El templo al despuntar el amanecer era tan plácido como el cielo estival. La pira ardía con el fuego sagrado colmado por los deseos implorados al santuario. La vi... Insondable... Mi ruego se arrugaba en el pergamino de mi mano. Tal vez era un imposible tan irreal como la ilusión que llenaba mi corazón en aquella mañana y cada noche cuando mi imaginación volaba libremente...
La sacerdotisa del templo me miró con sus grandes ojos oscuros... Y entonces comprendí que mi destino estaba escrito en ese pergamino por mi... Quizá permanecer oculto lo hacía hermoso... Quizá el silencio lo hacía aún más especial... El vínculo entre el fuego y el agua en el santuario creó una visión sobre la esencia del manuscrito... Para mi no existiría ese deseo más allá de mi imaginación. La sacerdotisa sonrió y desperté...
Dedicado a Pedro, por las tardes de filosofía existencial.
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