Estúpido taxista con sus movimientos de lengua tratando de parecer sensual... ¡Agh!
- Ëve, preciosa, ¿estás bien?
Que el Mirón Cara Plana le preguntara eso con esa voz suya... ¿La había llamado "preciosa"? Y encima el Palomitero parecía celoso... Jajaja, no pudo evitar reírse para sus adentros y sonreírles.
- Claro... Es que el poni...
- Kelpie. Es un Kelpie. ¿Qué te ha contado esa maldita criatura? -preguntó de forma agresiva la Gorda Lesbiana.
- Bueno... preferiría que vosotros me dierais primero vuestra versión y luego si eso os cuento...
- Oh, ya está. Le ha comido la cabeza.
- Yo le comía...
El Palomitero dio un empujón al taxista y Ëve juraría que éste le había respondido relinchando. Se estaba volviendo loca... Pero desde luego ese hombre merecía una buena coz. ¡Si que estaba metida en su papel de caballo! Por algo era la amazona...
- ¿Ëve?
- ¡Ay, perdón! ¡Me he distraído! ¿Me vais a contar la historia o no?
- ¿Qué historia? -aventuró a preguntar Pini Bailón con un tono de voz sospechoso.
- Qué sois, qué hacéis aquí, por qué conmigo... -¡Oh, por qué a mi! gimió en su mente.
- Ya te lo dijimos cuando estuvimos en tu casa, somos personajes de sueños que al ser vívidos salimos de él y cobramos forma corpórea. Nada más.
La chica no se lo creía. Quería creérselo, pero no podía. Cualquiera de las dos versiones era imposible. Y eso no ayudaba en absoluto a aclarar sus pensamientos.
- Pero es que a mi el poni...
- ¡Kelpie! -rugió la rubia zorra entrando en cólera de repente. Se hizo un silencio tenso. La bruma volvía a cubrir parcialmente el paisaje tropical, símbolo inequívoco de que el corcel andaba cerca...
- Como sea. ¿Existe el Gran Creador?
Varios de sus amigos ahogaron un grito.
- ¿De qué hablas? ¿Vas a ponerte filosófica y existencial ahora? ¡Tenemos cosas importantes que hacer! -exclamó la chica que parecía un chico.
- Pero yo...
- Le ha comido la cabeza -repitió el Palomitero sacudiendo la cabeza entristecido para dar énfasis a sus palabras.
- ¡Que a mí no me han comido nada! -gritó Ëve mirando inconscientemente al taxista.
- Actúas de forma extraña...
- ¡Vosotros si que estáis raros! ¡A que me voy con el kelpie!
Se arrepintió instantáneamente de sus palabras. La bruma cubrió su mente sin dejarla pensar y unas extrañísimas visiones pasaron a toda velocidad ante sus ojos. Parecían fragmentos de recuerdos de una vida pasada donde se veía como Pegaso cometiendo actos atroces de los que no sería capaz de hablar si alguien le preguntara. Y se veía a su vez en su vida humana, pero como si al mismo tiempo pudiera ver el Pegaso de su interior tratando de rebelarse contra todo y desafiando a ese Gran Creador del que sus amigos no querían ni oír hablar.
- ¡Ëve!
La joven abrió los ojos y se vio en su habitación. El eco de sus voces todavía resonaba en su mente. Era más feliz cuando era incapaz de recordarlos, la verdad... ¿Qué? Incapaz de recordar sus sueños.
- Mis sueños, no a mis amigos...
Se incorporó en la cama y se restregó los ojos con poco cuidado. Empezó a ver puntitos de colores y miró alrededor. Figuritas de caballos y un peluche la observaban desde diferentes ángulos de su cuarto. ¿Por qué tenía que soñar esas cosas tan raras? Incluso dudaba de que los personajes de sus sueños realmente hubieran cobrado vida. Tal vez estaba enferma y tenía alucinaciones... O estaba muy borracha y tenía delirios.
Se levantó y encendió una luz. Buscó en las estanterías hasta dar con uno de sus libros de psicología. Suspirando desganada lo abrió y comenzó a buscar algo, alguna respuesta a su complejo estado mental.
- Si fuera Freud está claro lo que diría sobre mi... Jajaja, en fin... -no pudo evitar acordarse del grimoso taxista aunque le hiciera poca gracia.
Pasó largo rato desvelada buscando en sus libros algo que pudiera esclarecer lo que le ocurría. No parecía un brote psicótico, ni nada inducido por medicinas extrañas que pudieran haberle echado en la copa alguna noche de fiesta. Ni drogas que actuaran en ciertos momentos sí y en otros no... La locura comenzaba a cobrar fuerza como hipótesis, pero quería descartarla como fuera. Era joven para ello. Oír relinchos en el salón tampoco servía de mucho.
- Actúas de forma extraña...
- ¡Vosotros si que estáis raros! ¡A que me voy con el kelpie!
Se arrepintió instantáneamente de sus palabras. La bruma cubrió su mente sin dejarla pensar y unas extrañísimas visiones pasaron a toda velocidad ante sus ojos. Parecían fragmentos de recuerdos de una vida pasada donde se veía como Pegaso cometiendo actos atroces de los que no sería capaz de hablar si alguien le preguntara. Y se veía a su vez en su vida humana, pero como si al mismo tiempo pudiera ver el Pegaso de su interior tratando de rebelarse contra todo y desafiando a ese Gran Creador del que sus amigos no querían ni oír hablar.
- ¡Ëve!
La joven abrió los ojos y se vio en su habitación. El eco de sus voces todavía resonaba en su mente. Era más feliz cuando era incapaz de recordarlos, la verdad... ¿Qué? Incapaz de recordar sus sueños.
- Mis sueños, no a mis amigos...
Se incorporó en la cama y se restregó los ojos con poco cuidado. Empezó a ver puntitos de colores y miró alrededor. Figuritas de caballos y un peluche la observaban desde diferentes ángulos de su cuarto. ¿Por qué tenía que soñar esas cosas tan raras? Incluso dudaba de que los personajes de sus sueños realmente hubieran cobrado vida. Tal vez estaba enferma y tenía alucinaciones... O estaba muy borracha y tenía delirios.
Se levantó y encendió una luz. Buscó en las estanterías hasta dar con uno de sus libros de psicología. Suspirando desganada lo abrió y comenzó a buscar algo, alguna respuesta a su complejo estado mental.
- Si fuera Freud está claro lo que diría sobre mi... Jajaja, en fin... -no pudo evitar acordarse del grimoso taxista aunque le hiciera poca gracia.
Pasó largo rato desvelada buscando en sus libros algo que pudiera esclarecer lo que le ocurría. No parecía un brote psicótico, ni nada inducido por medicinas extrañas que pudieran haberle echado en la copa alguna noche de fiesta. Ni drogas que actuaran en ciertos momentos sí y en otros no... La locura comenzaba a cobrar fuerza como hipótesis, pero quería descartarla como fuera. Era joven para ello. Oír relinchos en el salón tampoco servía de mucho.
- Bueno, como aquella otra noche... Ah, pero ya es de día... -dijo contemplando a través de los agujeros de la persiana.
- Sí, ya es de día.
Dando un grito se giró y vio al kelpie en su cuarto.
Dedicado a Eva, ¡feliz cumpleaños, chuli!