06 marzo 2017

Sacrifice and Afterlife


Aquella noche sería especial... Los planetas se alineaban ante la atenta mirada de los chamanes de las diferentes tribus. Los sacrificios rituales estaban a punto de comenzar para dar la bienvenida a la otra vida. Cada tribu aportaba partes de su cultura y los altares se llenaban de flores hermosísimas. La frutas, las bayas y los jóvenes que iban a ser sacrificados se llenaban de símbolos de fertilidad. Los dioses precisaban que su sangre fuera restaurada pues se habían librado muchas batallas en aquellos aciagos años de guerra contra los conquistadores y su destrucción. Los oráculos habían predicho todos los hechos acontecidos y los adivinos lo habían presagiado en sus lecturas de las entrañas animales. El peligro de perder su cultura y ser olvidados en la historia provocaba estos rituales. Invocarían a los dioses mediante la sangre y sus cánticos en la noche, cuando los planetas en el firmamento y las pirámides fueran uno solo creando fuerzas insondables que solo sus sabias culturas podían entender y canalizar desde tiempos inmemoriales... Y los dioses acudirían a su llamada, y sus voces resonarían en los cielos alejando a los malos espíritus de su tierra para que pudiera recuperar la paz y la prosperidad que les había sido arrebatada.

Los fuegos se encendieron iluminando la oscuridad de la noche y una lluvia de estrellas cruzó el firmamento como buen presagio con su luz y belleza. Las flores que llenaban los altares se mecían con la suave brisa nocturna dando la bienvenida al rey, que salió de la pirámide con un círculo de metal que representaba el cielo y la alineación planetaria. El pueblo le miró mientras la rueda brillaba con el fuego y el rey señalaba la luna, Saturno y Marte bajo el sol. Los planetas reflejaban la posición exacta que se veía en los cielos, era el momento de iniciar el ritual. El rey sacó una daga y se cortó la muñeca encima del altar principal... La sangre comenzó a fluir en hilos por su mano y al contacto con las flores se convirtió en humo, que ascendió al firmamento hasta alcanzar a los dioses para que escucharan sus plegarias silenciosas...

Tras el derramamiento simbólico de sangre del rey, los jóvenes que iban a ser sacrificados se acercaron a los altares cubiertos de flores... Los sacerdotes alzaron sus puñales y tras las invocaciones a los dioses apuñalaron a los jóvenes. Sus gritos de dolor rompieron el silencio de la noche mientras su sangre se vertía y sus corazones eran sacrificados por el bien de la tribu en guerra con los conquistadores. Sus espíritus arrancados ascenderían con los dioses permitiendo a los diferentes chamanes tener visiones sobre el porvenir de sus tribus, y sus súplicas se convertirían en verdades dichas a través de la voz de los sabios...

La realidad se desgarró dando paso a la visión.

El paraíso florido de las antiguas tradiciones, el lugar espiritual en el que las ánimas se encuentran después de la vida en un jardín plagado de flores, jades y en compañía de los ancestros y dioses de su cultura se abrió ante sus ojos tras los sacrificios de sangre de sus jóvenes en la noche estrellada... Era un lugar tan hermoso que por un instante olvidaron por qué lo habían invocado, tan solo deseando poder ir a aquel maravilloso lugar y reunirse con sus seres queridos lejos de la guerra y la destrucción de los conquistadores. Aquel paraíso tropical, el destino final, les atraía como el anhelo de abandonar el mundo en el que vivían y del que tal vez ya no tenían que seguir escribiendo su historia... La visión cambió y el magnífico jardín se convirtió poco a poco en Xibalba, el telúrico y oscuro inframundo, lugar de tormentos y castigos. Un mundo horrible que en nada semejaba al mundo que ya conocían y donde los jardines del paraíso florido parecían olvidados e imposibles de alcanzar. Sus espíritus podían estar destinados a uno u otro camino, ambos desconocidos. Lo único que sabían es que su mundo se estaba acabando y su realidad estaba condenada a desaparecer. Las visiones de los dioses eran claras: la guerra destruiría sus pueblos y culturas y la muerte sería su destino, en el paraíso o en Xibalba, donde sus espíritus ya no regresarían jamás. Donde el principio y el fin ya no existirían porque sus ánimas no se regirían por las leyes de la tierra que les vio nacer y les vería morir. El silencio y la muerte era todo lo que les quedaba en su mundo de origen...

La visión se desvaneció y los sacerdotes y el rey tuvieron claro cuál sería el destino que escogerían. Cada hombre, mujer y niño tomó un puñal en sus manos y sacrificaron sus espíritus a los dioses... Las flores de los altares se tiñeron en la noche cuajada de estrellas en sangre, que volvió a convertirse en humo, ascendiendo al firmamento en volutas hasta alcanzar el paraíso soñado, lejos de la guerra y el miedo, de la tortura y el sufrimiento. El fuego ardió ante los planetas alineados...


Dedicado a Mirela, por su visión del mundo mágico.

2 comentarios:

Licaón dijo...

¡Que buena esta Wher!

Que también te digo, usando esas maneras para cargarse a jovencitos no me extraña que acabe asomando Xibalba ;)

Wherynn dijo...

Jajaja, ya, tengo mi lado "sádico literario" pero logro que quede bonito... es que además con esos gritos desgarradores era lo que me inspiraba