La selva era oscura y misteriosa. La vegetación lo cubría todo en diferentes tonalidades esmeralda y una leve neblina le daba un aire irreal a aquel lugar donde vagaban las almas perdidas de los nativos que no habían sabido encontrar el camino hacia la verdadera inmortalidad. Sus espíritus erraban silenciosos en aquel silente paraje, condenados a la eterna soledad de las ánimas que no hallaban la senda hacia el otro mundo. Sus ansias de trascendencia les habían otorgado una existencia vacua en aquel mundo que no era mundo ni era entelequia. Ni siquiera ella podía dilucidar dónde se encontraba aquella selva de silencio al margen de la irrealidad del mundo...
Vagaba entre la oscuridad de la espesura perdida en mis pensamientos. Sentía sus espíritus a mí alrededor, olvidados, como si la niebla que desdibujaba el paisaje borrara su existencia del mundo al que una vez pertenecieron y donde no habían podido hallar el enigma que les atormentaba con su misterio incognoscible. La luz de la iluminación les había sido negada y aquel nexo espiritual era lo único que podían conocer de la inmortalidad. Era un lugar indescifrable en el que el abismo de la existencia parecía ocultarse entre la densa vegetación, pero cuyos secretos no podían ser revelados ni comprendidos por nadie que caminase por sus sendas, ser de la tierra o divinidad eterna. Los pensamientos de aquellas ánimas vagaban difuminados entre el velo que unía ambos mundos creando el ambiente idílico para condenarles por sus deseos de infinitud y perpetuando su soledad en busca del paraíso sempiterno que no podrían alcanzar en aquel lugar de eterna fugacidad.
Me sentía como uno de aquellos seres que vagaban sin razón por un mundo al que no pertenecían. La realidad y el delirio cruzaban fronteras en mi mente y me hacían sentir como si no me hallara en mi propio ser, como si mi existencia fuera demasiado grande para pertenecerme y mis poderes demasiado sutiles como para lograr un cambio en aquellos espíritus. La selva se estaba adueñando de mis sentidos porque ni siquiera los dioses podíamos escapar a su embrujo de oscuridad. Solo liberando mi ser interior podría hallar la verdadera trascendencia hacia los mundos destinados a sus almas en los confines de la muerte. Una senda de plata se dibujó evanescente en medio de la penumbra e iluminó tenuemente mi camino a proseguir. Si quería resolver el enigma para salvar a aquellos seres tendría que atravesar la selva sin que los pensamientos me hicieran errar. Sus espíritus se deslizaban a mi alrededor brillantes siendo la única fuente de luz en medio de aquella profunda oscuridad. Sus anhelos y deseos atravesaban el velo entre los mundos y llegaban a mi interior forjando una alianza de libertad. Su oscuridad era mía en ese instante y la luz que precisaban iluminaría aquella selva cuando hallara el camino hacia el mundo que querían conquistar. Sumida en el silencio, caminé por la senda de plata mientras esta se desvanecía tras de mí...
Vagaba entre la oscuridad de la espesura perdida en mis pensamientos. Sentía sus espíritus a mí alrededor, olvidados, como si la niebla que desdibujaba el paisaje borrara su existencia del mundo al que una vez pertenecieron y donde no habían podido hallar el enigma que les atormentaba con su misterio incognoscible. La luz de la iluminación les había sido negada y aquel nexo espiritual era lo único que podían conocer de la inmortalidad. Era un lugar indescifrable en el que el abismo de la existencia parecía ocultarse entre la densa vegetación, pero cuyos secretos no podían ser revelados ni comprendidos por nadie que caminase por sus sendas, ser de la tierra o divinidad eterna. Los pensamientos de aquellas ánimas vagaban difuminados entre el velo que unía ambos mundos creando el ambiente idílico para condenarles por sus deseos de infinitud y perpetuando su soledad en busca del paraíso sempiterno que no podrían alcanzar en aquel lugar de eterna fugacidad.
Me sentía como uno de aquellos seres que vagaban sin razón por un mundo al que no pertenecían. La realidad y el delirio cruzaban fronteras en mi mente y me hacían sentir como si no me hallara en mi propio ser, como si mi existencia fuera demasiado grande para pertenecerme y mis poderes demasiado sutiles como para lograr un cambio en aquellos espíritus. La selva se estaba adueñando de mis sentidos porque ni siquiera los dioses podíamos escapar a su embrujo de oscuridad. Solo liberando mi ser interior podría hallar la verdadera trascendencia hacia los mundos destinados a sus almas en los confines de la muerte. Una senda de plata se dibujó evanescente en medio de la penumbra e iluminó tenuemente mi camino a proseguir. Si quería resolver el enigma para salvar a aquellos seres tendría que atravesar la selva sin que los pensamientos me hicieran errar. Sus espíritus se deslizaban a mi alrededor brillantes siendo la única fuente de luz en medio de aquella profunda oscuridad. Sus anhelos y deseos atravesaban el velo entre los mundos y llegaban a mi interior forjando una alianza de libertad. Su oscuridad era mía en ese instante y la luz que precisaban iluminaría aquella selva cuando hallara el camino hacia el mundo que querían conquistar. Sumida en el silencio, caminé por la senda de plata mientras esta se desvanecía tras de mí...
Continuará...
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