27 julio 2015

Rings of time


Tras unos días tranquilos en los que Wherynn y Ädri decidieron no hacer ningún movimiento con respecto a su plan de fastidiar a los Slytherin, Snape parecía haberse olvidado de ellos y de los misteriosos Gryffindor que rondaban por las mazmorras.

- Creo que Snapito sospecha de mi, ¡y no sé por qué! Llevo días sin hacer nada malo...-susurró Wherynn a su amigo en la biblioteca.
- No creo que pueda relacionarte con el filtro de amor...
- ¿Qué filtro de amor? -apuntó ella.
- ¿Eh? No... es que... alguien le dio un filtro... ayer...
- ¿"Alguien"?
- Si... a saber... -disimuló Ädri.
- Goggy...
- ¡Yo no! alguien... 
- En fin, solo puedo decir que cada vez que me mira, por si acaso, me pongo a pensar en magdalenas... -musitó Wherynn viendo que la señora Pince la miraba.
- ¿En magdalenas? ¿Pero lo tuyo no era el pollo?
- ¡Hay que innovar! -rió la chica.
- ¡¡Ssssshhh!! -se oyó al fondo de la sala.


Un rato más tarde se fueron de la biblioteca. Era imposible concentrarse con tantos "ssshhh" de la bibliotecaria, que aquel día parecía más tiquismiquis de lo habitual.

- Habrá peleado con su querido Filch... -supuso Ädri.
- ¿Otra vez ese rumor? ¡Yo no creo que estén liados!

El profesor Flitwick pasó a su lado y sonrió ante su comentario. Los chicos rieron y le saludaron.

- Por cierto... ¿qué te parecería ir hoy a la sala común de Ravenclaw? -propuso Wherynn a su amigo- tengo poción multijugos recién hecha...
- ¡Vale! ¿Y por qué Ravenclaw y no Hufflepuff?
- Ravenclaw está en el séptimo piso y soy muy vaga... No, va, es que tengo curiosidad.
- Ya...
- ¿Qué? 
- Nada...

Su amiga prefirió ignorarlo y caminó en silencio a su lado hasta llegar a su sala común. 

- ¿Tienes pelos de algún alumno? -preguntó Ädri, visiblemente emocionado.
- Si, nunca adivinarías...
- Claro que si. Y me parece muy mal.
- ¿Por? ¡Son risas!
- Ya...  

Las dos pociones, una rojo carmesí y la otra dorada ambarina, relucían en sus respectivas botellitas.

- Seguro que si hago una poción contigo sale ambarina... -hizo notar Ädri.
- Y rojo te va a quedar a ti el careto cuando te mate a bofetás por listillo... -ironizó su amiga.
- ¡Qué violencia! -rió él.


Después de tomárselas y guiñarle un ojo al retrato de la Señora Gorda, que estaba acostumbrada a sus bromas y nunca les delataba, se dirigieron hacia la Torre de Ravenclaw. Subieron por primera vez la escalera de caracol que conducía a la entrada y allí vieron una puerta sin pomo ni cerradura con una aldaba de bronce en forma de águila. Como no sabían qué hacer, tocaron la aldaba.

- "Delante de sí guiaba a los bueyes, un prado blanco araba, un arado blanco tenía, y una simiente negra sembraba" ¿Qué es? -dijo el águila.
- ¿Lo qué? -preguntó Ädri, confuso.
- ¡Es una adivinanza! En vez de tener contraseña, resuelven acertijos -dedujo Wherynn.
- Pues en época de biblioteca debe hacer una gracia ponerse a pensar para entrar en la sala...
- Por algo son los más inteligentes... ¡les gustan los retos mentales!
- ¿Y cómo decías que era..?
- Es el indovinello veronese -dijo Wherynn antes de que la aldaba pudiera repetirlo. 
- ¿El qué?
- Indovinello veronese. Adivinanza veronesa. Medievo italiano -añadió al ver a su amigo, que la miraba incrédulo- ¡Soy muy melona para estas cosas pero tengo buena memoria!
- ¿De qué me estás hablando? -quiso saber el chico.
- ¡Es una adivinanza italiana! La respuesta es: la escritura. Los bueyes son los dedos, el prado blanco la hoja de pergamino, el arado blanco la pluma y la semilla negra la tinta.

El águila les permitió adentrarse en la sala común para sorpresa del chico. Descubrieron que aquella estancia era una de las más aireadas de Hogwarts; era una amplia sala circular con una alfombra azul medianoche, ventanas de arco adornadas con cortinajes de seda azul y bronce y un techo abovedado pintado de estrellas. La estatua de mármol de Rowena Ravenclaw dominaba la sala, que poseía hermosas vistas de los terrenos y las montañas circundantes.

