28 octubre 2019

Idolatress ()

La mañana les despertó con la bulliciosa animación del mercado. La noche anterior habían arribado en el fondeadero desierto de un pequeño islote abandonado, pero Krämse, con una de sus crípticas sonrisas, les habían sugerido que esperaran a la luz del día para verlo todo de un modo diferente. Y resultó curioso, porque esa luz nunca llegó. El día tenía una insólita tonalidad parda como si el amanecer no acabara de despuntar, como si se encontraran en un sueño... Incluso la luna, enorme, brillaba aún en el horizonte de la isla.

- ¡Oh! ¡Un mehrcadoh! ¡Qué delhishia! -se alegró el Capi al ver el pescado fresco y otras baratijas que podrían servir de adornos para su barco recién exorcizado. 
- Pero... anoche... 

Krämse bajó por la pasarela y con cierta dificultad le puso la mano en el hombro a su nuevo compañero de viaje.

- ¿Conoces este sitio, si?
- Yo... -musitó Däyn sin poder creérselo.
- Sólo espero que hoy se acuñe algún mote memorable. Me encantaría ver a nuestra amada reina prometida con Sir Jaime... 

Se tapó los oídos y cerró los ojos. ¿Acaso estaba soñando? 

- ... E incluso se parece a Messacotta.
- ¡Touché!

Däyn miró el puesto del que salían las voces. Una humilde cesta de truchas que dejaban mucho que desear y un saco informe alargado. Lo contempló con terror. Después observó a los que hablaban. Una joven de vivaces ojos azules con peluca y camisola y un hombre de camisa, barba postiza y un raído gorro de ala caída. Se alejó rápidamente cuanto pudo de ellos entre el gentío. El hombrecillo le siguió.

- ¡Espera!

El joven se detuvo. El señorín le seguía como podía con sus cortas piernas y casi sin aliento. Pobrecillo. 

- ¿Qué... temes?
- Yo...

Pues realmente no lo sabia. ¿Quizá el hecho de que una de sus historias, que nadie conocía, cobrase vida propia? ¿Tal vez el hecho de que la gente, aunque parecía real, tenía un extraño halo de niebla a su alrededor que les daba un toque místico y fantasioso? ¿O que el islote de pronto se había convertido en una enorme isla donde incluso había monarcas y...?

- El mercado del puerto de Abraxas es solo uno de los míticos lugares que visitaremos en nuestros viajes -terció Krämse, muy serio. 
- ¿Abraxas? -preguntó Däyn con un hilo de voz.

Esto se le estaba yendo de las manos. ¿Pero en qué se había metido? Él solo quería surcar los mares y olvidar por un tiempo los vientos de cristal y todo lo que tuviera que ver con ellos... Aunque quizás no podía escapar de su destino... ¿Verdad? 

- Supongo entonces que querrás irte antes del espectáculo de Sir Jaime Messacotta y su desnudez... -comentó Krämse mirando al ahora lejano saco que se movía inquieto.
- Si, bueno... Sería divertido pero...
- Pero aún no está escrito. No sabemos qué ocurrirá. Volvamos al barco.


Una vez todos estuvieron a bordo y el navío comenzó a alejarse lentamente, la isla se fue desvaneciendo. No como cuando uno se aleja y se va cerrando en niebla marina, si no que volvió a convertirse en un islote desierto. Däyn entrecerró los ojos. 

- ¡Pehro qué ocurreh? ¡Mis alhajash!

El Capi, que había adquirido un montón de ornamentos para su amado barco, miraba desolado un montón de arena que se deslizaba entre sus dedos. 

- ¡Ah, Capi..! ¡Los misterios del océano son tan... enigmáticos! -rió Krämse. 
- Esh la últihma vez que compro enh un puerto ilusohrio... ¡Y yo que pensabah que la leyenzda de Abraxas había cobrahdo vihda! -gimió mientras se aproximaba al timón para trazar un nuevo rumbo.
- ¿La leyenda de Abraxas? 

A ver, a ver, a ver... Él se había inventado Abraxas. Abraxas no existía. ¿Cómo qué..?

- Estás confuso, muchacho -sonrió Krämse.
- Sí... un poco. ¿Es un sueño? ¿Una alucinación? 
- Es lo que tú quieres que sea.
- ¿Y eso qué significa? -preguntó intrigado. El señorín empezó a reír convulsivamente. 
- La música de las esferas te lo contará. A no ser que prefieras hablar con la sacerdotisa...

