No recordaba cómo había llegado allí... Estaba en un puente bellamente ornamentado que conducía al pórtico de entrada de un palacio oriental. Custodiado por dos fieros guardias orientales y labrado en tonos blancos, parecía un lugar místico y especial. Decidió avanzar por la pasarela contemplando sus complejos adornos y sus símbolos únicos desafiando la mirada de los dos guerreros, que le vigilaban amenazantes desde los confines del puente empuñando sus espadas. Acarició suavemente los símbolos a su paso, que se volvieron más nítidos y brillantes por momentos al contacto con su piel, como si se encontrase en un sueño maravilloso... Y era probable que fuese un sueño, pues el cielo con sus nubes era demasiado hermoso y aquel lugar demasiado alejado de la realidad como para pertenecer al mundo. Miró a su alrededor y aparte del precioso cielo que le cubría vio bosques de tonalidades verde oscuro y un mar plateado que parecía hecho del mismo marfil que aquel palacio de ensueño que le recordaba a algún recóndito lugar de su mente que permanecía oculto entre sus pensamientos. El sonido de unas campanillas le atraía hacia el interior del pórtico y dejando sus meditaciones a un lado prosiguió su camino por el puente de mármol hacia la sabiduría del inconsciente... Quería descubrir sus secretos y su belleza arquitectónica, los enigmas que ocultaba y la razón de que hubiera emergido en su mente a través de su imaginación y creatividad sin haber sido invocado... Y para ello debía penetrar en aquella estancia y ver qué se encontraba en su interior, como si de una metáfora de su propio interior se tratase. El pórtico cada vez estaba más cerca y sus puertas se abrieron suavemente sin que tuviera que tocarlas invitándolo a adentrarse en su esencia llena de simbolismo que aún no comprendía...
Aquel lugar contenía la esencia del clasicismo y la magia que tenían todos los lugares antiguos. No sabía de qué se trataba y no era capaz de describir sus estanques, su arquitectura o el hecho de que pareciese mucho más grande en su interior de lo que era por fuera... Y entonces, en un instante, todo cambió. El palacio se transformó en un lugar diferente... Una danza de dragones llenó la estancia del poder supremo imperial. Se transformaban en nubes y se sumergían en los estanques creando chorros de agua. Su belleza era ilimitada y se volvían invisibles para luego brillar en la oscuridad transformándose en un fuego sobrenatural. Era una ceremonia magnífica que incrementó su esplendor con la aparición de los cuatro Reyes Dragones, soberanos de los cuerpos de agua en movimiento, cascadas, ríos y mares. Los dragones se acercaron y danzaron a su alrededor con su magia hasta que penetraron en su mente mostrándole la visión... El poder espiritual supremo, terrenal y celestial, el conocimiento y la fuerza, y el linaje de sus dinastías, a la que pertenecía sin haberlo sabido desde siempre... Y entonces se transformó en uno de ellos. Un hermoso dragón dorado, sabio, muy poderoso y de gran corazón. Voló fuera del palacio imperial y danzó entre las nubes de aquel hermoso cielo volviéndose tan grande como el universo en su totalidad para poder contemplarlo todo y disfrutar de sus maravillas. Sabía que era un sueño, pero era el más hermoso que había tenido jamás. Podía ser libre, su poder era infinito y la inmortalidad parte de su naturaleza en ese instante. Surcó los cielos en busca de las cumbres más hermosas, de los paisajes más bellos y de toda la preciosidad que encerraba la realidad de aquel mundo onírico... Los guardias custodios del palacio le vigilaban con sus espadas empuñadas pero su mirada llena de malignidad no le decía nada, porque como ser poderoso era invulnerable al odio que portaban en su bello mundo... Se alejaría de ellos para siempre y no volvería jamás, o destruiría su imperio de tiranía para liberar el hermoso palacio de marfil. La justicia era su premisa y no permitiría que nada rompiera el equilibrio de su precioso sueño, del que era dueño y señor hasta que regresara al mundo de la realidad, donde los sueños se cumplen pero la magia no existe si no la buscamos y la creamos... Se acercó a las estatuas y de un solo golpe las derribó liberando al palacio y a su conciencia de todo lo que había estado ocultando...
Dedicado a Carmen, por su exotismo oriental cocinando.
2 comentarios:
Que evocador =) Ganas dan bien de ponerse a dormir o bien de meterse a algún palacio imperial, por si hubiera suerte
El mundo onírico, cuánta sabiduría sobre nosotros y nuestra mente retorcida nos depara!
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