No podía creerse que aquella panda de pazguatos la hubiera engañado. O más bien, que hubiera caído en la trampa de Polvo. Estúpida Pänsy, en serio...
- Dame mis poderes, engendro infernal -ordenó Polvo de Galleta.
- ¿Cómo? Mira bonita, digo, bonito... le vas a pedir los poderes a quien yo te diga... -se enfadó Märga. Estaba perdiendo la paciencia.
- A ti, que me los has robado. ¡Ladrón!
- ¡Dale sus poderes, bellaco! -chilló Chico-chica, enervado.
- ¿Bellaco? ¿Pero de qué época salís? -preguntó la meiga, alucinada.
- No voy a perder más tiempo contigo. Si no me das mis poderes... -amenazó Polvo.
- ¿Qué? ¿Vas a torturarme?
- ¡Buena idea! -dijo Princesa.
En buen lío se había metido...
La pira ardía con fuerza al atardecer. El Clan Siniestro, como ella misma les había llamado (¡porque ella les había creado! ¡encima!) había reunido un círculo de piedras y madera para encender una hoguera. Märga se sentía como si estuviera en un entierro vikingo y no le gustaba nada...
- ¿Vais a quemarme viva? ¿en serio? ¿así pretendéis arrebatarme los poderes? -se burló tratando de parecer más valiente de lo que se sentía.
- Tuya es la decisión. Devuélveme mis poderes o te meteremos en la hoguera.
- Lo suyo era que me hubierais metido en la pira y después la hubierais encendido, así os vais a quemar vosotros también -observó Märga. ¿¡Pero por qué les daba más ideas!?
- Anda, pues es verdad... -coincidió El doble de chico-chica.
- ¡Ya lo sé! ¡Invoquemos a mi amiga Pänsy!
La meiga no podía más. ¿A quién había matado para merecer esto? "Mi amiga Pänsy", dice...
- ¡Oh, poderosa Pänsy, acude a mi ruego! ¡Vos que sois tan bella y yo que os... vamos, ayudadme -murmuró Polvo.
- ¡Ruego! -exclamó Km3.
- ¡Luego! -contribuyó Princesa por sorpresa.
- ¡Huevo! -dijo Chico-chica.
- Yo de verdad que... -pensó Märga.
- ¡Yo que os conmuevo! qué grande soy haciendo rimas... -se admiró Polvo de Galleta.
- ¿Pero cómo va a acudir a una súplica tan cut..?
Para sorpresa de Märga, Pänsy se materializó y soltó otra de sus pánfilas risitas.
- Hola, Märga la meiga.
- ¡Hola! -se oyeron dos voces al unísono; una sarcástica de la auténtica meiga y una alegre de Polvo de Galleta.
- Ya te has reído bastante, ¿no? Me pediste un favor y si no les haces volver a la cordura no podré cumplirlo...
- Bueno... a lo mejor ya no me interesa tanto... -dijo Pänsy retorciéndose un mechón de pelo.
- ¿Por qué hablas con ese? -preguntó Polvo de Galleta, extrañado.
- Solo le sigo la corriente, tranquilo. ¡Bonita fogata!
- Quieren quemarme viva... a mi no me hace ninguna gracia...
- ¡Oh, no seas dramática, querida!
Pänsy movió las manos y el fuego se apagó de inmediato. Después congeló (literalmente) al Clan Siniestro para ahogar sus protestas.
- ¡Qué frio! -exclamó Märga, viendo que la hechicera creaba una pequeña tormenta de hielo a su alrededor.
- Mantiene el cutis fino. Y ahora... ¿Qué podemos hacer?
- No entiendo nada...
- No sé si prefiero ese favor o pedirte algo más... difícil...
- ¡Ay, que me conguelo! ¿Más difícil?
- Tu no eres la única que tiene tratos con el brujo sin nombre...
- ¿Con Milla Náutica? -preguntó la meiga sin poder evitarlo.
Algo cambió en el ambiente. Pänsy se quedó anonadada, la tormenta cesó y el grupo se descongeló.
- ¡Märga! ¡y la hechicera! -exclamó Polvo de Galleta.
- ¿Cómo hemos llegado aquí?
- ¿Ya es Êdimbürgh?
- ¿Por qué estáis atada?
- ¿Y esa pira?
- ¿Qué esta ocurriendo?
Todos hablaban a la vez muy confusos pero Märga no podía dejar de mirar a la hechicera, que parecía haber entrado en trance y la miraba boquiabierta. Solo faltaba que le hiciera una caída de ojos...
- Habéis... dado... nombre... al brujo... -musitó casi sin voz.
- ¿Qué?
- ¡Oh, por fin!
Chico-chica parecía encantado y Märga no sabía qué hacer ni cómo sentirse. El chico (¿o chica?) fue a desatarla y la meiga le sonrió amablemente.
- ¿Alguien me puede explicar qué tiene de especial..? -comenzó a preguntar.
- El brujo sin nombre no tiene nombre, pero de vez en cuando alguien le da uno -explicó Chico-chica- y entonces adquiere un don.