En cuanto dijo eso, notó unos ojos castaños clavados en su nuca. Se giró rápidamente, mareándose. No vio a nadie a excepción de los bucaneros que quitaban la arena de cubierta. Se ve que muchos de ellos habían intentado adquirir mercancías...

- Te dije que notaría tu presencia -recordó el hombrecillo.
- Y que yo no notaría la suya... Y en cambio...
- ¡Oh! Eso no es importante ahora. Estáis en diferentes mundos. Diferentes realidades.

En serio, que él solo quería navegar. Y escribir un poco si tal.

- Ve a tu camarote. Reflexiona. Relájate. ¿La brújula hacia dónde marca? 

El joven miró su brújula. Oeste. Por un instante osciló al sur, pero volvió a marcar el oeste.

- ¿Y qué quiere decir..?

Se quedó en silencio. Krämse había desaparecido, lo cual era mucho decir teniendo en cuenta lo lento que se movía... Ah, no, que estaba allí, yéndose a su camarote. Seguramente había querido hacer una desaparición épica pero su lentitud se lo había impedido. ¡Qué tipo tan divertido!


Däyn regresó a su lóbrego camarote y suspiró recostándose en su lecho. El día comenzaba a nublarse, al igual que sus pensamientos. Miró hacia su escritorio, en cuyos cajones escondía sus escritos, poemas e historias inconfesables que no quería compartir con el mundo... Y otras que sí. Se levantó. Rebuscó en el cajón y ahí estaban. Intocables. Les dio la vuelta y los abrió. Olían a pergamino viejo, como siempre. Ninguna señal de haber sido manipulados por otras manos. ¿Entonces cómo podían saber Krämse y Capi lo de Abraxas? ¿Alguno de los espíritus de las bodegas se lo había contado? Rió ante sus propias elucubraciones. Posó los manuscritos en el escritorio y lo cerró con una pequeña llave que se colgó del cuello. Sintió otra vez una mirada clavada en su nuca y comenzó a buscar en la madera algún agujero por el que le pudieran estar espiando... ¿Se estaba volviendo loco, o era la locura típica del artista en alta mar? ¿Existía eso acaso?

Una risa le sacó de sus cavilaciones. Una voz femenina que le sonaba tremendamente familiar. Ay, no, ella no... Corrió a la puerta y la abrió de golpe, asustando a un marinero que se encontraba cerca. Juraría que había visto una pequeña silueta deslizándose con agilidad hacia las entrañas de la embarcación. Pues... No pensaba ir tras ella. No esta vez. ¡Que fuera ella tras él! Cerró bruscamente la puerta tras de sí y agarró la pluma. 

¡Vira, galera, hacia donde
nazcan las aguas, azar
que entre los cielos se esconde!
¡Vuela, galera, al zarpar,
henchida tu vela en revancha,
que nunca la mar fue tan ancha
ni tan bravo y vasto mi hogar!

- Bueno, mira, al menos me inspira... -pensó. La tenue luz diurna que se filtraba por el portillo le permitía admirar los prodigios oceánicos, como peces feos y rocas cuando el fondo no era demasiado profundo. Ni sirenas ni bocinas de momento... Suspiró mientras se estiraba. Un tímido golpe en su puerta le hizo levantarse a abrir.

- ¿Sí? -preguntó al ver a un bucanero con parche y pata de palo. Un clásico. ¿Tendría pantalones a rayas y un fajín? No sabía para qué preguntaba...
- ¡Ahoy! 
- Eh... ¿Chips?
- ¿¿Eh??
- Nada, nada... -contestó el joven al ver la cara de confusión de su interlocutor.
- El Capitán quiere advertiros de que se aproxima una vil tormenta prevista para estar tarde-noche. Guardaos con cuidado y no oséis asomar vuestra jeta por cubierta, ¡¡arr!!
- Vale... Gracias por el aviso.
- No es necesario, ¡Avast!
- ¿El antivirus? -preguntó Däyn con extrañeza.
- ¿Qué decís? -preguntó el marinero mirándole de arriba a abajo como si fuera un demente.
- Yo... No domino aún la jerga marinera, lo siento... -se disculpó.
- Marinero de agua dulce... -farfulló el pirata mientras se iba.

