Y otra vez la bruma oscura y perlada que la transportaba a lugares extraños y recónditos de su mente. Estaba harta, quería saber la verdad y la quería ya. Se sentía medio centauro, una sagitario en el cuerpo de una libra, con pensamientos inconexos por culpa de los recuerdos difusos que le venían a la mente y no sabía si eran reales o no... ¿Tal vez vidas pasadas? ¿Se había pasado viendo el Canal Historia en casa?
- ¿En qué piensas?
No respondió. El kelpie alazán la miraba con ojos tiernos y había algo en su mirada que le daba muy mala espina de repente. Era una criatura encantadora y precisamente por eso no se fiaba de ella. Aunque le había contado la verdad... O al menos cosas interesantes sobre su pasado, su imaginación, o lo que fuera.
- ¿Dónde estamos?
Ëve miró a su alrededor y vio una mansión moderna con amplias cristaleras y sendos ventanales. Le resultaba tremendamente familiar... ¿Quizá pertenecía a algún ancestro?
- Tú nos has traído aquí.
- Inconscientemente.
El kelpie la miró con ojos oscurecidos, cuya malignidad fugaz se borró en un pestañeo.
- Estas muy confundida, descubrir existencias pasadas agotaría a cualquiera. Incluso a una mágica criatura de gran poder como tú.
- Dijiste que tengo poderes divinos...
El alazán la miró con cierta reverencia y temor, lo que le sorprendió.
- Así es.
Ëve le miró pero el corcel no dijo nada más.
- ¿Y dónde están?
El caballo suspiró en un relincho.
- Como te conté, esos poderes te fueron despojados cuando te exiliaron a la Tierra...
- Ya no estamos en la Tierra.
- Claro que sí.
Ëve le miró con extrañeza.
- ¿No pertenece tu mente a la Tierra? ¿No se encuentra tu cuerpo en ella?
- Pues realmente no lo sé... ¿Cómo podría saberlo?
- Tú sueñas... Te transportas a nuestro mundo, pero solo eres una versión astral de ti misma. Aún perteneces a la Tierra y allí se encuentra tu verdadero ser. Si quieres regresar a los brazos del Gran Creador, deberás renunciar a tu forma corpórea...
Oh, más sorpresas. ¡Qué oportuno! Un chasquido en la mansión parecía coincidir con sus ofuscados pensamientos.
- Si regreso... Quiero regresar con mis amigos.
El caballo ahogó un grito de furia.
- ¿Con esos traidores? -se escucharon más crujidos- ¿Los que renegaron de sus actos malignos..? -preguntó el corcel con voz ofendida.
- Ellos supieron antes que yo arrepentirse... Y yo no recuerdo nada de aquel pasado -mintió un poco porque si que había visto retazos de... No quería ni pensarlo- por tanto estuvieron más acertados que yo. Me equivoqué y en aquel momento no eran mis esclavos, eran dueños de sus actos.
No sabía ni lo que decía ni si estaba convenciendo al alazán, que por momentos tomaba la forma de poni achuchable.
- No sabes lo que dices... Pasas demasiado tiempo astral en este mundo y comienzas a perderte a ti misma, tu mente no está hecha para estar aquí si no te acompaña el resto de tu ser...
- Vosotros me arrastráis constantemente hasta este punto, yo antes solo soñaba... Bueno, no recuerdo soñar, yo dormía tranquilamente, y despertaba, y seguía con mi vida. Vosotros interferís en ella.
El caballo parecía enfurecerse por momentos y sintió miedo. ¿Pero no era ella un poderoso corcel con poderes divinos? Seguro que era capaz de ejercer algún control sobre ellos si su imaginación era lo suficientemente fuerte...
- ¡¡¡Ëve!!!
El Palomitero entró como una exhalación en la mansión y la niebla se volvió rosada, como si estuviera cambiando a un sueño romántico de princesas y príncipes azules... ¿Pero en qué estaba pensando?
- ¡Hemos venido a salvarte!
Ay, si es que sus pegasos malignos eran los mejores... ¿Pero qué estaba diciendo?
- Quiero ver al Creador.
Todos se la quedaron mirando anonadados.
Dedicado a Eva, ¡feliz cumpleaños guapísima!