28 octubre 2018

Rara avis

El sol ardía radiante en el firmamento creando hermosísimas iridiscencias en el océano. Un nuevo comienzo. Däyn respiró con fuerza el aire con olor a salitre y se sintió renovado. Se acercó al muelle observando los navíos que allí se encontraban hasta que uno en particular llamó su atención. Era un barco restaurado, recién pintado y en un estado envidiable... Y sin embargo, le daba la impresión de tener algún oscuro y tenebroso pasado. Sacudió la cabeza y sonrió. ¿Quién podría tener pensamientos sombríos en un día tan brillante?

- ¡Arriad las velash! ¡Rumboh a la afventuhra!
- ¡Pero si aún no partimos!

El joven miró hacia el lugar de las voces y vio a un señor con pinta de capitán y un pendiente de aro en su oreja izquierda que parecía muy ufano. Los ojos le brillaban y contemplaba con admiración su nave con un orgullo difícil de describir. 

- ¡Buenos días! -saludó Däyn acercándose. Por un momento, se sorprendió al ver aparecer del interior de la embarcación a otro señor bajito con un taparrabos hecho de hojas de platanero que le hacía parecer un nativo de tierras lejanas.
- ¡Holah, muchaxo! ¿Qué deseas? -preguntó con voz gangosa.
- Bonito barco, señor... ¿Es suyo?

El Capi sonrió orgulloso y señaló al navío.

- Eshta esh la Galera Roja.

El corazón de Däyn dio un vuelco. ¿"La Galera Roja"?

- ¿Por qué ese nombre? -cuestionó.
- El Bucanhero de Fhuegoh en rehalidaz es un antighuo bharco pertenehcienteh a losh pihratas Tdang, pero tras unah afventura en alhta mar lo hicimosh nuesstro. Estaba en un eshtado dehplorableh el pobrecihto, pero lo hemosh restaurahdo y cambiando de nombre rehspetahndo su pasado... ¡Y ahora es una vahliente embahrcación que nosh llevaráh a mil y un aventurahs! Tiene ciertho rastro de tehnebrohsidad en lahs bodeghas y eso... pero ya lo iremos soluhcionahndo poco a poco -sonrió confiado.
- Nada "precupante" -corroboró el hombre del taparrabos.
- ¿Y tú quién eres, jovencito?
- ¡Oh! Me llamo Däyn, soy... Bueno, me encanta el mar. Un viajero...
- Me llamo Krämse.

El hombrecillo del taparrabos había bajado por la escalinata del barco y le daba la mano afectuosamente. Le miró largamente y le pareció que sus ojos le atravesaban el alma, como si pudiera leer en su interior... No, no, no, estaba allí precisamente para olvidar todo aquello, para cambiar de aires y rumbo. Un nuevo comienzo.

- Este chico me gusta. Tiene un pasado interesante a juzgar por su mirada y sería un marinero de primera, ¿si? ¿Quieres unirte a nosotros, si? -le preguntó con una sonrisa.
- ¡Querido Krämse! ¿Eshtáis sehguroh? Nuehstra tripulación...
- … Necesita un poeta, un artista, ahora que varios de sus miembros han decidido poner tierra de por medio. Jajaja -rió su propio juego de palabras- necesitamos jóvenes deseosos de aventuras.
- ¿Sabhhéis tohnadas marinehras?

Däyn miró al hombre del pendiente.

- Yo...
- Me llamoh Capi, phor ciertoh, shoy el capitáhn de eshte bfarco. Aunque Krämse tamhbién es capitán, pero me dejah ejjercer el mandoh porque asíh puebde dishfrutar de la brisah marina... ¿Y esa tonada?

No sabía qué hacer. No conocía canciones de piratas más allá de "Yo, ho, ho y una botella de ron" pero seguro que no era eso lo que querían... ¿Y si les recitaba alguna poesía de las suyas?

"¡Madera bajo mis botas!
¡Conciertos de artillería
bravía en funestas notas!
¡Ondea la epifanía
del fin de la jerarquía
bruñida entre pergaminos, 
que arpías y libertinos
tomaron por pleitesía!"

