28 octubre 2014

Crystal winds

El aire nocturno era tan puro y helado que por un momento solo pudo pensar con nostalgia en la calidez de los hogares de las gentes que habitaban en el desierto. El sonido de unas campanillas le alejó de sus pensamientos y le hizo recordar su misión. Däyn avanzó entre la nieve dejando huellas de sus pasos, que formaban un sendero irregular debido a que trataba de buscar en vano algún atajo entre las dunas que le llevara al hermoso pueblecito que se ocultaba entre ellas. 

Cuando llegó al lugar vislumbró a algunas de sus gentes que se reunían en torno a una alegre hoguera para asar los salmones que habían pescado en uno de sus agujeros en el hielo. Al verle, sonrieron abiertamente y le indicaron por señas que se acercara, pues sabían que no compartían la misma lengua. El joven se aproximó y pudo ver que se encontraba en medio del poblado, donde se alzaba un tótem cuya base tenía grabados símbolos lunares y zodiacales, mientras que el resto estaba tallado con símbolos que le eran desconocidos. Uno de los niños de la aldea le cogió de la mano y le hizo acercarse hacia unas pieles dibujadas que estaban sujetas con trozos de madera. Las señaló y según dedujo comenzó a contarle la historia de su pueblo desde sus orígenes. Lástima que no pudiera entenderlo. Cuando hubo acabado, una niña se acercó y le ofreció amablemente un trozo de pescado. Däyn lo aceptó y se unió al resto del poblado, que aquella noche cenaba a la luz de las estrellas. 

Después de la cena, uno de los hombres le dio unos trozos de madera y le guiñó un ojo. Eran gentes intuitivas y sabían perfectamente lo que hacía allí, seguramente porque su chamán era capaz de ver más allá del velo de la visión humana. Caminó entre las casas y en uno de los extremos de la aldea decidió ocultar la caja para que le fuera revelada llegado el momento. Demostraría que era digna de su contenido si lograba resolver el puzzle. El joven unió las piezas sobre la nieve, que brillaron al estar juntas, se abrieron y formaron una oquedad en la que escondió la caja. El puzzle se cerró sobre si mismo y sobre la madera aparecieron tres dibujos, uno en cada pieza: un sol, una estrella y una luna. Däyn deshizo el puzzle y dejó los fragmentos en la nieve. 

Era el momento de ir tras ella. El viento comenzaba a levantarse con fuerza y había empezado a borrar las huellas que había dejado anteriormente en la nieve. Aquello le recordó que en su viaje hacia el norte había conocido a un sabio que le había mostrado una interesante forma de desplazarse... los vientos de cristal. Con una sonrisa, se concentró y al poco tiempo unos finísimos cristales aparecieron ante el danzando. La luz de las estrellas los hacía brillar místicamente, y, mientras contemplaba su belleza, se dejó llevar en su abrazo... 


El lugar era muy oscuro y no había luna. La única luz que podía guiarle era la antorcha que custodiaba la entrada a la cueva. El silencio era profundo, debía moverse con cautela si no quería que le descubriera, aunque en el fondo quería hablar con ella. Quería contarle todos aquellos misterios, ser su guía en el camino... pero sabía que no podía, era un... 
Unos pasos le apartaron de sus cavilaciones. Se acercaba. Se escondió a un lado de la cueva, no podría verle entre tanta oscuridad siempre que se alejara de la tea. Justo en aquel instante, salió mientras el viento la reclamaba para llevarla al norte. La contempló mientras desaparecía con los símbolos de su destino grabados en la mano...



Dedicado a Dani, ¡feliz cumpleaños poeta!

