- ¿Qué maldición? ¡no me pagan lo suficiente como para lidiar con una maldición!
- Y aún no sabe lo de la misteriosa enfermedad...
- ¿Una enfermedad? ¿es contagiosa? -preguntó otro arqueólogo, preocupado.
- ¡Vaya! ¡debería dejar de hablar en voz alta!
- ¡Pi!
El sonido de un trueno hizo que el animalillo se alegrara. Como pokemon eléctrico le encantaban las tormentas.
- Otra vez tormenta... Parece que la lluvia no...
- ¡Qué lluvia ni qué tormenta! vamos a la tienda grande y nos cuentas todo eso de la maldición y la enfermedad.
Resignándose, Pichu les acompañó hasta la tienda de campaña. Una vez se acomodaron, les miró uno a uno por turnos. Se suponía que tenía un equipo de confianza, pero si faltaban útiles y apuntes ¿hasta qué punto era sensato revelarles información?
- Pues veréis...
Pensó en mentirles. Quizá podría inventarse algo lo suficientemente plausible como para que los posibles traidores sintieran curiosidad para seguir robándole material, pero sin desvelar lo que ocurría realmente. Cuando viera quién era digno de confianza y quién no, les contaría lo que sucedía de verdad. Si, era un buen plan.
- ¿Qué? -apremiaron.
- Si, perdón, estaba pensado cómo resumirlo. Hace unas semanas descubrí que los habitantes de Machu Picchu podían haber desaparecido a causa de una extraña enfermedad que contrajeron y les redujo literalmente a cenizas...
- ¿Cómo? -preguntó la arqueóloga, enarcando una ceja.
- A ver... -debía pensar rápido- según las pruebas de laboratorio, es una enfermedad desconocida que afectó a este grupo. Nadie sabe cuál es su origen, ni si tiene cura, pero el caso es que acabó con ellos y destruyó sus cuerpos de manera que apenas quedan restos.
- ¿Y cómo los has encontrado? -observó un arqueólogo.
- Mandé unas pruebas de suelo. Quiero decir, mandé algunas muestras de tierra para analizarlas, por curiosidad -se corrigió rápidamente.
- ¿Y por qué no nos habías contado esto? -inquirió el mismo arqueólogo.
- Bueno... no quería que os ilusionarais inútilmente, ya sabes... creyendo que habíamos descubierto algo. Es decir, descubrí lo de la enfermedad, pero quise investigar un poco por mi cuenta para poder contar con más datos antes de decíroslo. ¡Pues si que mentía bien!
El pokemon corría y saltaba bajo la tormenta, ajeno a toda preocupación. Pichu lo miró y sonrió. Tenía que proteger a su amiguito.
- ¿Y lo de la maldición? -preguntó la chica.
- Oh... eso está ligado a la enfermedad. Los habitantes de Machu Picchu seguramente creerían que había sido un castigo de los dioses, de todos modos estoy buscando material sobre creencias Incas para ver si todo encaja.
- A mi si que me parece que lo que nos cuentas no encaja...
Otra vez ese arqueólogo. ¿Debía sospechar de él? ¿O es que solo estaba de mal humor porque no había compartido sus "hallazgos"?
- Ya os digo que estoy investigando, por ahora solo estoy elaborando hipótesis, pero aún no tengo ninguna certeza... de todos modos estoy cansado, no pienso con claridad. He descubierto una caverna, eso si, y me gustaría que la explorásemos a fondo en cuanto sea posible. Eso no tenía problema en contárselo.
- De acuerdo... la tormenta está arreciando y tu amigo parece encantado -sonrió el joven. Ya no parecía tan malo. De todos modos, convenía que se fijase bien en cómo actuaban todos, no podía levantar sospechas y necesitaba aliados.
- Si, es adorable. Bueno, voy a apuntar algunas cosillas que he visto en la caverna, pronto la exploraremos con los útiles adecuados, suponiendo que aún nos queden bastantes... -lanzó a modo de indirecta. Nadie se dio por aludido.
