- "Al igual que otras poblaciones de la región andina, los incas creían que la vida continuaba tras la muerte. Los muertos entraban a formar parte del misterioso mundo de los huacas, término que designaba genéricamente a todo aquello (amuletos, ídolos, santuarios) que guardaba conexión con un poder sobrenatural, con una fuerza oscura". Bla, bla, bla... "morada confortable, ajuar adecuado...", "si no se sentían agusto o se veían abandonados arrastrarían el alma de un pariente que les hiciera compañía...", bla... "chulipas, torres redondas o cuadradas que se construían con gruesos bloques de piedra superpuestos", "embalsamados en posición fetal o sentados, mantas tejidas que son obras de arte, si el difunto tiene cierta jerarquía se les ponía una máscarilla de oro..."
- Este tenía "cierta jerarquía" fijo... -interrumpió uno de los arqueólogos contemplando la estancia.
Pichu le miró un instante y continuó leyendo.
- "Alimentos... cuenco... herramientas cotidianas... objetos a los que había mostrado afecto..." y eso es todo -acabó de leer.
- ¿Cómo puedes tener cobertura aquí? -se extrañó una de las arqueólogas.
- Mi móvil es insuperable. Para la tecnología actual.
- ¿Y siendo un experto no podías simplemente contarlo? ¿Tenías que leerlo?
El joven arqueólogo lanzó una mirada furibunda a su compañero.
- Probablemente nos hallamos ante una tumba de alguien de noble estirpe...
- No me digas...
- ¿Tienes algún problema?
El arqueólogo del que sospechaba sonrió de medio lado y negó con la cabeza.
- Pues a mi me parece que sí, siempre me cuestionas -corroboró Pichu.
- No te estoy cuestionando... Simplemente... dudo de... tus capacidades -respondió el arqueólogo arrastrando las palabras.
El pokémon Pichu encendió sus mejillas con pequeños rayos y Pichu sonrió.
- No te voy a echar de la expedición... todos sois sospechosos, no me voy a deshacer de ninguno de vosotros... -al carajo el plan, se sentía seguro de sí mismo y su instinto le decía que era correcto desvelar sus planes. Aunque pareciera poco lógico.
- ¿Todos sospechosos de qué? -preguntó una de las chicas.
- Faltan enseres y apuntes...
- Es por la maldición.
Pichu miró a su arqueóloga favorita. La única de la que realmente no sospechaba, lo que la hacía aún más sospechosa a sus ojos. Si alguno de ellos fuera mayordomo todo sería más fácil... ¡Oh! ¡ya se volvía a desviar del tema!
- ¿Qué maldición? ¿Esa que mencionasteis ayer? -preguntó alguien.
El joven, casualmente, miró a otro de los arqueólogos, y vio que movía los labios articulando las palabras "galleta no seas tu vida" a su compañera. ¿"Galleta no seas tu vida"?
- Galleta...
- Genial, ya se ha vuelto loco otra vez... -suspiró el arqueólogo, contento de poder seguir desacreditándolo.
- ¡Cállate, no seas estúpida! ¡Prendedlo! -gritó Pichu eufórico señalando al chico.
Nadie se movió y el joven le miró como si no estuviera en sus cabales, aunque algo inquieto.
- ¡Pichu, ataca! ¡pero no le hagas daño!
A pesar de la confusa orden, el pequeño pokémon saltó y le lanzó una descarga eléctrica al chico lo suficientemente fuerte como para hacer que se desmayara. Los demás arqueólogos miraban al Pichu humano entre horrorizados y temerosos.
- ¡Se acabó de miramientos! ¡Si no queréis que os desmaye uno por uno, más vale que habléis! -amenazó el joven con rostro crispado.
- Tu amiguito parece no aguantar su propia electricidad... -observó el arqueólogo del que sospechaba.
Ciertamente, el pokémon lloraba silencioso y se abrazaba a sí mismo. Pichu se enterneció, lo cogió en brazos y lo acunó cariñosamente.
- ¡Hablad, insensatos! -lo de hacer de malo le estaba gustando mucho, aunque copiara frases a otros que ni siquiera eran malos... ¡concéntrate, Pichu!
- Es por la maldición -repitió la chica- pierden noción de sus actos, actúan a través... de la voluntad de otro... -explicó.
- ¿No será que alguien es sonámbulo por aquí? -preguntó alguien.
- ¿Y tú cómo sabes...? -empezó Pichu, que no quería revelar todo lo que sabía en aquel momento.
- Lo he leído... en tu diario -reconoció. Pichu puso cara de decepción. ¡Su arqueóloga le había engañado!
