Cómo puedes escribirle a la luz si eres plena oscuridad... cómo puedes escribir al sol si eres la luna... cómo puedes escribir a la lluvia desde el desierto... cómo puedes dejar que la inspiración fluya desde un corazón que no le pertenece...
Su mirada se cruzó con el vacío, y los ojos del abismo sonrieron desde la oscuridad. La lluvia cubría aquel lugar con su danza eterna, anegando sus sentimientos hasta que se derramaron por todo aquel paisaje desolado. El mar de nieve cubría con su frío manto helado la naturaleza agonizante que trataba de sobrevivir a aquel arduo invierno. Hacía una eternidad que era invierno...
El, sin embargo, permanecía en pie, buscando el rastro de la primavera. Cualquier brote, cualquier melodía que le recordara que una vez el día estuvo de su lado, aunque nunca se hubiera dado cuenta. La luz había iluminado su realidad, pero no había sido capaz de captarla en toda su esencia. Se había perdido en la noche de los tiempos y ahora ya no podía ver ninguna...
Sin embargo, sentía esa cadencia. Sentía que fluía en su interior, cálida y dulce, como el rocío al amanecer. Sentía que relucía en un rincón recóndito y olvidado de su mente, bella como una rosa roja que acaba de florecer llena de vida. Sentía que el invierno solo era la promesa de una hermosa primavera que estaba por llegar, donde la luz brillaría tenuemente para que el misterio de su existencia nunca fuera revelado.
Se engañaba. Aquella primavera no llegaría jamás. No por si sola. Al igual que el invierno, un destello la provocaría más allá de todo entendimiento. En realidad lo entendía a la perfección, pero no podía dejar de perderse en las figuras, las metáforas y los enigmas. Así era su naturaleza. Con mirada serena contempló aquel inmenso mundo que le rodeaba y que solo a el pertenecía. Sus luces y sus sombras, sus secretos e incógnitas, todo aquello que deseaba compartir o que permaneciera silenciado. Todo aquel mundo que era el fiel reflejo de su personalidad. Toda su realidad.
Se engañaba. Aquella primavera no llegaría jamás. No por si sola. Al igual que el invierno, un destello la provocaría más allá de todo entendimiento. En realidad lo entendía a la perfección, pero no podía dejar de perderse en las figuras, las metáforas y los enigmas. Así era su naturaleza. Con mirada serena contempló aquel inmenso mundo que le rodeaba y que solo a el pertenecía. Sus luces y sus sombras, sus secretos e incógnitas, todo aquello que deseaba compartir o que permaneciera silenciado. Todo aquel mundo que era el fiel reflejo de su personalidad. Toda su realidad.
Dedicado a Noelia, por su elegancia.