Una estrella fugaz cruzó el firmamento nocturno. Akinom la contempló, cerró los ojos y formuló su deseo. Pronto amanecería y llegarían a su destino.
- ¿Akinom?
- Estoy aqui.
Ark-los caminó hacia ella, rodeándola con sus brazos cuando llegó hasta su reina.
- ¿No puedes dormir?
- Quiero llegar hasta nuestro refugio, te va a encantar. Es un lugar mágico, y desde allí podremos ver todo lo que ocurre en Imlan...
- Entiendo... caminemos entonces, no está lejos, ¿verdad?
Los primeros rayos de sol iluminaron las dunas y la futura reina de Imlan le tomó de la mano. Ningún lugar estaba lejos si caminaba a su lado.
Kârmne reía para sí mientras portaba la bandeja. Por fin había llegado el momento... En cuanto Berthal tomara el desayuno estaría... ¡Oh, tenía tantas ganas de ver sus efectos!
- ¡Kârmne!
Am-näir la miraba fijamente y la sacerdotisa dejó de sonreír al instante. No quería que sospechara.
- ¿Qué? -contestó de forma cortante.
- ¿Por qué llevas..?
- Hahsuc desea que yo misma sirva a su hermano. Quiere que seamos buenos amigos... ahora que va a desposar a mi señora.
- ¿Berthal?
- Hahsuc. ¿Qué parte no entendía? -pensó.
- Ya veo... pero no es tarea para una sacerdotisa...
- Eso no es de tu incumbencia.
La joven de cabello caoba se sintió ofendida y se retiró sin decir palabra. Kârmne suspiró aliviada. Nada podría detenerla ahora. La venganza por todas las injurias de ese chico sería soberbia... La sacerdotisa picó a la puerta y un "adelante" le dio paso. Abrió y sonrió ampliamente a Berthal.
- Os dejo el desayuno, señor. Estuvo a punto de decir "querido señor" pero el sarcasmo implícito podría haberla delatado.
- Gracias, Kârmne. ¡Dátiles y miel! ¡y uvas! Adoro el lujo de esta corte... -dijo mientras probaba las viandas y la sacerdotisa ponía mirada malévola.
Hacía ya cuatro días que caminaban por el desierto y por fin habían llegado a su destino. El oasis destacaba en medio del paisaje de arena y sus árboles les daban la bienvenida con su sombra.
- ¡Es un lugar increíble! -admiró Ark-los mientras se acercaban- pero no me suena... y eso que estoy seguro de haber viajado por esta zona.
- Es un oasis diferente... La tradición le denomina "el oasis de los perdidos" y su origen es una leyenda -explicó Akinom. Muchos dicen que en realidad no existe, otros que solo se aparece a los viajeros de corazón puro... Otros, sin embargo, afirman que se oculta por una maldición y que solo se presenta ante los reyes y reinas de Egipto... tal vez sea cierto -sonrió misteriosamente.
Akinom penetró en el oasis y Ark-los la siguió, notando al instante una sensación que no sabía cómo describir. Sentía que estaba oculto del mundo, como si aquel lugar fuera único y solo existiera para ellos. Pero no podía ser. Había varios nómadas tomando cántaros de sus aguas, y otros recogían frutas de sus árboles. Aunque... no parecía que les vieran... El joven miró a Akinom, que volvió a dedicarle su sonrisa enigmática. Confiaba en ella.
Avanzaron por el lugar hasta el borde más alejado del lago, donde la futura reina de Imlan se detuvo. Ark-los vio cómo buscaba algo entre la arena, y al poco descubrió una tablilla oculta en la tierra. Presionó varios de sus dibujos y entonces apareció. La arena se filtraba hacia el interior del oasis mientras una pirámide surgía de lo más profundo de las arenas del desierto. Cuando cesó el movimiento, la reina alzó las manos y pronunció unas palabras. Uno de los muros dejó al descubierto una abertura y Akinom, con una sonrisa, le invitó a pasar.