20 octubre 2014

Aube (II)


Era un lugar etéreo y muy hermoso. Las paredes y el suelo eran de piedra, pero a través de ellos se veían fragmentos de cielo del mundo mortal, con sus nubes y luz solar iluminando de azul la atmósfera. Tanto el techo como las paredes tenían grabados en una lengua desconocida que parecía muy antigua, tal vez céltica, o incluso indoeuropea. Trató de descifrarla, pero no fue capaz. Tan solo pudo perderse en la belleza y misticismo que le confería a aquel sereno lugar. Después comenzó a pasear y descubrir los rincones más ocultos de aquel silencioso espacio, donde solo la melodía de unas campanillas le recordaba sus lazos con el mundo inmortal. El tiempo parecía detenerse entre aquellos muros sin fronteras, de modo que no sabía decir si llevaba instantes o siglos errando por la estancia... Todo era volátil y al mismo tiempo en perfecto equilibrio. El aire era puro y el éter fluía sutilmente entre los muros llenando la estancia de una atmósfera de armonía y serenidad. Cuando volvió a mirar los grabados de las paredes, la lengua desconocida cobró significado y pudo leerla como si la conociese de siempre. Revelaba todos los misterios de la humanidad y del enigmático cosmos que moraban. El origen de la vida y la creación del universo; los secretos del firmamento y de todas las estrellas que lo conformaban; el significado de las pinturas de sus ancestros en las cuevas; la filosofía de los antiguos griegos y romanos; los misterios que rodeaban a todas las civilizaciones que en algún momento habían existido sobre la faz de la tierra; No existían secretos para ella en aquel espacio de inmortalidad...

Un cambio en el ambiente hizo que sus ojos dejaran de reflejar la eternidad por un instante. Un portal en el cielo azul se abrió para darle la oportunidad de regresar a su mundo mortal. Si ese era su deseo, podía cumplirlo... Tan solo debía escribir su historia, los detalles de cómo quería que fuera esa vida... Tenía que decidir, o la eternidad en aquella esfera, u otra vida en la tierra. Sin pensarlo, fue hacia la escribanía y tomó la pluma...

"Nacería en un remoto pueblo del norte. Una aurora boreal presagiaría sus poderes de sacerdotisa. Sería un invierno duro y la nieve lo cubriría todo. Ella sería la esperanza para sus porvenires... Su infancia sería feliz y tranquila. Crecería entre la naturaleza salvaje y las luces del norte. Aprendería las artes de la magia, la curación y la filosofía. Y entonces se iniciaría como sacerdotisa... Los rituales secretos en el silencio de la noche. Las constelaciones, las runas arcaicas y las profecías de sus ancestros. Los solsticios y los equinoccios, el influjo de la luna. Todos los enigmas de su civilización y su sabiduría... El paso de las estaciones le otorgaría sus dones. Las fuerzas de la naturaleza se doblegarían ante su poder. Sus hermanas la revelarían como la elegida. Y entonces sería la nueva Suma Sacerdotisa de su orden... La paz de su mundo no duraría para siempre. El devenir de los cambios no podría eludirse. La rueda de la fortuna rotaría y el cosmos sentiría su fugacidad. Lo oculto se desvelaría en los albores del siglo y la iluminación traería oscuridad... "

La joven suspiró y posó la pluma. Era duro escribir los aspectos negativos de su existencia, pero era esencial. La fuerza de su carácter sólo se forjaría a través de los infortunios a los que se sometería por voluntad propia. Y pensar que cuando se hallaba en tierra desconocía toda esta verdad...

"El templo sería erigido durante la primavera. Su orden invocaría a la luz en verano. La oscuridad trataría de conquistarles durante el otoño. Y las tinieblas serían desterradas en invierno... Un eclipse de sol profetizaría un cambio en los hados. La alineación de los planetas sería signo inequívoco de paz. Un eclipse de luna pronosticaría el comienzo de una nueva era. La triada simbolizaría el inicio de su decadencia... Nombraría una sucesora digna de su destino. El templo sería custodiado por ella y sus hermanas. Su retiro sería dulce y apacible lejos de la realidad de la orden. Una aurora boreal predeciría el fin de sus amaneceres. Y entonces su existencia en el mundo se extinguiría..."

La joven dejó de escribir. La luna brillaba a plena luz del día entre las nubes del cielo mortal creando una bella imagen que le daba un aire místico al azul de la atmósfera. Aquella tranquilidad hacía que sus pensamientos fluyesen suavemente... Ese sería el hilo conductor de su existencia en la tierra. Había nacido para ser sacerdotisa, y lo sería siempre y cuando aún fuese posible en aquel mundo. Era su destino, el que escribía una y otra vez durante las distintas épocas que existía en el universo efímero, donde cada vez revelaba más secretos. Los mundos antiguos eran hermosos, su alma estaba enamorada de ellos, y por ello regresaba siempre. Cuando ya no pudiera volver a esos reinos de sabiduría arcana, cuando los rituales se hubieran olvidado, cuando los misterios del mundo ya no fueran desvelados por los seres iluminados, entonces cruzaría a aquella tierra de su visión. La joven tomó la pluma y prosiguió escribiendo su destino para renacer en el mundo...