Däyn cerró la puerta y suspiró otra vez. Tenía mucho en qué pensar y una tormenta no era lo que más le preocupaba en ese preciso momento. Un rato más tarde, viendo la calma de las aguas, decidió desoír la petición del bucanero y subir a cubierta en busca de aire fresco. Cuando llegó a popa vio una dantesca escena en la que el Capi lloraba a mares -nunca mejor dicho- lanzando maldiciones a los cielos culpando a la tormenta de todos sus males. No sabía que conocía palabras tan fuertes...

- ¿Qué ocurre? -preguntó mirando al horizonte, donde un precioso e inspirador atardecer se reflejaba a través de las nubes en las aguas, que parecían un cristal.
- Capi perdió su embarcación en una terrible tormenta que nos dejó varados en una isla, justo donde conocimos a Krämse... Aún no lo ha superado -musitó un marinero. 
- May the vessel of your life never float in the sea of existence! May you die! What have you done! -profirió el Capi completamente enajenado.
- ¿Pero qué..?
- Si, habla lenguas extranjeras a la perfección. ¿Quién lo hubiera dicho? Si apenas sabe pronunciar la nuestra... Pero claro, ha viajado mucho y eso...

Un trueno resonó en la lejanía y Capi estalló en lágrimas.

- This is all out war, they got us outnumbered, they way the swords clash is the sound of the thunder... -canturreó Krämse, que apareció de la nada. Däyn le miró sin saber qué decir. And we are not going under, we will never run for cover! ¿si? -le dijo sonriendo con su taparrabos agitándose peligrosamente con la brisa que cobraba fuerza.

- Bueno... Yo me voy a refugiar del drama... -disimuló Däyn intentando huir- Si necesitáis achicar agua o algo...
- Sí, sí, muchacho, ve a resguardarte, esto es solo para hombres de verdad -respondió uno de los piratas.

¿Qué demonios insinuaba? Entrecerró los ojos pero antes de poder reaccionar, se cruzó con su mirada. El mundo se ralentizó. Parpadeó, pero ya no estaba. Los gritos desgarradores del Capi rompían el bonito crepúsculo. Qué lío, no sabía ni cómo sentirse. Lo mejor era regresar a su camarote y esperar que la tormenta arreciase.


Dedicado a Dani, ¡feliz cumpleaños bollu!

09 octubre 2019

Aerach deilín bruane

¿Pero a quién en sus cabales se le ocurriría invocar a un súcubo? Aquella mujer-demonio de belleza incandescente la ponía de los nervios... ¿No podía haber sido solo una alucinación hipnagógica de Chico-chica, tenía que ser real?

- Necesitamos tu inestimable poder para que liberes a este hombre de su enamoramiento...
- ¡No! -se le escapó a Princesa- ¡No... tardéis en hacerlo!, hermoso... demonio?

Märga rodó los ojos. Ojalá el súcubo les diera su merecido... ¡Bueno, no!

- Por supuesto, no podría negarle nada a mi mejor amante.

Chico-chica sonrió orgulloso y un poco sonrojado y Märga tuvo que contener sus arcadas. Quizás es que era muy superficial pero de verdad que no entendía... Ahora que se fijaba, todos miraban embobados al súbuco, todo menos... ¡El novio de Princesa! Él solo tenía ojos para Absalón, que no paraba de menear su estambre delante de la joven... ¡Qué traaaumaa!

El súcubo de nombre desconocido se acercó a Absalón, que la miró sin ninguna emoción reflejada en su rostro y...



*** 

* Por su salud mental, Märga olvidó lo que vieron sus ojos antes de poder cerrarlos. *  

***


Las brisas de Ëscôciä, el viento de Êdimbürgh, mecían con suavidad la nieve a su alrededor, que se arremolinaba dulcemente en el hermoso valle. Esa preciosa visión y el sonido del viento fue todo lo que Märga intentó grabar a fuego en su memoria para no recordar...

- ¡Bueno, bueno, bueno, ya está libre, vamos a ver a las ninfas! ¿no?

Todos se hallaban sonrojados por la macabra danza de seducción que acababan de contemplar sin poder apartar la mirada, pues aquella divina mujer era hipnótica.

- Voy a... Eh...

Una lluvia de chispas envueltas en bruma plateada envolvieron a Princesa, que desapareció un instante para volver a recuperar su apariencia habitual.


