Eres una criatura mágica, como nosotros. Pegaso, kelpie, unicornio... no importa. Perteneces a una raza de corceles indómitos, maravillosos, con poderes divinos. Estos poderes te fueron arrebatados cuando te desterraron a la tierra, aquel extraño planeta perteneciente a otra realidad, a otra esfera del entendimiento. Donde la magia no existe, y si lo hace es clandestina, secreta, enigmática... Los ignorantes la desmienten, los elegidos la temen... La reverencia que se tienen a los poderes que no alcanzan sus mentes hace que nieguen toda posibilidad de su existencia. Salvo en sus sueños... En sus sueños son libres, pueden hacer lo que quieran. Hazañas que jamás imaginarían en su vida real. Sueños prohibidos por su violencia, su ambrosía, su letalidad...
Un día, el exilio te escogió por tu rebeldía. Liderabas un grupo de pegasos malignos tenebrosos como el azabache. Eras su reina, su diosa, lo harían todo por ti... pero te traicionaron. Cuando el Gran Creador os convocó a su trono todos renegaron de ti, de tu osadía. Juraron que les habías obligado a cometer aquellos actos impuros porque no existía la nobleza en tu interior, a pesar de ser una purasangre. El Gran Creador eligió para ti un destino en la tierra, donde los tuyos solo eran historias de fantasía. Tu grupo se convirtió en seres humanos que solo podrían vivir en tus sueños como castigo por quebrantar las leyes divinas. Sin embargo, lograste conocer a seres parecidos a ti en aquella tierra; los caballos. Te convertiste en amazona y siempre sentiste un vínculo especial con ellos. Y ahora que tu espíritu ha sido purificado... el Gran Creador quiere que regreses.
Ëve no sabía qué decir. Era demasiado, no podía creérselo. ¿Ella, un pegaso de un mundo... onírico? Ni siquiera sabía qué era ese mundo...
- ¿Lo entiendes? -preguntó el poni.
- ¿Lo entiendes? -preguntó el poni.
- No, realmente... ¿dónde estamos? El Palomitero, Pini... ¿son mi grupo de "pegasos malignos"? -respondió ella con incredulidad.
- Así es. Sus espíritus no han sido acendrados y han tratado de engañarte para volver contigo a la tierra. Para torturarte allí por su castigo.
- Pero... nunca me han tratado mal... -dijo Ëve, que no sabía si creer al poni achuchable.
- No me corresponde a mí juzgar eso. Piensa...
La chica pensaba todo lo rauda y veloz que podía. Sus amigos... o lo que fueran... le decían que no creyera al kelpie. Pero el kelpie no era un kelpie, ¿era un poni? ¿Por qué habría de haber ponis en ese mundo de caballos imaginarios o lo que fuese? ¿Qué se proponía aquella agradable y encantadora criatura? No sabía si creérsela... Aunque por otra parte, los chicos habían sido muy reacios a contarle nada de su mundo y del kelpie... ¿tendrían alguna buena razón para ello? Tal vez estaban siendo atormentados por una fuerza maligna y por eso querían huir a la tierra... A ver, ellos decían que eran seres oníricos que pertenecían a los sueños... que se había forjado un lazo entre ellos, los sueños y ella, que era real... O eso creía...
- ¿En qué piensas? -preguntó el corcel, amable.
- Quiero verles. Quiero hablar con ellos.
- No creo que sea una buena idea... tratarán de influenciarte.
- Lo mismo que tú. Quiero juzgar por mí misma.
El poni dejó de sonreír y se puso muy serio.
- El Gran Creador dijo que lo harías. Que querrías unirte a ellos y que perderías la oportunidad de regresar. A ellos, que renegaron de ti y vuestros actos...
- No me importa. En la tierra estoy bien, no recuerdo con claridad nada más.
- ¿No deseas volver a ser un pegaso y volar?
Suena tentador, para qué negarlo -pensó Ëve. Las palabras del poni la hacían dudar, pero el Palomitero y el resto parecían buenos chicos y confiaba más en ellos que en aquel poni, para ser sinceros. Pero no iba a decirlo en voz alta.
- Déjame volver y hablar con ellos -dijo con una voz autoritaria que le sorprendió.
- Está bien. Monta.
- Está bien. Monta.
Ëve se montó poco convencida en el poni, que volvía a tener la forma del kelpie alazán, y agarró con fuerza su crin. Cuando empezó a galopar se dio cuenta de que podía moverse, lo que la tranquilizó. Era su sueño, ella tenía el poder.
- ¡Ëve! -gritó el taxista en cuanto la chica volvió al paraje tropical y desmontó del kelpie.
- Hol... -sin darle tiempo a reaccionar el taxista le dio un gran y estrecho abrazo y le acercó demasiado su...- ¡Agh! -exclamó ella sin poder evitarlo y tratando de empujarle. No sirvió de nada porque todos se abalanzaron sobre ella a abrazarla y recibió algunos besos que no supo decir de quién eran.
- Piensa en todo lo que te he contado, Ëve... Solo la verdad -dijo el kelpie cuando las muestras de cariño cesaron. Regresaré si eso es lo que deseas, solo tienes que llamarme. Dicho esto, desapareció en la niebla.
- Piensa en todo lo que te he contado, Ëve... Solo la verdad -dijo el kelpie cuando las muestras de cariño cesaron. Regresaré si eso es lo que deseas, solo tienes que llamarme. Dicho esto, desapareció en la niebla.
- ¿Qué te ha contado ese corcel del demonio? -le preguntó la rubia zorra.
- Bueno... -empezó Ëve.
Dedicado a Eva, ¡feliz cumpleaños, tocaya!