- Muy bien, mientras tanto esperaremos a que llegue el resto, seguro que ya han conseguido víveres para estar aquí por lo menos una semana más sin necesidad de acudir al pueblo -comentó una de las arqueólogas.
- Claro... es mejor que estemos todos unidos... para buscar novedades, ya sabéis... Creo que voy a acostarme un rato, me vendrá bien un poco de paz -dijo Pichu mientras los truenos ensordecían sus palabras.
- Pues veréis...
Pensó en mentirles. Quizá podría inventarse algo lo suficientemente plausible como para que los posibles traidores sintieran curiosidad para seguir robándole material, pero sin desvelar lo que ocurría realmente. Cuando viera quién era digno de confianza y quién no, les contaría lo que sucedía de verdad. Si, era un buen plan.
- ¿Qué? -apremiaron.
- Si, perdón, estaba pensado cómo resumirlo. Hace unas semanas descubrí que los habitantes de Machu Picchu podían haber desaparecido a causa de una extraña enfermedad que contrajeron y les redujo literalmente a cenizas...
- ¿Cómo? -preguntó la arqueóloga, enarcando una ceja.
- A ver... -debía pensar rápido- según las pruebas de laboratorio, es una enfermedad desconocida que afectó a este grupo. Nadie sabe cuál es su origen, ni si tiene cura, pero el caso es que acabó con ellos y destruyó sus cuerpos de manera que apenas quedan restos.
- ¿Y cómo los has encontrado? -observó un arqueólogo.
- Mandé unas pruebas de suelo. Quiero decir, mandé algunas muestras de tierra para analizarlas, por curiosidad -se corrigió rápidamente.
- ¿Y por qué no nos habías contado esto? -inquirió el mismo arqueólogo.
- Bueno... no quería que os ilusionarais inútilmente, ya sabes... creyendo que habíamos descubierto algo. Es decir, descubrí lo de la enfermedad, pero quise investigar un poco por mi cuenta para poder contar con más datos antes de decíroslo. ¡Pues si que mentía bien!
El pokemon corría y saltaba bajo la tormenta, ajeno a toda preocupación. Pichu lo miró y sonrió. Tenía que proteger a su amiguito.
- ¿Y lo de la maldición? -preguntó la chica.
- Oh... eso está ligado a la enfermedad. Los habitantes de Machu Picchu seguramente creerían que había sido un castigo de los dioses, de todos modos estoy buscando material sobre creencias Incas para ver si todo encaja.
- A mi si que me parece que lo que nos cuentas no encaja...
Otra vez ese arqueólogo. ¿Debía sospechar de él? ¿O es que solo estaba de mal humor porque no había compartido sus "hallazgos"?
- Ya os digo que estoy investigando, por ahora solo estoy elaborando hipótesis, pero aún no tengo ninguna certeza... de todos modos estoy cansado, no pienso con claridad. He descubierto una caverna, eso si, y me gustaría que la explorásemos a fondo en cuanto sea posible. Eso no tenía problema en contárselo.
- De acuerdo... la tormenta está arreciando y tu amigo parece encantado -sonrió el joven. Ya no parecía tan malo. De todos modos, convenía que se fijase bien en cómo actuaban todos, no podía levantar sospechas y necesitaba aliados.
- Si, es adorable. Bueno, voy a apuntar algunas cosillas que he visto en la caverna, pronto la exploraremos con los útiles adecuados, suponiendo que aún nos queden bastantes... -lanzó a modo de indirecta. Nadie se dio por aludido.
- Muy bien, mientras tanto esperaremos a que llegue el resto, seguro que ya han conseguido víveres para estar aquí por lo menos una semana más sin necesidad de acudir al pueblo -comentó una de las arqueólogas.
- Claro... es mejor que estemos todos unidos... para buscar novedades, ya sabéis... Creo que voy a acostarme un rato, me vendrá bien un poco de paz -dijo Pichu mientras los truenos ensordecían sus palabras.
Dedicado a Javier, ¡feliz cumpleaños neno!
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