The end.

15 octubre 2014

Aube (I)


La niebla nacarada cubría todo a su alrededor. Cuando empezó a despejarse, pudo ver un hermoso paisaje que le daba la bienvenida. Era un lugar maravilloso, una suerte de jardín del Edén. Los árboles se extendían indefiniblemente a lo largo de aquellas bellísimas tierras. Las playas de finísima arena bordeaban la preciosa costa y los acantilados que abrazaban el profundo océano que brillaba a la luz del sol, majestuoso, rodeaban aquella perfecta visión. Era el lugar más hermoso que jamás había visto, y todo en el parecía convivir en armonía y paz. La naturaleza virgen le recordaba a una era primigenia donde los seres que habitaban el mundo comenzaban su andadura, curiosos e ilusionados por descubrir el hermoso lugar que les había sido legado por sus ancestros y del cual desconocían casi todos los secretos y enigmas... Un mundo misterioso cuya historia escribían a cada paso, revelando toda la sabiduría que eran capaces de desvelar para conquistar sus tierras y a ellos mismos... Un lugar al que pertenecían y que llevarían por siempre en sus corazones, porque era la tierra que les había visto nacer, prosperar a través de los tiempos, crear más allá de todo entendimiento, realizar todos sus sueños... 

El paisaje se desdibujó lentamente y la niebla se arremolinó a su alrededor ocultando aquel hermoso mundo... Tras unos instantes en los que una sensación de eternidad fluyó por sus pensamientos, la niebla comenzó a despejarse de nuevo y pudo ver una antigua civilización que habitaba en una isla paradisíaca dominada por un volcán. También se vio a si misma guiando con la fuerza de un cristal un barco volador por encima de aquel lugar. Parecía ser una sacerdotisa que viajaba entre la misteriosa isla y un lejano bosque en el que vivían en secreto otras sacerdotisas. Había una cueva próxima a un círculo de piedra...

La niebla volvió a cerrarse a su alrededor ocultándole la visión. No entendía qué era lo que acababa de presenciar, pero sabía que era la única que podía revelar aquel enigma. No sabía dónde se hallaba, pero la sensación de paz era indescriptible... Tras unos instantes en los que sus pensamientos fluyeron hacia la eternidad, la niebla volvió a despejarse y pudo ver un paisaje que parecía pertenecer al lejano oriente. Las montañas se erguían cubiertas de nieve en su cima, aunque la naturaleza reflejaba el otoño o la primavera. Los bosques eran muy hermosos y silvestres, profundos y misteriosos como nunca antes había conocido, y sus tonos rojizos eran tan bellos que no podía describirlos porque no encontraba palabras... Los árboles mecían sus hojas con la brisa y unas flores de cerezo se deslizaron hasta una mística pagoda en la que unos ancianos reverenciaban a sus dioses... Quizá eran los guardianes del templo, los custodios de la verdad... Los únicos que comprendían todos sus misterios y que buscaban honrar a las antiguas divinidades que una vez adoraron sus ancestros en el origen de su civilización... Le recordaba a una vieja historia sobre la leyenda de un dragón que le habían contado una vez hacía tiempo. También se vio a si misma relatando esa misma historia en la pagoda... Las flores de cerezo se deslizaron ante sus ojos y la llevaron hasta las tierras más lejanas, donde nacían las montañas y no existían fronteras para la naturaleza que convivía en armonía con los seres humanos. Su belleza era tal que deseó vivir allí de nuevo como guardiana del templo...

