La berenjena y la zanahoria convertidas en seres humanos ya llevaban una semana en Hü y aún no tenían ninguna pista sobre cómo conseguir poderes mágicos. Rasky empezaba a preguntarse si la magia realmente existía, y Crälos la hizo reflexionar sobre cómo habían llegado a ser lo que eran. Rasky matizó que se preguntaba si la magia existiría para ellos y entonces comenzaron una discusión que poco interesaba a su narradora en aquel momento, así que esperó a que acabaran.
- Estoy harta de este pueblo, echo de menos la huerta... -suspiró Rasky con añoranza.
- Yo también... ¿cómo estarán las patatas? -comentó Crälos.
- Y la lechuguita a la que le rompiste las hojas...
- ¡Solo la partí un poco! y fue sin querer...
- El mago me da miedo... -dijo Rasky mientras se le erizaba la piel.
- ¡La rata calva me da miedo! -exclamó Crälos, aunque parecía más asqueado que otra cosa.
- ¿Por qué seguirá con ese truco? es escalofriante...
- No lo se...
Los dos vegetales miraron por la ventana. Hacía poco que había pasado el mediodía y no sabían qué hacer. A este paso no les daría tiempo a disfrutar de sus poderes... ¿realmente merecía la pena seguir con la búsqueda?
- ¡¡Somos idiotas!! -gritó repentinamente Crälos, asustando a Rasky.
- ¡Habla por ti! ¿a qué te refieres?
- ¿Por qué no le hemos pedido magia al hada?
- Pues... yo pensaba que estábamos reservando el último deseo por si algo malo ocurría...
- ¡Ah..! bueno, sí, tiene sentido... maldita sea...
Toc, toc.
Crälos y Rasky guardaron silencio.
- ¿Hola? el mago pregunta por vosotros abajo -dijo la posadera a través de la puerta.
Crälos hizo una seña a su amiga para que no hablara. No quería ver al mago.
- ¿Hola?
Un momento más tarde oyeron unos pasos alejándose.
- Nuestra ventana da a la parte trasera de la posada, ¿no?
- Si -contestó Rasky.
- Pues larguémonos. Le dejaremos algo de dinero a la señora y no volveremos más por aquí. Ese mago no me gusta ni un pelo... volvamos a casa.
- Me parece bien, solo quiero volver a la huerta... -suscribió la zanahoria.
Crälos se asomó y vio que se encontraban en un segundo piso.
- ¿Tu crees que nos haremos daño si saltamos..?
- Hombre... he visto humanos golpeándose sin querer con sus útiles de labranza y se quejan. También los he visto resbalar con barro y caerse y también se quejan. Parecen muy frágiles...
- Pues... coge esas sábanas.
Entre los dos ataron las sábanas de las camas y las amarraron a la pata de una silla.
- Vale... prueba.
Rasky se sentó en la ventana y tiró de la sábana. La silla se movió instantáneamente.
- Esto no va a servir... -observó. ¡Espera! ¡hay una enredadera!
La zanahoria señaló a la planta que crecía por la pared de la posada, firme y gruesa. Trató de agarrarse a ella y se dio cuenta de que soportaba su peso, así que, de forma descoordinada y con poca agilidad bajó por ella. Crälos sacó de su bolsillo el dinero que habían obtenido aquella semana vendiendo bayas y plantas medicinales y le dejó a la posadera una cantidad que pagaría el equivalente a un mes de estancia.
- No se cómo van estas piezas... espero que sea suficiente... -musitó para si mientras bajaba por la enredadera con aún menos gracia que Rasky.
- Bien, ¿y ahora? -preguntó su amiga una vez estuvo abajo.
- Pues ahora nos metemos en el bosque y atajamos.
- ¿Hacia dónde?
- Hacia dónde no se encuentre ese antipático mago, que a estas alturas debe estar buscándonos. ¡Vamos!
Las dos hortalizas se alejaron rumbo al bosque sin darse cuenta de que el mago, junto con la señora a la que convertía en rata, los había visto.
- Son dos jóvenes de lo más peculiar... -observó la señora.
- Si... me rehuyen, y no entiendo por qué. Creo que guardan algún oscuro secreto...
