27 julio 2016

Atlantean mysticism

El plan contra los Slytherin era demasiado tentador... Al día siguiente, mientras desayunaban en el Gran Comedor, Wherynn y Ädri se pusieron en una esquina para trazar su plan.

- Maldita salamandra... -se quejó Ädri- si Snape no la hubiese pillado...
- Maldito Snape entonces, ¡pobre salamandrita! -la defendió su amiga- y deberíamos hablar en clave, alguien podría sospechar...
- Todo el mundo sospecha de nosotros siempre... ¡Uy, mira quién te está mirando! -dijo con voz socarrona.

Wherynn miró a su alrededor y vio al prefecto de Ravenclaw del día anterior, que en cuanto se dio cuenta de que le había visto le dirigió una sonrisa tímida y giró la cabeza inmediatamente.

- ¡Qué paleeeto, Goggy! -rió ella.
- ¡Buenas, señorita!

Uno de los prefectos de Gryffindor se sentó a su lado y le dirigió una enorme sonrisa.

- ¿Os molesto? los demás sitios están ocupados... -dijo refiriéndose a un grupo de chicas que le miraban y se reían como tontas.
- No, claro que no -contestó ella viendo que estaba visiblemente incómodo- ¿Traes miel? ¿A que me dejas un poco? -le sonrió de vuelta.
- Y solo nos falta el retrato del ermitaño medieval para completar el cuadro... ¡pero qué bueno soy con los juegos de palabras! -se admiró Ädri para después soltar un gemido de dolor cuando Wherynn le propinó una patada por debajo de la mesa. El prefecto no pareció darse cuenta y le tendió la miel a su amiga para después desayunar con ellos.


En cuanto acabaron, se dirigieron a los jardines aprovechando que aquel día hacía sol a pesar del frío aire que aún rodeaba los jardines y no parecía querer abandonarlos.

- Bueno, entonces los Sly...
- Los slips te aprietan, si, ¡pues ponte otro tipo de ropa interior, a mi qué me cuentas! soy una chica, no creo que te gusten mis recomendaciones... -dijo rápidamente Wherynn con toda naturalidad cuando vio que dos Slytherin venían detrás de ellos.
- ¿Pero tu qué tipo de visión tienes? ¿Cómo sabías que venían detrás? -preguntó asombrado Ädri cuando los vio alejarse al pasar delante de ellos mientras le dirigían una mirada suspicaz.
- Les vi bajar la escalera del vestíbulo cuando salíamos del Gran Comedor y luego oí como la puerta no se cerraba tras nosotros... ¡estoy en todo! -presumió la chica.
- Increíble... bueno, pues que los Sly...

Los dos chicos esbozaron su plan a lo largo de la mañana y para el mediodía todo estaba perfectamente calibrado.

- Lo único... aún tengo curiosidad por ver la sala común de Hufflepuff... es la que nos queda... -sugirió Wherynn mientras iban de camino a su propia sala común.
- ¿De verdad? lo cierto es que yo también... así salgo de dudas si realmente la nuestra es la más cutre...
- ¿Vamos después de comer? tengo pelos de Hufflepuff.
- ¿Por qué será que no me sorprende? -sonrió Ädri.

Realmente tuvo que sorprenderse porque después de comer pudo comprobar con sus propios ojos que las dos Hufflepuffs -dos chicas, para su desgracia- de las que Wherynn tenía cabellos se iban a Hogsmeade a pasar la tarde.

- ¿Cómo..? Bueno, mejor ni pregunto...
- Exacto. Tu deja a la doña.

Wherynn lo condujo por pasillo donde se encontraban las cocinas hasta una gran pila de barriles en un hueco oscuro en la piedra a la derecha del corredor. Tras tomarse la poción multijugos, la chica golpeó uno de los barriles al ritmo de Helga Hufflepuff.

