientos, pero pronto rechazó esa idea. Fijo que eran de lo más turbio... Sueños de poder, delirios de grandeza y bellas mujeres. No quería esas imágenes en su propia mente. La sacerdotisa se aproximó al joven y removió los pétalos de las flores para que desprendieran sus esencias con más vigor...
- Kârmne... -musitó el joven en sus sueños. La sacerdotisa se acercó a su rostro y lo contempló. Hahsuc no... hermano...
La mujer le miró con curiosidad. ¿Sabía aquel cenutrio que Hahsuc no era su verdadero hermano? No podía creérselo... Abandonó el ritual y se le quedó mirando fijamente en busca de más palabras. El joven empezó a roncar y la sacerdotisa bufó indignada. Por un instante, sintió el aliento de Akinom y vio los ojos de cordero degollado de Hahsuc en un paisaje dorado. Pestañeó. Su señora estaba en serio peligro...
Los ojos de Am-näir estaban llenos de brillantes lágrimas y al resto de siervas se les rompía el corazón... La joven se había derrumbado y había comenzado a llorar silenciosamente. Ella, la incólume, la más valiente y ambiciosa, sollozaba sin consuelo. Una de las jóvenes se acercó y desató sus manos, a pesar de los susurros de las demás. No podía dejarla en tal deplorable estado... La vigilaban de cerca, no pasaría nada. Cuando se vio liberada de sus ataduras, la joven sonrió en agradecimiento e inmediatamente echó mano a su túnica, de la que sacó una pequeña botellita que estampó contra el suelo no sin antes cubrir su rostro, haciendo que todos a su alrededor cayeran sumidos en un profundo sueño...
¿Qué demonios ocurría? Por Ra que tenía que averiguarlo.
- Vuestras palabras son necias, tan solo anhelais poder, devastación. Imlan jamás será vuestro. Yo jamás seré vuestra.
Estaba realmente gloriosa y brillaba con luz propia. Ark-los no podía dejar de admirarla en las sombras. Aquella ya parecía más su Akinom, una auténtica reina del Nilo.
- Mi señora...
- No. No soy vuestra señora...
- ... Sois señora del Nilo, de la tierra. De todo lo existente. De mi corazón, aunque lo neguéis -interrumpió Hahsuc.
- Nunca, nunca...
- Siempre. He cometido errores en búsqueda del poder y la gloria. Pero existen otros caminos. Mostrádmelos.
¿Pero quién se creía para hablarle de ese modo? ¡El amor de su vida estaba justo detrás!
- No sois quién para recorrer según que caminos. Volved a vuestra tierra y tendré clemencia.
Una carcajada de Hahsuc la sorprendió del todo. ¿Se reía?
- No me hagáis reír... Un uraeus y vuestra semejanza física con Hathor no son suficientes para gobernar un reino.
Akinom no sabía qué decir. ¿Qué había cambiado de nuevo? El oasis de los perdidos parecía hacer perder la coherencia a aquel despreciable... No entendía aquellos cambios tan bruscos. La luna relucía con su enorme belleza en el firmamento. ¿Sería su influjo el que le hechizaba?
- Akinom...
La voz de Ark-los trajo de vuelta sus pensamientos. No podía permitir que Hahsuc estuviera ni un instante mas en aquel lugar sin purificar su espíritu.
La sacerdotisa había vuelto al ritual mientras Berthal roncaba como un poseído. Tras varios hechizos y ceremonias consagró la pirámide y todo lo que se hallaba en su interior. Berthal comenzó a gritar asustándola y trató de incorporarse tan de golpe que la sacerdotisa cayó hacia atrás.
- ¡Oh, que horrible pesadilla! ¿Dónde está mi hermana, la princesa Akinom?
Kârmne se quedó sin palabras. Aquel no parecía Berthal, el niño engreído hermano del aún más petulante Hahsuc. Parecía un joven comprometido con el reino, maduro, serio... ¿Tan fuerte había sido el ritual que había cambiado su personalidad?
- Debemos advertirle. Hahsuc hará todo lo que esté en su mano para arrebatarle el reinado y quizá... Quizá quiera asesinarla -dijo con seriedad. Kârmne no se lo podía creer. Sin ningún disimulo, comprobó las pociones que tenía en la pirámide. ¿Le había dado alguna por error? No era capaz de recordarlo...
