El desfiladero de los muertos era un lugar que no podía describir con palabras. No veía nada alrededor. Absolutamente nada. Tenía la sensación de haberse quedado ciega, totalmente privada de sus sentidos, porque ella misma se sentía extraña y nebulosa, no pertenecía a ese lugar. Nadie, salvo los muertos, pertenecía a ese lugar.
- ¿Por qué estamos aquí? -dijo con voz trémula Ërov.
- Es el único sitio al que no pueden seguirnos. Solo con la poción precisa podemos los vivos estar aquí.
- Pero...
No sabía si el joven podía verla, pero sospechaba que sí. Ërov se había quedado impactada. Tan solo las personas que habían muerto, aunque solo fuera por unos instantes, podían tener la oportunidad de viajar entre ambos mundos. ¿Cuándo había estado él... muerto? Las lágrimas acudieron a sus ojos y se las enjugó rápidamente.
- Debemos avanzar, no podemos quedarnos quietos sin razón, lo sabrán.
Los muertos no perdonarían si turbaban su descanso eterno.
La sensación de irrealidad aumentaba según se movían por el quimérico paisaje. Sentía presencias a su alrededor, malignas, de todos aquellos que habían agonizado en guerras o sido asesinados violentamente. Los espíritus que allí habitaban purgaban sus culpas y se atormentaban con sus vilezas. Era lo más cercano a entrar en los infiernos.
- No tengas miedo, no pasará nada. No sueltes mi mano y todo irá bien -susurró cálidamente Mordred.
- Es... ¿Cómo... es?
- No puedo decírtelo. Ni siquiera yo veo con claridad, tan solo lo suficiente como para poder ser tu guía.
- ¿Hacia dónde vamos?
- A ningún lugar. A todas partes -volvió a responder enigmáticamente Mordred.
Los centinelas no comprendían cómo se habían volatilizado aquellos dos jóvenes.
- ¿Dónde está la piedra? -preguntó uno de los guardias a Vlädés, que apareció entre las sombras sumido en sus pensamientos.
- ¡Oh! he... quemado el códice. Ahora solo yo sé cómo encontrar...
- ¿¿Qué lo ha quemado?? -rugió otro de los guardias.
- Esa joven es muy inteligente y el muchacho que la acompaña también. Debemos secuestrarla y embrujar su mente para que esté de nuestro lado. De otra forma conseguirá la piedra incluso aunque desconozca la profecía. Está destinada a ella.
- ¿Y no sería más fácil esperar a que la encuentre y luego robársela?
- No -respondió tajante Vlädés. Nadie dijo nada más.
Los dos jóvenes caminaban pausadamente en la nada. Aquel lugar parecía rocoso, tenía desniveles y era complicado para moverse. Mordred le advertía de peligros constantemente, por algo se trataba de un desfiladero. El abismo al que podían caer era imposible de salvar.
- Antes mencionaste algo sobre el pergamino... -comentó Mordred tras guiarla para que subiera a algún tipo de risco.
Ërov le narró su visión del manuscrito ardiendo y todas las otras figuras que había dibujado la sangre de la Suma Sacerdotisa en el agua.
- ¿El pergamino ha sido destruído? Eso complica la situación... -dijo el joven, preocupado.
- Vlädés conoce su contenido, él mismo lo quemó. Parecía que la tinta cubría parte de la profecía... -recordó la joven.
- ¿En serio? Qué extraño...
- No tanto, había un tintero volcado junto a el. Tal vez se le derramó... -sugirió ella.
Mordred rió contrastando con el inquietante paisaje. Típico del viejo Vlädés...
- ¿Dónde estamos? Noto... presencias... -susurró Ërov.
El joven no respondió pero aferró su mano con más fuerza.
- ¿Mordred? -musitó ella en voz apenas audible.
- Shhh...
No entendía nada, pero confiaba en el. Sabía que a su lado nada podría hacerle daño.
- La piedra... -oyó una voz en la lejanía.
- Toca la piedra... -dijo otra entre ecos.
- No les escuches -ordenó Mordred.
- Toma la piedra...
- No toques nada -volvió a oír a Mordred como si se hallara lejos a su vez.
Una brisa helada recorrió la espalda de la joven y una fuerza superior a ella hizo que buscara un sitio al que sostenerse cuando el frio penetró en sus sentidos.
- ¡¡¡NO!!! -oyó gritar a Mordred lejos... muy lejos...
Lo último que vislumbró fueron sus recuerdos desvaneciéndose uno a uno...
- ¿Dónde estamos? Noto... presencias... -susurró Ërov.
El joven no respondió pero aferró su mano con más fuerza.
- ¿Mordred? -musitó ella en voz apenas audible.
- Shhh...
No entendía nada, pero confiaba en el. Sabía que a su lado nada podría hacerle daño.
- La piedra... -oyó una voz en la lejanía.
- Toca la piedra... -dijo otra entre ecos.
- No les escuches -ordenó Mordred.
- Toma la piedra...
- No toques nada -volvió a oír a Mordred como si se hallara lejos a su vez.
Una brisa helada recorrió la espalda de la joven y una fuerza superior a ella hizo que buscara un sitio al que sostenerse cuando el frio penetró en sus sentidos.
- ¡¡¡NO!!! -oyó gritar a Mordred lejos... muy lejos...
Lo último que vislumbró fueron sus recuerdos desvaneciéndose uno a uno...
Dedicado a Verónica, ¡feliz cumpleaños bollu!
1 comentario:
Muchísimas gracias!!!Brillante y enigmática como siempre, me encanta !!! Nunca tengo idea de cómo puede continuar , me molan esos saltos en el tiempo de la narración.
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