La niebla desdibujó la imagen y se arremolinó a su alrededor ocultando aquel bello paraje. El enigma de aquellas visiones era fugaz, sabía que tarde o temprano lo desvelaría, estaba en su mente. Tras unos instantes en los que la eternidad fluyó a través de sus pensamientos, la niebla comenzó a despejarse y pudo ver una pirámide maya que se erguía contra el cielo y los montes que la rodeaban... Los monumentos de piedra adornaban el lugar con sus tallas grabadas para honrar a los dioses y los jóvenes inscribían en sus tablillas los glifos para dejar constancia de su paso por la historia... También se vio a si misma en la pirámide frente a una vasija ritual llena de sangre haciendo una ofrenda de sacrificio a las deidades para agradecerles la buena fortuna de su pueblo... Volvía a ser una sacerdotisa de una cultura antigua y perdida en el tiempo porque al parecer ese era el destino que había elegido en todas sus vidas...

La niebla cubrió lentamente todo a su alrededor y se perdió en el silencio de sus pensamientos... Sus recuerdos aún eran nítidos pese a que ya no pertenecían a este mundo... La melodía de la eternidad creó un portal para ella que la llevaría al mundo de las esencias puras, donde su psique encontraría un lugar para reflexionar acerca de su vida y el destino que le esperaba. Suavemente, se deslizó hacia el portal inmersa en una diáfana sensación de inmortalidad, sabiendo que su nuevo sino aún no había sido escrito y que por ello su voluntad era libre de soñar con todo lo que siempre había deseado y que tal vez se otorgaría en la vida que le había sido concedida a su espíritu en el mundo mortal, donde las esencias cobran vida más allá de los límites de la inmortalidad y el pensamiento eterno...


End part I

09 octubre 2014

Ádhmharaighe

- ¿¿Êdimbürgh?? ¡Eso está lejísimos, allende los mares!

Märga miró fijamente a Polvo de Galleta. No sabía qué le sorprendía más, que estuviera dispuesto a hacer lo que fuera para recuperar su cuerpo pero ir a aquel sitio le pareciera lejísimos o que hubiera usado la expresión "allende los mares". En serio, la dejaban alucinada.

- Pero bueno, os teletransportaría...
- ¡Ah, vale! entonces bien.

Alucinada.

La risita pánfila de Pänsy la sacó de sus pensamientos. Tenía que actuar con rapidez, estaba harta de ser un hombre y Polvo de Galleta parecía inexplicablemente igual de incómodo que ella. Con firmeza, les obligó a formar un círculo.

- Oye una cosina... ¿si puedes teletransportarnos, por qué nos has hecho caminar estos días? -preguntó Chico-chica. El resto del grupo asintió mostrando acuerdo. Al parecer llevaban tiempo queriendo preguntárselo.
- Primero, porque no conocía la ubicación exacta del lugar al que nos dirigíamos. Segundo, caminar es bueno, ¡so vagos! Y tercero, ¿que es eso de "oye una cosina"? Me has recordado a un amigo -sonrió la meiga. 


Poco tiempo después, el grupo se materializó en unas tierras cercanas a la costa de Êdimbürgh.

- ¿Dónde estamos? -preguntó El doble de chico-chica.
- En Êdimbürgh... ¿dónde si no?
- ¿Y qué hacemos aquí? -se interesó El novio de Princesa.

¿Le estaban tomando el pelo?

- Venimos a... en serio, ¿no os habéis enterado?

El grupo parecía extrañamente confuso.

- Soy Märga la meiga, he venido a recuperar mis poderes.

Polvo de Galleta miraba a todos por encima del hombro. ¡Ella no se daba aires! ¿Qué hacía?

- Pero...
- Silencio, Polvo. Debo encontrar el sendero de la verdad con mis artes mágicas.

La meiga no sabía qué decir. ¿Qué estaba ocurriendo? Una risita pánfila hizo eco en su mente.

- Pänsy...
- Te seguimos, Märga -dijo Princesa a Polvo de Galleta.
- ¡Yo soy Märga! -perdió la paciencia la meiga.
- ¡Mentiroso! ¡tu no eres nadie!
- ¿Cómo os atreveis? ¡estáis todos hechizados! -gritó ella.
- ¡No lo escucheis! ¡reducidlo!

Märga se vio rodeada y antes de que se lanzaran a por ella ejecutó un conjuro que le permitió desaparecer.

- ¿Adónde ha ido? -preguntó Km3.
- Ni idea... pero me ha robado la magia. Debemos encontrarle y obligarle a dármela.


