04 mayo 2016

Indigo ~ Prologue

Y por fin, la ceremonia de esponsales. Estaba deseándola y a la vez estaba aterrada. No dudaba ni por un instante de que Lady Arüora y Lady Synföny tratarían de sabotearla, de derramar cualquier licor sobre su vestido, hacer una escena o incluso quemar la mansión... Bueno, quizá no tanto, pero seguro que algo tramaban. No podía quedarse quieta y dejar que se salieran con la suya, pero no sabía cómo actuar. Quizá estaba algo desquiciada, tal vez se portaran bien... ¿pero qué estaba diciendo?

- ¡Ay!
- No te muevas, querida, debo ajustarte el corsé -le dijo con dulzura su madre. Aîcliä miró el precioso vestido índigo que tenía reservado para aquella noche. Era sencillamente perfecto, sencillo y hermoso, y conjuntaba a la perfección con su querido aderezo, que lo hacía resaltar a la luz de las velas. 



La joven estaba radiante, pero no podía evitar su sonrisa nerviosa. Saludaba a la gente sin apenas verla, no prestaba atención a sus conversaciones y sentía que estaba perdiéndose una de las noches más felices de su vida, pero no podía evitarlo. Solo deseaba que su futuro esposo llegara pronto. Eso la tranquilizaría. Lo único que no se sentía capaz de afrontar era...

- ¡Querida!

A su "tía". 

- ¡Tía Arüora! -exclamó con fingida alegría, ya que otros parientes se encontraban cerca- ¡qué bueno que haya llegado! ¡está usted despampanante! -siguió dándole un abrazo. En realidad no mentía, la señora se había puesto un montón de joyas deslumbrantes y uno de sus apreciados vestidos tierra, además de otro de sus sombreros estrafalarios. 
- ¡Estás divina! pareces un ángel, querida. Mi sobrino hizo muy bien regalándote ese aderezo familiar... -dijo Lady Arüora con fingidas lágrimas de emoción mientras sus parientes asentían sonriendo complacidos. ¿Qué se proponía?
- Muchísimas gracias. 
- ¡Y tu pelo! estás muy elegante con esa cascada de rizos...
- Gracias, tía. Y... ¿dónde se encuentra Lady Synföny? estoy deseando saludarla -"o clavarle un puñal en la espalda mientras la abrazo", pensó para sí- y a usted... -continuó entre dientes.
- ¿Cómo..?
- ¡Oh! Nada, es... la emoción de la cena, no sé qué... cómo... -se sonrojó.
- ¡Amor mío!

Aîcliä suspiró aliviada, su prometido llegó justo a tiempo cogiéndola del brazo y le besó la mano.

- ¡Y tía Arüora! bonito sombrero.
- Gracias, querido -contestó la mujer, distraída, mirando hacia todos lados como si esperase algo.
- ¿Qué ocurre..?
- ¡Mirad! ¡Lady Synföny y sus amigas acaban de entrar! -sonrió con orgullo la mujer.

Aîcliä se quedó boquiabierta. Lady Synföny lucía un vestido vaporoso de seda verde que contrastaba a la perfección con sus ojos grandes y ligeramente maquillados. Su forma de reloj de arena destacaba su figura y el bonnet que llevaba conjuntaba con su pelo rubio. Cuando se lo quitó dejó ver un peinado complejísimo en el que todo su pelo iba trenzado y la hacía parecer una diosa antigua. Todo eso, el ligero rubor de sus mejillas y el rouge de sus labios hicieron que Aîcliä se sintiera como una vagabunda a pesar de su bonito peinado y su atuendo digno de una princesa.

- ¡Ladÿ Arüora! ¡me encanta vuestro sombrero! ¡hola! -dijo dándole un beso en la mejilla a su prometido, que hizo que Aîcliä quisiera arrancarle los ojos- ¡Aîcliä! ¡qué monada de vestido!

Se sentía humillada. Eran sus esponsales. Quería destacar, era su noche, sería su día. ¿Por qué tenían que inmiscuirse esas dos arpías?

- Estás muy hermosa, pero nadie puede eclipsar hoy a mi bella esposa -sonrió su prometido guiñándole un ojo y depositando un cariñoso y suave beso en sus labios. La joven sonrió en una nube mientras Lady Synföny se retiraba ligeramente y miraba significativamente a Lady Arüora, que asintió y fue a hablar con el resto de parientes.
- Pero a pesar de ello me permitirás que te robe a mi amigo para un baile, ¿verdad? -preguntó Lady Synföny haciendo un claro énfasis en la palabra "robe". 
- Por supuesto. Bailaré con mi primo, es un excelente bailarín y su esposa tiene un tobillo magullado, estaré entreteniéndola. ¡Pasadlo bien! -compuso una sonrisa la muchacha, tratando de parecer tranquila.
- El primer baile será para mi preciosa mujercita -le dijo su futuro esposo. Pero no te alejes mucho, después iré contigo -concedió a su amiga. Era encantador.

Aîcliä se fue muy ufana al centro de la pista. ¿Qué tenía que temer? Su prometido la adoraba y Lady Synföny se ponía en ridículo ella sola. ¿Qué más daba que estuviera deslumbrante aquella noche? No le serviría de nada... La joven se situó en el medio del salón mientras los demás invitados les rodeaban y comenzaron a bailar. Nunca se había sentido más feliz.


Tras el baile, Lady Synföny había puesto en marcha su plan. Se había lucido en la pista de baile y luego había pedido amablemente a su acompañante que le trajera un poco de champán. 

- Aquí tienes.
- ¡Oh, muchas gracias! ¿qué te parece si vamos a tomarlo a uno de los salones? estoy algo sofocada por el baile... -dijo la joven abanicándose coquetamente con su abanico de encaje y sonriendo a uno de los invitados, que la miraba con interés.

Cortésmente, el joven acompañó a la dama al salón más cercano y se sentaron en unos butacones.

- Está siendo una velada deliciosa -dijo ella sorbiendo con finura un poco de champán y posando la copa para quitarse sensualmente los guantes que llevaba puestos para bailar. 
- Me alegro de que te lo estés pasando bien.
- Querido... -dijo ella inclinándose para mostrar con elegancia su escote- ¿estás seguro de este paso?
- ¿Qué paso?
- Casarte... la boda... -susurró ella con voz sugerente- Hay muchas jóvenes casaderas que estarían encantadas de ser tu esposa... -alargó una mano hasta su rodilla.
- Disculpa... -dijo él levantándose como un resorte. Si vamos a tener esta conversación es mejor que volvamos a la pista, no quiero malentendidos.
- ¡No hay malentendidos entre nosotros dos! Solo... dos amigos... que se conocen desde la infancia... y serían la pareja perfecta... Yo puedo hacer muchas cosas por ti que esa jovencita ni siquiera llegaría a soñar... -sugirió ella acercándosele lentamente. 
- Quiero pensar que el champán se te ha subido a la cabeza y no te lo voy a tomar en cuenta. Eres una mujer preciosa y encontrarás un buen esposo. Pero no seré yo.

La joven se echó a llorar y él no supo qué decir. Solo se le ocurrió abrazarla para confortarla. Estaría allí, pero como un hermano. No podía ser de otra forma.

- No es de caballeros hacer esto... -suspiró ella entre llantos.
- No es de damas... presionar de esta forma.

Ella se separó bruscamente y le abofeteó. Sorprendido, se llevó una mano a la mejilla.

- Te amo. ¿No puedes entenderlo?

El joven guardó silencio. 


Dedicado a Alicia, ¡feliz cumpleaños profe!

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