- Estuve espiando varios días a los alumnos para ver cómo lo hacían... -contestó a la pregunta sin formular de su amigo, que solo asintió. Cuando entraron, vieron una sala adornada con sillones, plantas redondas entre las que distinguieron un cactus bailarín, estanterías en las paredes y mullidas alfombras, todo en colores amarillos y negros.
- Tiene pinta de ser la sala más cómoda de todas, aún más que la nuestra... -susurró Ädri, que saludó coqueto a uno de los chicos que se le quedó mirando.
- ¿Pero vosotras no os ibais a Hogsmeade? -preguntó.
- ¡Oh..! Sí, pero se nos olvidó una cosa...
- ¡En el dormitorio! -añadió Ädri para que el chico no pudiera "seguirlas".

Buscando con la mirada a otras chicas atravesaron una puerta redonda de madera que supusieron conducía a las habitaciones y se quedaron allí.

- ¿Y ahora qué? aunque vayas disfrazado de chica seguro que hay alguna forma de evitar que los chicos pasen a los dormitorios femeninos, como en nuestra sala...
- O a lo mejor se montan unas org...
- ¡Goggy! -se escandalizó Wherynn.
- Todo controlado -la atajó- ¡Accio bufanda de Hufflepuff!

Una bufanda fue volando hacia sus manos y muy ufano se la puso al cuello.

- ¿Y luego cómo la devolverás?
- La dejaré tirada a la entrada de los barriles dentro de unos días... ¡yo también pienso!
- Bueno... Mira, la puerta redonda parece la entrada a una casita hobbit... -sonrió Wherynn.

Después de dar una vuelta por la sala común y ojear a su antojo, además de saludar amistosamente a muchos de los miembros de la casa Hufflepuff, que en ningún momento sospecharon de "ellas", decidieron marcharse.

- ¡Qué simpáticos son todos! -comentó Ädri cuando salieron.
- ¡Buenas tardes, Fraile Gordo! -saludó en voz muy alta Wherynn para tapar las palabras de su amigo cuando vio aparecer al fantasma.
- ¡Hola chicas! ¡hermoso día! ¿vais a dar un paseo? -preguntó afablemente el hombre.
- Sí, ¡nos vamos a Hogsmeade! ¡disfrute... de su tarde! -contestó Ädri con la voz más aguda que pudo poner.
- Cuídate esa garganta, ¡no te quites la bufanda! -le aconsejó el fraile.
- ¡Gracias! -respondió Ädri al fantasma mientras éste desaparecía atravesando la pared y su amiga reía.
- Anda, volvamos a nuestra sala común y sigamos con el plan Slytherin... -propuso ella mientras recorrían el pasillo.
- Sí, pero antes tengo que ir al baño y no se si me atrevo mientras aún sea mujer... espero que los efectos de la poción se pasen pronto -suspiró Ädri. Wherynn no pudo evitar unas sonoras carcajadas que resonaron por todo el vestíbulo.


Dedicado a Adrián, ¡feliz cumpleaños Goggy golosina!

26 julio 2016

Bewitched

Las chicas estaban anonadadas. No podían creerse que la joven genio les hubiese robado el libro delante de sus narices y no haberse dado cuenta de su plan desde el principio.

- Quizá incluso sabía que no nos tenía bajo su poder... -observó Nälya.
- Eso no importa ahora, ¡tenemos que recuperar el libro! -urgió Shÿla.
- Vamos a usar el tablero y el péndulo... Yrguv ha dejado sus cosas en la habitación, alguna nos servirá... -sugirió Märy.

Shÿla fue en busca de algún objeto que perteneciera a la genio mientras sus dos amigas cavilaban en silencio.

- ¡Aquí está! -dijo a la vuelta- tengo un pequeño anillo que llevaba en el dedo meñique, no sé por qué se lo habrá quitado...
- ¿Será una trampa? -preguntó Nälya, suspicaz.
- No creo... de todas formas, tendremos que arriesgarnos.