El interior estaba iluminado con antorchas y ricamente adornado. Los muros estaban repletos de grabados en los que se narraba la historia de los faraones que habían fundado el lugar y todos cuantos lo habían conocido. Ark-los pudo ver a una joven que se parecía mucho a Akinom con una rama en una mano y un cetro en la otra.
- Mis padres me trajeron aquí de niña y me mostraron todos sus secretos... -le contó ella, acariciando el muro. La estela que dejó su mano hizo que un nuevo grabado comenzara a formarse, en el que ambos aparecían en la pirámide como futuros soberanos. Te dije que era un lugar mágico... -susurró Akinom.
- Es... increíble... -murmuró Ark-los, maravillado.
- Y ahora veamos qué ha estado ocurriendo en Imlan en nuestra ausencia -dijo la joven mientras se acercaba a un aguamanil y pasaba la mano por encima del agua.
La mañana era cálida y los rayos del sol le daban en el rostro. Hahsuc sonrió complacido. Aquella noche tendría a la futura reina de Imlan para él solo y no podría ni querría escapar. La haría suya, como haría suyo aquel palacio y todas sus posesiones. Nunca imaginó que tendría tanta suerte, aunque siempre había luchado por forjarse un futuro a la altura de su elegancia y refinamiento. El joven bostezó y se desperezó. Tal vez no sería mala idea ir a buscar a Akinom a sus aposentos y... acompañarla a desayunar.
Hahsuc se levantó, se dispuso y fue en busca de su prometida. No podía negar que era hermosa, ojalá la sacerdotisa fuera capaz de encontrar una prometida tan bella para su hermano. Por lo pronto sería su esclava, llevándole el desayuno a sus aposentos y haciendo cuanto a él se le antojase. Suerte que Akinom estaba tan enamorada de él y no se daba cuenta de nada...
El joven llegó hasta la puerta y tocó suavemente. Sabía que la futura reina solía madrugar, pues le gustaba ver el amanecer en su reino. Nadie respondió. Hahsuc volvió a picar, esta vez con más fuerza. Pensó que era natural que él, como su prometido, se adentrase en sus aposentos, por lo que abrió la puerta y entró con cautela al ver que no obtenía respuesta. No le extrañó ver el lecho deshecho de Akinom y sonrió con cierta lujuria. Buscó a la joven, pero no la encontró por ningún lado, ni siquiera en su balcón. Qué extraño...
La poción había surtido efecto. Lo supo cuando Berthal apareció en el comedor con los ojos pintados, un adorno para la perilla que no tenía, un extraño tocado de rayas en la cabeza y un cetro de nejej y heka en cada mano. El joven portaba un semblante tan serio que ninguno de los criados osó reírse, aunque varios se dirigieron miradas entre sí. Kârmne no dijo palabra y se limitó a contemplarlo y ver qué hacía.
- Indignos mortales, inclinaos ante el dios Osiris -dijo- señor de la resurrección, símbolo de fertilidad y regeneración del Nilo.
Nadie se movió, aunque algunos hicieron ademán de seguir sus órdenes.
- ¡Inclinaos! -insistió- o no seré indulgente en el juicio a los difuntos...
- Si que ha perdido el juicio... -murmuró el criado que le caía mal a Akinom.
- ¿Qué decís, siervo?
- Mi señor... -no dijo más.
- ¡Rendidme pleitesía! o mi ira destruirá vuestro reino.
Kârmne se levantó y se enfrentó a él.
- ¿Estáis bien, mi señor? os noto algo alterado... -dijo con voz suave la sacerdotisa.
- ¿Cómo osas hablar así a un dios? Traedme a Isis, ¿y dónde está el pequeño Horus?
La sacerdotisa miró a los criados y les hizo un gesto.
- Mi señor...
- Deberéis rendirles tributo.
- Claro, mi señor... a vuestras órdenes -contestó Kârmne.
- Así me gusta. Traed a mi esposa.
- Enseguida.
Kârmne salió del comedor y se ocultó tras el primer cortinaje que vio para reírse en silencio. Había conseguido que Berthal creyera que era un dios y todo el mundo viera los aires que se daba. Aquella poción era maravillosa...
- ¿Quién está ahí?
