01 diciembre 2016

The Lost Tales II


Tale II: The Cursed Queen

Mi segunda vida transcurrió en el esplendor del Antiguo Egipto hace siglos y la oscuridad regió mi destino... Nací en el seno de la corte, hija de faraones y sangre real, y viví en Alejandría, la  cuna del conocimiento en la época. Me educaron para ser una gran reina y estudié literatura, música, ciencias políticas, matemáticas, astronomía y medicina; hablaba egipcio, griego, sirio, arameo y latín.

Mi padre falleció siendo yo muy joven y comencé a reinar tras desposarme con uno de mis hermanos. Mi hermosura era incomparable y mi inteligencia superaba a todas las mujeres de mi época. Mi talento natural provenía del entendimiento del Antiguo Oriente, la refinada Grecia y la cultura moderna de Roma, que se imponía entonces sobre el mundo conocido... La Biblioteca de Alejandría era mi refugio, así como los museos y palacios de bellas artes, donde tenía el placer de hablar con eruditos de otros lugares civilizados. Allí fue donde le conocí; tenía la impresión de haberle encontrado en otra vida anterior y nuestra conexión fue inmediata hasta el punto que le convertí en mi amante, pues lo que sentíamos no podía describirlo con palabras. Mi amor por él era correspondido y ese fue el inicio de mi perdición...

Las sacerdotisas de mi oráculo predijeron que una gran desgracia caería sobre mi y sobre mi reino si me unía a aquel joven. Nuestro amor seria eterno pero imposible, pues pertenecía a una dinastía guerrera que pretendía conquistar las costas de Egipto y destruir todo lo que encontrara a su alrededor, incluida nuestra gran civilización, sus conocimientos e incluso su magia... Nosotros no queríamos renunciar a nuestros sentimientos y desoímos sus palabras, desafiando las leyes de la naturaleza y consumando nuestro amor puro.

Los magos de mi pueblo invocaron a las fuerzas de los dioses para retenerme y la maldición cayó sobre mi cuando asesiné a mi hermano para poder desposarme con mi verdadero amor. Incluso yo era capaz de ver los malos augurios en las constelaciones, pero ni siquiera eso pudo disuadirnos. Nos amábamos y sabíamos que nos habíamos amado en una época anterior, porque algo tan puro y majestuoso no podía pertenecer a este mundo y permanecer silenciado. Los sacerdotes nos condenaron y quisieron acabar con nuestras vidas, pero si habíamos de morir lo haríamos juntos según nuestros deseos. Escogimos la estancia más silenciosa de palacio y nos hicimos morder por una cobra egipcia, sellando nuestro final con un beso...


Continuará...

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