La joven enganchó el anillo en el péndulo y lo dejó moverse libremente por el tablero hasta que cayó en una zona no muy alejada del hotel donde se encontraban.

- Parece algún tipo de cueva o lugar subterráneo... al fin y al cabo Sÿrmû no es una ciudadela muy grande...
- Bien, pues ahora tenemos que idear un plan para recuperar el libro...
- ¿Cómo? Saben que vamos a por ellos, nos estarán esperando...

Las chicas se quedaron en silencio hasta que Mâry lanzó una exclamación.

- ¡El hechizo de luz lunar!

Sus amigas la miraron con alegría.

- ¡Pues claro! ¿cómo no se nos ocurrió antes? ¡cuando era una genio concedió el don a Nälya para poder hacer ese hechizo! ¡los demonios no pueden encontrarnos con él! -exclamó Shÿla, encantada.
- Pero... Yrguv no es un demonio. Ella si podrá vernos y encontrarnos...
- De todas formas les será mucho más complicado atacarnos si solo ella nos ve, somos tres. Y seguro que estarán aliados con más demonios... ¡tenemos que intentarlo! hazlo -pidió Mâry.

Nälya pronució unas palabras en una lengua perdida y unos rayos de luz de luna aparecieron en la estancia llenando a las chicas de una sensación de paz indescriptible.

- Vaya... entiendo que se perdiera hace generaciones... ¿qué lengua era esa?
- Ni idea, Shÿ... pero ahora estamos protegidas y no pueden encontrarnos


Las chicas salieron del hotel y se dirigieron hacia donde les había indicado el tablero tratando de pasar desapercibidas. Como Mâry había supuesto, el péndulo les llevó a una hermosa mansión victoriana, y tras dar una vuelta a su alrededor vieron una trampilla con una cadena que parecía llevar a un sótano.

- Oigo voces... -susurró Shÿla.

Las brujas se quedaron en silencio tratando de escuchar la conversación.

- No entiendo lo que dicen, pero me parece reconocer la voz de Yrguv y al menos otras tres personas...
- Son demonios, Nälya, capto la oscuridad en sus corazones...
- Bien... tres demonios, tres brujas. Solo tenemos que dejar fuera de combate a Yrguv y lidiar con ellos -terció Mâry.
-¿Cómo? -preguntó quedamente Shÿla.
- Tenemos que hacer que Yrguv salga y dejarla congelada... será lo más fácil. Nos puede ser útil más adelante...
- ¿Y cómo..?
- ¡Ssshhh!

Nälya hizo un gesto para que guardaran silencio. Ya no se oían las voces, pero sí unos pasos que parecían acercarse a la trampilla.

- ¿Qué ha sido eso? -oyeron decir a una voz masculina.

Nälya cogió de las manos a sus amigas y antes de que pudieran decir nada las teletransportó dentro del sótano. Era un lugar lúgubre apenas iluminado por unas velas y lleno de pavorosas calaveras y diversos utensilios de magia negra. Mâry congeló a Yrguv antes de que pudiera verlas y los demonios se quedaron sorprendidos.

- ¿Quién anda ahí? -preguntó un hombre mayor de aspecto maligno. Aquel debía ser el prometido de la genio.
- "Silencia nuestras voces,
siléncialas de la noche,
que nuestros enemigos no escuchen
lo que no les incumbe" -pronunció Nälya ante la estupefacción de los demonios que no podían verlas.
- ¡Muy buen hechizo Nälya! ¿Cómo se te ha ocurrido? -alabó Mâry.
- Ya lo tenía pensado, una cosa es que no puedan encontrarnos y otra que no nos oigan si estamos a su lado... míralos que confusos están -rió.
- Busquemos el libro y salgamos de aquí. Un momento -Mâry congeló a los tres demonios, que habían comenzado a lanzar bolas de fuego a diestro y siniestro- así mejor. No quiero que me chamusquen el pelo.

Las tres buscaron por el sótano el libro, pero no podían encontrarlo.