- ¡Oh! ¡Que hermosura! -se deleitó su novio. 
- Vaya... -Princesa parecía terriblemente decepcionada y la meiga sintió pena por ella, aunque le alegraba que su novio estuviese contento de nuevo. Y de no tener más rivales, por qué no admitirlo... ¡Y qué más daba, si era un hombre! suspiró.
- Lo mejor será que vayamos hacia las ninfas, no quiero perder más tiempo... -dijo con voz razonable. Polvo de Galleta, como esperaba, asintió fervientemente y empezó a meter prisa al resto.
- Aún no nos hemos divertido lo suficiente...

En un movimiento cautivador, el súcubo tomó al Ëdeweiss de la mano y lo hizo desaparecer junto a ella.

A Märga le estaba dando otro colapso.

- ¿Dónde... demonios... se lo ha llevado? -preguntó con un hilo de voz, porque su ira no la dejaba hablar. El Clan Siniestro se retiró hacia atrás...
- Yo... Supongo... Que hayan ido a... "divertirse" -trató de adivinar Chico-chica, un poco molesto.
- ¡Es tu amiguita, vuelve a invocarla!
- Temo... Su ira...
- ¡¿Y la de la meiga no?! ¡Mírala como está! -dijo El doble de chico-chica señalándola. Märga tenía la mirada perdida y desprendía un aura inenarrable de furia.
- Vamos a calmarnos... Dejémosles un rato, el tiempo suficiente para que... ponga a punto su estambre y luego ya vamos con las ninfas... ¡O vamos yendo, para no tener que esperar..!

Miraron con cautela a Märga, que estaba totalmente evadida de la realidad. Polvo de Galleta se acercó y la cogió suavemente de la mano.

- Así será más fácil viajar... Como el súcubo se ha llevado a la flor -a la meiga le dio un tic en el ojo- cuando le invoquemos ya estaremos con las ninfas, y eludimos su desnudez por el mundo un poco... -dijo con mucha suavidad.
- Tienes razón -contestó Märga con voz lejana, y se dejó llevar por Polvo.
- ¿No estarán indignadas porque retiramos su maldición? Ahora ya no es flor, si no hombre... -susurró Km3.
- ¿Maldición o bendición? -preguntó el novio de Princesa.
- ¡No empecéis otra vez! -atajó Polvo de Galleta. Mi señora dice que hay que ver a las ninfas para que le dejen irse del valle voluntariamente...
- Bueno, eso de "voluntariamente..."

- Que si, que Pänsy fijo que en el fondo es buen partido.

Märga les oía como en un sueño.

- ¿Y cómo llegaremos hasta ellas? -cuestionó Princesa por sorpresa.

- Pues estarán cerca de algún manantial, un arroyo, una arboleda... ¡Fijaos bien! Seguro que no están lejos de sus flores...
- No son dríadas... -comentó Km3.

Qué día, que vida, tan larga... 



Por una vez, tuvo razón. En cuanto se aproximaron a uno de los manantiales más puros y cristalinos que habían visto jamás, vieron a unas ninfas jugueteando en sus cercanías. No sabían qué tenían que hacer, así que simplemente se acercaron con cautela. En cuanto percibieron su presencia, las ninfas cesaron su solaz y les contemplaron con curiosidad.

- ¡Una meiga! ¡Convertida en hombre! -rió una de ellas, con cabellos color del mar. Märga despertó de su ensoñación iracunda y las miró de tal modo que todas callaron al punto.
- Venimos a liberar a una de vuestras flores -dijo con voz autoritaria. Las ninfas revolotearon y parecieron enfadarse ligeramente. Polvo de Galleta contuvo el aliento.
- ¿Y quién sois para pedirnos tal favor? Las flores no pueden abandonar el valle, lo hacen más hermoso...
- Necesitamos a Absalón con nosotros. Es un... asunto mágico -inventó, aunque no era del todo mentira.
- ¿Absalón?


Las ninfas comenzaron a murmurar entre sí y Märga perdió la paciencia.

- Os lo suplico, pequeñas deidades, tenemos que llevárnoslo. Sobre nosotros -cogió a Polvo de Galleta, que las miraba implorante- pesa una terrible maldición y se quedará así si no liberamos al Ëdeweiss.
- ¿Y eso qué tiene que ver? No parece haber relación entre ambos hechos... -contestó una ninfa rubia.
- Os lo suplico, bellas alseides -le reventaba tener que halagarlas en aquel momento, pero no quedaba otro remedio- liberad a ese hombre. 

- Los misterios eleusinos no nos lo permiten, la via sagrada no puede romperse...

Märga estaba a punto de maldecir a las ninfas por siempre jamás. Lejos quedaban aquellos tiempos en que hacía el bien. Al carajo, estaba harta de ser Polvo de Galleta.