- Sacerdotisa, soltadme y juntos protegeremos a Akinom, a mi hermana.
Kârmne perdió la razón por un instante y confió ciegamente en aquel joven. Le desató alegre por lo bien que había salido el ritual y comenzó a meditar una buena forma de disculparse con él por lo acontecido previamente... Quizá las esencias y fragancias de la magnífica Imlan habían introducido al fin un poco de sentido común en aquella sesera. En cuanto el joven se vio libre, sonrió agradecido a la sacerdotisa y se dispuso a seguirla.
- Está bien, salgamos de este lugar...
- ¡Ni pensarlo!
En un movimiento rápido, Berthal dio un golpe seco en la nuca de la sacerdotisa que la hizo caer de rodillas.
- ¡Y así es como se engaña a una bruja del demonio! -exclamó Berthal con su voz de siempre dando rienda suelta a su hilaridad. La sacerdotisa yacía inmóvil en el suelo y el joven no podía sentirse más ufano. ¡Y ahora me largo de este lugar infernal!
- ¡Que os lo habéis creído!
Kârmne se levantó con agilidad felina y rodeó al joven con sus brazos haciéndole un movimiento que casi le parte el brazo izquierdo.
- ¡Ay, no!
- ¡Ya sabía yo que no podíais cambiar! ¡Ni siquiera la poderosa magia de Imlan puede acendrar vuestros pecados!
- ¡Pero confiabais en mi! -chilló el joven como un crío.
- ¡Nunca! ¡Os he engañado! -mintió.
- ¡Basta!
Ambos dejaron de forcejear y se giraron a la vez. Am-näir, vestida a la manera griega, portaba una antorcha en una mano y un khopesh en la otra. Parecía una guerrera amazona.
- ¿Cómo habéis recuperado la voz? ¿Qué hacéis aquí? -preguntó Kârmne asiendo con más fuerza a Berthal, que se retorcía como un cochinillo.
- ¿Pensáis que sois la única que domina la magia? Mi madre es una sacerdotisa menor y conoce algunas pócimas...
Kârmne se sentía desbordada. Am-näir la amenazaba con el sable y no sabía qué hacer.
La futura reina de Imlan miraba el hermoso paisaje onírico del oasis en medio de una batalla interior. Conocía ese lugar, su poder, pero no cuánto podía cambiar los corazones de aquellos que lo descubrían. Y se arrepentía de habérselo descubierto a Hahsuc, como si uno de sus más preciados secretos hubiera sido revelado a quien podría destruirlo todo... No quería que acabara con su reino, con su grandeza, con todo por lo que había luchado y debía seguir luchando. Se giró y miró a Ark-los, perdida. Los ojos castaños de su consorte le devolvieron una mirada que hizo que todas sus esperanzas se desvanecieran. Veía el reflejo de Hahsuc en ellos.
- ¿Estáis bien? La hija de faraones no debería cavilar tanto sus decisiones... Tal vez el peso de un reino sea demasiado para vos... -dijo Hahsuc.
¿Qué le estaba ocurriendo? Todo parecía como una pesadilla... Los antiguos dioses se alzaban y la juzgaban, los cielos se desmoronaban. Anubis, el chacal, la custodiaba hacia su necrópolis sin lujos donde no llegaría jamás a la otra vida. Bastet abandonaba su rol benévolo y se aliaba con Sacmis para que el sol le diera muerte. Maat rompía el equilibrio y la armonía del universo primigenio para dar valor a la deslealtad, la mentira y la injusticia. Cnum dejaba de crear y las vidas de dioses y mortales se apagaban. Kheper nunca le haría su visita eterna...
- ¡Akinom!
Despertó en brazos de Ark-los, desorientada. La pirámide reflejaba con la luz de la luna los grabados de su interior. Akinom miró a la joven que se le parecía, fijándose especialmente en su rama y su cetro. ¿Era realmente digna?
- ¿Qué ha pasado? ¿Dónde está Hahsuc? -cuestionó la futura reina de Imlan.
- Los Sin Nombre se lo han llevado dormido.
- ¿Qué hago aquí?
