28 octubre 2016

The Lotus Veil

El roquedal en el mar al que le llevaron los vientos de cristal le dejó sin palabras por su hermosura. El sol brillaba con fuerza sobre la superficie del océano creando unos brillos que le inspiraron mil poesías en un solo instante sobre aquel precioso arrecife a flor de agua y la misteriosa cueva que se encontraba justo detrás de él. Oía los cantos de sirena que habían llevado a la joven hasta su interior, pero ni podía ni deseaba dejarse guiar por ellos. O tal vez si... pero sabía que esa no era su misión. Había escogido ser el guía secreto, oculto en las sombras. Sonrió ante este pensamiento mientras miraba cómo le iluminaba el sol.

Miró hacia la cueva. Däyn caminó lentamente por la arena como hipnotizado, ya que como artista no podía ignorar la belleza de aquellas voces y sus melodías. Penetró en la cueva y se fijó en que sus paredes brillaban tenuemente con la luz solar  y el mar las rozaba de cuando en cuando, haciendo que cambiaran levemente de tonalidad. Una brisa fresca fluía por doquier y sabía que se volvería más fría si proseguía avanzando hacia la envolvente oscuridad. La melodía instrumental le atraía magnéticamente pero no quería escucharla. No podía. No debía dejar de escuchar el mar, su verdadero destino. O eso creía.

Sin pensarlo dio la vuelta sin mirar atrás. Se sentía como Orfeo y no quería correr su mismo destino. Crearía sus propios misterios. La cueva y lo que ocurría en su interior... En fin, no quería pensar, solo dejarse llevar por la belleza del océano y esperar a que la joven regresara cuando dejara el pequeño universo a escala en manos de sus verdaderas dueñas. Aún quería ver cómo cobraría vida para ver el cosmos, las nebulosas y toda la magia que encerraba en su interior, sus sueños y visiones... Suspiró.
Entonces lo vio. Él era su guía, esa era su misión. No podía caminar en la oscuridad sin él. Volvió a la cueva y se adentró en su interior. Dejó de oír el mar y se movió en las sombras guiado por el misterioso brillo de las paredes de la cueva, que parecían estar iluminadas con luz propia procedente de la propia roca. Llegó a un estrecho sendero, donde las voces se oían cada vez más nítidamente y cuando la cueva comenzó a ensancharse se detuvo. En aquel espacio abierto las paredes brillaban con más fuerza que nunca y no podía verle. La joven estaba en trance contemplando a la nada, pero el intuía lo que veía. Nunca lo sabría...
Solo tuvo un instante. Cuando su corazón le dijo que la visión de la joven comenzaba a difuminarse cerró los ojos y tomó su lugar convirtiéndose en un brillante punto de luz. Ella nunca lo sabría y creería que su guía era otro, pero no importaba. Su destino era más valioso que eso, ¿no?
Se situó a su lado como un espíritu guía contento de poder volver a mirarla por fin a los ojos, aunque ella no lo supiera. Ni siquiera se conocían aún. La joven escogió uno de los caminos que se abrían en aquella estancia y aparecieron en otra amplia oquedad. Ella seguía viendo imágenes con sus ojos ciegos que le eran ajenas y solo vio cómo alargaba la mano quizá para tocarla. Algo la hizo arrepentirse porque simplemente dejó su palma abierta hacia el cielo. Las runas de su mano comenzaron a brillar mientras unas sacerdotisas surgidas de otros caminos comenzaban a desfilar a su alrededor. Algunos símbolos escaparon de sus manos y comenzaron a flotar a su alrededor. Cada sacerdotisa tomó uno a su cargo hasta que solo unos pocos quedaron grabados en su piel. Una sacerdotisa, la portadora del oráculo, se acercó y la miró. Se contemplaron mutuamente como si trataran de leerse los pensamientos y la sacerdotisa la tomó de las manos haciendo que sus runas se iluminaran con más fuerza y el pequeño universo del cofre surgiera de entre las sombras cubriendo toda la escena. Justo lo que Däyn deseaba volver a ver una vez más.