Parecía haber captado su esencia. Todos los marineros le miraban boquiabiertos.

"¡Ya ruge nuestra amnistía!
¡Sucumben los calabozos
en la acuática homilía
de piratas y sollozos!
¡Y alzados entre los trozos, 
velamos el cementerio
que atestigua que un imperio
se consume en sus esbozos!"


Silencio absoluto.

- Se... llama "Homilía pirata..." -dijo con cierta timidez.
- ¡FASCINAHNTE! ¡Qué ohbra de arte! ¡Qué arhtishta entre nuestrhas filas! -aplaudió Capi encantado.
- Me gusta mucho, ¿si? ¿Te unirás a nosotros? 

Däyn asintió emocionado. ¡Por fin podría hacerse a la mar!

- ¡Yha verás quéh bfien! ¡Thal ves enconthremos sirehnas... ¡¡o bohcinahs!! -rió el Capi ante su propio chiste. Däyn soltó un bufido de risa. ¡Qué señor más ocurrente!
- Te advierto de que vamos en busca de serias aventuras, tesoros ocultos y navegaremos por sitios peligrosos... Pero seguramente tu magia interior nos será muy útil...
- ¿Eh?

Krämse le sonrió y empezó a reírse compulsivamente al compás de todo su cuerpo. Däyn alucinaba, ¿Dónde se estaba metiendo?

- Ocultas secretos, muchacho, y está bien. ¿Dominas los vientos de cristal?

El joven se puso en guardia. ¿Quién era ese señor y por qué sabía eso sobre él?

- No te "precupes", todos tenemos nuestros enigmas. Mira, ven. 

El hombrecillo le invitó a subir a la nave y Däyn, tras ver la mirada de aprobación del Capi, que parecía encantado con su nueva presencia en el barco, le siguió. El señorín le llevó hasta su camarote, que estaba adornado de forma muy particular, con objetos recogidos de los lugares más recónditos del mundo y algunas conchas marinas que reconocía de las cercanías. Incluso tenía unos pequeños arrecifes en un acuario... Pero lo que realmente captó su atención fue un magnífico astrolabio que guardaba encima de la mesa custodiado por un cristal.

- ¡Oh... qué maravilla! -admiró con sinceridad.
- Es mi astrolabio de Hiparco de Nicea. Un sextante de lo más particular y antiguo. 
- El matemático y astrónomo griego... -recordó Däyn mientras lo observaba detenidamente.
- Sabía mucho de constelaciones, ¿si? Como tú.

Däyn le miró y Krämse sonrió enigmáticamente. 

- El universo... un pequeño cosmos a escala...
- ¿Cómo..?
- ¡Oh! ¿Tienes la brújula? 

Aquello era demasiado. ¿Cómo podía saber..?

- Nuestro capitán también tiene una. La suya indica el noroeste -dijo mirándolo significativamente. Sintiéndose más seguro, Däyn rebuscó en su capa y sacó su propia brújula. En aquel momento estaba detenida marcando el norte.
- Bonita pieza. Mágica, ¿si? Indica tu corazón, ¿no?

No sabía qué decir. 

- Tranquilo, estás a salvo aquí. Tal vez no de la sacerdotisa del navío, pero de todos los demás si. Solo son marineros, Capi es su capitán y buscan tesoros.
- ¿Hay una... sacerdotisa?

Oh, no.

- ¡No pasa nada! Ella ni siquiera lo sabe. Trae mala suerte tener mujeres a bordo, ¿si? Pero Capi siempre ha sido un aventurero y nada supersticioso. Ni notarás su presencia, oh, aunque ella si que notará la tuya...
- No se si esto es buena idea... -titubeó Däyn.
- Tranquilo, es invisible a los ojos. No te hará daño.

Definitivamente, no entendía nada.

- Tú olvida lo que te he dicho, ¿si? Vamos a preguntar a Capi cuando quiere partir, ahora que por fin has llegado para unirte a nuestra tripulación.
- ¿Me esperabais?