- No entienden nuestras costumbres...
- Temo que se hagan daño. Están claramente perturbados, pero no parecen peligrosos. De todos modos podrían constituir un peligro para sí mismos... Lo mejor será que los escolte a donde vayan sin que me vean. Cuando me asegure de que están a salvo, volveré.
La señora asintió y se fue a prepararle rápidamente unos víveres. El mago estaba seguro de que aquellos dos se perderían en el bosque, pero sería sencillo rastrearlos.
Los dos vegetales miraron por la ventana. Hacía poco que había pasado el mediodía y no sabían qué hacer. A este paso no les daría tiempo a disfrutar de sus poderes... ¿realmente merecía la pena seguir con la búsqueda?
- ¡¡Somos idiotas!! -gritó repentinamente Crälos, asustando a Rasky.
- ¡Habla por ti! ¿a qué te refieres?
- ¿Por qué no le hemos pedido magia al hada?
- Pues... yo pensaba que estábamos reservando el último deseo por si algo malo ocurría...
- ¡Ah..! bueno, sí, tiene sentido... maldita sea...
Toc, toc.
Crälos y Rasky guardaron silencio.
- ¿Hola? el mago pregunta por vosotros abajo -dijo la posadera a través de la puerta.
Crälos hizo una seña a su amiga para que no hablara. No quería ver al mago.
- ¿Hola?
Un momento más tarde oyeron unos pasos alejándose.
- Nuestra ventana da a la parte trasera de la posada, ¿no?
- Si -contestó Rasky.
- Pues larguémonos. Le dejaremos algo de dinero a la señora y no volveremos más por aquí. Ese mago no me gusta ni un pelo... volvamos a casa.
- Me parece bien, solo quiero volver a la huerta... -suscribió la zanahoria.
Crälos se asomó y vio que se encontraban en un segundo piso.
- ¿Tu crees que nos haremos daño si saltamos..?
- Hombre... he visto humanos golpeándose sin querer con sus útiles de labranza y se quejan. También los he visto resbalar con barro y caerse y también se quejan. Parecen muy frágiles...
- Pues... coge esas sábanas.
Entre los dos ataron las sábanas de las camas y las amarraron a la pata de una silla.
- Vale... prueba.
Rasky se sentó en la ventana y tiró de la sábana. La silla se movió instantáneamente.
- Esto no va a servir... -observó. ¡Espera! ¡hay una enredadera!
La zanahoria señaló a la planta que crecía por la pared de la posada, firme y gruesa. Trató de agarrarse a ella y se dio cuenta de que soportaba su peso, así que, de forma descoordinada y con poca agilidad bajó por ella. Crälos sacó de su bolsillo el dinero que habían obtenido aquella semana vendiendo bayas y plantas medicinales y le dejó a la posadera una cantidad que pagaría el equivalente a un mes de estancia.
- No se cómo van estas piezas... espero que sea suficiente... -musitó para si mientras bajaba por la enredadera con aún menos gracia que Rasky.
- Bien, ¿y ahora? -preguntó su amiga una vez estuvo abajo.
- Pues ahora nos metemos en el bosque y atajamos.
- ¿Hacia dónde?
- Hacia dónde no se encuentre ese antipático mago, que a estas alturas debe estar buscándonos. ¡Vamos!
Las dos hortalizas se alejaron rumbo al bosque sin darse cuenta de que el mago, junto con la señora a la que convertía en rata, los había visto.
- Son dos jóvenes de lo más peculiar... -observó la señora.
- Si... me rehuyen, y no entiendo por qué. Creo que guardan algún oscuro secreto...
- No entienden nuestras costumbres...
- Temo que se hagan daño. Están claramente perturbados, pero no parecen peligrosos. De todos modos podrían constituir un peligro para sí mismos... Lo mejor será que los escolte a donde vayan sin que me vean. Cuando me asegure de que están a salvo, volveré.
La señora asintió y se fue a prepararle rápidamente unos víveres. El mago estaba seguro de que aquellos dos se perderían en el bosque, pero sería sencillo rastrearlos.
Dedicado a Carlos, ¡feliz cumpleaños bollu!
1 comentario:
Gracias!
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