Tras contemplar aquella maravilla, las sacerdotisas se alejaron y solo quedó el oráculo en silencio sosteniendo sus manos. El universo fue disminuyendo hasta volver a ser una miniatura y la joven, con sus manos ya liberadas, lo hizo flotar con su energía. Aquel cosmos pertenecía a ese lugar y la sacerdotisa debía custodiarlo. Se lo ofreció y el oráculo tendió la mano para que se moviera hacia ella. Entonces Däyn se dio cuenta. La sacerdotisa y la joven eran una sola. Ambas estaban perdidas en sus recuerdos y leyéndose mutuamente los pensamientos. Él no podía ver las imágenes pero si sentirlas, por lo que comenzó a girar alrededor de ellas haciendo que se convirtieran en pequeños haces luminosos que flotaron por la sala creando una pequeña lluvia de estrellas para después desvanecerse en la oscuridad. Quería verlas sonreír y lo logró, pues la sacerdotisa le sonrió por hacer que las paredes de la cueva brillaran con luz propia tras la lluvia. La caja con el universo flotó suavemente hasta sus manos y él supo que por fin regresaría a su precioso altar, desde el cual podría moverse con libertad por la cueva, su auténtica esencia. De pronto vio una potente luz y notó cómo dejaba de ser un punto de luz para volver a ser él mismo. Cerró los ojos y cuando los abrió estaba fuera de la cueva, frente al mar y detrás de ella. Su corazón latió con fuerza, no podía verle y arruinarlo todo. Una ráfaga de aire meció con fuerza los cabellos de la joven, que se dejó abrazar por los vientos antiguos para ser llevada a su último destino sin siquiera percatarse de su presencia.

Däyn suspiró aliviado en cuanto desapareció. Oía la voz de la sacerdotisa y el sonido del mar. Tenía demasiados pensamientos que meditar antes de escoger acompañarla con los vientos de cristal...


Dedicado a Dani, ¡feliz cumpleaños majo!

19 octubre 2016

Mediaeval romance

https://www.youtube.com/watch?v=wY9SuWf1XHI

Sus miradas se cruzaron por primera vez estando él de guardia en la sala del trono... Ella se mostró sinceramente halagada pero esquivó sus dulces palabras... Estaba prometida a otro guerrero desde hacía poco y no podía faltar a la promesa de amor que le había hecho en lo más profundo de su corazón. La corte y su espiritualidad no le permitían pensar en esos tiernos ojos que habían conquistado parte de su mente en contra de su voluntad sin siquiera saber cómo o cuando había ocurrido... Solo sabía que no podía apartarlos de su pensamiento y cada vez se fijaba más en sus sonrisas cuando hacía guardia, en su elegancia única... El aura que emanaba era tan atractiva como misteriosa, como si todos los enigmas del mundo tuvieran respuesta en su interior y sus ojos fueran los de la esfinge que siempre había buscado...

La corte solía reunirlos y en ella cruzaban pocas palabras, ella sabía cuál era su lugar y él lo respetaba. Las miradas furtivas y los gestos de cariño naturales se sucedían, y ella rogaba por el momento en que le besaba la mano... Su prometido partió a la guerra y él quedó protegiendo el castillo tratando de conquistar su corazón sin que ella se diera cuenta, pues una dama como ella, que había vivido recluida en su interior no sabía ver los ojos del amor más que en su prometido...

Decidió alejarle de su vida, sin dejar de estar presente nunca. Su historia no podía escribirse aún...

Su prometido regresó y con él la felicidad y el olvido de aquel fugaz sentimiento... El tiempo pasaba y ella ya no oía su canto de sirena ni sus palabras en los poemas. El silencio se hizo entre ambos y el destino los alejó aún más cuando fue convocado a otra corte para ser guardián de sus secretos, poseedor de un poder y un rango que merecía por su esfuerzo y lealtad... Y entonces, fue cuando se prometió con otra. Una mujer que jamás reconocería que se parecía a ella. No existían palabras para definir cómo se sentía porque su corazón realmente no le pertenecía y no le amaba, nunca lo hizo... Solo en su mundo... Las Moiras tejían en sus ruecas su destino y sus hilos cada vez eran más finos, pero sus hebras no dejaban de entrelazarse aunque sus caminos no fueran uno solo. Se unían siempre en el mismo punto, en el silencio...
Y así transcurría el tiempo y las estaciones, los solsticios y equinoccios, cada uno en su corte viviendo su vida con sus prometidos y siendo felices sin estar juntos...

Las Moiras tejieron sus hilos y cambiaron el destino de los dos amantes en silencio...

Volvieron a reencontrarse de nuevo en la corte, donde se habían conocido años atrás... Estaba sola, su prometido había partido a otra guerra que le alejaría de su lado sin que ella lo deseara... Cruzaron algunas palabras designadas por las Moiras sin que tuvieran ningún sentido, el vínculo no estaba roto pero no era como antaño, demasiado había cambiado, todo menos sus sentimientos ocultos...

Las Moiras entrelazaron las hebras en sus ruecas...