- Este sitio es horrible... ¿seguro que está aquí? tal vez lo hayan subido arriba... -comentó Shÿla.
- "Vuelve a nosotras
libro de las sombras" -dijo Nälya. No ocurrió nada.
- Démonos las manos -sugirió Mâry.
- "Vuelve a nosotras,
libro de las sombras",
"Vuelve a nosotras,
libro de las sombras",
"Vuelve a nosotras,
libro de las sombras" -repitieron las brujas. Una luz atravesó el techo del sótano y el libro apareció ante ellas.
- ¡Aquí está! -exclamó Shÿla, emocionada. Cuando se acercó y lo tocó, el libro se abrió solo y sus páginas comenzaron a pasar rápidamente hasta quedar detenidas en una en concreto.


Dedicado a María, ¡feliz cumpleaños, gatuna!

19 julio 2016

Felix Felicis

Ninguna de las dos sabía que hacer. No podían entrar en la sala común y arriesgarse a que las expulsaran o a lo que fuera que les tuviesen preparado los Sly, pero tampoco podían quedarse en la entrada sin hacer nada y esperar a que alguien las descubriera.

- ¿No tendrás alguna poción multijugos travesti? -preguntó Wherynn.

- No se me ocurrió... pero podríamos convocar alguna... -sugirió su amiga.
- No, las tengo en un cofre bajo llave... no funcionaría...
- ¿Entonces qu...?

Thäis enmudeció ante el gesto de Wherynn, que le indicó que había oído algo. Ella no oía nada pero sabía del legendario finísimo oído de su amiga, así que lanzó un petrificus totalus a Sÿl y aguardó. Sin que les diera tiempo a reaccionar, un chico apareció por el recodo de la esquina.


- ¡Wher! por fin os encuentro -suspiró aliviado.

- Tú... ¿qué haces aquí? -preguntó Thäis, suspicaz.
- Escuché por error a unos Sly urdiendo un plan contra vosotras. Dijeron que habían hechizado a Sÿl y que ahora esperaban que entrarais en su sala común... no pude oír más, venía a advertiros. No entréis.
- ¿Y cómo..?
- No me fío, ¿cómo sabemos que no es un Sly? -cuestionó Thäis.

Wherynn negó con la cabeza. Lo conocía muy bien.


- Es él, tranquila.


Thäis pareció querer decir algo pero optó por guardar silencio. Su amiga entrecerró los ojos.


- No se me ocurría qué traeros pero sabía que no conseguiría haceros desistir de entrar en la sala... al menos a ti, ¿verdad? -dijo mirando a Wherynn.

- Me adivinas los pensamientos... -sonrió ésta.
- Así que aquí tenéis -continuó mostrándoles una pequeña botellita que parecía rellena de oro líquido.
- ¡Felix Felicis! -exclamaron ambas chicas al mismo tiempo.
- Sí. Vosotras hacéis vuestras multijugos y en Ravenclaw nos dedicamos al Felix Felicis -sonrió.
- ¡Por eso aprobáis siempre! -acusó Thäis.
- ¡No! nunca nos saltamos las normas... solo para ocasiones especiales... ¡como esta! -se defendió rápidamente, aunque algo en sus recuerdos le hizo sonrojarse. Wherynn rió quedamente pensando que le hubiera encantado ser buena en legeremancia en aquel instante... ¡o no!
- Por mi perfecto. Cambiamos un poco nuestro aspecto a base de hechizos y entramos... ¿Te apuntas? No está bien tentar a un prefecto a hacer estas cosas pero... ya que has venido a salvarnos...
- ¡Claro, no me lo perdería por nada del mundo! Si a ella le parece bien... -dijo mirando dubitativo a Thäis.
- Wherynn siempre ha querido tener el pelo caoba. A ver qué puedes hacer...

