Por fin. Escapar de las mazmorras de Vlädés había sido una aventura inenarrable. Los horrores que allí habían vivido quedarían grabados a fuego para siempre en su memoria. Ojalá pudieran olvidar...
- ¿Mi señora?
Mordred contemplaba a la sacerdotisa turbado. Parecía lejos, como si su mente tratara de asimilar todo lo ocurrido pero fuese incapaz de ello, porque había sido demasiado horroroso incluso como para ponerle nombre...
- ¿Por qué mi tío hace esto?
La voz de la sacerdotisa sonó etérea, como si parte de su alma se hubiese perdido en aquella prisión demoníaca.
- No creo que lo haga por propia voluntad...
- Claro que no. Teme a su maestro. Y se deja manipular...
- Ahora pertenecéis a bandos contrarios. Él ha elegido su camino -terció Mordred.
- No. No ha escogido... -Ërov miró a través de uno de los huecos en la piedra. ¿Cuántas familias se habrían separado en aquella guerra?
- Mi señora, pienso que...
- Tenemos que irnos. Nuestro destino siempre fue Yn. Su monasterio. Vamos.
Ërov apretaba inconscientemente la daga que le había dado la Suma Sacerdotisa y que volvía a obrar en su poder gracias a sus dones. Tras arrebatársela a los demonios, se sentía más poderosa, más salvaje... Nunca volvería a ser la misma.
El castillo de Vlädés era una fortaleza inexpugnable pero ya había huido una vez y conocía sus secretos. Le resultaba curioso que la hubieran intentando encerrar y borrar sus recuerdos allí dentro... ¿No temían que algo saliera mal? ¿Qué pudiera volver a..?
- Espera.
La joven se detuvo en seco y Mordred la miró.
- ¿Y bien?
- Mi tío... Él quería que el hechizo errase y yo pudiera...
- Ërov…
La sacerdotisa miró a Mordred, que negaba con la cabeza.
- No. El maestro habla a través de él, es su voluntad y el miedo el que le hacen seguirlo, como tantos de sus súbditos. No creáis que es más poderoso que él... Jamás se atrevería a desobedecerle…
Mordred hablaba del "maestro" con... ¿Reverencia? No le gustó nada.
- Creo que se nos escapa algo.
- Como que pueda haber espías por doquier... -sugirió Mordred, extrañado de que no se hubieran cruzado con nadie aún.
- Estamos en las entrañas del castillo, nadie en su sano juicio se acercaría con esa jauría de ahí abajo... -dijo Ërov adivinando sus pensamientos. El joven tuvo que darle la razón.
- Salgamos de aquí, necesito aire -respondió simplemente.
Como habían previsto, según avanzaban por la fortaleza se encontraron con sirvientes y algunas criaturas sorprendentes que no deberían estar ahí... Las alianzas entre los reinos empezaban a ser peligrosas, tenían que llegar a Yn lo antes posible.
- Bien, ahí está la puerta de entrada -señaló Ërov. En cuanto se abra, saldremos.
- ¿No sería mejor un lugar más discreto? -propuso Mordred.
- No. Todas las demás salidas estarán vigiladas. A nadie se le ocurriría escapar por la puerta principal.
Mordred asintió. Se preguntaba si la sacerdotisa ya habría recuperado todos sus dones... Aquella malignidad había dejado una impronta terrible en su espíritu y una huella imborrable.
- Estaba más a gusto en el desfiladero... -murmuró Ërov sin darse cuenta. El joven la escuchó pero fingió lo contrario.
- ¡Hoolaaaa!
Ambos dieron un respingo. Vlädés había saludado tímidamente a un extranjero de porte adusto que se encontraba en las escaleras esperando. Vestía completamente de negro y la capa que le cubría le hacía parecer aún más severo. Ërov se agazapó tras un cortinaje aunque era consciente de que no podían verles. Sentía un odio incomprensible hacia su tío por retener a su abuelo... ¿Cómo podía traicionar a su linaje de aquella manera?