¿Si no estaban destinados por qué no podían alejarse? ¿Por qué se negaban con todas sus fuerzas a renunciar a aquella nada y lo que significaba para ellos? Quizá su historia nunca sería escrita ni aparecería en ningún poema ni ninguna crónica. Solo en los recuerdos de lo que no había ocurrido y lo que podría haber sido. Sus pensamientos seguirían encontrándose en la eternidad que solo a ellos pertenecía. Una eternidad que jamás llegaría a ser real porque no existía en el mundo mortal...


Dedicado a Caleb, por sus maravillosas creaciones.

09 octubre 2016

Anywhere

No podía creerse que aquella panda de pazguatos la hubiera engañado. O más bien, que hubiera caído en la trampa de Polvo. Estúpida Pänsy, en serio...

- Dame mis poderes, engendro infernal -ordenó Polvo de Galleta.
- ¿Cómo? Mira bonita, digo, bonito... le vas a pedir los poderes a quien yo te diga... -se enfadó Märga. Estaba perdiendo la paciencia.
- A ti, que me los has robado. ¡Ladrón!
- ¡Dale sus poderes, bellaco! -chilló Chico-chica, enervado.
- ¿Bellaco? ¿Pero de qué época salís? -preguntó la meiga, alucinada.
- No voy a perder más tiempo contigo. Si no me das mis poderes... -amenazó Polvo.
- ¿Qué? ¿Vas a torturarme?
- ¡Buena idea! -dijo Princesa.

En buen lío se había metido...


La pira ardía con fuerza al atardecer. El Clan Siniestro, como ella misma les había llamado (¡porque ella les había creado! ¡encima!) había reunido un círculo de piedras y madera para encender una hoguera. Märga se sentía como si estuviera en un entierro vikingo y no le gustaba nada...

- ¿Vais a quemarme viva? ¿en serio? ¿así pretendéis arrebatarme los poderes? -se burló tratando de parecer más valiente de lo que se sentía.
- Tuya es la decisión. Devuélveme mis poderes o te meteremos en la hoguera.
- Lo suyo era que me hubierais metido en la pira y después la hubierais encendido, así os vais a quemar vosotros también -observó Märga. ¿¡Pero por qué les daba más ideas!?
- Anda, pues es verdad... -coincidió El doble de chico-chica.
- ¡Ya lo sé! ¡Invoquemos a mi amiga Pänsy!

La meiga no podía más. ¿A quién había matado para merecer esto? "Mi amiga Pänsy", dice...

- ¡Oh, poderosa Pänsy, acude a mi ruego! ¡Vos que sois tan bella y yo que os... vamos, ayudadme -murmuró Polvo.
- ¡Ruego! -exclamó Km3.
- ¡Luego! -contribuyó Princesa por sorpresa.
- ¡Huevo! -dijo Chico-chica.
- Yo de verdad que... -pensó Märga.
- ¡Yo que os conmuevo! qué grande soy haciendo rimas... -se admiró Polvo de Galleta.
- ¿Pero cómo va a acudir a una súplica tan cut..?

Para sorpresa de Märga, Pänsy se materializó y soltó otra de sus pánfilas risitas.

- Hola, Märga la meiga.
- ¡Hola! -se oyeron dos voces al unísono; una sarcástica de la auténtica meiga y una alegre de Polvo de Galleta.
- Ya te has reído bastante, ¿no? Me pediste un favor y si no les haces volver a la cordura no podré cumplirlo...
- Bueno... a lo mejor ya no me interesa tanto... -dijo Pänsy retorciéndose un mechón de pelo.
- ¿Por qué hablas con ese? -preguntó Polvo de Galleta, extrañado.
- Solo le sigo la corriente, tranquilo. ¡Bonita fogata!
- Quieren quemarme viva... a mi no me hace ninguna gracia...
- ¡Oh, no seas dramática, querida!

Pänsy movió las manos y el fuego se apagó de inmediato. Después congeló (literalmente) al Clan Siniestro para ahogar sus protestas.

- ¡Qué frio! -exclamó Märga, viendo que la hechicera creaba una pequeña tormenta de hielo a su alrededor.
- Mantiene el cutis fino. Y ahora... ¿Qué podemos hacer?
- No entiendo nada...
- No sé si prefiero ese favor o pedirte algo más... difícil...
- ¡Ay, que me conguelo! ¿Más difícil?
- Tu no eres la única que tiene tratos con el brujo sin nombre...
- ¿Con Milla Náutica? -preguntó la meiga sin poder evitarlo.

Algo cambió en el ambiente. Pänsy se quedó anonadada, la tormenta cesó y el grupo se descongeló.