- Alseides, Auloníades, Napeas... Dejadnos a ese hombre, no os pido más.


De nuevo, algo en su aura hizo retroceder a las ninfas, que se miraron unas a otras.

- ¿Absalón, decís? Es mío.


Una de las ninfas, de cabello oceánico, ojos verdes y cuya belleza competía con la del súcubo, miró al grupo. La meiga tomó conciencia de los integrantes del Clan Siniestro en ese momento y soltó un bufido. Todos contemplaban a las ninfas extasiados, todos menos Polvo de Galleta y el novio de Princesa... Pues al final no hacía falta fingir el enamoramiento...

- Me parece estupendo. Toma otra flor y hazla tuya, necesito a tu hombre -pidió Märga. La ninfa rió y negó con su cabecita.
- No, no, no... Para liberarlo necesito un favor.

¿Más favores?

Una ráfaga de fuego voló sobre el manantial y las ninfas chillaron.

- Libéralo o te juro que aniquilo este valle y sus bosques hasta que no queden ni las cenizas...

El Clan Siniestro ahogó un grito. ¡No podía hablarle así a las ninfas!


- ¿Quién te crees...?
- Tú, invoca al súcubo.

Chico-chica obedeció y volvió a pronunciar las palabras de magia negra. Las ninfas se cubrían los oídos horrorizadas. El súcubo apareció con Absalón de la mano y miró displicente a las criaturas.


- Este hombre... Me pertenece. Su hechizo, su conjuro, ahora es mío. 
- ¡Has..! -se escandalizó la ninfa- ¡Has... profanado mi flor! -se enfureció.
- ¿Ya no la quieres? Dánosla -exigió Märga rodeando a las ninfas de fuego.

- ¡Malditos!

La ninfa se acercó a Absalón y el súcubo se puso delante de ella. 


Dedicado a Marga, ¡feliz cumpleaños neni!

01 octubre 2019

My Reckoning

Dos días más tarde, las aguas parecían haber vuelto a su cauce. Prôed leía el libro de nácar en voz alta a Lêandrö, que compartía su fascinación por él con el heredero del trono de Nrym -tanto que en una ocasión trató de abrirlo sin darse cuenta por la emoción del momento y recibió un fogonazo de luz directo a los ojos- y Lêandrö le explicaba el ahora lógico movimiento de las agujas de la brújula a su compañero.

- Has estado muy callado desde que estuvimos en el templo... -empezó cauteloso Lêandrö aquella noche frente al fuego.
- Es por esa niña. Me recuerda a mi hermana.

El futuro rey de los Leonîdas se le quedó mirando. Su amigo no solía ser tan abierto y eso le sorprendió.

- Su cabello rojo como el fuego, sus ojos oscuros...
- Pero...

El señor de las tierras de Kyrien le contó su historia durante la guerra y cómo había perdido a su querida hermana cuando solo era una criatura.

- ¡Podría ser ella! -se alegró Lêandrö.
- No... Esos hombres...
- ¡Quizá no eran tan malos, vieron sus dones y su potecial y la llevaron al templo! -se emocionó.
- Cuando estabas distraído con las "prô-fecías" me dijeron que la habían encontrado sola en la montaña...
- Oh... 

El futuro rey guardó silencio. No sabía qué decir.

- No puedo para de pensar en ella...
- Se a lo que te refieres... -suspiró Lêandrö. 

La mirada de odio que le dirigió Prôed le hizo temblar.

- Bueno, no... Es decir, no es lo mismo... Pero se lo que es tener una idea en tu mente y...
- Si, no pasa nada. Lo mejor será dormir -terció Prôed dándose la vuelta y acomodándose en la hojarasca. Lêandrö volvió a suspirar. ¿Dónde estaría su señora?


La mañana siguiente amaneció gris y plomiza, como el humor de los elegidos. Prôed no había conseguido descansar pensando en su hermana y en la herida que aquello abría de nuevo en su alma y Lêandrö había tenido pesadillas, hermosas pesadillas en las que se fundía con la sacerdotisa en su sensualidad... Con ojeras y mirada perdida, se encontraba frente al fuego dando vueltas entre sus dedos a la piedra de Yngü. Aquello le hacía sentir mejor, las iridiscencias doradas y carmesí le distraían, y había descubierto que frente al fuego brillaba en tonos tierra. ¿Cómo sería ante la luz de la luna?

- ¿Lêan? 