- Vale... ¿Qué don?
- Tú... -murmuró Pänsy, aún en trance.
- Has de descubrirlo por ti misma.
- Pues no quiero sonar borde, pero no le veo el interés...
- ¡¡Jamás niegues el don del gran brujo sin nombre!! -gritó Chico-chica arrepintiéndose al instante.
- Nunca... grites... a una... meiga... -dijo Märga muy despacio con voz amenazadora.
- Lo siento, gran señora, me he dejado llevar... ya conocéis mi admiración por el brujo...
- ¡Maldita sea!
Pänsy movió las manos y desapareció en la niebla.
- Bueno... como no me ha dicho lo contrario... supongo que el primer favor sigue vigente... -susurró la meiga.
- ¿Qué? -preguntó Polvo de Galleta.
Märga les explicó lo ocurrido y Polvo le agradeció el cambio de imagen, se veía muy favorecido pero no le había parecido adecuado mencionarlo antes.
- Así que sigamos con el plan inicial, aunque de momento voy a conjurar un refugio, tendremos que pasar la noche aquí en la costa -dijo la meiga mirando al cielo tachonado de estrellas donde ya brillaba una luna creciente casi llena.
- Hola, Märga la meiga.
- ¡Hola! -se oyeron dos voces al unísono; una sarcástica de la auténtica meiga y una alegre de Polvo de Galleta.
- Ya te has reído bastante, ¿no? Me pediste un favor y si no les haces volver a la cordura no podré cumplirlo...
- Bueno... a lo mejor ya no me interesa tanto... -dijo Pänsy retorciéndose un mechón de pelo.
- ¿Por qué hablas con ese? -preguntó Polvo de Galleta, extrañado.
- Solo le sigo la corriente, tranquilo. ¡Bonita fogata!
- Quieren quemarme viva... a mi no me hace ninguna gracia...
- ¡Oh, no seas dramática, querida!
Pänsy movió las manos y el fuego se apagó de inmediato. Después congeló (literalmente) al Clan Siniestro para ahogar sus protestas.
- ¡Qué frio! -exclamó Märga, viendo que la hechicera creaba una pequeña tormenta de hielo a su alrededor.
- Mantiene el cutis fino. Y ahora... ¿Qué podemos hacer?
- No entiendo nada...
- No sé si prefiero ese favor o pedirte algo más... difícil...
- ¡Ay, que me conguelo! ¿Más difícil?
- Tu no eres la única que tiene tratos con el brujo sin nombre...
- ¿Con Milla Náutica? -preguntó la meiga sin poder evitarlo.
Algo cambió en el ambiente. Pänsy se quedó anonadada, la tormenta cesó y el grupo se descongeló.
- ¡Märga! ¡y la hechicera! -exclamó Polvo de Galleta.
- ¿Cómo hemos llegado aquí?
- ¿Ya es Êdimbürgh?
- ¿Por qué estáis atada?
- ¿Y esa pira?
- ¿Qué esta ocurriendo?
Todos hablaban a la vez muy confusos pero Märga no podía dejar de mirar a la hechicera, que parecía haber entrado en trance y la miraba boquiabierta. Solo faltaba que le hiciera una caída de ojos...
- Habéis... dado... nombre... al brujo... -musitó casi sin voz.
- ¿Qué?
- ¡Oh, por fin!
Chico-chica parecía encantado y Märga no sabía qué hacer ni cómo sentirse. El chico (¿o chica?) fue a desatarla y la meiga le sonrió amablemente.
- ¿Alguien me puede explicar qué tiene de especial..? -comenzó a preguntar.
- El brujo sin nombre no tiene nombre, pero de vez en cuando alguien le da uno -explicó Chico-chica- y entonces adquiere un don.
- Vale... ¿Qué don?
- Tú... -murmuró Pänsy, aún en trance.
- Has de descubrirlo por ti misma.
- Pues no quiero sonar borde, pero no le veo el interés...
- ¡¡Jamás niegues el don del gran brujo sin nombre!! -gritó Chico-chica arrepintiéndose al instante.
- Nunca... grites... a una... meiga... -dijo Märga muy despacio con voz amenazadora.
- Lo siento, gran señora, me he dejado llevar... ya conocéis mi admiración por el brujo...
- ¡Maldita sea!
Pänsy movió las manos y desapareció en la niebla.
- Bueno... como no me ha dicho lo contrario... supongo que el primer favor sigue vigente... -susurró la meiga.
- ¿Qué? -preguntó Polvo de Galleta.
Märga les explicó lo ocurrido y Polvo le agradeció el cambio de imagen, se veía muy favorecido pero no le había parecido adecuado mencionarlo antes.
- Así que sigamos con el plan inicial, aunque de momento voy a conjurar un refugio, tendremos que pasar la noche aquí en la costa -dijo la meiga mirando al cielo tachonado de estrellas donde ya brillaba una luna creciente casi llena.
Dedicado a Marga, ¡feliz cumpleaños cuqui!
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