- ¡Märga! ¡y la hechicera! -exclamó Polvo de Galleta.
- ¿Cómo hemos llegado aquí?
- ¿Ya es Êdimbürgh?
- ¿Por qué estáis atada?
- ¿Y esa pira?
- ¿Qué esta ocurriendo?

Todos hablaban a la vez muy confusos pero Märga no podía dejar de mirar a la hechicera, que parecía haber entrado en trance y la miraba boquiabierta. Solo faltaba que le hiciera una caída de ojos...

- Habéis... dado... nombre... al brujo... -musitó casi sin voz.
- ¿Qué?
- ¡Oh, por fin!

Chico-chica parecía encantado y Märga no sabía qué hacer ni cómo sentirse. El chico (¿o chica?) fue a desatarla y la meiga le sonrió amablemente.

- ¿Alguien me puede explicar qué tiene de especial..? -comenzó a preguntar.
- El brujo sin nombre no tiene nombre, pero de vez en cuando alguien le da uno -explicó Chico-chica- y entonces adquiere un don.
- Vale... ¿Qué don?
- Tú... -murmuró Pänsy, aún en trance.
- Has de descubrirlo por ti misma.
- Pues no quiero sonar borde, pero no le veo el interés...
- ¡¡Jamás niegues el don del gran brujo sin nombre!! -gritó Chico-chica arrepintiéndose al instante.
- Nunca... grites... a una... meiga... -dijo Märga muy despacio con voz amenazadora.
- Lo siento, gran señora, me he dejado llevar... ya conocéis mi admiración por el brujo...
- ¡Maldita sea!

Pänsy movió las manos y desapareció en la niebla.

- Bueno... como no me ha dicho lo contrario... supongo que el primer favor sigue vigente... -susurró la meiga.
- ¿Qué? -preguntó Polvo de Galleta.

Märga les explicó lo ocurrido y Polvo le agradeció el cambio de imagen, se veía muy favorecido pero no le había parecido adecuado mencionarlo antes.

- Así que sigamos con el plan inicial, aunque de momento voy a conjurar un refugio, tendremos que pasar la noche aquí en la costa -dijo la meiga mirando al cielo tachonado de estrellas donde ya brillaba una luna creciente casi llena.


Dedicado a Marga, ¡feliz cumpleaños cuqui!

01 octubre 2016

Shot in the dark


Cuanto más avanzaban por el bosque, más deseaban abandonarlo. Llevaban un día y una noche viajando a través de él y las visiones que les presentaba cada vez eran más extrañas e irreales.

- Si no fuera porque es imposible... diría que estamos en medio del bosque de Nüymn -susurró Prôed.
- ¿Nüymn? -repitió Lêandrö- ¿El bosque maldito de las leyendas? Solo es un mito... -dijo con voz dubitativa.
- Píensalo... "Hermoso en su interior, maldito por los nigromantes de la noche, quien ose atravesarlo perderá sus dones y su juicio para vivir por siempre con sus seres diabólicos en una danza mágica sin fin...".
- No me lo creo. Más bien será un bosque especial y mágico, como tantos, y lo que ha creado la inspiración de un lunático... La leyenda, me refiero...
- ¿Qué dice la brújula?

Era la primera vez que Prôed la mencionaba desde que la había encontrado y el príncipe de los Leonîdas no sabía qué responder.

- Sus agujas giran en direcciones que no logro comprender... mira -dijo mostrándosela. Prôed cuidó de no tocarla y la observó detenidamente. Él tampoco la entendía. Variaba del noreste al sur y cada dos giros señalaba al oeste.
- Bueno, ni idea. Mejor continuamos nuestro camino, quiero irme de aquí cuanto antes... -dijo mientras observaba a los misteriosos seres azulados de las charcas.


Cuando casi caía la noche, ambos elegidos vieron que se aproximaban a la linde del bosque.

- ¡Al fin! Podremos proseguir nuestro rumbo al sur por un camino... -empezó Lêandrö, pero se interrumpió al ver cómo su compañero se detenía.
- ¿Qué ocurre? ¿Ves lo mismo que yo? -preguntó el heredero al trono de Nrym.

Lêandrö vio cómo la linde del bosque se alejaba parcialmente de ellos. Caminó unos pasos en su cabalgadura y la linde se alejó aún más.

- ¿Qué significa esto?
- Nüymn -musitó Prôed.
- ¿Cómo..?

Antes de que pudieran reaccionar se vieron rodeados por cinco figuras encapuchadas y altísimas que formaron un círculo a su alrededor. El príncipe oyó de nuevo aquella risita macabra y femenina...

- ¡Nigromantes! -gritó el señor de las tierras de Kyrien.