Ark-los la miró tiernamente.
- Vuestros poderes son grandes, mi señora. Pero los poderes del oasis de los perdidos pueden ser difíciles... de someter...
- ¿Qué quieres decir con eso?
El consejero hizo una pausa, meditando sus palabras.
- Os mirasteis fijamente y el cielo se desplomó ante vos.
Akinom le miraba silenciosa sin entender.
- ¿Se... desplomó?
- El poder se liberó... Y fue demasiado para ti. Para él. Para ambos...
- ¿Por qué hablas así de nosotros?
El joven suspiró, resignado.
- Me temo que no todos los enigmas están resueltos, amor mío... Aún nos queda un largo camino antes de que podamos llamar hogar a Imlan -dijo simplemente.
La pirámide relucía a pesar de la oscuridad con la antorcha que portaba Akinom y que recordaba a los antiguos dioses de Olimpia.
- Y ahora... Vais a liberar a mi futuro esposo.
- ¡Oh! ¿Yo? ¿Tu esposo? ¡Sois muy bella, mi señora! ¿Y decís que sois descendiente de sacerdotisas? -preguntó el joven con voz suspicaz y claramente pinta de no querer emparentar con estirpes de brujas.
- Callaos -Berthal pareció encantado con que le diera órdenes. Probaréis de vuestros propios conjuros, maldita sacerdotisa -dijo aproximándose a ella y obligándola a inhalar el extracto de una hierba que había quemado encima de la antorcha.
- Perdonadme, mi señora... -pensó Kârmne antes de desvanecerse.
01 enero 2020
Malleus Maleficarum
Lady Blue caminaba por el bosque con su larguísima melena ondeado con la suave brisa de la mañana. La luz del sol la reconfortaba, aunque su corazón no encontraba sosiego. Había visto el verdadero rostro de Ämsyar, el que el mismo pueblo desconocía, el que debían ignorar para no caer en la ignominia. ¿Dónde se encontraba el místico poder del que la señora le había hablado? No en la cueva. La cueva había sido imposible de encontrar por una buena razón desde hacía siglos y así debía seguir siendo. No podía mentirles, pero no quería que sus horribles verdades salieran a la luz...
- Por otra parte estoy perdida en este bosque... Quizá pudiera seguir así para siempre, convertirme en un espíritu de la naturaleza y dejar que el velo...
Ella no era así. No podía ignorar su error. Aunque Ämsyar estuviera bajo los efectos de una maldición que ellos mismos desconocían, no podía abandonarles. Tendría que encontrar el camino de regreso y buscar otra forma de sellar el velo...
Una risita hizo que se diera la vuelta. No vio nada. La luz del sol se filtraba entre las ramas de los árboles creando sombras que parecían seres mitológicos, pero no veía nada. La risita se escuchó más fuerte. Detrás de uno de los árboles, la Oréade que protegía la cueva se acercó silenciosamente a ella y le tendió una gema verde brillante. Sëdnâ desconocía el material, pero en cuanto la tocó supo que pertenecía a la cueva. Que era lo único puro que podía crear de la oscuridad. La Oréade sonrió y desapareció en la neblina. Lady Blue supo entonces que la cueva jamás volvería a aparecer y el secreto de Ämsyar estaría a salvo mientras ella fuera su custodia.
24 enero 2019
Áureo
- Mi querido prometido se aproxima a la pirámide... -susurró con un deje siniestro.
Hahsuc se acercó a la majestuosa obra admirando su exquisita arquitectura. No parecía una pirámide común y corriente, si no la expresión de la perfección faraónica en toda su gloria. Cuando Imlan fuese suyo conquistaría aquel lugar y se trasladaría a vivir en él en medio del desierto en los ardientes veranos para poder tener privacidad con sus amantes. Tenía sentimientos encontrados con respecto a Akinom, aunque la calidez de aquellas gentes le había ablandado un poco y creía recordar la belleza de su prometida... Bueno, ya vería.
01 enero 2019
The Nightmare in the Maelström
Un rato más tarde se sintió lista para acudir a la cita en la estatua de la diosa. Realmente con la luz del sol se parecía a su rostro, aunque el de la joven se le antojaba mucho más hermoso. Acarició con suavidad el amuleto del árbol de la vida de plata que ahora pendía de su cuello.