Con agilidad, ya que el muro seguía abierto, tomaron la Felix Felicis y enseguida se sintieron confiados y guiados por buenas intuiciones. Escogieron a tres alumnos de Slytherin que de alguna forma sabían que se encontraban lejos del lugar y se dispusieron a entrar.

- ¿Y qué hacemos mientras con Sÿl?

- La encerramos en un hueco tras la pared y la dejamos dormida. Así no sufrirá -respondió convencida Wherynn.
- ¿Y eso no es un poquito cruel..? -comentó Thäis.
- Escupirme y dejarme esta quemadura es cruel -dijo mostrándole su mano, que había empeorado notablemente- que se fastidie. Además nadie va a encontrarla y no se va a enterar de nada. Luego se pondrá triste por perderse la sala común de Slytherin, pero ya la compensaremos.
- Vulnera sanentum.

El chico lanzó el conjuro a Wherynn y su quemadura despareció al instante.

- ¡Oh! gracias, eres un encanto.


Tras dejar a Sÿl cómodamente instalada en una de las paredes de las mazmorras y dormida, regresaron a la entrada de la sala común de Slytherin, que permanecía abierta.


- Oye... ¿por qué siempre andamos con poción multijugos si podemos cambiar nuestro aspecto con magia? -se le ocurrió a Thäis.

- Ya, es verdad... yo qué se, porque es más rápida, como solo dura una hora no nos dan tentaciones de quedarnos cambiadas más tiempo del debido...
- Pero el tiempo de elaboración...
- ¡Waaaa! ¡entremos de una vez! -urgió la chica.

La sala común de Slytherin estaba tenuemente iluminada por lámparas de techo de color verde. Tenía sillones de cuero negros y sillas y mesas de madera tallada cubiertas de elaborados tapetes. Descubrieron que la estancia se extendía parcialmente bajo el Lago Negro, lo que le daba una tonalidad aún más verdosa. El ambiente era frío y mientras Wherynn contemplaba los tapices que ilustraban las aventuras de Slytherins medievales famosos, sus amigos observaban fascinados a las sirenas que se veían a través de los ventanales.

- Por eso hay tanta humedad en las mazmorras... -razonó el Ravenclaw.

- El sonido del agua es muy relajante... -suspiró Thäis.
- Dejémonos de divagar, vamos. Tenemos que torturar a los Sly para que nos digan cómo liberar a Sÿl.
- ¿Torturar? -alzó una ceja el chico.
- Whers y sus torturas medievales, luego te lo explico -le susurró Thäis.

Pasearon un rato por la sala curioseando y tratando de reconocer a Slytherins que pudieran estar relacionados con el maléfico plan hasta que encontraron a un grupo sospechoso reunido en los sofás que mencionaron la palabra "Gryffindor".

- Aguamenti -conjuró el Ravenclaw en una de las copas labradas de Slytherin y se unió a ellos como si nada.

- Vaya, eres bueno con la varita... -alabó Wherynn.

Las estruendosas carcajadas de Thäis llamaron la atención del grupo, que se la quedó mirando fijamente. Sus dos amigos se quedaron anonadados.

- Lo siento, es que eso ya lo había soñado... quiero decir, "oído" antes. En el club de duelo... -dijo enjugándose las lágrimas. Wherynn entrecerró los ojos y deseó echarle un crucio. Sÿl y Slytherin la malinfluenciaban...
- Bueno, ¿y cómo va el plan contra esas Gryffindor? -preguntó el chico con total naturalidad cambiando de tema.
- Estamos esperando a que lleguen... y entonces recibirán su merecido. Esperemos que las expulsen... -comentó una chica pelirroja con aspecto pícaro.
- No teníais que haber hechizado a esa tal Sÿl... yo hubiera escogido a Thäis, es más tonta -contestó él, en parte por venganza.

Thäis estuvo a punto de responderle pero la poción la hizo guardar silencio.

