26 septiembre 2019

My Bloody Valentine

Por un momento, nadie dijo nada. ¿Acaso no se daba cuenta de que pedía imposibles?

- ¿Acaso no te das cuenta de que pides imposibles? -preguntó el taxista, leyéndole la mente a todos.

Ëve se quedó callada, pero pronto una sonrisa iluminó su rostro.


- Bueno... Estamos en el reino de los sueños, ¿no? ¡En el mundo onírico cualquier cosa es posible!
- No funciona así... No existe ese tipo... de libertad... -le respondió El Mirón Cara Plana.
- Por una vez tengo que estar de acuerdo con ellos... -asintió el kelpie.
- ¡Pues vaya truño!

La chica se desesperó. ¿No había forma de salir de aquella pesadilla? Miró a su alrededor... De verdad que aquel sitio le resultaba de lo más familiar...

- Oye...
- ¿Dime?

El taxista miró a Ëve de forma tan intensa que la chica retrocedió. ¿Qué demonios le pasaba?


- A mi no me importaría pagarte la carrera...

¿Por qué de repente todo se volvía incoherente? Un cristal estalló en la parte superior de la aireada mansión y una de las lámparas de araña osciló peligrosamente en el techo.

- El Gran Creador ya nos convocó una vez... -siguió, impertérrita- podría volver a ocurrir... Si hacemos algo... Y el Gran Creador quería que regresase... ¡O eso me contaste! -señaló con dedo acusador y gesto teatralizado -no sabía por qué, pero le apetecía- al kelpie. 
- También te dije que el Gran Creador sabía que harías esto, unirte a esa pandilla de desgraciados, y perderías tu oportunidad de volver...

En serio, que confusión. Mañana iba a despertarse agotada. ¿Se despertaría, no? No estaba preparada para abandonar la tierra, aunque realmente le picaba la curiosidad... ¿Y si todo era fruto de su salvaje imaginación?

- ¿Entonces el Gran Creador quiere que regrese pero no puedo verlo? ¿¿Es esto un acto de fe, maldita sea??

La lámpara de araña se desprendió del techo y cayó estrepitosamente en medio de la sala.

- ¡Ay! La... La... ¡CHAN CHAN CHAN, la casa!

Se empezó a reír a carcajadas. Toda la caótica situación que la desbordaba parecía poder canalizarse a través de su risa, que pareció contagiar a sus amigos  -aunque le dio la impresión de que La Rubia Zorra y Pini se reían más por compromiso que por otra cosa- mientras que el kelpie permanecía serio. Una pareja salió de la nada y comenzó a enrrollarse en el sofá y su risa se volvió más fuerte. ¡Oh, no, una mezcla entre la casa del terror y la peli porno!



Todo acabó en un suspiro.

Se encontraba nuevamente sola, en medio de la nada. Una nada curiosa, porque parecía una jaula, un cubo, de colores oscuros con trazas de neón que iluminaban ciertas partes y ángulos. Las aristasconcretamente. Y el cubo parecía estar hecho de cubículos, de pequeños cubos que formaban una colmena de preguntas y respuestas, y preguntas sin respuesta y respuestas a ninguna pregunta. Qué mal.

- ¿Hola? 

Su voz hizo tanto eco que tuvo que taparse los oídos, pues le hacía daño y parecía penetrarle hasta el cerebro. ¿Donde se encontraba?

Caminó por el cubo, que parecía no tener fin, aunque veía claramente sus dimensiones. No era un laberinto, pero estaba cautiva. Se sentía muy sola, muy perdida. Se pellizcó intentando despertar, pero no logró nada. Quizá su mente y su cuerpo se encontraban demasiado desconectados en aquel momento como para poder dominarse. ¡Qué contrariedad!

- Nunca saldrás de aquí.

Ëve se quedó enmudecida. Esa... voz... Todo su cuerpo astral, onírico, real, se echó a temblar. Las lágrimas comenzaron a caer sin control por su rostro. Era cierto.


- No... -musitó como si le hubieran arrebatado lo que más amaba... Su libertad...

- Querías verme. Quería verte. Te quería. Sin pecados. Perfecta. Redimida. En la Tierra. ¿Por qué has vuelto?


¿Por qué había vuelto? No tenía ni idea. Aquel sueño en la discoteca, tanto tiempo atrás, lo había cambiado todo. Ella no lo había pedido, ni siquiera solía recordar sus sueños, aunque ahora fueran tan vívidos. Ellos habían vuelto a por ella.

- Ellos...

Ellos ya la habían traicionado una vez. ¿Sería esta su última felonía? ¿O era todo cosa del kelpie? De verdad que ya no sabía en quién confiar, ni siquiera si en esa voz...

- ¿Sabrás salir de aquí con vida?

No sabía si saldría con la mente entera. 


Empujó una de las paredes del cubo y esta se abrió. Comenzaba la aventura.

- Elige tu adalidad.
- ¿Mi..?

Dos personas se le vinieron a la cabeza. El Palomitero. El Mirón Cara Plana. ¿Qué era un adalid?

- Yo... El Palomitero...

Su corazón le elegía a él. Aunque si un adalid iba a ser algo malo hubiera escogido al taxista, o incluso a Pini... Jajaja, ¡qué mala era! La sonrisa se le borró al punto. ¿Era... mala persona? Así se lo habían dado a entender todos...

Por un instante perdió las fuerzas y se derrumbó en el suelo del cubo, que desprendía ciertos rayos rojos de neón. ¿Se merecía todo aquello? La figura del Palomitero se formó como en un sueño -si es que aquello tenía sentido- a su lado.

- Estaré a tu lado por siempre, Ëve.

Ay, mira que ella no era especialmente romanticona, pero esa frase la derritió. ¿Podría dejar de tener cambios de humor tan bruscos? Le resultaba incómodo y extenuante... Con fuerzas renovadas, como si se hubiera comido una buena ración de patatas fritas de bolsa con chocolate -¿y esa idea?- se levantó. ¡Claro que saldría del cubo maldito de su fantasía! 



Dedicado a Eva, ¡feliz cumpleaños neni!

2 comentarios:

Ëve dijo...

Muchísimas gracias Eva! Como siempre es un placer leer la historia, la espero siempre con muchas ganas! Tenemos una quedada pendiente jeje para seguir sumando momentos! Un besote!

Whers dijo...

De nada tocaya! ^^