Krämse le miró y por un instante le pareció que era consciente de que sin querer había hablando demasiado. 

- A un artista. Los viajes son aburridos sin algo de sesera a bordo, ¿si?


Unas horas más tarde se reunieron por fin en cubierta y desamarraron el barco. Al principio comenzó a surcar los mares con lentitud, alejándose del puerto que le había visto renacer.

- ¡Llehvaba thanto tiempo en losh astihlleros! -suspiró el Capi, encantado de volver a navegar- ¡No había quiénh exhorcizahra a esos eshpírituhs! 
- ¿Qué?

Varios marineros se giraron, asustados, mientras el Capi tomaba el timón.

- ¡Ooh! ¡Es un dhecir! Como erah de losh Tdagn… -disimuló moviendo el navío distraído mientras miraba su brújula. 
- ¿Había espíritus a bordo?

Nadie contestó y todos comenzaron sus labores. ¿Tendría que arrepentirse de haber partido a la aventura?


La noche estrellada y el mar el calma serenaban sus pensamientos. Le habían asignado un bonito y tranquilo camarote en lo más profundo del barco, donde las aguas susurraban sus misterios a la vieja madera de la embarcación, que mantenía su aire lóbrego a pesar de la restauración y los alegres adornos de los que la habían provisto, como Capi había mencionado. En realidad lo notaba en su atmósfera... "El Bucanero de Fuego", ¿Quién lo hubiera dicho? Sacó su brújula, que giraba de nuevo incontrolada hasta que señaló un punto perteneciente a un islote cercano que podía ver a simple vista.

- ¡Eh! -gritó al muchacho de la torre vigía. No estaba. Miró a su alrededor y decidió subirse a una cofa en busca de algo que le dijera por qué la brújula señalaba ese lugar. Miró guiándose por la luz de las estrellas y lo que vio le dejó sin aliento.


Dedicado a Dani, ¡feliz cumpleaños Licaón!

19 octubre 2018

Amanecer


La etérea bruma me hacía sentir que me encontraba en uno de mis sueños, en uno de mis viajes astrales a la eternidad... 

El aire de las civilizaciones antiguas se percibía en la atmósfera, bajo los rayos de sol que iluminaban el cálido paisaje desértico con su brillo áureo... Caminaba con la túnica hecha jirones por el solitario paisaje con el sol como guía en busca de la iluminación, de la poesía interior y de tu mirada, como siempre. En busca de la verdad que nunca sería revelada sino a través de metáforas, aquellas donde éramos libres, creadores de mundos, inspiradores de sueños lúcidos, mundos de ilusión y amores más allá. 

La profecía del sol revelaba que la creación no era más que una verdad a medias entre dos manos entrelazadas...


Dedicado a Carmen, por sus viajes a tierras lejanas.

09 octubre 2018

Absalón, the Ëdeweiss

La brisa mecía un mechón de pelo ondulado de la meiga mientras el grupo contemplaba el valle de la bruja. ¿En serio tenían que bajar por un Ëdeweiss manflorita para Pänsy? ¿No podía buscarse un novio ella misma? ¿Cuándo se había ondulado SU pelo Polvo de Galleta, y lo más importante, por qué?

- ¿Cuando..?
- Bueno, lo mejor será acabar cuanto antes con esta pantomima. Vamos a Êdimbürgh, convencemos a un hombre desnudo de liarse con Pänsy y le decimos que es el Ëdeweiss.
- ¿En serio? ¿Pero os creéis que la bruja no se va a dar cuenta? -razonó Chico-chica para admiración de Märga.
- ¿Y qué sugieres que hagamos? -lloriqueó Polvo.
- ¡Pues lo que dice la meiga, ir, coger la flor, levantar el conjuro..!
- ¡Eso nos llevaría milenios!
- ¡Exagerados! ¡Su magia es poderosísima!
- ¡Si lo fuera tanto..!

Polvo de Galleta se calló al punto cuando vio la expresión tenebrosa de Märga.