- ¿Y qué hacías husmeando en mis cosas?
- Es que... estaba limpiando... y se cayó, y me pudo la curiosidad... ¡pero yo no he robado nada! -exclamó ante las miradas acusadoras del resto.
- ¿Y crees que... está bajo los efectos de la maldición? -susurró Pichu con voz trémula.
- Creo que la clave para saberlo está en esta cámara. Aunque si recomiendo que le maniatemos antes de que despierte...
Dos de los arqueólogos sacaron unas cuerdas y ataron al joven, que permanecía desmayado.
- Bien hecho, Pichu -alabó el joven arqueólogo en voz baja al pokémon- estate atento a mi señal y no te hagas daño...
- ¡Pi!
- No me digas...
- ¿Tienes algún problema?
El arqueólogo del que sospechaba sonrió de medio lado y negó con la cabeza.
- Pues a mi me parece que sí, siempre me cuestionas -corroboró Pichu.
- No te estoy cuestionando... Simplemente... dudo de... tus capacidades -respondió el arqueólogo arrastrando las palabras.
El pokémon Pichu encendió sus mejillas con pequeños rayos y Pichu sonrió.
- No te voy a echar de la expedición... todos sois sospechosos, no me voy a deshacer de ninguno de vosotros... -al carajo el plan, se sentía seguro de sí mismo y su instinto le decía que era correcto desvelar sus planes. Aunque pareciera poco lógico.
- ¿Todos sospechosos de qué? -preguntó una de las chicas.
- Faltan enseres y apuntes...
- Es por la maldición.
Pichu miró a su arqueóloga favorita. La única de la que realmente no sospechaba, lo que la hacía aún más sospechosa a sus ojos. Si alguno de ellos fuera mayordomo todo sería más fácil... ¡Oh! ¡ya se volvía a desviar del tema!
- ¿Qué maldición? ¿Esa que mencionasteis ayer? -preguntó alguien.
El joven, casualmente, miró a otro de los arqueólogos, y vio que movía los labios articulando las palabras "galleta no seas tu vida" a su compañera. ¿"Galleta no seas tu vida"?
- Galleta...
- Genial, ya se ha vuelto loco otra vez... -suspiró el arqueólogo, contento de poder seguir desacreditándolo.
- ¡Cállate, no seas estúpida! ¡Prendedlo! -gritó Pichu eufórico señalando al chico.
Nadie se movió y el joven le miró como si no estuviera en sus cabales, aunque algo inquieto.
- ¡Pichu, ataca! ¡pero no le hagas daño!
A pesar de la confusa orden, el pequeño pokémon saltó y le lanzó una descarga eléctrica al chico lo suficientemente fuerte como para hacer que se desmayara. Los demás arqueólogos miraban al Pichu humano entre horrorizados y temerosos.
- ¡Se acabó de miramientos! ¡Si no queréis que os desmaye uno por uno, más vale que habléis! -amenazó el joven con rostro crispado.
- Tu amiguito parece no aguantar su propia electricidad... -observó el arqueólogo del que sospechaba.
Ciertamente, el pokémon lloraba silencioso y se abrazaba a sí mismo. Pichu se enterneció, lo cogió en brazos y lo acunó cariñosamente.
- ¡Hablad, insensatos! -lo de hacer de malo le estaba gustando mucho, aunque copiara frases a otros que ni siquiera eran malos... ¡concéntrate, Pichu!
- Es por la maldición -repitió la chica- pierden noción de sus actos, actúan a través... de la voluntad de otro... -explicó.
- ¿No será que alguien es sonámbulo por aquí? -preguntó alguien.
- ¿Y tú cómo sabes...? -empezó Pichu, que no quería revelar todo lo que sabía en aquel momento.
- Lo he leído... en tu diario -reconoció. Pichu puso cara de decepción. ¡Su arqueóloga le había engañado!
- ¿Y qué hacías husmeando en mis cosas?
- Es que... estaba limpiando... y se cayó, y me pudo la curiosidad... ¡pero yo no he robado nada! -exclamó ante las miradas acusadoras del resto.
- ¿Y crees que... está bajo los efectos de la maldición? -susurró Pichu con voz trémula.
- Creo que la clave para saberlo está en esta cámara. Aunque si recomiendo que le maniatemos antes de que despierte...
Dos de los arqueólogos sacaron unas cuerdas y ataron al joven, que permanecía desmayado.
- Bien hecho, Pichu -alabó el joven arqueólogo en voz baja al pokémon- estate atento a mi señal y no te hagas daño...
- ¡Pi!
Dedicado a Javier, ¡feliz cumpleaños bloggero!
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