La voz de Am-näir hizo que dejase de reir. ¿Por qué siempre aparecía en el momento menos oportuno?
- Me pareció ver algo fuera, no pasa nada -se excusó- ¿Ocurre algo, Am-näir?
- Se lo que estáis haciendo.
La sacerdotisa no pareció impresionada.
- No entiendo a qué os referís... -disimuló.
- Se que no os caigo en gracia y queréis expulsarme del palacio...
- No es cierto. Sois una buena criada, Akinom os tiene en alta estima -mintió.
- No me lo creo. Me ha mandando tareas muy duras...
- Si os referís a lo de los estanques... haríais bien en saber cuál es vuestro lugar y no... mirar de forma indebida a quien no os corresponde...
La criada sonrió complacida.
- ¿De modo que es eso? Mi señora tiene celos... -suspiró tocando su cabello caoba.
- ¡Oh, bella Isis!
Berthal apareció en el umbral y se dirigió a Am-naïr, cuya mano besó. La criada no entendía nada.
- Os he estado buscando...
- ¡Hermano!
Hahsuc corría por el pasillo muy apurado.
- ¿Qué es ese atuendo? No importa... ¡Akinom ha sido secuestrada!
El plan estaba saliendo a la perfección.
- ¿Cómo va a...? ¡Dadme eso!
Kârmne arrancó el trozo de pergamino de sus manos y lo leyó con rapidez.
- No puede ser... ¡iré a buscarla!
- ¡No! es mi prometida, ¡yo iré a buscarla!
Akinom dejó el aguamanil y sonrió a Ark-los.
- Mi "prometido" es un hombre muy valiente... cruzará el desierto para buscarme -sonrió con malicia.
- ¿Y qué encontrará?
- A la reina de Imlan.
El joven le sonrió y la tomó en sus brazos. Lo que ocurrió aquella noche en la pirámide solo lo supieron las constelaciones.
- Enseguida.
Kârmne salió del comedor y se ocultó tras el primer cortinaje que vio para reírse en silencio. Había conseguido que Berthal creyera que era un dios y todo el mundo viera los aires que se daba. Aquella poción era maravillosa...
- ¿Quién está ahí?
La voz de Am-näir hizo que dejase de reir. ¿Por qué siempre aparecía en el momento menos oportuno?
- Me pareció ver algo fuera, no pasa nada -se excusó- ¿Ocurre algo, Am-näir?
- Se lo que estáis haciendo.
La sacerdotisa no pareció impresionada.
- No entiendo a qué os referís... -disimuló.
- Se que no os caigo en gracia y queréis expulsarme del palacio...
- No es cierto. Sois una buena criada, Akinom os tiene en alta estima -mintió.
- No me lo creo. Me ha mandando tareas muy duras...
- Si os referís a lo de los estanques... haríais bien en saber cuál es vuestro lugar y no... mirar de forma indebida a quien no os corresponde...
La criada sonrió complacida.
- ¿De modo que es eso? Mi señora tiene celos... -suspiró tocando su cabello caoba.
- ¡Oh, bella Isis!
Berthal apareció en el umbral y se dirigió a Am-naïr, cuya mano besó. La criada no entendía nada.
- Os he estado buscando...
- ¡Hermano!
Hahsuc corría por el pasillo muy apurado.
- ¿Qué es ese atuendo? No importa... ¡Akinom ha sido secuestrada!
El plan estaba saliendo a la perfección.
- ¿Cómo va a...? ¡Dadme eso!
Kârmne arrancó el trozo de pergamino de sus manos y lo leyó con rapidez.
- No puede ser... ¡iré a buscarla!
- ¡No! es mi prometida, ¡yo iré a buscarla!
Akinom dejó el aguamanil y sonrió a Ark-los.
- Mi "prometido" es un hombre muy valiente... cruzará el desierto para buscarme -sonrió con malicia.
- ¿Y qué encontrará?
- A la reina de Imlan.
El joven le sonrió y la tomó en sus brazos. Lo que ocurrió aquella noche en la pirámide solo lo supieron las constelaciones.
Dedicado a Mónica, ¡feliz cumpleaños guapa!