- ¿No dijisteis que queríais aventuras?
- ¡Pero no así! ¡Mi cuerpo!

Cuando la meiga logró convencerles de bajar al valle y ponerse a buscar la flor, unos finos copos de nieve comenzaban a caer en el paisaje.

- ¡Oh, qué bonito! -exclamó Princesa.
- Yo no me entretendría con eso, es nieve mágica...
- ¿Maldita o bendita?

Era el día de las preguntas tontas, estaba claro.

- Concentraos, es una flor blanca o roja, así... -dibujó en el aire una flor que nadie entendió, pero todos asintieron- y no pasa nada si la tocáis, pero no intentéis arrancarla.
- ¿Dónde se encuentra?
- ¿Y cómo quieres que yo lo sepa? -contestó la meiga con un extraño acento que le salió del alma -Hemos venido a buscarla. ¡Buscad!


Pasadas unas horas no parecía haber rastro de la flor, hasta que Chico-chica dio un chillido de emoción.

 ¡Mirad, la he encontrado!

El chico señaló una preciosa flor roja y blanca de largos estambres dorados que relucía entre la nieve. Märga se aproximó con cuidado a ella y la tocó. No ocurrió nada, como esperaba.


- Sí, es esta,
- ¿Y ahora qué? -preguntó impaciente Polvo de Galleta.
- Pues... Tendréis que dejarme a solas un rato.
- ¿Con el hombre desnudo? -gimió Princesa por sorpresa con voz algo celosa. Su novio bufó.
- Como te habrás fijado, es una simple flor. Tengo que concentrarme para romper su bendición y no es nada fácil... Pänsy me lo pidió a mi porque sabe que puedo, pero necesito paz y tranquilidad para lograrlo... -y con vosotros cerca no es nada fácil, pensó.
- Vale, os daremos privacidad a ti y a la flor... -suspiró la chica.

Los chicos se alejaron un poco y Märga les hizo un gesto de que se alejaran más. No quería que pululasen a su alrededor mientras intentaba aquel difícil conjuro.


El atardecer caía suavemente en el valle mientras los chicos miraban con disimulo a la meiga desde la lejanía.

- ¿Creéis que es capaz de hacerlo? No parece muy segura...
- Pänsy cree que puede.
- Pänsy quiere un novio salido de una flor -recordó El doble de chico-chica a Km3.
- Bueno...
- ¡Es Märga la meiga! Yo confío en ella -afirmó Polvo de Galleta.
- ¡Mirad!

Una luz cegadora se abrió en el valle y los chicos decidieron acercarse a toda prisa. Entre bruma dorada y chispas vieron aparecer a un apuesto hombre desnudo que parecía confundido. Märga sonrió orgullosa de sí misma.

- ¡Vaya con el manflorita! -comentó casi para sí Princesa por sorpresa evaluándolo con la mirada.
- Tenía los estambres muy largos... -cuchicheó Km3 mirando a cierta zona.
- ¡A Pänsy le va a encantar! -sonrió Polvo de Galleta complacido.

Märga estaba contenta por haber roto el conjuro, pero la parte más complicada comenzaba en ese preciso instante... ¿Cómo iban a llevar al hombre desnudo a través de tanta distancia sin encontrarse con nadie?

- ¡Oh, hermosa princesa!

Sin que nadie lo esperara, el hombre desnudo se arrodilló ante Princesa por sorpresa, que parecía sorprendida y encantada a partes iguales. Su novio le miraba furioso. 

- ¡Sois la bella dama de mis sueños! ¡Nunca se vio hermosura igual!
- Os he liberado del hechizo... -dijo Märga intentando llamar su atención. No es que estuviera molesta de que el hombre solo se hubiera fijado en Princesa y ni la hubiera mirado... Un momento... ¡Si tenía cuerpo de hombre! Claro, claro...
- ¡Mi princesa prometida! ¡Mi alma gemela! -suspiró el hombre completamente extasiado.
- ¿Pero qué dices, insensato? ¡Tú vas a ser el amante de Pänsy, no te fijes en ella! -chilló desesperado Polvo.
- ¡Y tiene novio! -gritó el novio de Princesa. La chica estaba encantada de recibir tanta atención.
- ¡Es mi amor verdadero, ni Pänsy ni nadie ocupará jamás mi corazón!