- Vlädés. Llévame con él -exhortó el hombre.
- ¿No querría antes..?
- Llévame con él -repitió.
- ¿Un té, unas pastas..?
El hombre le miró hoscamente.
- ¿Viandas, licor..? -trató de parecer más masculino Vlädés.
- ¿No queréis llevarme ante él? ¿Le tenéis miedo? -preguntó el hombre con sorna.
- ¡Adelante pues!
Vlädés trató de parecer confiado pero un deje de terror se dejó oír en su voz.
- Vamos -dijo Ërov cogiendo de la mano a Mordred.
- ¿Qué..?
- Vamos a ver al maestro.
- ¡Mi señora!
Ërov parecía completamente determinada a llevar a cabo aquella locura y Mordred no entendía nada.
- Debemos ir a Yn, ¿De qué serviría ver al maestro?
- Se encuentra en este mismo castillo. No dejaré pasar esta oportunidad de oro.
- ¿Oportunidad para qué?
Un brillo sádico relució en los ojos de Ërov.
- Sacerdotisa... Estáis siendo imprudente. Os... dejáis llevar por... vuestros sentimientos...
- Si no queréis venir, iré sola.
Ërov soltó su mano y comenzó a seguir a Vlädés. Mordred suspiró y volvió a tomarle la mano.
- Os protegeré hasta la muerte.
Volvían a las mazmorras, pero aquel era un sitio diferente. A pesar de su innegable oscuridad, parecía un lugar... ¿Acogedor? Al menos en comparación con la auténtica prisión de los calabozos endemoniados. Vlädés picó a una portezuela y un profundo "adelante" se oyó en su interior. Ërov miró a Mordred, que asintió muy a su pesar. Le parecía que se estaban metiendo en la boca del lobo, aunque la sacerdotisa brillaba de nuevo. Aquel halo de esperanza la hacía terrible y hermosa.
La estancia era muy fría a pesar del fuego que ardía en la chimenea y no aportaba ninguna calidez. Quizá la magia oscura pervivía mejor a bajas temperaturas... Ërov sacudió la cabeza, ¿Qué distracciones absurdas eran aquellas?
- Vlädés.
La sacerdotisa miró en el interior de la mazmorra. Su instinto le decía que no debían proseguir, el peligro acechaba. Si daban un paso más, dejarían de estar a salvo y no podrían regresar.
- Bienvenido al reino del norte -se escuchó la voz del maestro.
- Un momento... -murmuró Ërov. Centró la mirada y dejó que sus ojos viajaran a través de la sala hasta mirar de frente al maestro. Un escalofrío se apoderó de ella y tiró de Mordred, haciéndole retroceder. Juntos corrieron hacia la puerta que Vlädés había dejado entornada y se deslizaron rápidamente por el castillo hasta el portón de entrada. Mordred no entendía nada, solo seguía a su señora, que se aferraba con más fuerza a su mano por momentos.
La tenue y cálida luz del sol iluminaba por fin sus rostros. La piedra gris que rodeaba el castillo de Vlädés contrastaba con el cielo azul que se entreveía entre las nubes. Mordred observó a la sacerdotisa, que pareció imbuirse de fuerzas renovadas al contacto con la naturaleza.
- ¿Me vais a explicar..?
- Monasterio de Yn, próxima parada -dijo simplemente Ërov. Mordred asintió. Cuando estuviera lista, se lo diría.
- ¿Me vais a explicar..?
- Monasterio de Yn, próxima parada -dijo simplemente Ërov. Mordred asintió. Cuando estuviera lista, se lo diría.
Dedicado a Verónica, ¡feliz cumpleaños maja!
2 comentarios:
Meeeeeeca, pero cómo me dejas así con está intriga??? Acabo de leerlo y estoy en un qué se yo qué jajajajajajaaja. Muchísimas gracias como siempre por tu imaginación y esfuerzo!!! besos!!
Pues a mí no me gustó del todo pero necesitabamos esa transición después de tanta mazmorra! Fan de "un te, unas pastas? Viandas, licor?" XD
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