- ¡La diosa ha llegado!
El silencio se hizo en el pueblo y todos sus moradores parecieron acudir a las palabras de la señora. Lady Blue guardó silencio.
- ¡Acercaos, no seáis tímida!
Los habitantes del pueblo se arrodillaron mientras Sêdnä, sonrojada de vergüenza, se aproximaba a la estatua. Algunos arrojaban pétalos a su paso y sonreían emocionados.
¡Por fin tenemos a Sêdnä, la bruja de Yör y descendiente de la mismísima diosa de Orión en nuestra aldea!
La joven guardó silencio. ¿Ella, descendiente de la diosa? Eso era imposible.
- Yo solo soy...
Unas lágrimas errantes afluyeron a los ojos de Lady Blue, que pestañeó.
- Nuestra joven bruja precisa recuperar la fe y sellar el velo de los muertos -se oyeron algunos gritos ahogados que parecieron entremezclar miedo y emoción. Todos cometemos errores y algunos son fatales, pero la comprensión del más allá es algo indispensable para una bruja de su condición antes de poder viajar astralmente a su realidad -dijo con solemnidad la señora.
Sêdnä meditó. ¿Tendría que ver con su sueño? No había visto dioses ni rastro de vida en aquel lugar, solo el vacío de la inmensidad del universo y la belleza de sus estrellas...
- Los Dioses regresarán y nos guiarán en el camino de la magia, para que el poder no sea ostentado solo por unos pocos elegidos y la paz y la sabiduría más pura puedan al fin reinar en este mundo.
Todos los habitantes de Ämsyar la miraron fijamente, amedrentados. Se oyeron gritos de sorpresa y profundo disgusto. La joven se arrepintió de sus palabras.
- ¿Qué quieres decir, jovencita? -preguntó la anciana, que de repente parecía menos amable.
El paisaje cambió. Los cielos se nublaron y una lluvia de cristales comenzó a caer sobre Ämsyar. Los niños gritaban asustados y los adultos alzaban los brazos desesperados.
- Has traído la maldición a nuestro pueblo. Nos has traicionado, pequeña bruja del demonio. ¡Nosotros te adoramos desde hace milenios! -gritó la señora, revelando su verdadera apariencia. La piel se le derritió en la cara y mostró un rostro terrible de color cenizo con dientes retorcidos y pelo exiguo de tono verdoso. Las casitas retorcidas del pueblo se oscurecieron y se volvieron malignas, espeluznantes.
- ¡Gran Diosa!
Sêdnä abrió los ojos. Uno de los niños, el que le había regalado el amuleto, la miraba preocupado y triste. ¿Qué había ocurrido?
- Sois portadora de terribles pesadillas, pequeña... -dijo la señora de cabellos canosos, que cuidaba de la lumbre. Sêdnä comenzaba a entender... ¿Todo había sido un sueño?
Miró en la estancia y el corazón le dio un vuelco. En una de las sillas, a la mesa, estaba sentada Ödyhn, que parecía más corpórea que nunca.
- La sacerdotisa desea protegeros más allá de lo imaginable, pero vuestros mundos han de permanecer separados hasta que llegue el momento de unirse...
La joven sacerdotisa se sonrojó de forma nacarada sintiéndose culpable.
- Lo siento, mi señora. Me alejaré de vos si así los deseáis, pero eso no alejará las pesadillas. He forjado un lazo con vos que ya no puede ser roto, la magia de la Atlántida tiene ese efecto en los mortales... -se disculpó.
¿Siempre?
La señora se giró, dejó de revolver en el puchero y la miró. Sêdnä pudo ver en sus ojos una sabiduría que no podía ser acumulada ni en mil vidas.
- Nunca podríais hacernos daño, pequeña diosa. Jamás temáis por eso -la tranquilizó- pero si que debemos guiaron en vuestros sueños para que desentrañéis la mentira de la realidad. La bruja de Yör tiene poderes proféticos, pero su negatividad afecta a su juicio. ¿Qué verdad podéis decirme de vuestra pesadilla?
Sêdnä guardó silencio tratando de concentrarse. La única verdad era....
