04 mayo 2015

Romance

Su vida se había vuelto una de sus novelas. Se dedicaba a esquivar a la malvada Lady Aröura y su cómplice, Lady Melödy, ambas queriendo perpetrar un terrible crimen: separar a la joven e inocente pareja de enamorados y robar los diamantes de la condesa -algo tenía que inventar en la historia-. Las visitas de cortesía se habían convertido en pretextos perfectos para relacionarse con la alta sociedad y demostrar que era una dama más que digna para su prometido. Los pensamientos, a veces, le jugaban una mala pasada, y se encontraba escribiendo líneas que reflejaban su vida real y la frustración que sentía con aquella compleja situación...

- Querida... -le susurró tiernamente su prometido al oído.
- ¿Si?
- Escribes con tanta fuerza que estás a punto de atravesar el pergamino...

Era cierto. Su furia traspasaba, casi literalmente, la hoja amarillenta y desgastada. 

- Es solo un borrador...

El joven la miró seriamente. Sabía que a su tía no le caía en gracia porque el día anterior le había soltado un largo sermón sobre las virtudes de Lady Synföny y resultaba de lo más sospechoso, ya que lo único que él le había preguntado era si le gustaban los centros de mesa que Aîcliä había escogido para su boda.

- El enlace está próximo... ¿No sería mejor que diéramos un paseo para que te relajes?
- Me gusta escribir... aunque por otra parte es buena idea, necesito un poco de aire...
- Querida...

Su prometido no acabó la frase y la tomó de la mano.


Los paseos en carruaje le encantaban. Había algo mágico en ellos, tal vez porque le recordaban a los cuentos de hadas, cuando la princesa va camino del baile y se encuentra con el príncipe azul. Ella tenía enfrente a su príncipe, que en aquel momento le sonreía cariñosamente. Seguro que estaba poniendo muecas extrañas al pensar, alguna vez se lo había comentado...

- ¿Te divierte mi rostro? -preguntó con dulzura.
- Si... estabas haciendo esas muecas tuyas tan características...
- Me complace que te guste, no sé cómo evitarlo...
- No lo evites, es precioso en ti. 

Siempre sabía qué decir.

- Últimamente estoy bastante distraída...
- Lo he notado. 
- Lo se... lo siento, tengo tantas...
- No te preocupes. Lo entiendo.

Siempre, siempre sabía como reconfortarla.


Lady Arüora estaba en su magnífica mansión tomando el té con Lady Synföny. Ambas estaban disgustadas porque la boda aún seguía en pie y no habían logrado romper la promesa entre los jóvenes novios.

- No tengo ninguna gana de acudir a sus esponsales dentro de dos noches... -suspiró Lady Synföny haciendo un mohín.
- Ni yo, querida. Tu seducción para con mi sobrino no podría ser más nefasta...

La joven tomó un pequeño sorbo de té y trató de ocultar sus heridos sentimientos tras la taza.

- Está muy enamorado... solo tiene ojos para esa mujer. El otro día le pedí si podía ajustarme el corsé y lo hizo como si fuera su hermana... -susurró, humillada.
- Tampoco es necesario caer en la indecencia...
- ¡Ya no sé qué más hacer! -se quejó la muchacha- he tratado de ser amable, cortés, elegante, refinada, divertida, casual... Solo me queda insinuarme, y parece que ni siquiera eso sirve de nada...

Su acompañante la miró con desaprobación. Tenían que conseguir separarles a cualquier precio, esa Aîcliä no podía entrar a formar parte de su distinguida familia. Ya era bastante duro verla pasearse con el aderezo de sus parientes que había pasado de generación en generación...


Tras el paseo, Aîcliä quiso detenerse en una pequeña librería con un llamativo escaparate. Los tinteros y los pergaminos, entremezclados con rosas y frascos con esencia de almizcle lo adornaban. No podía apartar la mirada.

- Algún día veremos ahí una de tus novelas... -murmuró su prometido. Y estaré muy orgulloso de ti, mucho más incluso que ahora.
- ¡Ay! Ojalá sea cierto... sería un sueño hecho realidad... 
- Lo conseguirás. Tengo fe en ti.
- ¿Por qué siempre eres tan bueno conmigo? -sonrió ella.
- Porque lo mereces. 
- Embustero... -dijo Aîcliä dándole un empujón cariñoso y logrando que él la persiguiera en broma como cuando eran niños. 


Lady Arüora acompañó a Lady Synföny a la puerta y se cercioró de que ninguna sirvienta andaba cerca.

- La ceremonia de esponsales será clave. Trataremos de que sea un desastre, un auténtico desastre. Humillaremos a esa jovencita y le demostraremos que no debe entrar en nuestro círculo. ¿Cuento con vos, Lady Synföny?
- Por supuesto. Jugaré el papel de su mejor amiga y me proclamaré su dama de honor entre lágrimas de agradecimiento. No podrá negarse.
- Perfecto... -murmuró con una sonrisa maquiavélica la mujer.



Dedicado a Alicia, ¡feliz cumpleaños maja!

1 comentario:

Ali dijo...

una vez mas, genial! como mola jajajaja