Sin que se lo esperaran, el hombre se puso en pie y le plantó un beso de película a la joven, que correspondió entusiasmada. Al instante una lluvia de chispas doradas les rodeó y Princesa se vio convertida en una adorable joven que hacía sombra a la inmensa belleza de la meiga, o de Polvo de Galleta en ese momento.

- ¡Qué espanto! ¿Qué le ha hecho a mi Princesa? -se horrorizó su novio.

La belleza está en los ojos del que mira.

- ¡Mi amor! ¡Ëdeweiss a su servicio, mi señora, ahora y siempre! ¡Os amo! -exclamó con fervor el hombre.
- Yo... -por fin parecía que Princesa tomaba conciencia de lo que estaba ocurriendo.
- ¡Sois tan hermosa y perfecta!
- Desde luego es el hombre adecuado para Pänsy, bailándole el agua cada instante... -comentó en un susurro Km3.

Märga estaba anonadada. ¿Cómo podía salir todo tan mal? Aquel manflorita afrodita afrodisiaca se había enamorado de la mujer incorrecta y no se lo podía llevar así a Pänsy… Y había agotado sus fuerzas liberando esa flor del hechizo, necesitaría varios días para poder realizar el conjuro de nuevo sobre una nueva flor... Todo era increíble. ¿Cuántos Absalón habría por el mundo?

- Un momento... ¿Has dicho que te llamas "Ëdeweiss"? -cuestionó Märga al hombre sin poder evitar mirarlo directamente a... el estambre. ¿¿Qué hacía??
- Sí, señor.
- ¿Señor? Ah, si... Pero... ¿No eres Absalón, como todos?
- Todos somos únicos, señor.

¿Podía ser que Absalón fuera una flor concreta? ¿Tal vez se equivocó y tendría que haber elegido una de las flores blancas?

- ¿Qué demonios significa eso? -rugió Polvo de Galleta.
- La verdad es que no tengo ni idea...
- Vuestro don del brujo sin nombre sería ideal en esta situación aciaga... -observó Chico-chica.

¡Ya empezaban con los vocablos medievales!

- Mirad, no entiendo nada. Esto no tendría que estar ocurriendo -dijo Märga.
- ¡La maldición de las ninfas! -exclamó el novio de Princesa dándose cuenta.
- ¿Qué? 
- ¿No será la respuesta? 
- No creo... Aunque pudiera... -dudó Märga.
- ¿Entonces que es? -gimoteó Polvo de Galleta.
- ¡No lo sé! Dejadme pensar...

No sabía si era el destino o Pänsy quien se reía de ella, pero esto pasaba de castaño oscuro. Ëdeweiss contemplaba arrobado a Princesa, que había encontrado un charco de lluvia y admiraba su recién descubierta belleza mientras su novio la miraba con disgusto al verla convertida en un monstruo.

- Quizá el beso de amor erróneo... ¿Quién le manda ser tan besucón? -murmuró Märga, enfadada.
- ¿Qué haremos, mi señora? ¡Quiero mi cuerpo! -lloró Polvo una vez más.
- Ay... pues no va a quedar más remedio que hablar con las ninfas...

El grupo casi al unísono ahogó un grito de horror.

- Que son ninfas, ¿eh? No arpías, o súcubos...
- ¡Súcubos!

Märga contempló a Chico-chica, que de repente parecía ruborizado.

- Yo... una vez conocí a... una... -se sonrojó. Polvo de Galleta casi se desmaya- era hermosísima, una belleza terrenal del inframundo -eso no tiene sentido, pensó Märga, pero optó por callar- yo...tengo un retrato suyo...

El chico rebuscó en sus pantalones y sacó un pequeño retrato que mostró a sus amigos.