- Orión. La Gran Nebulosa de Orión. La Nebulosa de Mairan y Cabeza de Caballo -dijo segura de sí misma sin ser consciente de que había nombrado cuerpos estelares que no serían descubiertos hasta mucho después.
La señora sonrió complacida.
- Ensis... Debéis percibir la belleza en medio de la oscuridad. ¿Qué más podéis decirme de vuestro auténtico viaje astral?
La joven no quiso decir nada. ¿Se volvería todo tan horrible como en su sueño? No quería que Ämsyar sufriera por sus imperfecciones. Miró a Ödyhn, que no se encontraba en su sueño. No tenía nada que temer.
- Yo... Creo que estoy lista para ir a la estatua -dijo sin saber por qué. La señora sonrió enigmáticamente.
Dedicado a Sedna, ¡feliz cumpleaños reina!
24 enero 2018
The Oasis of Serenity
La sacerdotisa, sumida en sus labores rituales, no se dio cuenta de nada. Ocurrió en un suspiro. Berthal no dejaba de quejarse y llorar, aterrorizado por lo que aquella sádica mujer pudiera hacer con él. Los sacrificios no le eran ajenos, en su pueblo se practicaban para agradar a los dioses y obtener buenas cosechas, pero nunca creyó que algo así pudiera pasarle a él. Nacido en una buena familia, rica y poderosa, su rol en el universo era desempeñar el poder, esgrimirlo para que los esclavos no se rebelaran y hacer grandes obras para que se le recordara en la posteridad. Como conquistar Imlan y ser la mano derecha de su hermano, el primogénito. Y desposar una hermosa joven, claro está, para que su estirpe siguiera brillando y reinara. No quería que aquella sacerdotisa diabólica le arrancara sus sueños, su destino. Tanto se retorció que una de las cuerdas cedió y dejó libre su muñeca izquierda. Sin poder creérselo, pidió misericordia a la sacerdotisa para que se acercara.
El joven no podía ver nada desde su posición, pero si que había visto un hilo de sangre aparecer en la túnica de la mujer. Rió a carcajadas, ¡era un héroe! Había acabado con la sacerdotisa de Akinom, ¡su hermano le recompensaría con la mitad del reino! Bueno, quizá no tanto, pero seguro que le conseguía a la mujer más guapa para que fuera su esposa. ¡Y eso si que le gustaría! Mientras él ejercía su poder, podría entretenerse teniendo vástagos con su bella mujer...
Hahsuc había alcanzado el oasis de los perdidos y sus ojos no podían creérselo. Cuando estaba a punto de desfallecer y moría por una gota de agua en sus labios, vio en la lejanía un hermoso paraje verde lleno de vida. Suponiendo que se trataría de alguna espléndida alucinación a causa del cansancio y el calor asfixiante, se acercó a ella para comprobar cómo sería. Lo que no esperaba es que aquel sitio fuera real y que incluso tuviera nómadas recogiendo frutos y viviendo allí.
- ¿Hola?
Los nómadas le miraron y sonrieron.
- Buenos días, joven, bienvenido al hogar de los Sin Nombre. ¿Os habéis perdido en vuestra travesía?
Hahsuc no entendía bien a qué se referían pero no le importaba, solo quería agua.
- Agua... -miró anhelante un manantial.
Uno de los nómadas le acercó su cántaro y el joven metió las manos en él para beber abudantemente. Al instante se sintió revitalizado, como si el desierto no hubiera hecho ninguna mella en él. Por supuesto que no, era Hahsuc, un hombre perfecto en busca de su prometida.
- ¿Queréis comer? -preguntó una mujer ofreciéndole tayyin, mreifisa y el aych, aparte de los tradicionales dátiles. El joven asintió, hambriento. Qué suerte encontrar tanto lujo en aquel lugar paradisiaco en medio de la nada...
Ark-los la abrazaba reconfortante, atónico por lo que acababa de escuchar.
- ¿Tu hermano? ¿Cómo..?
- No en un sentido literal, sino figurado. Hicimos un juramente de sangre cuando éramos niños, nos hermanamos. Nuestros pueblos lo hicieron. Por eso debería casarme con Hahsuc, aunque no pienso hacerlo...
- Pero... vuestro matrimonio de conveniencia...