El príncipe de los Leonîdas miró a su compañero, que sonreía.

- Siento lo de ayer... Estoy susceptible y quisquilloso con el tema de mi hermana, pero se que tu estás sufriendo largamente por la bruja... En fin, pronto llegaremos a una aldea, una cama para dormir, un techo para cobijarnos y buena comida nos harán olvidar... Y habrá otras mujeres... Quien sabe, ¡un clavo saca a otro clavo! -bromeó.
- Claro que sí, socio -respondió su compañero levantándose animado. Pero espera... ¿¿Qué has querido decir con "buena comida??

Las carcajadas de Pröed iluminaron el día y un rayo de sol salió entre las nubes.


La aldea de Tröbyon era realmente un lugar muy pacífico. Tenía varias posadas, pues era un enclave de paso para viajeros, y ciertamente sus calles estaban plagadas de mujeres hermosas.

- ¡Mira esa..! ¡O esa!
- En serio, que salvajes sois los de Kyrien... ¡Que no son ganado!
- ¡Esa lleva unas ovejas! ¡Y si yo lo digo por ti! -exclamó Prôed ante la mirada escandalizada de unas jóvenes.
- Son muy jóvenes... Yo necesito una mujer... Una esposa...
- ¿Esposa?

Prôed se detuvo en seco. ¿No estaría pensando en un matrimonio demoníaco con la bruja?

- Eh... Quiero decir, para olvidar... Es un hechizo, no va a sanar porque me enamore...
- El amor todo lo puede.
- ¡Oh, socio, eres un auténtico romántico! -rió Lêandrö.
- Y tu siempre estropeas mis grandes momentos de dulzura épica...
- ¡Ooh!

El heredero del trono de Nrym se alejó de su compañero en busca de una buena posada. Ya que dormirían bajo techo, procuraría tener todos los lujos a su disposición.

- Mira, aquí. Entra -empujó a su compañero hacia la entrada de un sitio que parecía agradable, con flores en el exterior y sendos guerreros entrando y saliendo, la combinación perfecta.
- Espera... ¿Cuál era la última línea que me habías leído del libro?
- ¿A qué viene eso ahora?

Lêandrö le mostró con disimulo la brújula. Todas sus agujas apuntaban hacia el interior de aquel lugar. Su cuarzo parecía brillar más de lo común.

- Pues mira, razón de más para ir... -contestó Prôed aventurándose hacia dentro.
- ¡Pero..!

La posada era un sitio lleno de claridad -incluso en aquella mañana con la fina llovizna impregnando el ambiente- y todo el mundo parecía muy animado. Ninguna pelea, un montón de gente con pinta rara... Se sentía en su salsa.

- ¡Cerdo en salsa de jengibre! -gritó la posadera con voz cantarina.
- ¡Nos quedamos! -afirmó Prôed acercándose a la mujer
.

Lêandrö sonrió, le hacía gracia su actitud aristocrática pero debía reconocer que tenía buen gusto.

- ¡Hola, viajeros! ¿Desean una estancia? -preguntó la dueña, una mujer rubicunda, más joven de lo que aparentaba y con una amable sonrisa.
- Si, por favor.
- ¿Compartiremos aposento? -preguntó Lêandrö.
- ¡Pues claro! ¡No pienso gastar oro en dos aposentos! -respondió. El futuro rey de los Leonîdas se rió y volvió a mirar la brújula. Apuntaba directamente al cuarto de al lado.
- ¿Qué hay ahí?-preguntó a la posadera.
- Un entorno más tranquila, para aquellos que deseen reposar, leer...
- ¡Perfecto! ¡Echemos un vistazo! -dijo mirando significativamente a Prôed. El heredero al trono de Nrym le siguió.
- ¿Y tú que crees que vamos a encontrar? -comentó en voz baja mientras atravesaban la puerta. 

En cuanto cerraron lo supo. Una figura vestida de negro con varias alhajas les contemplaba desde una de las esquinas del lugar. Su cabellera castaña con visos rojizos y sus ojos oscuros les daban la bienvenida. Su sonrisa iluminaba el universo, los espíritus, tanto que desterró de golpe toda la oscuridad de Lêandrö.

- Parece... un ser de las estrellas... Su belleza no es de este mundo... -admiró Prôed.
- Es la Gran Diosa -dijo Lêandrö, sin poder apartar su mirada de ella.


Dedicado a Leandro y Pedro, ¡feliz cumpleaños, bollus!