- O tal vez Wherynn... es bastante peligrosa -comentó un chico.
- ¿Ah, si? -preguntó ella, encantada- no parece para tanto...
- Pero es muy ágil y rápida en sus encantamientos. Y muy imaginativa. Tal vez teníamos que haber empezado por ella...
- Sea como sea estarán al venir. Salvo que Sÿl haya acabado con alguna de ellas con su veneno... -dijo el chico bebiendo un trago de agua. A Wherynn le fascinó la naturalidad con la que hablaba y lo cómodo y seguro de sí mismo que parecía. Luego le extrañó que Thäis no cesara de mirar su varita, que daba vueltas con ligereza entre sus dedos.
- Quizás deberíamos ir a por ellas... están tardando demasiado y me aburro. No tardarán en encontrar la sala común y la hemos hechizado para que se abra con cualquier contraseña...
- Es posible que eso les resulte sospechoso -observó Thäis.
- Cierto... pero bueno, son Gryffindor, jamás dejarían pasar la oportunidad de colarse en nuestra sala común -rió un chico fornido desde uno de los butacones.
- ¿Dónde está el contraveneno de lo que le disteis a Sÿl? -preguntó el Ravenclaw sin ningún tipo de sutileza.
- Lo tiene él a buen recaudo -señaló el fornido a uno de sus compañeros, un chico rubio y bajito con cara de rata.
- ¿Ese inútil? nos lo quitarán nada más entrar... Será mejor que me lo deis a mí y lo saque de la sala, lo lógico es que vengan aquí a buscarlo, de hecho por eso las estamos esperando, ¿no?

Wherynn estaba cada vez más admirada. Ella nunca lo hubiera hecho mejor, y eso que nunca solía ser muy sutil...

- Está bien... toma -dijo el chico entregándole una botellita de cristal con un líquido azulado en su interior.
- Vamos, chicas, alejemos el antídoto de aquí -dijo levantándose con decisión.
- ¿Y por qué tienen que ir contigo? -preguntó una de las chicas con suspicacia.
- Tenemos... asuntos pendientes. No me voy a perder ninguna diversión -dijo guiñándole un ojo de forma seductora. Las dos chicas se rieron coquetas y le siguieron mientras los demás murmuraban entusiasmados.

Cuando salieron de la sala, el muro se cerró tras ellos.

- A-lu-ci-nada. ¡Si lo llego a saber te invito a nuestras aventuras mucho antes! -exclamó Wherynn.
- Felix Felicis -dijo él simplemente guiñándole un ojo y tocándole el hombro. Ahora vamos a por Sÿl.


Dedicado a Sylvia, ¡feliz cumpleaños meón!

Phobos


El silencio del páramo hacía que cualquier sonido tuviera tintes místicos. Era un lugar misterioso que pocos se atrevían a frecuentar, pues aterradoras leyendas acerca de sus orígenes y las nieblas que solían cubrirlo lo convertían en un lugar temido por muchos y venerado por los habitantes del pueblo más cercano, los únicos que se atrevían a vivir en aquel lugar maldito. El páramo estaba protegido por una diosa, que custodiaba con su magia los distintos puntos cardinales, Vênräedna. Los que la habían visto la describían como una joven de larguísima melena castaña y ondulada, ojos vítreos, tatuajes rituales y siempre ataviada con una túnica oscura que se fundía con las brumas del lugar. La fauna del páramo la adoraba, pues los lobos, osos, anfibios y cuantas criaturas habitaban la zona podían sentir la fuerza de su espíritu allá donde fuera. Sin embargo, era conocida como Phobos, la personificación del temor y el horror en la antigua Grecia. Hija de Ares y Afrodita, en realidad disfrutaba de su reputación de ser maligno, pero muy pocos conocían su auténtico nombre y su personalidad, solo los elegidos...

