Contemplábamos en silencio el cielo cuajado de estrellas. La sensación de paz era tan inmensa... La eternidad parecía reflejarse en las miles de constelaciones que nos rodeaban. Cada una narraba un origen, una leyenda, un misterio. El silencio encriptado del universo se revelaba ante nuestros ojos. Oculto entre la belleza de sus estrellas y la luna que nos iluminaba. En las nebulosas lejanas y los planetas más recónditos. En las energías cósmicas y el equilibrio que se profesaban. En la imaginación de nuestra galaxia y los límites del tiempo. Un sendero de sueños brilló entre las estrellas y ambos sonreímos. Él era mi sueño más real desde hacía mucho tiempo... Aunque solo era un suspiro comparado con la majestuosidad de la inmensidad que nos rodeaba y que anhelábamos alcanzar en nuestra existencia. Sus ojos me miraron y me perdí en esa mirada tan cálida y profunda que solía dedicarme, cuando el tiempo se congelaba por un instante solo para nosotros... El misterio más insondable y enigmático era aquel amor tan trascendente que nos había unido desde la oscuridad creando un lazo que ni siquiera nosotros podíamos imaginar. Éramos almas gemelas, o quizás no, pero queríamos estar juntos mientras aquella conexión no se rompiera...
El mundo no tenía brillo cuando no existíamos para el otro... La noche se hacía eterna y la luna jamás la iluminaba...Aquel tiempo perdido había destruido parte de nuestros deseos y esperanzas... La luz del sendero de sueños era cada vez más brillante. El universo se extendía infinito ante nuestros ojos efímeros. La fugacidad del tiempo no existía en nuestras mentes. Nuestro amor traspasaba cualquier límite racional y mortal. Las constelaciones cambiaban eternamente su posición en el firmamento, pero nuestros sentimientos se habían forjado en lo inolvidable, cuando el tiempo se había congelado por un instante solo para nosotros... Aquellos sueños que queríamos compartir se escribían en el lenguaje de las estrellas. Eran nuestros, indescifrables, porque habíamos elegido unir nuestros destinos. Enlazamos nuestras manos y contemplamos en silencio la majestuosidad de la creación en el cielo nocturno...
Dedicado a Borja, mi sueño hecho realidad.
El mundo no tenía brillo cuando no existíamos para el otro... La noche se hacía eterna y la luna jamás la iluminaba...Aquel tiempo perdido había destruido parte de nuestros deseos y esperanzas... La luz del sendero de sueños era cada vez más brillante. El universo se extendía infinito ante nuestros ojos efímeros. La fugacidad del tiempo no existía en nuestras mentes. Nuestro amor traspasaba cualquier límite racional y mortal. Las constelaciones cambiaban eternamente su posición en el firmamento, pero nuestros sentimientos se habían forjado en lo inolvidable, cuando el tiempo se había congelado por un instante solo para nosotros... Aquellos sueños que queríamos compartir se escribían en el lenguaje de las estrellas. Eran nuestros, indescifrables, porque habíamos elegido unir nuestros destinos. Enlazamos nuestras manos y contemplamos en silencio la majestuosidad de la creación en el cielo nocturno...
Dedicado a Borja, mi sueño hecho realidad.
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