- ¡Me he enamorado..! ¡Yo me quedo aquí! ¡Mira ese techo! -exclamó Wherynn admirando las estrellas.
- Empiezo a pensar que nuestra sala común es la más cutre... -susurró Ädri.
- ¡Eh! ¡Que es muy acogedora! No la cambiaría por vivir en las mazmorras, aunque hay que reconocer que la sala de Slytherin era una pasada... -admitió Wherynn.

Cuando acabaron de curiosear, Wherynn se acomodó en unos de los mullidos sillones. 

- ¿No sería mejor irnos..? Quizá estos dos aparezcan... -dijo Ädri señalándose.
- Estarán en la biblioteca, no seas aguafiestas.
- Solo pensaba que tal vez los Raven se extrañen de que no estemos haciéndonos arrumacos y acaramelados -observó su amigo.
- Nos hemos peleado, jajajaja -propuso ella.
- Yo no me enfado con nadie... ¡Soy la alegría de la huerta! ¡No, mejor! ¡La alegría de herbología!

Wherynn se le quedó mirando fijamente y conjuró una enorme pelusa de polvo que luego hizo moverse por delante de su amigo.

- ¡Eeeh! ¡Era bueno!
- No, para nada...


Un poco más tarde, cuando Ädri logró convencer a su amiga de que por bonita que fuera aquella sala común la suya también era genial y además no hacía falta que tomaran poción multijugos para quedarse en ella, la chica accedió a que se fueran.

- Solo quería ver lo que contrastaría el techo con el cielo estrellado de fuera... hoy está despejado... -dijo melancólica contemplando el atardecer. 
- Si, muy romántico, ¡vamos! -contestó él, empujándola escaleras abajo.
- Bruto... ¡oh! 

Al pie de la escalera estaban los dos Ravenclaw a los que habían robado cabello para la poción.

- ¿Quiénes sois? ¿qué hacéis aquí? -preguntó el chico alzando su varita.
- ¡Somos de Slytherin!

Los otros tres le miraron. Wherynn pensó que era muy tonto. ¿Quién sería tan estúpido como para creérselo?

- No me tomes por idiota... -respondió el Ravenclaw, a lo que Wherynn asintió. 
- Vale... a ver, somos dos buenas personas que solo querían echar un vistazo inocente en vuestra sala común... -confesó Ädri. Wherynn se dio cuenta de que cambiaba su tono de voz para no ser descubierto. A lo mejor no era tan tonto...
- ¿Pero quiénes? -preguntó la chica, también con la varita alzada.
- Da igual... - contestó Wherynn.
- No... vais a decírnoslo... 

Antes de que pudieran reaccionar, un montón de hechizos volaron por el pasillo. Por fortuna, Wherynn lo intuía desde hacía rato y su rapidez logró que pudiera desarmar al chico, aunque Ädri no había tenido tanta suerte y la chica lo había paralizado. 

- ¡Lo siento! -dijo Wherynn lanzándole la varita al Ravenclaw, y sin que ninguno de los Ravenclaw lo esperara, lanzó algo al aire que explotó llenando el pasillo de fuegos artificiales. Aprovechó la confusión para desparalizar a Ädri y tirando de él se fueron a toda velocidad.
- ¡Magifuegos salvajes! -oyeron decir a la chica.
- ¿Cómo..?
- ¡Luego!

Su sala común no estaba lejos, por lo que llegaron justo a tiempo de que la poción hubiera dejado de hacer efecto.

- Siempre a la carrera... ¿Contraseña? -preguntó divertida la Señora Gorda.
- Hon.. hongo... sal... tarín... -resolló Ädri. 

El retrato se abrió dando paso a la sala común, que estaba llena de alumnos que les miraban suspicaces. Ya sabían de sus travesuras, pero siempre temían que les bajasen puntos por ellas.

- ¡No hemos perdido puntos! El prefecto... bueno, nada. 

Wherynn sonrió ante la expresión de su amigo y se sentó junto al fuego. 

- Lleváis capas de Ravenclaw... -observó una alumna de segundo.
- ¡A callar! -le espetó Ädri, cambiando los colores de las capas de ambos a rojo y dorado.
- No se puede estar en todo...-suspiró Wherynn.
- ¿Magifuegos? ¿Tu siempre vas tan... tan... especializada?
- Procuro tener imaginación por si acaso... viene bien.
- Vale... ahora la gran pregunta. ¿Sala común de Hufflepuff o volvemos al plan Slytherin? Nos hemos portado bien desde hace días...
- No se... ¿tu qué prefieres?

Su amigo miró hacia unos chicos que escribían afanosamente en unos pergaminos sobre pociones para olvidar.

- ¿Tu que crees?

Wherynn asintió con una gran sonrisa. 



Dedicado a Adrián, ¡feliz cumpleaños majo!

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