- Mis padres lo escogieron y ya sabéis que no tenemos derecho a preguntar. Lo hicieron por el bien del reino. Yo no recordaba el hermanamiento, el aguamanil me lo ha revelado. Y eso...
- Eso significa que el sacrificio... -murmuró Ark-los, entendiendo.
Tan ensimismado estaba en sus dulces pensamientos que no se dio cuenta de que Kârmne se había levantado para propinarle un buen bofetón.
- ¡¡Un inútil!! Es que ni apuñalar a un enemigo sabéis... ¡¡Estúpido!!
- ¡Nooo! ¡Estabais muerta!
Kârmne, totalmente furiosa e ignorando sus quejas, anudó con fuerza las cuerdas hasta que las manos del joven comenzaron a ponerse ligeramente moradas.
- ¡Así ya no escaparéis!
- ¿Cómo podéis haber sobrevivido? ¡Estáis embrujada! -gimió el joven con dolor.
- No, hombre, no, solo ha sido un rasguño... -dijo Kârmne mostrándole la piel donde le había apuñalado, que sangraba ligeramente (no iba a contarle que conocía hechizos de sanación y por ello había logrado levantarse y cicatrizar la herida, ¡que le tuviera miedo!)- Pero me habéis hecho derramar sangre en la pirámide de mi señora, y eso no os lo voy a perdonar...
Una vez sació su hambre y su sed, Hahsuc, sin dar las gracias, comenzó a pasear por el oasis. Los nómadas regresaron a sus labores mirándolo enigmáticamente.
El joven caminó por el lugar no queriendo admitir que le fascinaba. Su fértil paisaje lo hacía único, no solo por encontrarse en medio del desierto, si no por algo que no era capaz de describir ni descifrar. Un misterio parecía yacer en su interior, oculto del mundo. Los hermosos árboles con su sombra y la finísima arena blanca le trasladaban a los cuentos que su madre le narraba de niño, cuando no tenía el poder en sus manos y solo debía jugar, ser libre y educarse para ser el futuro faraón y desposar a una mujer poderosa cuyo imperio pasase a formar parte del suyo. Quizá nunca se había sentido tan libre como aquel día en aquel precioso y misterioso lugar... Sin que si diera cuenta, pronto vio una enorme construcción que se alzaba majestuosa en lo más profundo del oasis. Una pirámide.
01 enero 2018
The Girl and The Dreamcatcher
Un pueblecito de casitas retorcidas le dio la bienvenida en la oscura noche, poco antes de los primeros rayos de sol del amanecer. No sabía hacia dónde ir, se sentía perdida, y era algo poco habitual en ella. Por no decir inusual. Caminar toda la noche la había dejado extenuada, ella, que adoraba el frío aire nocturno y no dormir. ¿Tanto habían consumido y cambiado los espíritus su alma?
No había nadie en derredor, el pueblo dormía. Ninguna luz en las casas, solo alguna chimenea iluminando el hogar. Ningún ser vivo al que pedir compañía, solo el lejano aullido de algunos lobos. La soledad perpetua que siempre la custodiaba.
No se había dado cuenta de lo mucho que había avanzado entre las callejuelas de piedra hasta que vio una estatua que la dejó boquiabierta. En ella podía verse a una joven bellísima que parecía una diosa rodeada de magia. Al pie de la figura había unas palabras:
- ¡Mirad, mirad, se mueve!
- ¡No la asustéis!
- ¿La conocemos?
- ¡Mirad, mirad!
La joven se dio la vuelta con suavidad y se incorporó mientras la capucha se deslizaba por sus oscuros cabellos.
- ¡Ooh! ¡Es guapísima!
A Lady Blue se le escapó una sonrisa tímida. Qué dulces parecían.
- ¿Quién eres?
- ¡Es la diosa!
- ¡Es como una diosa!
- ¡Busquémosle unas flores!
- Niños, no la agobiéis, estará muerta de hambre...
Una señora de canosos cabellos castaños y ojos vivos que se le antojó muy simpática se agachó y le ofreció un poco de pan con miel y agua.
- No es gran cosa pero espero que te guste, es néctar de nuestras mejores flores, te ayudará a recuperar energías.
Dedicado a Sedna, ¡feliz cumpleaños guapísima!