Oía sus propios pasos por la tierra. El paisaje era yermo y desolado como el silencio que lo rodeaba y el cielo cubierto de nubes e iluminado por un eclipse solar presagiaba tormenta...
Sentía que las fuerzas del universo se movían alrededor de el. Sentía que el poder del cosmos lo invocaba hacia una dulce espiral... Veía su rostro entre las nubes, no podía dejar de pensar en ella. Veía sus ojos oscuros brillando cada vez que se encontraban con los suyos. Anhelaba olvidar aquel juego de esfinges y unirse en su abrazo. Anhelaba poder hacerla sentir lo mismo que él sentía en su interior. Quería que la realidad los dejara fundirse en un solo ser para toda la eternidad. Deseaba que ella se abandonase a su voluntad y no pensara durante un solo instante. Aquel mundo quimérico de oscuridad precisaba una luz que le devolviera la vida. La existencia de su presencia traía consigo la destrucción de los misterios. Perdido entre sus pensamientos vio una saeta que mostraba el camino de la verdad. Aunque se sentía orientado en su extravío las nubes no querían abandonar el firmamento. Eran la vana quimera de las mentiras que encubrían.... El aire se heló. Oía sus propios pasos y el de las mentiras por la tierra...
Ese era el enigma de las nubes, ocultar las mentiras de su origen. Ese era el misterio del eclipse, velar con su oscuridad la luz de la sinceridad. Caminaba por el mundo de las fantasías sombrías, por aquella tierra desolada de engaño y quimeras. Las mentiras yacían a su alrededor, deformadas por la utopía de su mente perversa. La locura que se había adueñado hacía tiempo de sus pensamientos las hacía bellas. En su desfiguración podía ver todo el abanico de oportunidades que se habría en la imaginación. Eran tantas y tan hermosas que se confundían con la realidad en sus recuerdos. Y en sus sueños más salvajes veía reflejada la pasión que ellas le habían otorgado. El paisaje se llenó de sonidos que le daban escalofríos... Percibía a las mentiras precipitarse sobre el vacío de su sinceridad... La oscuridad brilló en su interior y la luz se extinguió por un instante eterno. La locura reinaba y sus sentidos dominaban su delirio y su raciocinio. Nada tenía lógica en aquel paraje... El aire helado se movió entre sus cabellos y le erizó la piel con su frío glacial... Oía sus propios pasos y el de las mentiras por la tierra, interminables, en armonía eterna por la supervivencia del ego.
Sentía que las fuerzas del universo se movían alrededor de ella. Sentía que el poder del cosmos la invocaba hacia un círculo eterno... Veía su rostro en el paisaje cubriendo la totalidad de su visión. Veía sus ojos oscuros en lo más profundo de sus pensamientos. Anhelaba un beso de sus labios en aquel mundo extraño. Anhelaba una caricia suave como un suspiro en su piel. Quería que la locura dominara sus instintos para dar rienda suelta a su imaginación. Deseaba que la razón no volviera a ella si eso significaba perderle en sus recuerdos. Aquel mundo irreal le pertenecía y era el dueño de todo lo que en él ocurría. La existencia de aquellos pensamientos ocultos tras el eclipse era el enigma más silencioso de su psique. El reflejo de sus ígneas pasiones brillaba en el sol oscurecido que iluminaba las nubes. Su destino le pertenecía y podía elegir entre el edén del equilibrio o el abismo del delirio. La saeta mostraba el camino de la verdad hacia su esencia... El aire se heló. Oía sus propios pasos y el de las mentiras por la tierra, interminables, en armonía eterna por la supervivencia del ego.
Ese era el enigma de las nubes, ocultar las mentiras de su origen. Ese era el misterio del eclipse, velar con su oscuridad la luz de la sinceridad. Caminaba por el mundo de las fantasías sombrías, por aquella tierra desolada de engaño y quimeras. Las mentiras yacían a su alrededor, deformadas por la utopía de su mente perversa. La locura que se había adueñado hacía tiempo de sus pensamientos las hacía bellas. En su desfiguración podía ver todo el abanico de oportunidades que se habría en la imaginación. Eran tantas y tan hermosas que se confundían con la realidad en sus recuerdos. Y en sus sueños más salvajes veía reflejada la pasión que ellas le habían otorgado. El paisaje se llenó de sonidos que le daban escalofríos... Percibía a las mentiras precipitarse sobre el vacío de su sinceridad... La oscuridad brilló en su interior y la luz se extinguió por un instante eterno. La locura reinaba y sus sentidos dominaban su delirio y su raciocinio. Nada tenía lógica en aquel paraje... El aire helado se movió entre sus cabellos y le erizó la piel con su frío glacial... Oía sus propios pasos y el de las mentiras por la tierra, interminables, en armonía eterna por la supervivencia del ego.
Sentía que las fuerzas del universo se movían alrededor de ella. Sentía que el poder del cosmos la invocaba hacia un círculo eterno... Veía su rostro en el paisaje cubriendo la totalidad de su visión. Veía sus ojos oscuros en lo más profundo de sus pensamientos. Anhelaba un beso de sus labios en aquel mundo extraño. Anhelaba una caricia suave como un suspiro en su piel. Quería que la locura dominara sus instintos para dar rienda suelta a su imaginación. Deseaba que la razón no volviera a ella si eso significaba perderle en sus recuerdos. Aquel mundo irreal le pertenecía y era el dueño de todo lo que en él ocurría. La existencia de aquellos pensamientos ocultos tras el eclipse era el enigma más silencioso de su psique. El reflejo de sus ígneas pasiones brillaba en el sol oscurecido que iluminaba las nubes. Su destino le pertenecía y podía elegir entre el edén del equilibrio o el abismo del delirio. La saeta mostraba el camino de la verdad hacia su esencia... El aire se heló. Oía sus propios pasos y el de las mentiras por la tierra, interminables, en armonía eterna por la supervivencia del ego.
Dedicado a los ladoscurienses.
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