La niebla nacarada cubría todo a su alrededor. Cuando empezó a despejarse, pudo ver un hermoso paisaje que le daba la bienvenida. Era un lugar maravilloso, una suerte de jardín del Edén. Los árboles se extendían indefiniblemente a lo largo de aquellas bellísimas tierras. Las playas de finísima arena bordeaban la preciosa costa y los acantilados que abrazaban el profundo océano que brillaba a la luz del sol, majestuoso, rodeaban aquella perfecta visión. Era el lugar más hermoso que jamás había visto, y todo en el parecía convivir en armonía y paz. La naturaleza virgen le recordaba a una era primigenia donde los seres que habitaban el mundo comenzaban su andadura, curiosos e ilusionados por descubrir el hermoso lugar que les había sido legado por sus ancestros y del cual desconocían casi todos los secretos y enigmas... Un mundo misterioso cuya historia escribían a cada paso, revelando toda la sabiduría que eran capaces de desvelar para conquistar sus tierras y a ellos mismos... Un lugar al que pertenecían y que llevarían por siempre en sus corazones, porque era la tierra que les había visto nacer, prosperar a través de los tiempos, crear más allá de todo entendimiento, realizar todos sus sueños...
El paisaje se desdibujó lentamente y la niebla se arremolinó a su alrededor ocultando aquel hermoso mundo... Tras unos instantes en los que una sensación de eternidad fluyó por sus pensamientos, la niebla comenzó a despejarse de nuevo y pudo ver una antigua civilización que habitaba en una isla paradisíaca dominada por un volcán. También se vio a si misma guiando con la fuerza de un cristal un barco volador por encima de aquel lugar. Parecía ser una sacerdotisa que viajaba entre la misteriosa isla y un lejano bosque en el que vivían en secreto otras sacerdotisas. Había una cueva próxima a un círculo de piedra...
La niebla volvió a cerrarse a su alrededor ocultándole la visión. No entendía qué era lo que acababa de presenciar, pero sabía que era la única que podía revelar aquel enigma. No sabía dónde se hallaba, pero la sensación de paz era indescriptible... Tras unos instantes en los que sus pensamientos fluyeron hacia la eternidad, la niebla volvió a despejarse y pudo ver un paisaje que parecía pertenecer al lejano oriente. Las montañas se erguían cubiertas de nieve en su cima, aunque la naturaleza reflejaba el otoño o la primavera. Los bosques eran muy hermosos y silvestres, profundos y misteriosos como nunca antes había conocido, y sus tonos rojizos eran tan bellos que no podía describirlos porque no encontraba palabras... Los árboles mecían sus hojas con la brisa y unas flores de cerezo se deslizaron hasta una mística pagoda en la que unos ancianos reverenciaban a sus dioses... Quizá eran los guardianes del templo, los custodios de la verdad... Los únicos que comprendían todos sus misterios y que buscaban honrar a las antiguas divinidades que una vez adoraron sus ancestros en el origen de su civilización... Le recordaba a una vieja historia sobre la leyenda de un dragón que le habían contado una vez hacía tiempo. También se vio a si misma relatando esa misma historia en la pagoda... Las flores de cerezo se deslizaron ante sus ojos y la llevaron hasta las tierras más lejanas, donde nacían las montañas y no existían fronteras para la naturaleza que convivía en armonía con los seres humanos. Su belleza era tal que deseó vivir allí de nuevo como guardiana del templo...
La niebla desdibujó la imagen y se arremolinó a su alrededor ocultando aquel bello paraje. El enigma de aquellas visiones era fugaz, sabía que tarde o temprano lo desvelaría, estaba en su mente. Tras unos instantes en los que la eternidad fluyó a través de sus pensamientos, la niebla comenzó a despejarse y pudo ver una pirámide maya que se erguía contra el cielo y los montes que la rodeaban... Los monumentos de piedra adornaban el lugar con sus tallas grabadas para honrar a los dioses y los jóvenes inscribían en sus tablillas los glifos para dejar constancia de su paso por la historia... También se vio a si misma en la pirámide frente a una vasija ritual llena de sangre haciendo una ofrenda de sacrificio a las deidades para agradecerles la buena fortuna de su pueblo... Volvía a ser una sacerdotisa de una cultura antigua y perdida en el tiempo porque al parecer ese era el destino que había elegido en todas sus vidas...
La niebla cubrió lentamente todo a su alrededor y se perdió en el silencio de sus pensamientos... Sus recuerdos aún eran nítidos pese a que ya no pertenecían a este mundo... La melodía de la eternidad creó un portal para ella que la llevaría al mundo de las esencias puras, donde su psique encontraría un lugar para reflexionar acerca de su vida y el destino que le esperaba. Suavemente, se deslizó hacia el portal inmersa en una diáfana sensación de inmortalidad, sabiendo que su nuevo sino aún no había sido escrito y que por ello su voluntad era libre de soñar con todo lo que siempre había deseado y que tal vez se otorgaría en la vida que le había sido concedida a su espíritu en el mundo mortal, donde las esencias cobran vida más allá de los límites de la inmortalidad y el pensamiento eterno...
End part I
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