01 octubre 2019

My Reckoning

Dos días más tarde, las aguas parecían haber vuelto a su cauce. Prôed leía el libro de nácar en voz alta a Lêandrö, que compartía su fascinación por él con el heredero del trono de Nrym -tanto que en una ocasión trató de abrirlo sin darse cuenta por la emoción del momento y recibió un fogonazo de luz directo a los ojos- y Lêandrö le explicaba el ahora lógico movimiento de las agujas de la brújula a su compañero.

- Has estado muy callado desde que estuvimos en el templo... -empezó cauteloso Lêandrö aquella noche frente al fuego.
- Es por esa niña. Me recuerda a mi hermana.

El futuro rey de los Leonîdas se le quedó mirando. Su amigo no solía ser tan abierto y eso le sorprendió.

- Su cabello rojo como el fuego, sus ojos oscuros...
- Pero...

El señor de las tierras de Kyrien le contó su historia durante la guerra y cómo había perdido a su querida hermana cuando solo era una criatura.

- ¡Podría ser ella! -se alegró Lêandrö.
- No... Esos hombres...
- ¡Quizá no eran tan malos, vieron sus dones y su potecial y la llevaron al templo! -se emocionó.
- Cuando estabas distraído con las "prô-fecías" me dijeron que la habían encontrado sola en la montaña...
- Oh... 

El futuro rey guardó silencio. No sabía qué decir.

- No puedo para de pensar en ella...
- Se a lo que te refieres... -suspiró Lêandrö. 

La mirada de odio que le dirigió Prôed le hizo temblar.

- Bueno, no... Es decir, no es lo mismo... Pero se lo que es tener una idea en tu mente y...
- Si, no pasa nada. Lo mejor será dormir -terció Prôed dándose la vuelta y acomodándose en la hojarasca. Lêandrö volvió a suspirar. ¿Dónde estaría su señora?


La mañana siguiente amaneció gris y plomiza, como el humor de los elegidos. Prôed no había conseguido descansar pensando en su hermana y en la herida que aquello abría de nuevo en su alma y Lêandrö había tenido pesadillas, hermosas pesadillas en las que se fundía con la sacerdotisa en su sensualidad... Con ojeras y mirada perdida, se encontraba frente al fuego dando vueltas entre sus dedos a la piedra de Yngü. Aquello le hacía sentir mejor, las iridiscencias doradas y carmesí le distraían, y había descubierto que frente al fuego brillaba en tonos tierra. ¿Cómo sería ante la luz de la luna?

- ¿Lêan? 

El príncipe de los Leonîdas miró a su compañero, que sonreía.

- Siento lo de ayer... Estoy susceptible y quisquilloso con el tema de mi hermana, pero se que tu estás sufriendo largamente por la bruja... En fin, pronto llegaremos a una aldea, una cama para dormir, un techo para cobijarnos y buena comida nos harán olvidar... Y habrá otras mujeres... Quien sabe, ¡un clavo saca a otro clavo! -bromeó.
- Claro que sí, socio -respondió su compañero levantándose animado. Pero espera... ¿¿Qué has querido decir con "buena comida??

Las carcajadas de Pröed iluminaron el día y un rayo de sol salió entre las nubes.


La aldea de Tröbyon era realmente un lugar muy pacífico. Tenía varias posadas, pues era un enclave de paso para viajeros, y ciertamente sus calles estaban plagadas de mujeres hermosas.

- ¡Mira esa..! ¡O esa!
- En serio, que salvajes sois los de Kyrien... ¡Que no son ganado!
- ¡Esa lleva unas ovejas! ¡Y si yo lo digo por ti! -exclamó Prôed ante la mirada escandalizada de unas jóvenes.
- Son muy jóvenes... Yo necesito una mujer... Una esposa...
- ¿Esposa?

Prôed se detuvo en seco. ¿No estaría pensando en un matrimonio demoníaco con la bruja?

- Eh... Quiero decir, para olvidar... Es un hechizo, no va a sanar porque me enamore...
- El amor todo lo puede.
- ¡Oh, socio, eres un auténtico romántico! -rió Lêandrö.
- Y tu siempre estropeas mis grandes momentos de dulzura épica...
- ¡Ooh!

El heredero del trono de Nrym se alejó de su compañero en busca de una buena posada. Ya que dormirían bajo techo, procuraría tener todos los lujos a su disposición.

- Mira, aquí. Entra -empujó a su compañero hacia la entrada de un sitio que parecía agradable, con flores en el exterior y sendos guerreros entrando y saliendo, la combinación perfecta.
- Espera... ¿Cuál era la última línea que me habías leído del libro?
- ¿A qué viene eso ahora?

Lêandrö le mostró con disimulo la brújula. Todas sus agujas apuntaban hacia el interior de aquel lugar. Su cuarzo parecía brillar más de lo común.

- Pues mira, razón de más para ir... -contestó Prôed aventurándose hacia dentro.
- ¡Pero..!

La posada era un sitio lleno de claridad -incluso en aquella mañana con la fina llovizna impregnando el ambiente- y todo el mundo parecía muy animado. Ninguna pelea, un montón de gente con pinta rara... Se sentía en su salsa.

- ¡Cerdo en salsa de jengibre! -gritó la posadera con voz cantarina.
- ¡Nos quedamos! -afirmó Prôed acercándose a la mujer
.

Lêandrö sonrió, le hacía gracia su actitud aristocrática pero debía reconocer que tenía buen gusto.

- ¡Hola, viajeros! ¿Desean una estancia? -preguntó la dueña, una mujer rubicunda, más joven de lo que aparentaba y con una amable sonrisa.
- Si, por favor.
- ¿Compartiremos aposento? -preguntó Lêandrö.
- ¡Pues claro! ¡No pienso gastar oro en dos aposentos! -respondió. El futuro rey de los Leonîdas se rió y volvió a mirar la brújula. Apuntaba directamente al cuarto de al lado.
- ¿Qué hay ahí?-preguntó a la posadera.
- Un entorno más tranquila, para aquellos que deseen reposar, leer...
- ¡Perfecto! ¡Echemos un vistazo! -dijo mirando significativamente a Prôed. El heredero al trono de Nrym le siguió.
- ¿Y tú que crees que vamos a encontrar? -comentó en voz baja mientras atravesaban la puerta. 

En cuanto cerraron lo supo. Una figura vestida de negro con varias alhajas les contemplaba desde una de las esquinas del lugar. Su cabellera castaña con visos rojizos y sus ojos oscuros les daban la bienvenida. Su sonrisa iluminaba el universo, los espíritus, tanto que desterró de golpe toda la oscuridad de Lêandrö.

- Parece... un ser de las estrellas... Su belleza no es de este mundo... -admiró Prôed.
- Es la Gran Diosa -dijo Lêandrö, sin poder apartar su mirada de ella.


Dedicado a Leandro y Pedro, ¡feliz cumpleaños, bollus!

2 comentarios:

Leandro dijo...

Muchas gracias !!😘😘

Wherynn dijo...

De nada futuro rey! XD