- Muy bonita, ¿y qué demonios...? Nunca mejor dicho...
- Ella... bueno, digamos que quedó encantada conmigo y me regaló su retrato, dijo que podría invocarla siempre que me hiciera falta...

La meiga estaba colapsando. No sabía qué era peor, si conocer las dotes de Chico-chica (que al final al parecer era hombre), saber que un súcubo le había... Y se había quedado "encantada", o que tuviera conexiones demoniacas y mágicas tan fuertes... Y ella sin saberlo. Ni entenderlo, por supuesto. Se tocó la sien, le dolía. Seguro que le estaba dando un tirón en el cerebro.

- ¿Y cómo crees que nos ayudaría un súcubo?
- Yo...
- ¿No lo habrás contado solo para presumir?
- ¡No! Ella puede hacer cosas...
- Y tanto...
- … Tiene poderes -fulminó con la mirada a Km3- y sería una protección contra las ninfas.
- Las ninfas son buenas, aunque maldigan flores... -dijo Märga bajando la voz en la última frase.
- Pero son envidiosas y odian ser rechazadas. Cuando su Ëdeweiss sea seducido por mi súcubo le liberarán del amor de Princesa para que sea suyo... Y entonces nosotros nos lo llevamos para Pänsy. Haremos de señuelos y nos enamoraremos de las ninfas, o fingiremos que lo hacemos...
- No será difícil fingirlo... -aseguró el Doble de chico-chica.
- ¿Hola? ¡Yo sigo teniendo poderes! ¡No hace falta tanto lío!
- Descansad, meiga, yo me ocupo...
- ¡No..!

Antes de que pudiera detenerlo, Chico-chica pronunció unas palabras prohibidas de magia negra y unas ondulaciones negras aparecieron en el paisaje. De entre el círculo de oscuridad surgió lenta y sensualmente la figura de una mujer de belleza irreal e indescriptible, con cabellera cobriza y ojos de fuego, cubierta de tatuajes en su cuerpo y livianos ropajes negros. Una diadema de rubíes en su frente, acompañada de unos pendientes y un collar marcaban su estatus como reina de los demonios. Sus ojos eran hipnóticos.

- ¿Qué puedo hacer por vos, mi señor?

Su voz era tan sicalíptica que todos, incluida Märga, contuvieron el aliento.


Dedicado a Marga, ¡feliz cumpleaños preciosa!

01 octubre 2018

Caged

Descifrar las profecías llevaba mucho más tiempo del que los Elegidos hubieran imaginado. El templo se parecía a los antiguos círculos de piedra y aún así el laberinto que lo conformaba no se asemejaba a nada que Prôed hubiese visto jamás. Kyrien no tenía aquellos templos tan misteriosos que pertenecían a otras zonas, como la tierra del príncipe de los Leonîdas…

- ¿Dónde está Lêandrö? -preguntó en voz alta percatándose de que no estaba a su lado desde hacía un buen rato.
- Oh, está preocupándose por sus elecciones -respondió Enya, que había aparecido de la nada- Esas dos líneas escogidas por su corazón quizá no sean de su agrado...
- ¿Del agrado de quién? -cuestionó Prôed, suspicaz. La niña sonrió enigmáticamente pero no dijo una palabra.

- ¿Quién es ella?

Enya le miró con ojos inocentes.

- Tú sabes quién es, pero no te atreves a pensar que realmente pueda ser ella... Nadie lo haría.
- ¿Cómo va..?
- ¡Eh, Prô!

Lêandrö apareció tras uno de los muros con mirada ominosa. De repente parecía cansado, ojeroso, como si un gran pesar atenazase su corazón y quisiera liberarse de él.

- ¿Mala suerte con la naturaleza?
- ¿Qué..? ¡No es nada de eso! -rió levemente el joven, que por un instante pareció más dueño de si mismo. Solo un instante.
- ¿Qué quieres?
- Quiero hablar contigo... en privado -dijo en un suspiro de resignación. 
- ¿Te vas a poner romántico?

No entendía por qué hacía esas bromas cuando tanto estaba en juego. Quizá precisamente por eso. Enya sonrió complacida, como si hubieran cumplido un designio que les estaba destinado.