Las figuras alzaron sus manos e invocaron a los espíritus. Lêandrö y Prôed contemplaron impotentes cómo cientos de cadáveres vivientes se acercaban con lentitud dispuestos a acabar con ellos.

- ¡Desenvaina tu espada, Lêan! -ordenó su compañero viendo que éste parecía haber entrado en trance. Lêandrö le obedeció y pronto se vieron inmersos en una encarnizada batalla contra esqueletos y muertos. Prôed desmontó de Cólera mientras el valiente corcel alzaba las patas y golpeaba a aquellos terribles seres sin ningún miedo, al igual que el caballo del príncipe. El guerrero trató de asesinar a uno de los nigromantes, que comenzó a reír demente mientras la espada se clavaba en su corazón. Los otros magos trataron de atacarlos a su vez y Prôed logró deshacerse de uno de ellos mientras otro huía. Lêandrö estaba rodeado por varios esqueletos y los otros dos nigromantes y el señor de Kyrien acudió en su rescate. Sus movimientos eran lentos y torpes, como si una fuerza superior le retuviera. Prôed ahuyentó a uno de los hechiceros mientras Lêandrö acababa con el otro. Inmediatamente y tan de improviso como había comenzado, los muertos se retiraron mientras ambos escuchaban el eco de la risa femenina...

- Esa maldita sacerdotisa... -murmuró Prôed sin que su amigo le oyese- ¿Estás bien?

Lêandrö tenía varias heridas poco profundas y sus ojos estaban fijos en un punto en la lejanía. El heredero al trono de Kyrien se fijó en que su propio brazo sangraba y le dolía un tobillo, pero estaba demasiado preocupado por la actitud de su amigo como para pensar en ello. Sin mediar palabra, Lêandrö asió las riendas de su caballo y comenzó a caminar obnubilado hacia la linde del bosque. Prôed temía que alguno de los nigromantes lo hubiera hechizado con su magia oscura y agarró con fuerza su espada por si tenía que protegerse. El príncipe arrastraba la suya.

Al llegar al límite del bosque, Prôed vislumbró un sendero de piedra iluminado por la luz de la luna y se fijó en que ya era de noche. Lêandrö seguía caminando en silencio y con los ojos perdidos.

- ¿Lêan..? -arriesgó a preguntar su compañero. No obtuvo respuesta.

Tras un rato avanzando y con el señor de las tierras de Kyrien cada vez más pensativo tratando de adivinar qué le ocurría a su amigo y si era peligroso, Lêandrö se detuvo en seco y miró hacia el este, a un grupo de árboles a través de los cuáles fluía un riachuelo que parecía hecho de estrellas; el príncipe se agachó y metió la mano en él. Tras tantear un poco en la oscuridad, sacó un cofre de piedra del agua.

- ¡Buah, está helada, socio!

Prôed pegó un salto del susto. Lêandrö parecía estar perfectamente ahora y eso le confundía.

- ¿Pero qué...?

Ante su asombro, el príncipe de los Leonîdas abrió el cofre con naturalidad, en cuyo interior yacía un libro de nácar.

- ¿Otro símbolo de la Diosa? ¿Estás de broma? -dijo el señor de Kyrien, enfadado.
- Aún no te he dado las gracias por salvarme la vida -respondió sencillamente Lêandrö mientras tomaba el hermoso y brillante libro en sus manos.
- Si, señor Frodo -respondió secamente Prôed dándole la espalda y alejándose de él.
- Prô...
- ¡Ni Prô ni prû! ¿Cómo te atreves? ¡Yo soy el elegido! -exclamó furioso.
- Ambos somos elegidos...
- ¡¡No!! ¡está claro que yo no! ¡ya tienes tres símbolos de la Gran Señora! ¡¡tres!!

Cualquiera le dice que el libro de nácar sirve para interpretar la brújula y encontrar la flor de cristal índigo, pensó Lêandrö.

- Tienes que calmarte, socio... Si, de momento tengo más símbolos que tu, pero eso no significa nada...
- ¡Claro que si! Da igual si consigo la flor, ¡tu ya tienes tres! ¡y yo solo tendría dos!
- Prô... no significa nada, créeme. Te necesito en la misión tanto como tu me necesitas a mí. Acabas de salvarme la vida -le recordó.
- Y qué... tu te llevarás toda la gloria y nadie me recordará...
- No hacemos estoy por el honor, sino por la Diosa... -trató de razonar el príncipe.
- Yo ya no sé nada, no sé que hago aquí.

La risita macabra de una mujer se escuchó en la oscuridad muy cerca de ellos y ambos alzaron los ojos.


Dedicado a Leandro y Pedro, ¡feliz cumpleaños bollus!