La joven se movía como los jirones de niebla, siempre guardando su territorio, protegiéndolo de los visitantes no afortunados que osaban ofender a la naturaleza sagrada de aquel antiguo y olvidado pantano. Los fuegos fatuos era sus inseparables confidentes, y junto a ellos aterrorizaba a aquellos que no eran dignos de moverse por sus tierras. En los últimos tiempos, muchos campistas, atraídos por las leyendas del pueblo, acudían a conocer la zona y ver con sus propios ojos si lo que habían escuchado era cierto. Pero los humanos no sabían ver, ni sabían escuchar. Solo miraban y oían, sin entender nada.

Vênräedna llevaba tiempo en silencio. Ningún campista había ofendido su territorio y comenzaba a aburrirse. Parecía que el páramo se hubiera llenado de ecologistas, siempre respetando la naturaleza... ¿Cómo se iba a divertir? Por suerte, un día un grupo de aventureros acampó en el lugar para cambiarlo todo...


La noche sin luna era todo oscuridad. En la penumbra solo brillaba el fuego de la hoguera que los jóvenes habían encendido para calentarse y ahuyentar a los malos espíritus y los animales salvajes que habitaban por doquier. Cinco chicos y tres chicas.

- ¡Parece una peli de terror! -dijo una chica de melena castaña y ojos grandes.
- Podíamos invocar a la diosa del pantano... por hacerlo más interesante -propuso uno de los chicos.

Vênräedna sintió algo en su interior.

- ¿La diosa del pantano? No me parece buena idea... -comentó una chica rubia.
- ¡Claro que sí! Animaos, será divertido... yo no me creo las historias del pueblo.
- Pues yo sí... -comenzó otro de los chicos- y estamos en la zona norte, su preferida.
- ¡Uuuh! ¡la zona favorita de Phobos! -se burló la chica más valiente.
- No os riáis. Hemos venido a divertirnos, no a pasar una noche de terror...
- ¡Habla por ti! Yo creo que deberíamos invocarla. A lo mejor hasta es simpática...

La joven sonrió. No iba desencaminado, ¡pero tenía que guardar su reputación!

- Es terrorífica. Está llena de símbolos del mal, tiene melena larga...
- Y ojos oscuros y hundidos en sus cuencas, y ojeras... ¡vamos, hombre! Solo son leyendas para que el pueblo tenga más visitas...
- ¿Y por qué nadie viene a acampar desde hace tiempo? -preguntó la chica de melena castaña.
- Porque ha hecho demasiado frío y es mejor acampar al calorcito de la lumbre... ¡vamos a empezar! Daos las manos.

Un escalofrío recorrió la espalda de varios miembros del grupo. Vênräedna se acercó sigilosamente -aunque sabía que no podían verla- y aguardó.

- ¡Oh, Phobos! ¡Hónranos con tu presencia!

"¡Qué cutre!" pensó la joven. No pensaba aparecerse si no se lo curraban un poco más.

Nada ocurrió.

- ¿Véis? No pasa nada.
- Para invocarla habrá que hacer algún sacrificio... ¡tira estas bayas al fuego!
- ¿Cómo? ¿crees que va a aparecer porque tiremos unas frambuesas al fuego? -preguntó el chico más escéptico de todos.
- Algo habrá que ofrecerle...
- Está bien...

El chico se levantó, ejecutó unos extraños movimientos con las manos que hicieron reír a Vênräedna y arrojó las frambuesas al fuego.

- ¡Poderosa Phobos, diosa cuyo nombre es temido y respetado, hónranos con tu presencia en esta oscura noche y haznos eco de tu compañía! ¡Nosotros te lo suplicamos!

Suficiente.

Vênräedna hizo que el fuego brillara con más fuerza y se dejó ver parcialmente por una fracción de segundo con una sonrisa amable en el rostro. Varios chillidos siguieron a su aparición.

- ¿¿Habéis visto eso?? -gritó la chica de melena.
- ¡Era espeluznante!

"Sin ofender", pensó la joven. Encima que les sonreía...

- Probemos de nuevo.


Dedicado a Veneranda, ¡feliz cumpleaños guapísima!