- Ya quisiera... Anda, vamos. Discúlpanos, señora.

La niña se retiró sonriente y los dos guerreros se alejaron hacia una roca donde podían sentarse.

- ¿Señora?
- Esa niña tiene un aura muy especial, como si fuera un alma vieja... Pero no es el caso, tengo que decirte algo de suma importancia.

Prôed se quedó en silencio esperando. Su compañero no dijo nada.

- ¿Y bien?

El futuro rey de los Leonîdas parecía estar luchando contra una voluntad más fuerte que la suya para hablar. Cuando comenzó, su voz sonaba quebrada y lejana.

- Quiero que veas esto. Solo que me digas si puedes... Mira -le mostró el libro de nácar y lo abrió al azar en una de sus páginas. Prôed gritó sorprendido. Ninguna luz cegadora salió del libro, como Lêandrö había esperado. ¿Puedes leerlo? -preguntó el príncipe.
- Si... No sabría explicar cómo, no conozco la lengua ni los símbolos... Pero mi corazón sabe lo que significa...
- Te me estás poniendo tierno, socio... ¿Ves? Te necesito en la misión. Tu nunca hubieras encontrado el libro de nácar, y yo no puedo interpretarlo sin ti... Nos necesitamos mutuamente, ¡somos los elegidos!

Justo en ese momento, los ojos de Lêandrö se pusieron en blanco y un gran dolor cruzó su rostro.

- ¿Estás bien, amigo? -dijo el señor de las tierras de Kyrien con semblante preocupado.
- Ella... No quiere... -Lêandrö le miró suplicante. Tenía que entenderlo.
- Vale, tranquilo. Esa bruja del demonio pagará por lo que te está haciendo... ¿Pero por qué..?
- Soy débil frente a sus encantos...

¿Cuántos hombres se habrán sentido así alguna vez? Pensó Prôed.

… Y sabe que puede manipularme. No siempre me siento... yo.
- Aquí estás bien.
- El poder de las sacerdotisas os protege. Disculpad mi presencia, las profecías ya han sido reveladas.

Lêandrö se quedó pálido, completamente lívido. Aquel sería su fin. La sacerdotisa le sonrió con confianza y un halo de esperanza nació en su interior. Quizá no todo estaba perdido.

- La Suma Sacerdotisa os espera. Ella os revelará los designios de la Diosa.
- ¡Oh, Gran Señora, ilumínanos! -suspiró con devoción el príncipe.


La Suma Sacerdotisa se encontraba en una sala realmente hermosa del templo, donde el tiempo parecía detenerse y fluir más despacio que para el resto de la humanidad. Sus rasgos se hallaban rejuvenecidos, o tal vez solo era su impresión. Lêandrö bajó los ojos, no tenía derecho a mirarla al rostro. La mujer se acercó a él y solo pudo ver su largo cabello perlado.

- Mírame -dijo con una voz sorprendentemente autoritaria.

El príncipe la miró y un profundo odio se adueñó de su ser. 


Todo ocurrió en un instante. La sensual sacerdotisa brotó de la nada como si de un ser astral se tratase y rió con su risa macabra, nublando los sentidos del Leonîda. El amor que sentía por ella era demasiado profundo y sofocante, insondable, no podría volver a vivir si no era suya. Tenía todos sus sentidos a su merced, no podía luchar contra ella ni contra sus deseos.

- ¡Maldita bruja!

En la lejanía, entre la bruma que cegaba sus ojos, oyó gritar al heredero del trono de Nrym, una risa que le perforaba los oídos y una sensación inexplicable de profundo placer a pesar del lacerante dolor.

Un grito. Una sombra.

Un rio carmesí que le recordaba al caldero burbujeante de su señora cegó sus ojos. Aún podía escuchar su risa, cuyos toques siniestros apreciaba con más lucidez. Sintió miedo y sus ojos se llenaron de lágrimas... Se avergonzó de ello. ¡Era un guerrero! ¡Ninguna hechicera podría doblegar su alma jamás!

