07 marzo 2020

The Cult (Sibyl)


La entrada a la cueva estaba sellada por la magia ancestral de sus antiguos moradores hacía siglos. De sus fríos muros manaba agua del río que ocultaba su abertura a ojos de los viajeros desconocedores de su maligno legado. El joven guerrero penetraba en su interior con los ojos ciegos en busca de la profecía de la sacerdotisa de Apolo, en busca de su destino... No sabía dónde se hallaba la Pitia ni si las historias que contaban sobre ella eran ciertas, si se hallaba en el interior de la caverna en lugar de estar en el santuario designado por los dioses leyendo el oráculo como en los tiempos antiguos donde reinaba la oscuridad... 

La caverna se bifurcaba en varios caminos y elegir con sabiduría era la única forma de llegar a la sibila y poder escuchar sus augurios sobre la impredecible guerra, el destino de los hombres en el mundo incierto que les rodeaba y el amor que quizás jamás sería encontrado en el reino de tinieblas del viejo rey bastardo... 

Las voces de los peregrinos se oían como suspiros por la cueva suplicantes de augurios y remedios contra los males que asolaban sus tierras, sus vidas, en busca de la iluminación que solo las palabras de la sacerdotisa podía inculcar en sus mentes vacías y en sus espíritus corrompidos por la soledad...

El camino se volvía más angosto y las voces se perdían y ya no se escuchaban en el silencio, por lo que Kassandra no podía estar cerca rodeada de sus hermanas... Se había perdido en la cueva entre sus pensamientos, en un delirio de oscuridad del que no era capaz de huir para hallar la senda de la verdad que buscaba a tientas entre los muros de piedra y la penumbra de aquel lugar maldito por los descendientes del mal en una época ya olvidada por los reinos del Üynler que ni siquiera permanecía en sus crónicas y que los escribas habían borrado de sus bibliotecas en los monasterios largo tiempo atrás para guardar el temible secreto... 

El muro de piedra se abrió a una sala circular donde había una pirámide que relucía en la impenetrable oscuridad como si ocultase todas las profecías del cosmos. La sibila le miró con ojos de cuencas vacías desde la muerte y supo que debía regresar, que el destino no estaba escrito y que la victoria en la guerra solo dependía de él... 



Dedicado a Cris, por descubrirme el Assassin's Creed.

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