La meiga apareció instantes más tarde a poca distancia de allí y se ocultó tras unas rocas. ¿Qué había pasado? Aparentemente Pänsy quería reírse a su costa embrujando a sus compañeros para que le dificultaran la tarea. ¿No tenia bastante con lo que le había pedido? Al parecer no, pero no importaba. Ella también sabía jugar, y aún conservaba sus poderes...



Dedicado a Marga, ¡feliz cumpleaños churri!

01 octubre 2014

Hand of sorrow

Era un ser terrenal, los designios de la Diosa no eran para él. Tenía el amuleto de rubí, pero no significaba nada.

Era una criatura de la tierra, no era digno de gloria. Tenía el anillo de ópalos, pero no simbolizaba nada.


Los pensamientos oscuros sumían a los dos Elegidos mientras se dirigían al oeste. La siniestra y enigmática sacerdotisa había nublado su juicio y a la vez les había mostrado el camino, pero había hecho mella en su raciocinio, más de lo que podían imaginar...

- Aquella mujer... -comenzó Prôed antes de que su voz se quebrara.
- No dejo de pensar en ella... -reconoció Lêandrö.
- Yo tampoco. 

El silencio se hizo entre ambos, que no volvieron a decir palabra hasta mucho tiempo después.

El atardecer fue ensombreciendo la luz hasta que apenas iluminaba el paisaje. Era una noche de luna menguante y casi no se veía nada.

- Deberíamos parar, socio.

Prôed alzó la mirada y se detuvo. 

- Hay algo extraño en este lugar -terció.
- ¿El qué?

No sabía explicarlo. Estaban en la linde de un bosque y aún se oía el susurro del mar, pues cabalgaban cerca de la costa. Parecía un sitio agradable, un páramo abandonado hacía tiempo por el que nadie pasaba y donde podrían hacer noche sin emboscadas. 

- ¿Un páramo en un bosque?

La voz del príncipe de los Leonîdas se oyó lejana, amortiguada, como si se hallase en lo más profundo del interior de una cueva. Incluso le pareció notar un deje femenino en su tono...

- ¿Estás bien, socio? -preguntó su amigo, preocupado.
- Si... yo... ¿no lo notas?

La voz del señor de Kyrien se escuchó alejada, opaca, como si se encontrase en un recóndito abismo. Incluso le dio la impresión de que tenía un deje femenino en su tono...

- Vale, creo que se a qué te refieres.
- Esa bruja nos ha hechizado.

Lêandrö le miró fijamente. No podía revelarle su visión, pero tenía la certeza de que eso simplificaría toda la misión. Adivinó por la mirada de su amigo que el pensaba exactamente lo mismo. 

- La Gran Señora quiere que sean dos los Elegidos, y empiezo a creer que cada uno ha de cumplir su propio destino... 
- Jo, a veces te pones tan profundo... -dijo Lêandrö con voz soñadora.
- No te rías, es en serio. La profecía...
- Si, si, la profecía, el oráculo, yo solo sé que estamos en un sitio que me da muy mala espina y no tiene sentido y que tengo hambre y sueño...
- Espera...

El heredero al trono de Nrym bajó de su montura y se aproximó a uno de los árboles. Había visto un símbolo parecio a los Äen, pero...

- Escrito como si no dominaran la lengua...
- ¿Qué dices? me he perdido... -suspiró Lêandrö mientras su estómago rugía temiblemente.
- Creo que los símbolos pertenecen a los seres de las estrellas... -susurró Prôed acariciando la corteza.
- ¿Los seres de las estrellas? jijiji... -rió por lo bajo el príncipe.
- ¡No te rías! ¿no crees en ellos?
- Bueno... los antiguos hablaban sobre su existencia, en las runas los mencionan... aunque...
- ¡No crees! ¡y luego los salvajes somos los de Kyrien!
- ¡Vuelve a montar a Cólera, tendrá más gracia..! 

- ¡Son ellos! ¡la sacerdotisa era una de su clan! -gritó Prôed, eufórico.
- Valeee... Si eso voy buscando algo de caza o alguna baya y tu descifras los caracteres... -propuso Lêandrö, poco convencido.
- ¡De acuerdo! ¡ya verás, Lêan!



Dedicado a Leandro y Pedro, ¡feliz cumpleaños majos!