20 octubre 2014

Aube (II)


Era un lugar etéreo y muy hermoso. Las paredes y el suelo eran de piedra, pero a través de ellos se veían fragmentos de cielo del mundo mortal, con sus nubes y luz solar iluminando de azul la atmósfera. Tanto el techo como las paredes tenían grabados en una lengua desconocida que parecía muy antigua, tal vez céltica, o incluso indoeuropea. Trató de descifrarla, pero no fue capaz. Tan solo pudo perderse en la belleza y misticismo que le confería a aquel sereno lugar. Después comenzó a pasear y descubrir los rincones más ocultos de aquel silencioso espacio, donde solo la melodía de unas campanillas le recordaba sus lazos con el mundo inmortal. El tiempo parecía detenerse entre aquellos muros sin fronteras, de modo que no sabía decir si llevaba instantes o siglos errando por la estancia... Todo era volátil y al mismo tiempo en perfecto equilibrio. El aire era puro y el éter fluía sutilmente entre los muros llenando la estancia de una atmósfera de armonía y serenidad. Cuando volvió a mirar los grabados de las paredes, la lengua desconocida cobró significado y pudo leerla como si la conociese de siempre. Revelaba todos los misterios de la humanidad y del enigmático cosmos que moraban. El origen de la vida y la creación del universo; los secretos del firmamento y de todas las estrellas que lo conformaban; el significado de las pinturas de sus ancestros en las cuevas; la filosofía de los antiguos griegos y romanos; los misterios que rodeaban a todas las civilizaciones que en algún momento habían existido sobre la faz de la tierra; No existían secretos para ella en aquel espacio de inmortalidad...

Un cambio en el ambiente hizo que sus ojos dejaran de reflejar la eternidad por un instante. Un portal en el cielo azul se abrió para darle la oportunidad de regresar a su mundo mortal. Si ese era su deseo, podía cumplirlo... Tan solo debía escribir su historia, los detalles de cómo quería que fuera esa vida... Tenía que decidir, o la eternidad en aquella esfera, u otra vida en la tierra. Sin pensarlo, fue hacia la escribanía y tomó la pluma...

"Nacería en un remoto pueblo del norte. Una aurora boreal presagiaría sus poderes de sacerdotisa. Sería un invierno duro y la nieve lo cubriría todo. Ella sería la esperanza para sus porvenires... Su infancia sería feliz y tranquila. Crecería entre la naturaleza salvaje y las luces del norte. Aprendería las artes de la magia, la curación y la filosofía. Y entonces se iniciaría como sacerdotisa... Los rituales secretos en el silencio de la noche. Las constelaciones, las runas arcaicas y las profecías de sus ancestros. Los solsticios y los equinoccios, el influjo de la luna. Todos los enigmas de su civilización y su sabiduría... El paso de las estaciones le otorgaría sus dones. Las fuerzas de la naturaleza se doblegarían ante su poder. Sus hermanas la revelarían como la elegida. Y entonces sería la nueva Suma Sacerdotisa de su orden... La paz de su mundo no duraría para siempre. El devenir de los cambios no podría eludirse. La rueda de la fortuna rotaría y el cosmos sentiría su fugacidad. Lo oculto se desvelaría en los albores del siglo y la iluminación traería oscuridad... "

La joven suspiró y posó la pluma. Era duro escribir los aspectos negativos de su existencia, pero era esencial. La fuerza de su carácter sólo se forjaría a través de los infortunios a los que se sometería por voluntad propia. Y pensar que cuando se hallaba en tierra desconocía toda esta verdad...

"El templo sería erigido durante la primavera. Su orden invocaría a la luz en verano. La oscuridad trataría de conquistarles durante el otoño. Y las tinieblas serían desterradas en invierno... Un eclipse de sol profetizaría un cambio en los hados. La alineación de los planetas sería signo inequívoco de paz. Un eclipse de luna pronosticaría el comienzo de una nueva era. La triada simbolizaría el inicio de su decadencia... Nombraría una sucesora digna de su destino. El templo sería custodiado por ella y sus hermanas. Su retiro sería dulce y apacible lejos de la realidad de la orden. Una aurora boreal predeciría el fin de sus amaneceres. Y entonces su existencia en el mundo se extinguiría..."

La joven dejó de escribir. La luna brillaba a plena luz del día entre las nubes del cielo mortal creando una bella imagen que le daba un aire místico al azul de la atmósfera. Aquella tranquilidad hacía que sus pensamientos fluyesen suavemente... Ese sería el hilo conductor de su existencia en la tierra. Había nacido para ser sacerdotisa, y lo sería siempre y cuando aún fuese posible en aquel mundo. Era su destino, el que escribía una y otra vez durante las distintas épocas que existía en el universo efímero, donde cada vez revelaba más secretos. Los mundos antiguos eran hermosos, su alma estaba enamorada de ellos, y por ello regresaba siempre. Cuando ya no pudiera volver a esos reinos de sabiduría arcana, cuando los rituales se hubieran olvidado, cuando los misterios del mundo ya no fueran desvelados por los seres iluminados, entonces cruzaría a aquella tierra de su visión. La joven tomó la pluma y prosiguió escribiendo su destino para renacer en el mundo...


The end.

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