- Socio... -murmuró antes de desvanecerse.


Prôed miraba a su amigo con compasión. La sacerdotisa había nublando sus sentidos pero ya se había acabado... al menos de momento. Algunas almas son más susceptibles a la magia, y la del príncipe de los Leonîdas lo era.

- ¿Qué ha ocurrido? -preguntó el joven incorporándose, desorientado.
- Bueno... digamos que la bruja había consumido parte de tu espíritu y lo hemos restaurado a su ser... A tu ser. Volverá a atacar, pero la Suma Sacerdotisa...
- Tengo algo para ti -dijo tendiéndole una piedra de Yngü, una maravilla de las tierras de Möryew que era capaz de desterrar a los malos espíritus y las fuerzas negativas a su esfera. Lêandrö la contempló. Los visos dorados y rojizos dentro de su estructura azulada y violácea la hacían tan hermosa... 
- No soy merecedor de ella -terció seguro de si mismo. He fallado a la Diosa y me he fallado a mi mismo, cayendo ante el conjuro de la sacerdotisa oscura. Prôed...
- Claro que te la mereces, ¡eres el Elegido! -dijo Enya con voz ligera. Ambos los sois -miró a Prôed, que le sonrió- y la misión se cumplirá gracias a ambos. Cógela, tu sensibilidad a la magia negra no es un signo de debilidad, cada batalla contra ella te fortalece.

Lêandrö sonrió y cogió la piedra. Tenía toques verdes cuando la movía hacia la luz solar.

- Gracias... -susurró con humildad y auténtico agradecimiento. 
- Vamos, ¡tenemos una misión que cumplir! -dijo Prôed tendiéndole la mano.
- Socio... yo...
- No pasa nada, está bien. No volveré a sentir envidia de tus símbolos de la Diosa, nuestros destinos están entrelazados...
- ¡Ay, qué bonito! 

El príncipe le dio un abrazo y el señor de Kyrien se sintió cohibido. ¡Eso no era nada de guerreros!

- Eres como un hermano para mi... -murmuró con gratitud.
- Sí, y tu hermano mayor, que nací unos minutos antes... Anda, vamos -rió el otro.
- ¡Las profecías!

Ambos miraron a la Suma Sacerdotisa. Con tanta magia habían olvidado completamente por qué se hallaban allí. La sacerdotisa se acercó a ambos y susurró unas palabras en sus oídos. Lêandrö suspiró de alivio y Prôed se quedó pensativo.

- Esas son las palabras de la Diosa a los Elegidos -confirmó la anciana.
- Pero... ¿Estáis segura? ¿Vuestras traducciones..? No quiero decir que...
- Sí. La Gran Señora lleva dejando sus palabras en este mundo durante milenios y ninguna sacerdotisa ha fallado jamás en su interpretación -aseguró la joven rubia de tez pálida.
- En vosotros está compartir la sabiduría con vuestro compañero o guardárosla para vos -dijo Enya con una mirada significativa. Los guerreros se miraron y asintieron. Pero no en estas tierras. La verdad de la Diosa no debe ser pronunciada por mortales en su terreno.
- ¿Y eso? -el heredero al trono de Nrym dio un codazo a su amigo. Al parecer la indiscreción era parte suya, no de la bruja. Enya sonrió.
- Designios de la Gran Señora -contestó simplemente.


La luz del atardecer les acompañaba mientras se alejaban de Möryew en busca de su próximo destino. Lêandrö movía la piedra entre sus dedos, embelesado con su enorme belleza y sintiéndose protegido, a salvo. 

- Bueno, socio... ¡En busca de la flor de cristal índigo! -exclamó con alegría.
- Eso parece... -suspiró Prôed, sabiendo que el camino sería arduo pero que podía contar con su hermano. Se giró y pudo ver en la lejanía a Enya, que sonreía despidiéndoles y cuya melena parecía auténtico fuego con los últimos rayos del sol.

- Ella... 



Dedicado a Leandro y Pedro, ¡feliz cumpleaños chicos!